Jugar con otros niños es una actividad cotidiana, pero puede ser fuente de conflictos. Es el momento de compartir los juguetes, pero a muchos niños les cuesta hacerlo. Enséñales a ser generosos.
Algunos padres piensan que el hecho de que a su hijo no le guste compartir sus cosas con otros críos es algo propio del desarrollo psicológico de los pequeños, así que se sientan a esperar a que pase la difícil etapa en la que el niño no quiere compartir sus juguetes. Sin embargo, este pensamiento es tan cómodo como errado, puesto que los chavales requieren de alguien que les oriente y les dé unas pautas sobre lo que está bien y lo que está mal, también en este aspecto, si queremos conseguir que nuestro hijo aprenda a compartir sus cosas y sea más sociable.
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Además, con una intervención adecuada podemos superar este proceso mucho más rápido y de una manera menos traumática. Para ello, debemos de seguir unas directrices dirigidas a favorecer su autoestima, el autoconcepto, la autonomía y la interacción con los demás, porque son conceptos básicos para un óptimo desarrollo de la personalidad del pequeño.
A la hora de ponernos manos a la obra, puede haber dos formas de actuación diferentes ante la conducta inadecuada del menor que se niega a compartir:
Prevención: se trata de evitar una disputa entre dos pequeños o minimizar el riesgo de que suceda. Aquí debemos de explicitar claramente las reglas que vamos a imponer, ser un buen modelo para ellos y preparar el ambiente para los niños. Por ejemplo, si vamos a pedir a dos nenes que dibujen un sol y tenemos dos pinturas amarillas, debemos asegurarnos de sacar ambas y así podremos evitar un posible conflicto. Esto no supone que haya que tener disponible para los niños un exceso de materiales, tan solo aquello que sea adecuado.
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Intervención: se refiere a las actuaciones que se llevan a cabo durante y después del conflicto. En el momento en el que se produce la conducta disruptiva debemos tratar de reconducir el problema de la manera más calmada posible, tratando de recordar al pequeño las normas (que debe compartir), puesto que puede que simplemente no las recuerde. En el caso de que recordase las normas y sea un problema de comportamiento debemos actuar firmemente.
En este punto, el castigo como tal no tiene más beneficio que conseguir cesar la conducta momentánea y quizá conseguir la inhibición de ese comportamiento en el futuro, casi siempre por miedo. Aun así, es adecuado retirarle algún privilegio temporalmente para que entienda que existen unas consecuencias a sus malas acciones.
Puede que el niño tenga un día cruzado y no quiera compartir (incluso puede actuar con una rabieta por tal motivo), pero, sin embargo, si esta forma de actuar se repite, es importante que el adulto trabaje para eliminar esa conducta en el futuro. Es una tarea más ardua que el castigo constante, pero consigue que el niño interiorice de manera equilibrada la importancia de compartir.