Cómo es una sesión de apiterapia
Actualizado: 29 de julio de 2022
Cada sesión de apiterapia es distinta, ya que es un tratamiento que se personaliza de acuerdo a los problemas y objetivos de la persona que la va a recibir. Sin embargo, hay unas pautas generalizadas que la mayoría de los pacientes siguen en sus tratamientos.
El primer punto y fundamental es asegurarse de que el candidato no tiene alergia al veneno de las abejas, por lo que necesitará contar con una prueba médica, un test de alergias, que confirme que el paciente es apto. Por lo tanto, es recomendable acudir previamente al alergólogo y comentarle el deseo de introducirse en el mundo de la apiterapia. Es más, muchos centros que aplican apiterapia tienen acuerdos con clínicas que realizan la prueba de la alergia específica para el veneno de la abeja; para ello, se realiza un análisis de sangre (no es necesario estar en ayunas) y se entregan los resultados en menos de una semana. Este paso es fundamental, ya que las personas alérgicas a la apitoxina pueden llegar a sufrir un choque anafiláctico que puede desencadenar incluso la muerte.
Tras el paso anterior, el profesional realizará una nueva prueba indirecta para tener una segunda confirmación de que no hay problemas en administrar este tratamiento.
La primera sesión de apiterapia será informativa, y mientras se espera el resultado de las pruebas alérgicas, el profesional indicará al paciente que tome otros productos elaborados por las abejas (propóleo, miel, jalea real…) para potenciar el tratamiento posterior con la apitoxina. También es posible que el especialista aconseje tomar suplementos vitamínicos, fundamentalmente vitamina C, para que los beneficios de los componentes del veneno de abeja se asimilen mejor.
Con los datos del estudio inicial el especialista valorará dónde y a qué dosis hay que aplicar el veneno de abeja, aunque hay ciertos profesionales que no consideran que la zona de administración sea importante, ya que será el organismo el que se encargará de transportarlo hacia donde sea necesario. Una vez que se tiene claro dónde aplicar la apitoxina, el experto cogerá una abeja con unas pinzas especiales y la acercará hasta el lugar elegido para que ella pique al paciente.
Aunque no es agradable, el dolor provocado por la picadura controlada de una abeja es muy asumible (aunque dependerá del umbral de dolor de cada persona), y la molestia no dura más de un minuto.
Además, hay que tener en cuenta que es posible que aparezca posteriormente hinchazón, edema, o algo de dolor tras el picotazo de la abeja; en principio, no hay que preocuparse por estos efectos secundarios porque son totalmente normales y el especialista los controlará en las siguientes sesiones.
Normalmente se empieza con una sola abeja –algunos especialistas prefieren inyectar la apitoxina ellos mismos sin recurrir a abejas vivas– y en sesiones semanales, para ir aumentando poco a poco la dosis si es necesario, y espaciando en el tiempo las sesiones. Dependiendo de la dolencia a tratar y de la tolerancia del paciente, se puede notar mejoría incluso a partir de las 2-3 primeras sesiones, cuyo precio individual suele estar a partir de los 40 euros.
Creado: 28 de mayo de 2014