Tripofobia, el porqué del miedo irracional a los agujeros
Actualizado: 31 de octubre de 2024
La preocupación sobre la salud mental está aumentando y una forma de medirlo son las búsquedas que realizan los usuarios de internet. Curiosamente, hay un término que encabeza la lista de los más consultado en este ámbito, superando incluso a otros muy comunes como la ansiedad, la depresión o el trastorno obsesivo compulsivo. Se trata de la tripofobia, que tiene más de dos millones de búsquedas mensuales a nivel mundial, según revela la segunda edición del Índice Anual de Problemas Globales de Semrush 2024, plataforma para optimizar la visibilidad online y marketing de contenidos.
La tripofobia, de hecho, encabeza el ranking de las fobias más consultadas en la red, con 2.047.692 búsquedas mensuales, seguida de otras quizá más conocidas como la agorafobia (625.692), la claustrofobia (381.154), o la acrofobia (191.692), que no despiertan tanta atención. En España, la tripofobia también lidera las búsquedas, con 64.385 cada mes, seguida de la agorafobia, que alcanza 33.154. Pero ¿sabes en qué consiste la tripofobia? ¿Cuáles son los factores de riesgo para desarrollarla y qué signos indican que la padeces? Te lo explicamos a continuación.
Qué es la tripofobia y cuáles son sus síntomas
El término ‘tripofobia’ procede de dos raíces griegas: ‘trypo’ que significa agujero o perforación y ‘fobia’ que significa miedo o aversión. Así pues, la tripofobia se refiere a una intensa aversión o temor irracional hacia patrones repetitivos de pequeños agujeros o protuberancias, en especial cuando se trata de agrupaciones de concavidades pequeñas y geométricas, aunque también se puede tratar de patrones con formas cuadradas o en relieve.
Un ejemplo del tipo de estructuras o patrones que repelen a los afectados serían los paneles de miel, las esponjas, los girasoles, los embalajes de plástico de burbujas, las pompas de jabón, las burbujas que se forman en una taza de café, la piedra pómez, el coral, el queso emmental, la granada, las vainas de semillas de flor de loto o la piel de cocodrilos o serpientes, entre otros. Aunque no está reconocida oficialmente como un trastorno mental en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), muchas personas reportan síntomas de malestar extremo al ver este tipo de imágenes.
Síntomas comunes de la tripofobia
Los efectos desagradables que este tipo de patrones desencadenan en las personas con tripofobia suelen variar en intensidad, y van desde migrañas graves y ataques de pánico hasta sudores intensos y aumento del ritmo cardíaco.
Algunas de las reacciones más comunes en los tripofóbicos son emocionales:
- Sensación de repulsión o disgusto extremo: las personas con tripofobia suelen experimentar una sensación de repulsión que va más allá de sentir asco; es una incomodidad tan profunda que te remueve el estómago.
- Inquietud, incomodidad y evitación de estas imágenes: los tripofóbicos tienden a evitar a toda costa cualquier cosa que les haga pensar en estos patrones de pequeños agujeros. Desde rechazar comidas con texturas sospechosas, ir a ciertos lugares o usar determinados filtros de redes sociales que les causarían una profunda incomodidad.
- Pensamientos obsesivos sobre la imagen o patrón que desencadena el malestar: es decir, la imagen o el patrón que ha causado la respuesta inicial puede instalarse en su mente. Estos pensamientos intrusivos pueden durar desde unos minutos hasta días, generando un estrés prolongado e impidiendo que la persona se concentre en otras actividades.
- Ansiedad o ataques de pánico: la exposición a patrones tripofóbicos puede desencadenar una notable reacción de ansiedad, que lleva al afectado en algunos casos a tener la sensación de falta de aire o de necesitar huir de la imagen.
Pero también pueden desencadenarse síntomas fisiológicos en las personas que sufren esta fobia, como:
- Incremento del ritmo cardíaco: la ansiedad que desencadena la tripofobia puede ir acompañada de una aceleración del ritmo cardíaco y palpitaciones.
- Náuseas: el cuerpo de estas personas también parece rechazar los patrones de agujeros en distintas formaciones, hasta tal punto que sensación de náuseas y un verdadero malestar estomacal.
- Picazón o sensación de hormigueo en la piel: algunos sienten como si la piel les empezara a arder o picar, casi como si esos agujeros estuvieran invadiendo su propio cuerpo, una respuesta física que algunos describen como una especie de picazón mental.
- Boca seca: la respuesta de estrés ante una imagen tripofóbica puede activar el sistema nervioso simpático, lo cual disminuye la salivación, causando sequedad en la boca.
- Escalofríos y sudoración excesiva: es frecuente que personas con fobia presenten un aumento en la sudoración al exponerse al estímulo, sobre todo en las palmas de las manos y en la frente, en respuesta a la activación del sistema nervioso simpático.
- Mareos o vértigos: aunque es menos habitual, para algunas personas estas imágenes son tan desagradables que llegan a marearse. Es como si el rechazo emocional fuera tan fuerte que afectara su equilibrio.
Causas de la tripofobia
Aunque las causas exactas no se comprenden completamente, algunos expertos creen que la tripofobia podría estar relacionada con una respuesta evolutiva, ya que los patrones de agujeros podrían estar asociados a peligros potenciales, como la presencia de especies venenosas o enfermedades cutáneas. Un estudio publicado en Psychological Science indica que la tripofobia se puede producir como resultado de una característica visual específica que también se encuentra en varios animales venenosos.
Los resultados mostraron que alrededor del 16% de los participantes experimentaron alguna reacción tripofóbica y que esta fobia puede tener una base evolutiva y hacer que los grupos de agujeros resulten repulsivos porque comparten una característica visual con animales que hemos aprendido a evitar como una cuestión de supervivencia, como el pulpo de anillos azules, el escorpión acechador, la cobra real y otras serpientes y arañas venenosas. “Estos hallazgos sugieren que puede haber una antigua parte evolutiva del cerebro que le dice a las personas que están mirando un animal venenoso”, explicaba el Dr. Geoff Cole, experto en ciencias visuales de la Universidad de Essex y uno de los autores del trabajo. De hecho, el propio Geoff apunta que “Creemos que todo el mundo tiene tendencias tripofóbicas aunque no sea consciente de ello”.
Otra hipótesis evolutiva para este fenómeno lanzada por un facultativo de la Universidad de Kent (Reino Unido) es que esta incomodidad visual representa una adaptación que ayuda a los organismos a evitar enfermedades de la piel o ectoparásitos
Una conjetura más es que podría constituir un tipo de sobrecarga sensorial, donde el cerebro tiene dificultades para procesar imágenes con tantos detalles, lo que desencadenaría angustia, como explican desde la Clínica Cleveland, donde también señalan que podría tratarse de una característica del trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
Así, un estudio titulado ‘Tripofobia, las enfermedades de la piel y la incomodidad visual de las texturas naturales’ publicado en Scientific report en febrero de 2024 concluye que para encontrar el origen de esta aversión sería fundamental comprender mejor el funcionamiento de las áreas corticales del cerebro que se encargan de la percepción de las propiedades de la superficie y los materiales, y cómo estas regiones visuales interactúan con las áreas cerebrales emocionales para evocar respuestas conductuales apropiadas, como el asco.
Cómo tratar la tripofobia o aliviar el malestar que provoca
Aunque algunas personas experimentan estos síntomas de forma leve, otras pueden sentir una angustia significativa que afecta a su vida diaria. Al no estar reconocido como un trastorno mental tampoco hay un tratamiento estándar para la tripofobia, pero pueden ayudar a reducir el malestar técnicas como la terapia cognitivo-conductual (TCC), que ayuda a identificar los pensamientos negativos asociados a esos patrones para cuestionar esas creencias y cambiarlas por otras más realistas, o la exposición gradual a los desencadenantes hasta que te puedas exponer a ellos sin que te causen miedo o aversión.
Esta terapia de exposición busca reducir los síntomas de ansiedad con el tiempo. Inicialmente, los pacientes pueden comenzar imaginando el objeto que les produce incomodidad, como un panal de abejas o una vaina de semillas, para luego pasar a observar imágenes de estos objetos. Esta estrategia gradual pretende disminuir la respuesta de ansiedad, permitiendo que, eventualmente, la persona se acerque o incluso toque el objeto temido sin experimentar síntomas intensos.
Además, practicar técnicas de relajación, como el mindfulness, o visualizar imágenes que resulten relajantes puede ser de ayuda para prevenir esta y otras fobias. En cualquier caso, si esta aversión interfiere en las tareas cotidianas o provoca síntomas como ansiedad, ataques de pánico o dificultades para dormir, es necesario consultar a un médico.
Creado: 31 de octubre de 2024