Cómo facilitar a tus hijos el proceso de aceptación de tu nueva pareja
Actualizado: 22 de septiembre de 2022
El proceso de adaptación de los hijos a esta nueva situación en la que mamá o papá tienen un nuevo novio o novia muchas veces no es fácil, y requiere de mucha psicología y comprensión para que poco a poco acepten a la nueva pareja en sus vidas. En el momento de emprender un nuevo camino de crianza y de educación en el que se reasignan nuevos papeles a cada uno, todos debemos poner de nuestra parte para que el proceso resulte lo mejor posible. Se trata de un periplo en el que los adultos rehacen sus vidas, pero transforman también las de sus hijos.
La clave está en establecer relaciones positivas, sin dejar de poner límites y de fijar las reglas necesarias en la convivencia, trabajando mucho la comunicación y la afectividad, y sin olvidarnos de dar el lugar correspondiente a los progenitores naturales de los niños (si los hay).
“Lo más recomendable es que los cambios sean paulatinos, de forma natural y coherente, adaptándose a las particularidades de cada niño. Además, es fundamental que si ha habido una separación, esta se haya hecho de una forma cordial, sin conflictos manifiestos y con buena comunicación entre el padre y la madre”, indica la doctora Marta Rivas Arroyo, psicóloga infantil especializada en trauma en Grupo IHP Pediatría.
Hijos y nueva pareja: primeros pasos para una buena convivencia
Tras un período paulatino de adaptación, llega el momento de vivir todos juntos (aunque podemos empezar probando con una convivencia intermitente: los fines de semana, o durante períodos cortos de tiempo), y aquí es realmente donde comenzarán las dificultades. Si ya es complicada la crianza de nuestros propios hijos, más aún será la de los de nuestra pareja (y esto se puede agravar si no se tenía experiencia anterior con niños o estos son ya adolescentes o incluso adultos). Hasta que no llevemos un “tiempo de rodaje” no nos iremos ganando su respeto, y es entonces cuando la nueva familia reconstituida comenzará a funcionar como tal.
Una premisa esencial es la constante comunicación entre ambos miembros de la pareja, dejando claro cómo proceder con los niños, qué parcelas de la educación va a asumir cada uno, y cómo actuar en diferentes situaciones. Debe “existir previamente un contexto de seguridad para los menores, y que ellos vean que ambos padres biológicos se siguen involucrando con ellos de la misma forma que lo hacían antes”, apuntala doctora Marta Rivas Arroyo, psicóloga infantil especializada en trauma en Grupo IHP Pediatría.
Por tanto, decisiones más trascendentales como las relativas al ámbito escolar, a los temas médicos, o a las amistades de los niños (o, más adelante, a las relaciones amorosas), por ejemplo, corresponden a los padres biológicos. Pero las situaciones más cotidianas se tendrán que ir resolviendo día a día en la nueva familia (ayudar a los niños con los deberes, tareas de limpieza en casa, salidas con los amigos…).
Por supuesto, es fundamental pasar mucho tiempo con los niños y hacer cosas que les gusten, con el fin de ir creando ese vínculo afectivo necesario para que todo vaya bien. Compartir momentos especiales y crear nuevas vivencias es positivo para la nueva familia. La clave es divertirse todos juntos, pero sin “forzar” las cosas. Eso sí, siempre hay que dar prioridad a las necesidades de los pequeños y si ellos demandan pasar más tiempo con sus padres biológicos, se lo debemos facilitar.
La convivencia cuando ambos miembros de la pareja tienen hijos
En cuanto a fusionar dos familias, es decir, si hay hijos por las dos partes (familias mixtas), al principio suele ser bastante positivo: es normal que se sientan entusiasmados con tener otros hermanos-amigos para jugar y lo tomen como algo divertido, pero lo más probable es que durante la convivencia surjan roces de distinta índole, por lo que hay que tener especial cuidado para que ninguno de los menores se sienta “destronado”, o vea demasiado amenazado su bienestar anterior (tener que compartir habitación, por ejemplo, puede conllevar problemas).
“Es conveniente tratar de que conserven su espacio en la medida de lo posible (por ejemplo, en la adolescencia es esencial favorecer la intimidad de la persona), mediar en los posibles conflictos que puedan surgir, sin posicionarnos y sin criticar y juzgar a unos y a otros, y mantener un tiempo especial donde cada niño pueda ser atendido y escuchado para que vaya elaborando poco a poco el cambio. Deben ser tratados de la misma forma (sin favoritismos), con normas coherentes y comunes, sin hacer diferencias entre ellos”, recomienda la psicóloga Rivas.
En definitiva, hay que hacer sentir a los niños que siguen siendo importantes para sus padres, y que pueden contar con ellos siempre que lo necesiten.
Creado: 13 de junio de 2017