Dr. Ricardo Cubedo

Oncólogo Médico del Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda
El reconocido oncólogo Ricardo Cubedo responde a nuestras preguntas con claridad y sinceridad bajo el prisma que le da su experiencia en el trabajo diario de la lucha contra esta dura enfermedad.
Ricardo Cubedo, Oncólogo Médico del Hospital Universitario Puerta de Hierro de M

El Dr. Ricardo Cubedo es coautor del libro 'Cáncer. 101 preguntas esenciales'.

“La acción aislada que más impacto tendría sobre la lucha contra el cáncer sería evitar el consumo de cigarrillos”

5 de junio de 2011

Entrevistamos al Dr. Ricardo Cubedo, Oncólogo Médico del Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda. Cubedo es además de un reconocido oncólogo, un comunicador excepcional. Desde hace un tiempo responde las dudas de los pacientes sobre cáncer en un conocido diario nacional, y es coautor del libro 'Cáncer. 101 preguntas esenciales' (La Esfera de los Libros). Con motivo del Día Mundial del Cáncer, responde a nuestra preguntas con claridad y sinceridad bajo el prisma que le da su experiencia en el trabajo diario de la lucha contra esta dura enfermedad.

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Usted, desde su consulta en el Hospital Puerta de Hierro habrá visto todo tipo de casos de cánceres. ¿Cómo es su día a día en la lucha por ayudar o tratar a los que luchan contra esta enfermedad?

La medicina es interesante de veras, y la oncología mucho más. Pero temo que hasta el más apasionante de los trabajos, en su día a día, acabe agrisado por las cuestiones más prácticas. Mentiría si pretendiera que el mío es diferente. Distanciándose un poco, se percibe mejor todo lo maravilloso, y también lo horroroso, de la lucha contra el cáncer. Pero la rutina diaria es siempre una carrera contra el reloj para atender a todos los pacientes, prescribir todas las quimioterapias, asistir a todas las reuniones, encajar en la agenda todas las vistas imprevistas, cubrir la baja de un compañero, y un montón de cosas por el estilo.

“El riesgo de cáncer no desaparece inmediatamente al convertirse en exfumador, sino que desciende paulatinamente, y no se normaliza hasta pasados diez año”

Imaginamos que el oncólogo debe ser también un poco psicólogo para con estos casos, ¿qué suele recomendar a los pacientes o qué les dice a la hora de darles una noticia así? En caso de ser un familiar el que recibe la noticia, ¿recomienda decírselo siempre al paciente?

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El equilibrismo con las malas noticias es delicado, ya interese a los familiares, ya al propio enfermo. Es uno de esos cometidos en los que uno, haga lo que haga, siempre acaba con la sensación de no haber acertado. Tres principios me parecen apropiados como punto de partida. El primero es no mentir jamás. No significa decir toda la verdad, de golpe y en su plena crudeza; implica simplemente no decir lo contrario de lo que es, por ejemplo "en el escáner no se ve una recaída" cuando, en verdad, sí que la hay. Esa clase de engaños al por mayor -a veces, reclamados por la familia, con buena intención pero poco acierto- son pan para hoy y hambre para mañana.

El segundo principio es ir poco a poco. Las prisas ligan mal con la buena información. La relación con los pacientes es larga y múltiples las visitas a la consulta. No es menester decirlo todo el primer día. Mejor plantear los asuntos esenciales, e ir luego concretando y completando los datos en sucesivos encuentros. Por último, dejar que el paciente marque su propia pauta de información. Si se brinda tiempo y una relación de confianza, la pregunta que el paciente no plantea es que, seguramente, no desea ser afrontada, al menos por el momento. Una pregunta concreta (“¿voy a morir pronto?”) requiere una respuesta igual de afilada; pero una formulación vaga (“¿y usted cómo lo vé, doctor?”) se atiende mejor con una contestación esencialmente cierta pero vaporosa, abierta a que el sujeto indague más, si lo desea.

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Prevención y tratamientos de diversos cánceres

¿Cuáles son las claves o pautas que nos recomienda para prevenir un cáncer?

Primero, no fumar o dejar de fumar si ya se ha adquirido el hábito. El humo del tabaco contiene sustancias cancerígenas capaces de ocasionar tumores malignos de boca, faringe, laringe, esófago, estómago, pulmón y vejiga. El riesgo de cáncer no desaparece inmediatamente al convertirse en exfumador, sino que desciende paulatinamente, y no se normaliza hasta pasados diez años, como poco.

Segundo, evitar el consumo excesivo de alcohol, que se relaciona con cánceres de boca, laringe, esófago, estómago e hígado, amén de otras enfermedades distintas del cáncer. El consumo moderado de alcohol no es perjudicial, incluso es posible que confiera cierta protección frente a la aterosclerosis. Por consumo moderado se entiende un par de unidades de alcohol al día, por término medio, como un vaso grande de cerveza, un vaso pequeño de vino o una copa de licor. El abuso del alcohol perjudica, sobre todo, a quienes combinan su consumo con el del tabaco.

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Tercero, evitar el sobrepeso, disminuyendo el consumo de calorías y realizando algún ejercicio físico con regularidad, aunque sólo sea caminar. Algunos tumores comunes, como el de mama, son más frecuentes en las personas obesas. Y, de nuevo, casi cualquier medida eficaz para prevenir el cáncer también lo es para evitar las enfermedades cardiovasculares, a las que parecemos temerlas menos, pero que están las primeras en las listas de causas de muerte en la mayoría de los países desarrollados.

“Al contrario de lo que creíamos hace tiempo, una alimentación rica en frutas y verduras y pobre en grasas animales, si bien es capaz de prevenir enfermedades cardiovasculares como el infarto, no modifica por sí misma el riesgo de padecer cáncer”

Cuarto, cuidarse de tomar el sol en exceso, porque es un factor importante en casi cualquier variedad de cáncer de piel, incluido el melanoma, un tumor al que se le debería tener mucho respeto por su agresividad y propensión a ramificarse. Las personas con mayor riesgo de melanoma son las de piel pálida que se quemaron repetidas veces por el sol durante la infancia. Así pues, para prevenir el cáncer de piel en adultos, racionar las dosis de sol en los niños y protegerlos con cremas provistas de filtro solar.

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Quinto, mimar un poco la dieta. Al contrario de lo que creíamos hace tiempo, una alimentación rica en frutas y verduras y pobre en grasas animales, si bien es capaz de prevenir enfermedades cardiovasculares como el infarto, no modifica por sí misma el riesgo de padecer cáncer. Pero sí que ayuda a controlar el sobrepeso, del que ya hemos hablado, así como el estreñimiento, que podría aumentar la probabilidad de padecer cáncer de colon. El consumo excesivo de productos ahumados o muy quemados (como los cocinados a la parrilla o a la brasa) está relacionado con los cánceres de esófago y estómago. Ni mucho menos quiero decir que no se debe disfrutar de estos alimentos tan sabrosos, sólo que no han de ser una parte importante de la dieta diaria.

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Sexto, el sexo. En el caso de las mujeres, las relaciones sexuales con muchas parejas, desde edad temprana y sin preservativo aumentan las probabilidades de contraer el virus del papiloma, una infección crónica que es la principal causa de cáncer de cuello de útero. No se trata de propugnar la castidad, pero sí el uso del condón.

Siguiendo estas normas, que son bien sencillas, el peligro de contraer cáncer, como poco, se reduce a la mitad.

¿Hay algún cáncer incurable? ¿Cuáles son los más difíciles de superar?

Todos los tumores malignos pueden o no curarse según el caso. Algunos de los más comunes, como los de mama, colon o próstata, se pueden diagnosticar en fases precoces bastante fáciles de curar en la mayoría de los casos. Otros, como el de pulmón o el de páncreas, ocasionan tan pocos síntomas en sus fases iniciales, que a menudo se detectan ya en una fase muy avanzada e incurable. Los melanomas, por ejemplo, pueden esparcirse mucho por el cuerpo incluso siendo francamente pequeños. Por el contrario, otras variedades de cáncer pueden curarse incluso cuando se han diseminado a muchos órganos distantes, como, por fortuna, sucede con muchos cánceres infantiles.

En términos generales, algunas variedades de cáncer pulmonar, el melanoma de la piel, el de páncreas y los cerebrales agresivos se cuentan entre los tumores que más hacen peligrar la vida.

¿Qué factores pesan o influyen a la hora de que el especialista se decante por un tratamiento de radioterapia o uno de quimioterapia para afrontar un cáncer?

En muchos casos, no se trata de una alternativa, ya que se combinan con bastante frecuencia. La quimioterapia se emplea para tratar los cánceres diseminados o para prevenir que los localizados consigan llegar más lejos. La radioterapia es útil para los tumores malignos localizados y también para evitar que recaigan en la misma zona de la que han sido extirpados.

“Algunas variedades de cáncer pulmonar, el melanoma de la piel, el de páncreas y los cerebrales agresivos se cuentan entre los tumores que más hacen peligrar la vida”

En cuanto a los tumores benignos, qué riesgos o posibilidades existen de que se puedan convertir en malignos, ¿cómo se controlan?

Hay tumores benignos de todos los colores y sabores. Algunos, como los miomas de útero, los fibromas de las mamas o los quistes de riñón jamás se malignizan, por lo que no necesitan ninguna vigilancia y sólo es ventajoso quitarlos cuando molestan o resultan antiestéticos.

Otros en cambio, como los nevi de la piel, las leucoplaquias de la boca o algunas inflamaciones crónicas del esófago y del intestino, siendo benignos, pueden metamorfosearse en verdaderos cánceres con el paso del tiempo. Dependiendo de dónde estén, de su número y tamaño, se escoge extirparlos o vigilarlos periódicamente en busca de cambios sospechosos.

Por un lado, están los que afirman que una dieta o alimentación determinada puede ayudar a prevenir ciertos cánceres, por otro los que aseveran que esto no tiene fundamento científico, o que incluso hay alimentos que pueden predisponer a padecer algunos tumores. ¿Qué hay de verdadero o cierto en todo esto, de quién nos fiamos?

Creo que es mejor no "fiarse" de nadie, sino esforzarse en conocer los datos de calidad, basados en observaciones cuidadosamente coleccionadas, recogidas en grupos muy numerosos, seguidos durante muchos años y corroborados por varios grupos de investigación independientes. De lo contrario, corremos el riesgo de meter en el saco la paja de las anécdotas junto con el trigo de las conclusiones científicas.

La influencia de la alimentación sobre el cáncer no ha sido exhaustivamente investigada, es verdad. Sin embargo, la evidencia de mayor calidad coincide en que la alimentación tiene menos importancia de la que se supone sobre el cáncer. La obesidad aumenta el riesgo de padecer algunos tumores, sobre todo el de mama. El consumo abundante y continuado de productos ahumados o carnes muy quemadas puede influir negativamente sobre órganos como el esófago o el estómago. Sin embargo, no parece que las dietas pobres en carnes y ricas en frutas y verduras protejan realmente de ningún cáncer.

Desde mi punto de vista, todo eso no tiene en verdad mucha importancia. Sucede que lo que sí está probado y reprobado es que una dieta que podríamos llamar saludable (con las calorías justas, variada, con riqueza de frutas, verduras, legumbres y pescados, pobre en grasas animales y azúcares refinados…) disminuye drásticamente el peligro de morir por enfermedades del corazón y las arterias que, no lo olvidemos, siegan más vidas cada año que el propio cáncer. Ésta, sin necesidad de enredar con el cáncer, ya es suficiente razón para procurar adoptar una manera de comer sana.

Lo que no tiene sentido son esa clase de calvinismos dietéticos en los que se huye de un alimento concreto como si fuera estricnina, o se embute uno hasta las cachas de otro que, supuestamente, nos garantiza una vida sin cáncer. En el mejor de los casos, éstas son modas maltraídas por los vientos, y lo que hoy se presenta como peor que malísimo, puede que, en unos años, se propugne con fé evangélica. En ambos casos, sin el más mínimo fundamento de razón.

¿Qué echa de menos a nivel sanitario o qué se podría mejorar en la sanidad española que ayudaría a luchar contra el cáncer en mejores condiciones, a mejorar el estado de los pacientes o incluso a prevenirlo?

Antes de echarle las culpas a los demás conviene desempolvar los propios armarios. Lo cierto es que la acción aislada que más impacto tendría sobre la lucha contra el cáncer sería evitar el consumo de cigarrillos, algo que no depende de la administración, los políticos o los médicos, sino de cada quisque.

Nos vendría muy bien, además, que la sanidad quedara absolutamente al margen de la barahúnda política, y que los consejeros sanitarios de las distintas comunidades autónomas se avinieran a cooperar sin tener en cuenta el partido al que pertenecen. La dispersión de la responsabilidad sanitaria en tantas administraciones como autonomías puede ser políticamente necesaria, pero es un dispendio innegable, una forma de (des)organizarse en la que las tareas se duplican, triplican o cuadriplican -y no siempre en la misma dirección- y el dinero es devorado por una burocracia hipertrófica.

“Gracias a la investigación en dianas moleculares, hoy disponemos de un buen puñado de medicinas, distintas de la quimioterapia tradicional, eficaces y tolerables”

España cuenta con un Plan Nacional Contra el Cáncer diseñado por excelentes especialistas, que propone medidas y reformas de lo más sensato. Por desgracia, sin una potente organización central (semejante a la Organización Nacional de Trasplantes, por ejemplo) que vele por su implementación, apoyada por un presupuesto adecuado a sus objetivos, el Plan es poco más que una declaración de buenas intenciones criando telarañas.

Terapia génica, células madres, dianas moleculares… ¿Cuáles son las líneas de investigación abiertas en tratamientos de cáncer más prometedoras?

Las dianas moleculares son una realidad enraizada. Durante los últimos quince o veinte años, invertir dinero, inteligencia, trabajo y organización en dilucidar cuáles son los mecanismos íntimos, los talones de Aquiles de cada variedad de cáncer en particular, ha constituido una estrategia fructífera. Gracias a ese trabajo paciente y meticuloso, hoy disponemos de un buen puñado de medicinas, distintas de la quimioterapia tradicional, eficaces y tolerables. En algunos casos, como la leucemia mieloide o algunas subvariedades de cáncer de mama, de colon o de sarcomas, el pronóstico de los pacientes ha mejorado espectacularmente gracias a esta familia de medicamentos.

La terapia génica es, en cierto sentido, el ejemplo contrario. Nos dejamos llevar por la emoción, las prisas y las presiones. Se intentó llevar los tratamientos a los pacientes demasiado pronto, cuando aún quedaban muchas preguntas fundamentales por resolver. Como si se tratara de edificios echados a construir con los planos a medio dibujar, los primeros ensayos clínicos se vinieron abajo, levantando una polvareda que privó de sol a todo el campo de investigación. La prensa vapuleó a los nuevos tratamientos y pusieron pies en polvorosa los investigadores, los institutos de investigación y, aún peor, los inversores. Quién sabe qué se hubiera podido conseguir procediendo de un modo más sensato o cuánto tiempo pasará antes de que el interés en la terapia génica vuelva a encontrar su camino.

El campo de las células madres, como el de la nanotecnología, todavía no ha parido ningún tratamiento útil contra el cáncer. Pero se está avanzado mucho en su conocimiento y, si mantenemos la sangre fría y firme el rumbo, ignorando los cantos de las sirenas, puede que se lleguen a convertir en excelentes armas de futuro.

El cáncer en la sociedad

Por último, el cáncer en muchas ocasiones se suele evitar citar en los medios o incluso entre los círculos cercanos a un paciente por miedo o por considerarlo algo demasiado negativo, ¿cree que hablarlo, desmitificarlo o tratatarlo con naturalidad entre nuestros conocidos y en los medios podría ser de ayuda?

Creo que sí. No se trata, sin embargo, de hacer de ello el último reality show, de que alguien, solo por ser famoso y padecer cáncer, se sienta llamado a "servir de ejemplo al mundo entero". Creo que quien padezca un cáncer, disfrute o no de notoriedad, haría bien en comportarse respecto a ello exactamente igual que con otras enfermedades. Ni aventarlo ni ocultarlo, como si de una culpa se tratara, sino ir haciendo participe a los familiares, amigos cercanos, compañeros de trabajo, según la ocasión propicia se tercie.

En cuanto a los medios de comunicación, siempre tengo la sensación incómoda de que están ávidos de que surja alguien con fama que confiese haber sido diagnosticado de cáncer. Puede que, bajo las sayas de desmitificar el cáncer no se oculte sino otro amarillismo, tirando a negruzco en este caso.

Si de verdad desean prestar un servicio del que sentirse orgullosos, me parece que los medios de comunicación podrían dedicar los recursos necesarios para reservar algunos periodistas sólo a temas de salud, bien formados e informados, interesados más en divulgar que en buscar noticias.

¿Podría dar un mensaje positivo a todos los pacientes de cáncer?

El cáncer sigue siendo una enfermedad grave, potencialmente mortal, que preocupa justamente a quien la padece en carne propia o en la de las personas queridas. Se me indigestan los intentos de quitarle hierro al asunto, pintando un panorama artificialmente luminoso. Creo que esto no presta un buen servicio a nadie y carcome la credibilidad de la comunidad médica. Aun así, cualquier persona afectada debe saber que contamos con medios para curar, aliviar y prolongar la vida en condiciones aceptables que resultaban inimaginables apenas una generación atrás. Además, hay una suerte de explosión de investigación que, si bien a veces un tanto sobrevalorada, ofrece algunos nuevos tratamientos valiosos cada año.

En cuanto a los sanos, seamos tan sensatos como para recordar a Santa Bárbara antes del trueno, y no despreciemos las posibilidades de prevención y diagnóstico precoz, que son bastantes, eficaces y sencillas. Por último, la ciudadanía española debe apreciar un sistema sanitario público -mejorable, sí- pero que da la talla en la mayoría de los casos. Con el arma del voto, nos haríamos un gran favor premiando a quienes salvaguarden nuestro sistema de protección sanitaria de los peligros que lo amenazan, no pocos, y pongan los criterios de eficacia y sensatez por delante de otros que nada tienen que ver ni con el enfermar ni con el sanar.

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