Glifosato, el herbicida ‘probablemente cancerígeno’
Actualizado: 6 de junio de 2023
El glifosato es un herbicida ampliamente utilizado en la agricultura y para controlar las malas hierbas en los jardines y solares (tanto públicos como privados) en las zonas urbanas, y en cunetas y vías del tren. Los grupos ecologistas llevan años denunciando que esta sustancia –cuyo productor principal es la multinacional Monsanto, y que se comercializa bajo distintos nombres comerciales– tiene un importante impacto sobre la salud de la población y el medioambiente y, en marzo de 2015, la Agencia para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud lo incluyó en la lista de sustancias probablemente cancerígenas para los seres humanos.
El empleo del glifosato se autorizó en España en 1974, y su uso se ha extendido con rapidez gracias a su efectividad para eliminar malas hierbas, reduciendo los costes que suponía controlar este problema con medios mecánicos. Sin embargo, este pesticida es muy soluble al agua, se infiltra en el terreno y contamina los acuíferos, resultando tóxico tanto para la fauna acuática, como para el ganado y los animales domésticos; y diversos estudios han asociado este producto con un aumento del riesgo de sufrir distintos trastornos, como alteraciones hormonales, y enfermedades.
Los ayuntamientos de varias ciudades españolas han tomado la decisión de no utilizar productos que contengan glifosato para fumigar parques y jardines, y sustituir esta sustancia por métodos no contaminantes
Monsanto, la empresa que comenzó a comercializar el glifosato con el nombre de Roundup, también ha desarrollado alimentos transgénicos –modificados genéticamente– como un tipo de soja, y posteriormente maíz, algodón o remolacha, entre otros, que son resistentes a la acción del glifosato, algo muy conveniente teniendo en cuenta que las malas hierbas han desarrollado resistencias a esta sustancia, por lo que ha sido necesario incrementar la cantidad de herbicida para combatirlas.
Riesgos asociados al uso de glifosato
Existen evidencias científicas que señalan que el uso del glifosato tiene efectos perjudiciales para la salud humana y medioambiental, como:
- Altera el sistema hormonal. Se considera que es un disruptor endocrino. Un estudio epidemiológico realizado por la Association Campagne Glyphosate en Francia reveló que el 99,8% de los franceses tendría niveles detectables de este herbicida en el organismo con una actividad estrogénica.
- Daña el tejido neuronal y genera problemas psicológicos, según muestra un estudio publicado en Science direct.
- Provoca cambios epigenéticos al alterar el patrón de expresión de los genes hasta el punto de afectar a la regulacion del ciclo celular, según señala otro artículo de Science direct. Este efecto es especialmente rave porque algunos mecanismos de regulación que se modifican durante la vida de un individuo pueden ser heredados por sus descendientes, lo que significa que la exposición al glifosato puede llegar a tener un impacto en futuras generaciones.
- Afecta al sistema reproductivo y puede influir en el desarrollo fetal y reducir la duración del embarazo y causar parto prematuro, según muestra un trabajo publicado en Environmental Health.
- Influye negativamente sobre el ecosistema y, en concreto, sobre el sistema inmunológico de las abejas polinizadoras, cuya supervivencia está en juego, según una investigación dirigida por Erick V. S. Motta de la Universidad de Austin en Texas (EE.UU.) y publicada en Animal Microbiome.
Qué dice la legislación sobre el uso de glifosato
Tras revisar estudios realizados sobre los efectos del glifosato, la IARC elaboró un informe, que se publicó en The Lancet Oncology, en el que afirmaba que había evidencias científicas de que esta sustancia puede provocar cáncer en animales de laboratorio, y que se había podido comprobar –aunque de forma más limitada–, que era carcinógeno para los seres humanos, a los que podía causar linfoma no Hodgkin, motivos por los cuales lo ha incluido en el grupo 2A, como ‘probablemente cancerígeno’.
La calificación de este organismo dependiente de la OMS, sin embargo, no afecta a la regulación del uso del glisofato, que es competencia de los gobiernos de cada país. Así, en el caso de España, la legislación permite el uso de este producto que, según la normativa de la Unión Europea, no es peligroso ‘ni para los seres humanos ni para el medio ambiente’. La EFSA y la FDA –referentes en salud y seguridad alimentaria– consideran que el glifosato es seguro siempre que se destine al uso en plantas. En diciembre de 2022, la Comisión Europea tomó la decisión de extender otro año (hasta el 15 de diciembre de 2023) el permiso para que se pueda seguir utilizando el hebicida glifosato en los campos de cultivo y parques públicos, según explica la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición).
Sin embargo, asociaciones ecologistas como Greenpeace o Ecologistas en Acción solicitan que se establezcan límites al uso no agrario del glisofato en España, porque consideran una amenaza su empleo masivo en parques, huertas, jardines, cunetas y caminos. Los ambientalistas proponen, además, alternativas para controlar las malas hierbas y plagas mediante métodos no químicos, como colocar suelos tapizados con vegetación natural controlada mediante siega y desbrozar la vegetación que se extiende por las cunetas, y mantener adecuadamente las zonas ajardinadas para prevenir que aparezcan áreas degradadas.
Con independencia de las recomendaciones de la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA), algunos países como Francia –donde se ha prohibido su venta libre– han empezado a establecer medidas para limitar el uso del pesticida, y en España los ayuntamientos de varias ciudades (Tarragona, Barcelona, Zaragoza, Madrid…) han tomado la decisión de no utilizar productos que contengan glifosato para fumigar parques y jardines, y sustituir esta sustancia por métodos no contaminantes.
Creado: 12 de abril de 2016