Anticuerpos, qué son y cómo nos protegen frente a infecciones

Las personas que han desarrollado anticuerpos neutralizantes contra el coronavirus –que impiden al virus infectar las células– podrían ser inmunes al SARS-CoV-2. Te explicamos qué son los anticuerpos y cómo actúan.
Anticuerpos
Eva Salabert

Por: Eva Salabert

Periodista experta en salud

Actualizado: 5 de mayo de 2023

Superar el COVID-19 podría hacerte inmune a una nueva infección por coronavirus…, o no, porque lo cierto es que hay evidencias científicas de que algunas personas que han pasado la enfermedad con síntomas leves han generado un nivel de anticuerpos bajo o indetectable, y aún se desconoce cuánto tiempo durará la inmunidad en aquellos que sí presentan un elevado nivel de anticuerpos neutralizantes, que tienen la capacidad de neutralizar el virus al unirse a la proteína espiga (S) del SARS-CoV-2 e impedir así que infecte las células. Muchas personas, sin embargo, desean someterse a un test de anticuerpos para saber si han pasado la enfermedad y si están protegidos contra un nuevo contagio. Te explicamos qué son los anticuerpos y cuáles son sus funciones.

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¿Qué son los anticuerpos y qué función cumplen?

Los anticuerpos o inmunoglobulinas son proteínas que elaboran los glóbulos blancos y cuyo objetivo es combatir agentes extraños –como virus, bacterias o toxinas– que constituyen un peligro para la salud del organismo. Estos cuerpos extraños se denominan antígenos y su presencia desencadena una respuesta inmunitaria; cada anticuerpo solo se puede unir a un antígeno específico, y mientras algunos anticuerpos eliminan directamente a los antígenos, otros facilitan que los glóbulos blancos los destruyan.

Anticuerpos

Desempeñan un papel clave en el correcto funcionamiento del sistema inmunitario, ya que influyen en el control de los procesos inflamatorios y en la regeneración de tejidos que se han dañado debido a traumatismos o a cirugía, y afectan también a las funciones de los distintos órganos.

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Un déficit de anticuerpos puede tener consecuencias graves como una mayor susceptibilidad a contraer infecciones bacterianas, la aparición de infecciones recurrentes, alteraciones en las funciones de algunos órganos, dificultades para curar heridas y regenerar tejidos…

Qué tipos de anticuerpos hay y dónde se encuentran

Existen cinco tipos distintos de anticuerpos:

  • Inmunoglobulina M (IgM): es el primer anticuerpo que genera el organismo para defenderse de una nueva infección o exposición a un antígeno (una sustancia extraña o invasora, como un virus o una bacteria), por lo que es especialmente importante en las primeras etapas de la respuesta inmunológica. La IgM puede neutralizar patógenos directamente al unirse a ellos y bloquear su actividad. O también puede aglutinar (unir en grupos) patógenos para facilitar su eliminación por parte del sistema inmunológico. Se encuentra sobre todo en la sangre y en el líquido linfático.
  • Inmunoglobulina G (IgG): es el tipo de anticuerpo que predomina en nuestra sangre. Sus funciones más importantes son protegernos contra infecciones víricas y bacterianas, al unirse a ellos y bloquear su capacidad para infectar las células huésped, y eliminar las toxinas y las sustancias que se producen a consecuencia de procesos inflamatorios o la destrucción celular. La IgG puede tardar un tiempo en formarse tras superar una infección –como la que causa el SARS-CoV-2– o recibir una vacuna. La IgG es la clase de anticuerpo más duradera y estable en el cuerpo. Después de una infección o vacunación, el organismo puede producir IgG específica contra el antígeno (sustancia extraña) en cuestión, y estas IgG pueden persistir en el cuerpo durante mucho tiempo, proporcionando inmunidad a largo plazo contra ese antígeno específico. Además, las pruebas de IgG específicas pueden utilizarse para detectar infecciones pasadas. Por otro lado, las IgG maternas pueden pasar de la madre al feto a través de la placenta, proporcionando inmunidad temporal al recién nacido.
  • Inmunoglobulina A (IgA): se encuentra en niveles elevados en las mucosas, especialmente en las vías respiratorias y el tracto gastrointestinal, y también en la saliva, las lágrimas y la leche materna. Su presencia en estas áreas ayuda a prevenir que los patógenos entren al cuerpo a través de las mucosas y a proteger las superficies internas expuestas. La IgA interviene en las reacciones alérgicas y se eleva en presencia de alergenos, y también en las personas que padecen enfermedades autoinmunes, en las que el sistema inmunológico produce anticuerpos que atacan al propio organismo. La IgA se encuentra en la leche materna y se transfiere al bebé durante la lactancia brindándole protección.
  • Inmunoglobulina E (IgE): por lo general se encuentra en la sangre en pequeñas cantidades, pero sus niveles aumentan cuando el organismo reacciona de forma exagerada a los alérgenos o cuando combate una infección provocada por un parásito. Así, por ejemplo, cuando una persona alérgica entra en contacto con un alérgeno al que es sensible (como el polen, el pelo de animales, el polvo o ciertos alimentos), el sistema inmunológico produce IgE específica para ese alérgeno.
  • Inmunoglobulina D (IgD): es el anticuerpo menos conocido y está presente en la sangre en pequeñas cantidades y en la superficie de algunas células B del sistema inmunológico.
Infografía: tipos de anticuerpos

Anticuerpos neutralizantes e inmunidad frente al coronavirus

Muchas de las personas que se han infectado con el coronavirus desarrollan anticuerpos frente a este virus, y la experiencia que se tiene con otros coronavirus es que los individuos seropositivos (con anticuerpos en la sangre) se encuentran protegidos frente a una nueva infección y no contagian a nadie, al menos durante un periodo de tiempo (2-3 años). Sin embargo, aún no sabemos si esto también sucede con el SARS-CoV-2, y una investigación del IrsiCaixa reveló que el 44% de las personas que han tenido COVID-19 leve presentan bajos niveles de anticuerpos contra el coronavirus.

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Recientemente, sin embargo, otro estudio realizado en macacos ha demostrado que tras una primera infección se generan anticuerpos neutralizantes que evitan el contagio en una nueva exposición al patógeno. La presencia de este tipo de anticuerpos en un amplio porcentaje de la población favorecería lo que se conoce como inmunidad de rebaño, que significa que cuanta más gente haya quedado inmunizada contra una enfermedad, bien porque la haya superado, o porque se dispone de una vacuna efectiva y se administra a la mayor parte de la población, más difícil le resulta al virus seguir propagándose.

Test COVID-19

Los anticuerpos son diferentes dependiendo de la enfermedad que haya padecido una persona; por ejemplo, los del sarampión son diferentes a los de la mononucleosis, y por lo tanto los primeros protegen al individuo si se expone de nuevo al virus del sarampión, pero no si se expone al que causa la mononucleosis. De igual forma, los anticuerpos neutralizantes contra el coronavirus son específicos de este virus, y por eso es posible identificarlos en una muestra de sangre de una persona que haya pasado el COVID-19.

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El organismo tarda entre una y tres semanas en desarrollar anticuerpos contra la infección (en algunos casos puede tardar más tiempo, o ni siquiera desarrollarlos), y el hecho de que la prueba de anticuerpos sea positiva no permite saber si el individuo aún tiene la enfermedad activa en ese momento, por lo que podría seguir transmitiendo el virus. Además, si está curado pero no tiene anticuerpos también podría volver a contagiarse, por lo que es necesario seguir manteniendo la distancia social y usar medidas de protección.

Riesgos de una respuesta inmune descontrolada

En ciertas situaciones nuestro sistema inmune puede volverse hiperactivo y provocar daños al cuerpo a través de la inflamación, incluso aunque no se haya producido ninguna infección. De hecho, muchas enfermedades reumáticas como la artritis reumatoide y la osteoartritis están causadas por la inflamación.

Anticuerpos

Los pacientes con COVID-19 pueden experimentar una reacción inmunológica hiperactiva, lo que significa que su sistema inmune se activa de forma excesiva e incontrolable. En el caso de la infección por coronavirus se produce lo que se ha denominado 'tormenta de citoquinas', que consiste en la liberación de citoquinas proinflamatorias como la IL-6 (Interleucina-6), y que tiene consecuencias como el bloqueo o la ruptura de vasos sanguíneos y afecta a todo el sistema circulatorio.

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La tormenta de citoquinas puede causar tremendos daños, fallo multiorgánico, sepsis, e incluso la muerte del paciente, y parece desempeñar un papel clave en los casos graves de COVID-19. Por ello, la ciencia busca nuevas formas de controlar de forma selectiva esta hiperactivación del sistema inmune; es decir, evitar una reacción excesiva que dañe al propio organismo, pero sin interferir en su capacidad para combatir infecciones.

Creado: 2 de junio de 2020

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