Miedo a la oscuridad en los niños
El miedo a la noche y a la oscuridad suele aparecer en niños a partir de los dos años de edad y puede persistir y dar lugar a la nictofobia, una fobia que causa un gran malestar emocional. Conoce sus causas y qué hacer para superarla.

Nictofobia o miedo a la oscuridad, causas y consecuencias

Por: Dra. Vanesa Fernández López

Psicóloga, especialista en emociones

Actualizado: 31 de enero de 2024

El temor a la noche y a la oscuridad, es un miedo descrito no solo desde la ciencia, sino también desde la literatura en tiempos memorables. En la mitología griega Nyx (la diosa de la noche) es la madre de los hermanos gemelos Hypnos (sueños) y Thanatos (muerte), cuya leyenda da lugar a numerosos historias o poemas como los de Homero y Hesíodo, donde existe una tendencia a asimilar el sueño a la muerte. La noche y la oscuridad se convierten en escenarios en los que el ser humano se siente más vulnerable; su sentido principal, la vista, pierde las condiciones óptimas, somos más vulnerables ante posibles depredadores y, mientras duermen, perdemos la protección de los que nos protegen (algo especialmente desagradable para los más pequeños).

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Por ello, al igual que ocurre en otras situaciones poco favorables para el ser humano (por ejemplo, alturas o aguas profundas) en las que la adaptación nos ha dotado de cierto miedo o respeto, también lo ha hecho hacia la oscuridad. Sin embargo, una cosa es tener miedo y, otra, tener fobia. Si bien el primero nos ayuda a afrontar satisfactoriamente determinadas situaciones peligrosas, la fobia nos hace creer que la situación es más peligrosa de lo que es, haciendo que nuestro afrontamiento resulte ineficaz. Esto es lo que ocurre en el caso de la fobia a la oscuridad, también denominada nictofobia (del griego Nyktos, que significa noche, y Phobos, que significa miedo), o escotofobia, ligofobia, acluofobia o mictofibia. En la nictofobia, los elevados niveles de ansiedad interfieren de forma significativa en la vida de la persona que la padece, habitualmente niños, dando lugar a situaciones embarazosas en diferentes contextos.

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Niña en la cama asustada

Qué es la nictofobia y cómo identificarla

La nictofobia es un tipo de fobia específica que por lo general aparece en la infancia. Los más pequeños suelen presentar miedos leves y transitorios, que son considerados como miedos evolutivos por asociarse con su edad.  A medida que se va consiguiendo un desarrollo emocional y cognitivo adecuado, los miedos van desapareciendo.

Cada miedo tiene su edad propia de aparición. En concreto, el miedo a la oscuridad tiende a presentarse en torno a los dos años y continúa aumentando en los años siguientes por diferentes experiencias en donde la oscuridad se sitúa como un evento peligroso (por ejemplo cuentos, películas, etcétera).  Además, el miedo a la oscuridad puede dar lugar a la aparición de  temor  hacia  estímulos asociados a la misma, como los fantasmas o los ladrones.

La fobia a la oscuridad es una de las más frecuentes en la etapa infantil, y puede mantenerse incluso en la edad adulta si se cronifica

En torno a los 9 años, el miedo a la oscuridad empieza a reducirse. Sin embargo, existen casos en los que persiste, dejando de entenderse como un miedo evolutivo y dando lugar a una fobia a la oscuridad, cuya prevalencia en la población infantojuvenil se sitúa alrededor del 2.3%, siendo considerada una de las fobias más frecuentes en la etapa infantil, que puede mantenerse incluso en la edad adulta en el caso de que se cronifique.

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Criterios para diagnosticar la nictofobia 

Para diagnosticar fobia a la oscuridad se debe atender a los siguientes criterios diagnósticos:

  • Elevados niveles de ansiedad a la hora de exponerse a la oscuridad (por ejemplo, al ir a dormir, cuando se hace de noche, en contextos de luces apagadas…).
  • En algunas ocasiones, en lugar de exponerse a costa de los elevados niveles de ansiedad mencionados, se produce un escape o evitación de la situación.
  • Los niños pueden manifestar su miedo a través de rabietas o berrinches cuando deben irse a la cama.
  • El miedo interfiere de forma significativa en la vida cotidiana, por ejemplo, un niño puede evitar pasar la noche en casa de otras personas por la vergüenza y el nerviosismo asociados al problema. O en el caso de un adulto, no poder acudir a una función que se desarrolle en la oscuridad por el nerviosismo que conlleva estar a oscuras).

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Causas de la nictofobia: por qué tenemos miedo a la oscuridad

La adquisición y mantenimiento de la fobia a la oscuridad está determinado por varios factores diferentes. Desde la psicología conductual se atiende a los mecanismos de aprendizaje para explicar tanto la adquisición, como al mantenimiento de la fobia:

  • Aprendizaje o condicionamiento clásico: explica la adquisición de la fobia a partir de experiencias negativas que el pequeño ha vivido en el contexto de la oscuridad. Así por ejemplo, cabe destacar la asociación que se establece cuando la madre atiende al niño  con la luz encendida al reclamarla por la noche. El niño puede asociar la luz con la seguridad de tener presente a su madre, relacionando la oscuridad con el malestar por el que había llamado a su madre (por ejemplo, pesadillas). Cuando la fobia a la oscuridad aparece en la edad adulta asociada a un condicionamiento clásico, este puede ser consecuencia de un evento puntual (por ejemplo, sufrir un robo en plena noche), o bien repetitivo (por ejemplo, algunas víctimas de abuso sexual describen un miedo a la oscuridad asociado a las intimidaciones sexuales recibida por sus parejas al apagar la luz por las noches).
  • Aprendizaje o condicionamiento vicario u observacional, o por transmisión de información: a veces adquirimos miedos, no por experiencia directa, sino porque nos los han contado o los hemos observado en otras personas. Las películas, los cuentos, las noticias de agresiones o robos por la noche, pueden dar lugar al miedo a la oscuridad.
  • Aprendizaje o condicionamiento instrumental y operante: explica por qué se mantiene el miedo y para ello alude a las consecuencias del mismo o de los actos asociados. Cuando el niño evita la oscuridad (por ejemplo: viene mamá, encienden la luz…) los niveles de ansiedad se reducen, evitando que se desarrollen estrategias de afrontamiento al miedo. Además, este hecho produce una disminución de la ansiedad a corto plazo, lo que refuerza la conducta y hace más probable que la repita en un futuro. Por otra parte, en muchos casos la persona obtiene ganancias cuando tiene miedo. En este sentido, es frecuente que el niño con miedo acabe durmiendo en la cama o con uno de sus padres, o que el adulto con miedo reciba mayores dosis de atención por su entorno.

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Consecuencias de la nictofobia

Consecuencias de tener miedo a la oscuridad

La fobia a la oscuridad puede interferir de una forma considerable en la vida del niño, pudiendo dar lugar a problemas personales y familiares de forma inmediata y a largo plazo. Como cualquier fobia específica, los miedos nocturnos severos causan un considerable malestar personal, interfieren en el funcionamiento familiar, además de influir en la autoestima de quien los padece. En el caso de los niños, puede suponer un grave problema familiar a la hora de irse a la cama o resistirse a dormir solos. Esto puede generar tensiones dentro del entorno familiar y afectar la rutina diaria.

Colateralmente, el miedo a la oscuridad puede provocar problemas para conciliar el sueño o mantenerlo. Esto puede llevar a trastornos del sueño como el insomnio y a la fatiga diurna, afectando el rendimiento escolar o laboral.

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La exposición a la oscuridad puede provocar altos niveles de ansiedad y estrés en personas con nictofobia. Esta ansiedad puede manifestarse a través de síntomas físicos como palpitaciones, sudoración, temblores, entre otros. Además, las personas con nictofobia a menudo desarrollan comportamientos de evitación para no enfrentarse a situaciones oscuras, lo que puede limitar sus actividades y experiencias, afectando su calidad de vida.

Además, cuando el miedo persiste y no es tratado, puede dar lugar otros problemas en la  adolescencia y la edad adulta, aumentando el riesgo de que se convierta en un trastorno crónico y alejando la posibilidad de su remisión espontánea.

Creado: 1 de septiembre de 2021

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