Organoides artificiales: ciencia ficción para la medicina

Los organoides artificiales son reproducciones en miniatura de órganos humanos conseguidas a través de células madre. Un avance revolucionario que abre puertas insospechadas para las industrias médicas y farmacéutica.
Pruebas de laboratorio para desarrollar organoides artificiales

Los organoides artificiales apenas tienen una dimensión de unos milímetros.

Por: Adrián Cordellat

Periodista especializado en maternidad y comunicación médica

Actualizado: 5 de mayo de 2023

Los continuos avances científicos en las industrias farmacéutica y de la salud nos aproximan cada vez más a un mundo que hace no tanto nos hubiese parecido de ciencia ficción. El último ejemplo de ello son los organoides artificiales, que hasta en su nombre podrían pasar por el título de una novela de Isaac Asimov.

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El origen de los organoides artificiales está fijado alrededor del año 2008, aunque no ha sido hasta los últimos años cuando su existencia ha trascendido a los medios de comunicación generalistas, que han quedado asombrados por las posibilidades para la medicina que ofrecen estos prototipos de órganos humanos –que no son tales, pero sí se comportan como ellos–, cuya paternidad se atribuye al Hubrecht Institute de Utrecht, en Holanda, y más concretamente al genetista holandés Hans Clevers, que fue director de la institución durante una década (2002-2012).

Qué son los organoides artificiales

El equipo dirigido por Hans Clever estaba investigando el funcionamiento de las células madre en el intestino. Cuando consiguieron conocer sus características, extrajeron esas células madre y las hicieron crecer en laboratorio, usando para ello un tejido clonado al del órgano original del que procedían. Para su sorpresa, esas células madre no solo se reprodujeron, sino que generaron en su expansión células funcionales y fueron dando forma a una estructura idéntica a la del órgano original. Es decir, que a partir de las primeras células extraídas, en una placa de Petri, empezaron a tener miniaturas del intestino humano, iguales a éste en su estructura y funcionamiento.

Los organoides artificiales reducirán la duración de los ensayos clínicos, disminuyendo además considerablemente sus costes y acabando con el uso de animales para la experimentación

“No son órganos reales, pero se comportan como si lo fueran”, suele explicar Clever. Visto el éxito obtenido con los intestinos, probaron con otros órganos humanos. El éxito fue el mismo. Hoy, a modo de huerto de órganos, tienen en su laboratorio organoides artificiales que son réplicas de hígados, colon, páncreas, próstata o pulmones. Y su investigación ha dado pie a que en otros rincones del planeta se vayan desarrollando también nuevos organoides, como los cerebrales (en 2013, un equipo de científicos austriacos creó minicerebros para estudiar enfermedades como la microcefalia) o los cardiovasculares (en 2014 en la Universidad de Illinois (EE.UU.) demostraron que los organoides cardiovasculares se pueden formar a partir de células madre embrionarias).

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Órganos artificiales, un mundo de posibilidades

Los organoides artificiales apenas tienen una dimensión de unos milímetros y su formación requiere de un proceso de cultivo celular que se alarga entre un mes y un mes y medio. Esta rapidez en su producción, unida a su funcionamiento idéntico al de un órgano humano, hace que los científicos tengan a su disposición una herramienta única para estudiar el funcionamiento de los órganos humanos, pero también, a través de organoides creados a partir de órganos enfermos (por un cáncer o una enfermedad rara), para estudiar y buscar cura a enfermedades hoy en día sin tratamiento.

Organoides artificiales
La creación de pequeños órganos artificiales requiere de un proceso de cultivo celular de tan solo un mes o mes y medio.

No en vano, uno de los campos más beneficiados por el desarrollo y la revolución de los organoides artificiales va a ser el de la industria farmacéutica. Gracias a poder experimentar con medicamentos directamente sobre los organoides, conociendo de primera mano sus efectos y la respuesta del organismo a los mismos, todo hace indicar que la duración de los ensayos clínicos se va a reducir de forma exponencial, reduciendo además considerablemente los costes asociados y acabando con el uso de animales para la experimentación.

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Además, en el campo de la medicina, fundamentalmente en el de la oncología y el de las enfermedades raras, los organoides van a posibilitar una revolución sin precedentes, ya que abren la puerta a encontrar tratamiento para enfermedades poco comunes en las que hasta ahora la inversión necesaria hacía imposible la búsqueda de alternativas terapéuticas, como la fibrosis quística o un raro trastorno hepático conocido como déficit de alfa-1 antitripsina. En ese sentido, y dado que muchos cánceres y enfermedades raras se deben a mutaciones genéticas que difieren entre los propios pacientes, los organoides también permitirán el estudio de casos particulares y la búsqueda de tratamientos personalizados.

Por ahora eso sí, y como reconocen sus pioneros, su uso para trasplantes reales en pacientes parece lejano dada la complejidad de construir un órgano completo. Pero no minusvaloremos la capacidad de los investigadores de volver a traspasar las barreras de ciencia ficción.

Creado: 13 de noviembre de 2017

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