¿Te sientes débil cada vez que estás en el trabajo? ¿Sufres dolores de cabeza constantes que te hacen más difícil la tarea? ¿Al volver a casa cada día después de una jornada normal las paredes se te vienen encima? Si la respuesta es afirmativa, entonces puede que sufras el síndrome del edificio enfermo. Evidentemente, que eso suceda de manera puntual no significa que tengas este problema, la clave para identificarlo está en que es algo que se repite siempre que te encuentras en unas instalaciones en concreto.
Si crees que es tu caso, existen tres claves que te puede ayudar a esclarecer si tu casa o tu oficina son edificios enfermos:
- Observar las características del inmueble te puede dar pistas sobre el asunto. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido particularidades comunes en los lugares que provocan este trastorno. Entre ellas están la existencia de un sistema de ventilación común, tomas de aire mal ubicadas, materiales baratos, paredes y suelos recubiertos con textiles o fibras, temperaturas homogéneas o un diseño enfocado al ahorro energético.
- El número de personas que sienten los mismos síntomas que tú tienes es otro posible indicador de esta problemática. La OMS considera que para poder hablar de este síndrome tiene que afectar a más del 20 por ciento de sus ocupantes. Si crees, por ejemplo, que el edificio donde trabajas está enfermo, puedes realizar una pequeña encuesta entre tus compañeros, incluso en diferentes plantas si se da el caso, para verificar si le ocurre a más personas.
- La duración de esas molestias. Generalmente, el síndrome del edificio enfermo sólo afecta a las personas durante el tiempo en el que se encuentran en el interior del inmueble. Por tanto, si al abandonar el trabajo te sientes mejor o las molestias desaparecen completamente en las vacaciones (y no nos referimos a la liberación que sientes después de un día estresante) sospecha, porque hay muchas probabilidades de que trabajes en un edificio enfermo.