Congela tus alimentos de la forma correcta
Actualizado: 21 de septiembre de 2022
Consumir alimentos congelados nos permite hacer compras más grandes y disponer de todo tipo de productos en casa, y durante el estado de alarma por coronavirus SARS-CoV-2 resulta especialmente conveniente para restringir al máximo las visitas al supermercado. Los congelados poseen prácticamente las mismas cualidades nutricionales que los frescos, manteniendo su valor nutritivo. Sin embargo, debemos tener en cuenta algunos aspectos para que el proceso de congelado y descongelado se haga en unas condiciones de seguridad óptimas y evitemos así riesgos de toxiinfección alimentaria.
La cadena de frío
Del mercado a casa. El primer paso que debemos tener en cuenta cuando adquirimos un producto congelado es no romper la cadena del frío. Con esto queremos decir que “tenemos que evitar que un alimento presente grandes fluctuaciones en su temperatura mientras está congelado”, explica Julio Basulto, Diplomado en Nutrición Humana y Dietética por la Universidad de Barcelona y colaborador de La Sirena Congelados. Para ello, nada más fácil que dejar para el final la compra de los productos congelados. El segundo paso es almacenarlos en bolsas especiales isotérmicas para evitar, en lo posible, que se produzcan cambios en su temperatura inicial. Y, por último, “no hay que retrasar la llegada a casa después de comprar estos productos, ya que pueden calentarse, lo que propicia que se multipliquen en ellos los microorganismos, especialmente en verano”, aconseja Basulto.
¿Qué alimentos se pueden congelar y cuáles no?
Gracias a los grandes avances de la tecnología alimentaria la lista de alimentos que se pueden congelar es amplísima: desde pasteles esponjosos, fruta fresca e incluso menús completos. Por ello es que más práctico detallar los que es desaconsejable congelar.
Según Basulto, no se deben congelar aquellos alimentos que ya han sido descongelados (hacerlo aumenta las posibilidades de intoxicaciones alimentarias), así como los alimentos rehidratados o reconstituidos (de nuevo por problemas relacionados con la seguridad alimentaria).
Y, de forma más específica, productos como la lechuga (y demás preparaciones para ensalada), los champiñones, las bayas, alimentos grasos como la nata y algunas salsas, las patatas o la pasta…, ya que “las bajas temperaturas pueden alterar su estructura natural. Estos productos forman cristales de hielo, lo que produciría la rotura de sus membranas celulares y la inutilización del alimento. Otra cosa bien distinta son los procesos que utiliza la industria alimentaria, que con una serie de técnicas específicas pueden proteger la integridad del alimento, sin que suponga efectos negativos en términos de seguridad”, confirma Julio Basulto.
Creado: 27 de marzo de 2013