El transporte a motor en las ciudades provoca diversos efectos negativos sobre la salud de la población. Fundamentalmente, sufrimos las consecuencias de la contaminación atmosférica en el sistema respiratorio y el cardiovascular, pero también padecemos los efectos psicológicos del ruido del tráfico. Las repercusiones sobre nuestra salud en los tres casos pueden ir desde simples molestias hasta patologías graves:
- Sistema respiratorio: inhalar aire contaminado puede provocar o agravar problemas como la irritación de nariz o de garganta, inflamación de las vías respiratorias, asma, bronquitis, infecciones o cáncer de pulmón.
- Sistema cardiovascular: el humo de los vehículos repercute en nuestro pulso y presión arterial, de manera que contribuye a la aparición de arritmias o ataques al corazón.
- Cerebro: el ruido producido por el tráfico puede acarrear alteraciones psicológicas como irritación, estrés, ansiedad o trastornos del sueño.
Población con mayor riesgo de sufrir los efectos del tráfico
El grado en que nos afectan los problemas derivados de la contaminación por tráfico varía de unas personas a otras; sin embargo, existen grupos de población que son más vulnerables:
- Niños: los pequeños son más vulnerables a la impureza del aire debido a que sus pulmones y vías aéreas se encuentran en desarrollo, a lo que se suma la inmadurez de su sistema inmunitario. Además, sus órganos son más pequeños y están sometidos a una mayor actividad que los adultos.
- Embarazadas: diversos estudios indican que hay una relación negativa entre la contaminación atmosférica y el desarrollo del feto. Esto puede traducirse en un desarrollo más lento o un menor peso del niño al nacer.
- Ancianos: los mayores se encuentran por lo general en peores condiciones físicas, sus órganos están envejecidos y padecen en mayor medida enfermedades crónicas. Todo ello contribuye a que la polución les afecte de manera más intensa que a los jóvenes o personas de mediana edad.
- Enfermos: evidentemente, aquellas personas que sufren enfermedades pulmonares o cardiovasculares son más vulnerables. La contaminación provoca o agrava patologías como la bronquitis, el asma o la diabetes.