Síndrome Genovese, espectadores ante un crimen

Ante un robo, un accidente o una agresión la mayoría de personas miran para otro lado esperando que sea otro quién preste socorro. El síndrome Genovese explica los motivos de esta delegación de responsabilidad en los demás.
Mujer asaltada por un ladrón ante un testigo

© dmitrimaruta / stock.adobe.com

Por: Adrián Cordellat

Periodista especializado en maternidad y comunicación médica

Actualizado: 5 de mayo de 2023

Imagínate que andas de noche por una calle solitaria cuando, de repente, una persona que camina por la acera contraria sufre un ataque al corazón o es atracada por otra, que intenta robarle dinero. ¿Qué harías? ¿Prestarías ayuda a la víctima? ¿Llamarías a una ambulancia o a la policía? Piensa ahora en una situación similar, pero en una calle más concurrida de gente, por la que pasean 15 transeúntes. ¿Cómo actuarías entonces? ¿Tomarías las riendas de la situación, o esperarías a que otro de los testigos lo hiciese evitando así involucrarte?

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Si tu respuesta a esta última pregunta es la segunda alternativa, puede que estés afectado por lo que se conoce como el efecto espectador o síndrome de Genovese, un fenómeno psicológico que fue nombrado a partir de un caso real y que ha sido contrastado en investigaciones científicas, y que hace referencia a un fenómeno psicológico según el cual el número de espectadores de una situación que precisa de auxilio determina la actuación individual de cada uno de ellos. Es decir, las probabilidades de que alguien intervenga y preste socorro a una víctima son proporcionales al número de espectadores del suceso. A más espectadores, menos intervención, en un fenómeno que se ha dado a conocer como la difusión de la responsabilidad.

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El origen del síndrome de Genovese

En la madrugada del 13 de marzo de 1964, Kitty Genovese, una ciudadana neoyorkina de ascendencia italiana, caminaba en dirección a su casa, en el barrio de Queens (Nueva York), tras acabar su jornada laboral en un restaurante. Cuando estaba a punto de llegar, un hombre que la había seguido todo el camino se abalanzó sobre ella, intentándola violar y acuchillándola en repetidas ocasiones. Kitty tuvo tiempo de chillar y de pedir auxilio, incluso de escapar de su captor que, cuando se disponía a ponerse a salvo, la remató. Poco después, la mujer fallecía en los brazos de una vecina y amiga.

Kitty Genovese
Kitty Genovese / By New York Police Department [Public domain], vía Wikimedia Commons

El brutal asesinato, que podría haber pasado desapercibido en una megalópolis que registraba más de 500 homicidios anuales en sus calles, se convirtió, sin embargo, en noticia destacada y en invitación a una profunda reflexión social en la ciudad norteamericana. El motivo de ello fue un artículo escrito en The New York Times por el reputado periodista Abe Rosenthal, que tras hablar con el jefe de policía recogía en su escrito que durante la media hora que duró el ataque 38 ciudadanos presenciaron el asesinato y el intento de violación, sin haber hecho nada por socorrer a la víctima.

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Con el tiempo, los datos ofrecidos por Rosenthal fueron matizados, cuando no directamente rechazados por no verídicos. No en vano, parece que no fueron 38, sino 12, las personas que presenciaron en algún momento el asesinato, dos de ellas incluso llamaron a la policía, lo que provocó la llegada de una ambulancia al lugar de los hechos, y Kitty, como comentábamos al principio, murió en brazos de una amiga que salió a socorrerla. Sin embargo, el artículo de Rosenthal ya había calado hondo en la sociedad, dando nombre a lo que se dio a conocer como el ‘síndrome Genovese’.

Investigaciones que avalan las causas del efecto espectador

Cuatro años más tarde del asesinato de Kitty Genovese y con las informaciones de Rosenthal aún muy presentes, los investigadores John M. Darley y Bibb Latané publicaron en la revista Journal of Personality and Social Psychology el estudio Bystander intervention in emergencies: Diffusion of responsibility, en el que abordaban el síndrome Genovese introduciendo un concepto que resulta capital: la difusión de la responsabilidad.

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Según los científicos, y en función de los resultados de su estudio, esa difusión de la responsabilidad explicaría en gran medida la falta de reacción de los testigos del asesinato de Kitty, ya que la investigación llevada a cabo en el laboratorio confirmaba que las personas eran menos propensas a actuar, socorrer o pedir ayuda para una persona en peligro, si estaban en grupo, ya que la responsabilidad se diluye entre todos los presentes y nadie actúa a la espera y con la certeza de que lo hará otro. Todo lo contrario de lo que ocurría, según el propio estudio, cuando era una sola persona la testigo, en cuyo caso la actuación de socorro se producía de forma mucho más rápida.

Espectadores ante un crimen

Para realizar su estudio Darley y Latane encerraron a un sujeto en una habitación, proporcionándole un intercomunicador con el que podría contactar con personas ubicadas en otra sala. En un momento dado, el sujeto fingía tener un ataque y pedía socorro. Cuantas más personas había en la segunda habitación, más tardaban estas en avisar al investigador de lo que estaba ocurriendo e, incluso, llegaban a no advertir de la llamada de socorro que escuchaban. De ahí el concepto de efecto espectador. De esta forma, quedó demostrado que el número de espectadores de un hecho que precisa del socorro y del auxilio de quienes lo presencian determinaba directamente la actuación individual de cada uno de ellos.

Las personas son menos propensas a actuar, socorrer o pedir ayuda para una persona en peligro si están en grupo, ya que la responsabilidad se diluye entre todos los presentes

Por otro lado, más allá del temor de que la situación pueda acabar afectándote directamente al intentar prestar ayuda, algunos psicólogos achacan esa indolencia o falta de compromiso a la indolencia pluralista, es decir, que aunque en tu fuero interno pienses que deberías actuar, actúas de acuerdo a lo que hacen los demás individuos que te rodean, por miedo a lo que piense la mayoría o a ser juzgados. Así, aunque podamos creer que alguien necesita ayuda, el cerebro puede tender a pensar que si los demás actúan de forma pasiva quizá estemos exagerando y acabamos por no hacer nada.

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Un suceso que, sin duda, todavía hoy llama a la reflexión. ¿Qué harías tú si presencias un caso similar?

Creado: 20 de agosto de 2018

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