La ingesta de aceite de pescado, rico en ácidos grasos omega 3 (AG ω-3) –unos compuestos orgánicos “esenciales” que no pueden ser sintetizados por el organismo, por lo que se deben ingerir a través de la dieta- reduce la inflamación en pacientes con artritis reumatoide. En concreto, diferentes estudios han demostrado que mejora los recuentos articulares, la rigidez matutina y el uso de antiinflamatorios no esteroideos, según se ha puesto de manifiesto en el marco del XXXVII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Reumatología (SER), celebrado en Málaga.

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La Dra. Mª Jesús García de Yébenes, de la Unidad de Investigación de la Sociedad Española de Reumatología, ha asegurado que “diferentes estudios aportan evidencias sobre la mejoría sintomática del aceite de pescado en la artritis reumatoide establecida, con una relación dosis-respuesta y unos efectos beneficiosos que generalmente no aparecen hasta los dos o tres meses después de iniciar la toma del suplemento”.

Múltiples beneficios

Además de ser una fuente de energía, los AG ω-3 y ω-6 se incorporan a las membranas celulares donde actúan como precursores de los eicosanoides, unos compuestos que intervienen en diferentes procesos fisiológicos, como la coagulación sanguínea, la respuesta inflamatoria e inmunológica, la afinidad de receptores, la señalización celular, y la expresión de genes.

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Los expertos también consideran que los ácidos grasos omega 3 tienen la capacidad de reducir los eventos cardiovasculares. El interés por el posible efecto cardioprotector de los omega-3 surgió en la década de los 70, tras atribuir la baja mortalidad por enfermedad cardiaca de los esquimales a un elevado consumo de AG ω-3 en su dieta, según ha explicado la Dra. García de Yébenes. En los últimos años este interés se ha visto incrementado debido a la concepción actual de la aterosclerosis como enfermedad inflamatoria.

“El efecto protector sobre el sistema cardiovascular parece obedecer a diferentes mecanismos: antiinflamatorio, antitrombótico, antiarrítmico con estabilización de la membrana miocárdica y menor susceptilidad a arritmias ventriculares, y acción sobre los lípidos plasmáticos”. Además, los ácidos grasos omega 3 también mejoran la presión arterial, disminuyen los triglicéridos de ayuno, reducen el índice colesterol total/HDL, mejoran la distensibilidad arterial y la dilatación mediada por flujo.

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Por último, García de Yébenes ha señalado que estos ácidos grasos esenciales también son importantes para el desarrollo cerebral fetal y cognoscitivo del recién nacido, y se han relacionado con efectos beneficiosos en distintas patologías como la enfermedad inflamatoria intestinal, algunos tipos de psoriasis, enfermedades alérgicas, ciertos procesos neurodegenerativos, la depresión y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

Alimentos y cantidades recomendadas

Como ya se ha comentado, estos ácidos grasos se denominan esenciales porque no pueden ser sintetizados por el organismo y por tanto deben ser ingeridos en la dieta. Las dietas de los países occidentales generalmente son abundantes en ácidos grasos omega 6 y pobres en omega 3. Además de en el aceite de pescado, los ω-3 se encuentran en todos los pescados, especialmente el salmón, la sardina y el bacalao, en el aceite de oliva, en el de lino, y en las nueces.

Las dietas de los países occidentales generalmente son abundantes en ácidos grasos omega 6 y pobres en omega 3

En opinión de García de Yébenes, es importante que exista un equilibrio en el consumo de ambos tipos ácidos grasos (ω-6 y ω-3), ya que un exceso de cualquiera de ellos afecta al otro, reduciendo su incorporación a los tejidos y alterando sus efectos biológicos debido a la competencia de ambas familias de AG por las mismas rutas metabólicas

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Fuente: Sociedad Española de Reumatología (SER)

Actualizado: 25 de octubre de 2017

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