En contra de lo que se cree, las dietas veganas, lactovegetarianas y ovolactovegetarianas bien planificadas son apropiadas para todas las etapas del ciclo vital, incluyendo el embarazo y la lactancia y pueden cubrir las necesidades nutricionales de los bebés, los niños y los adolescentes, promoviendo un crecimiento normal. Así lo manifestó la Asociación Americana de Dietética en 2009, tras revisar los últimos estudios realizados con estas poblaciones.
Los beneficios de la dieta vegetariana son claros, las personas que siguen este tipo de alimentación tienen:
- Niveles más bajos de colesterol sanguíneo y triglicéridos, pues este tipo de dietas al no incluir alimentos de origen animal no aportan colesterol.
- Menor riesgo de enfermedad cardíaca (hasta un 32% menos), las arterias con menos colesterol dejan pasar mejor la sangre y tienen menos riesgo de accidentes cardiovasculares, lo afirma un estudio publicado en el Public Health Nutrition.
- Niveles más bajos de presión sanguínea e hipertensión, pues según un estudio de la Universidad de Oxford y otro del Brigham and Women's Hospital, en Boston, no consumir carne se asocia a una reducción en la presión de la sangre en el torrente sanguíneo.
- Menor riesgo de diabetes tipo 2, debido a que se suele seguir una dieta rica en carbohidratos complejos saludables, según afirma un estudio publicado en el American Journal of Lifestyle Medicine.
- Índice de masa corporal (IMC) más bajo como consecuencia de la reducción en el consumo de grasas y la aportación de minerales y vitaminas procedente de las verduras y frutas.
- Tasas de cáncer más bajas, según expone un estudio publicado en el Journal of the American Dietetic Association entre ellas destaca el menor riesgo de cáncer colorrectal, gracias a la fibra consumida y a la ausencia de grasas.
- Más cantidad de fibra, que se traduce a un mejor tránsito intestinal.
Pese a todo, es importante prestar especial atención en el caso de mujeres embarazadas y lactantes, asegurando un aporte adecuado de vitamina B-12, la vitamina D, el hierro, calcio, cinc, ácido fólico y DHA, asegurando su presencia a través de alimentos suplementados o complementos nutricionales.
En el caso de bebés, niños y adolescentes hay que tener en cuenta las mismas premisas, y planificar bien la alimentación, con la ayuda de un nutricionista en caso necesario.