Claves del slow parenting o la crianza lenta
Actualizado: 22 de septiembre de 2022
Para comenzar a practicar el slow parenting empecemos por una de sus claves principales: respetar los ritmos de crecimiento de nuestros hijos. Los niños se destetan, aprenden a dormir solos, a comer de forma autónoma, a dejar de usar el pañal, a andar, a hablar, o a entretenerse solos, cuando están preparados, no cuando nosotros lo necesitamos. Les estamos planificando y estructurando el desarrollo y los procesos de maduración desde la más tierna infancia. Y como los primeros años son fundamentales en la configuración de la personalidad, tenemos que poner todos nuestros esfuerzos en que los avances y los aprendizajes se vayan haciendo y afianzando bien; despacio y seguros.
En este sentido es interesante reflexionar sobre una idea que plantea Ana Etchenique, de la asociación Slow People: “los niños se toman su tiempo en hacer las cosas, raramente son precipitados; el concepto de tranquilidad lo tienen de manera natural”. Ellos no están pendientes del reloj constantemente, su concepto del tiempo es relativo, y no saben distinguir entre unos minutos o una hora. Hacen las cosas según su propio ritmo. Entonces, simplemente hay que procurar no entrometernos para forzarlos o acelerarlos. Precisamente “una de las ventajas, de los deleites de esta filosofía de lo lento y de llevar una vida sin prisas, es observar a los niños de nuestro entorno y poder disfrutar de verdad de su evolución”, concluye Ana Etchenique.
Otro de los puntos fundamentales del slow parenting es saber gestionar bien el tiempo que dedicamos a los niños, tanto en cantidad como en calidad. La sociedad actual está pensada para rendir mucho, para producir muchas cosas, y cuanto más deprisa, mejor. Y a causa de ello cada vez nos queda menos tiempo para la vida familiar y, el que le dedicamos, lo hacemos cansados. Pero nuestros hijos nos necesitan, y cuanto más pequeños aún más. Somos su fuente de cariño y seguridad.
Así, la clave está en buscar más ratos en los que la vida no nos exija apresurarnos, y paladearlos; como señala Ana Etchenique: “cuando llega el final del día, el fin de semana, o unas vacaciones, tenemos más libertad de ser lentos de verdad”. En esos momentos hay que estar con nuestros hijos al cien por cien. No sólo físicamente a su lado viendo una película, por ejemplo; sino implicados de verdad. La filosofía slow destaca por encima de todo esa calidad: olvidarnos de las prisas y las preocupaciones y entregarnos a nuestros pequeños, mostrándoles nuestro afecto. Esos momentos ya no volverán y hay que sacarles todo su jugo.
A esto hay que sumar la comunicación; sentarnos con ellos a hablar y darles explicaciones “la prisa es negativa, no explicar las cosas con calma puede dar lugar a equívocos. Hay que crear el clima para que los críos hagan preguntas y dar tiempo para que todo quede redondeado y que no queden flecos. Cualquier tema contado con calma y con entusiasmo capta el interés de los niños. Pero para eso hay que vivirlo, creértelo. Todo se queda dentro si no tienes tiempo para sacarlo”, señala la experta de la asociación Slow People.
Observemos a los niños, veamos lo que realmente les interesa, y aprendamos de ellos, que tienen mucho que enseñarnos.
Creado: 29 de septiembre de 2015