Jesús Calleja

Alpinista, explorador y comunicador, autor de ‘Si no te gusta tu vida, cámbiala’
Jesús Calleja, alpinista, explorador y comunicador, nos propone un plan: superar nuevos retos para tener la vida que siempre hemos querido y, mientras tanto, disfrutar de cada instante y aprender a ser felices.
Jesús Calleja

El popular comunicador y alpinista Jesús Calleja, acaba de publicar un nuevo libro.

“Los budistas dicen que la infelicidad reside principalmente en los ‘apegos’, en esa cantidad de cosas que se ‘pegan’ a nosotros, y que ya no podemos quitarnos de encima y nos complican la vida”

30 de septiembre de 2014

Jesús Calleja es alpinista, aventurero, comunicador, protagoniza los programas Desafío extremo y Planeta calleja, y se considera, sobre todo, explorador, una figura que reivindica porque, dice, “el ser humano a lo largo de la historia ha sido inquieto y ha intentado ver qué hay más allá, y gracias a eso estamos donde estamos y aún quedan muchas cosas por descubrir”. Acaba de publicar un nuevo libro Si no te gusta tu vida, cámbiala (Editorial Planeta, 2014), que él mismo define como “un libro divertido de autoayuda basado en una historia real”, en el que cuenta cosas de su vida desde su infancia y describe cómo, poco a poco, con esfuerzo y determinación, ha conseguido por fin vivir la vida que siempre quiso. Y es que para Jesús la aventura es “como el elixir de la felicidad, una medicina prodigiosa que me ha permitido ser muy feliz haciendo lo que hago”. Aunque no todos podemos o queremos ser exploradores, también hay retos que superar y objetivos que alcanzar en la vida cotidiana, y él nos propone “disfrutar de cada instante y utilizar el humor para ello. Estar dispuesto a cambiar las cosas, adaptarse a las circunstancias y ser feliz” 

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Portada 'Si no te gusta tu vida, ¡cámbiala!'

Tú has conseguido vivir como siempre has deseado, ¿hasta qué punto crees que la suerte o el azar han tenido algo que ver?

Cero. Yo no creo en la suerte, sino en el ‘efecto mariposa’: si yo agito algo, y lo agito positivamente y con una dirección bien marcada porque sé el objetivo que quiero conseguir, todo lo que esté agitando va a focalizar en ese aspecto. Si agito negatividad, desconfianza y muchas dudas, voy a recoger desconfianza, desmotivación y muchas dudas, porque lo que siembras es lo que recoges. Si yo siembro una buena semilla, tendré un buen cereal, por tanto, en el momento que nace un proyecto ha de nacer con optimismo, con ímpetu, con ganas, y con vocación clara de resolverlo.

Yo dejé los estudios a los 16 años, me fui a la mili a los 17, estaba trabajando en un barco a los 18, y fui peluquero a los 18 y medio; es decir, que vas quemando las etapas tú, y lo que te esté pasando a ti es el producto de tus circunstancias, no tiene que ver la suerte. La suerte es la quiniela, o la lotería, pero si sabes el logaritmo de una lotería es casi imposible que te toque jamás, entonces, ¿cómo vas a dejar las cosas a la suerte?

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¿Qué es lo que más te ha sorprendido de las personas con poca experiencia en la aventura que te han acompañado en las expediciones, tanto para bien como para mal?

Cuando tú a alguien le prometes una experiencia vital en un lugar extraordinario del planeta es difícil que ocurra nada malo; puede haber momentos puntuales en los que se nos va un poco la mano, y yo estoy aprendiendo a que esto no ocurra, porque me he dado cuenta de que a veces me he pasado. Cuando a un personaje muy conocido le metes en un plató va auto defendiéndose para protegerse de lo que le va a preguntar el entrevistador, y tengo que ser incluso políticamente correcto, pero lo bonito de nuestro programa es que como estamos juntos 15 días, aquello se convierte en una amistad verdadera, en un compañero de viaje. Es un programa de entrevistas que hacemos en un lugar perdido del mundo, metidos en una aventura, y lo que te va a contar ese invitado es mucho más de verdad y más auténtico de lo que te pueda contar en un plató, y vas descubriendo cosas de esos personajes que a lo mejor ni te imaginabas, y te llevas una agradable sorpresa. Al final la gente es normal. Su vida es muy cambiante porque están expuestos a los medios y son famosos, pero luego hacen la vida que hacemos nosotros, tienen las mismas inquietudes, y sonríen igual. No me he encontrado con nadie del que haya dicho ‘madre mía, qué viajecito me ha dado’; no, no ha existido eso. Nos hacemos amigos. De los compañeros de viaje y de aventura nace una unión (no sé por qué), y ahora hago una llamada, y nos vemos y empezamos a hablar de batallitas. Y es muy bonito que ellos cuenten lo que han hecho como una experiencia vital.

Lo que siembras es lo que recoges. En el momento que nace un proyecto ha de nacer con optimismo, con ímpetu, con ganas, con vocación clara de resolverlo…

Según tu experiencia, en situaciones de riesgo, ¿llegamos a reaccionar de una forma en la que no esperaríamos reaccionar?

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El ser humano ha sufrido un proceso evolutivo a lo largo de cientos y miles de años, y antes estoy convencido de que tenía un instinto de supervivencia más rápido, porque venía un tigre de dientes de sable o un mamut, y él se defendía de inmediato. Ahora vivimos en una especie de ‘burbuja de confort’ donde sabemos que todo está controlado y nada va a ocurrir, y sí que es cierto que tenemos que volver a aprender a gestionar el miedo y a modificarlo. Por ejemplo, cuando yo estoy en una situación límite consigo que el miedo se convierta en mecanismos de defensa y le busco el lado divertido, porque si entro en pánico ese miedo me va a matar. En situaciones donde hemos estado muy al límite me da por soltar una risotada y reírme de la situación tan patética a la que hemos llegado, y reconvierto el miedo en risa.

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Aunque la verdad es que si yo sé que me voy a encontrar en una situación tan complicada, no voy, porque si hay una cosa que me guste de la vida es vivirla. Eso de ‘siempre al límite jugándote la vida’, ni hablar, yo no me juego la vida nunca, porque nunca salgo con ganas de jugarme la vida. A veces se tuercen las cosas y nos ponemos en una situación bastante difícil, y eso me fastidia mucho porque creo tener controladas todas las situaciones, pero a veces se me escapan.

Entonces, ¿la aventura y el control son compatibles?

Sin control dedicarte a esta vida es un suicidio, y por desgracia conozco muchísimos casos de personas muy importantes en el mundo de la aventura, amigos, que han ido a la aventura sin control, a las ‘bravas’, y eso nunca se debe hacer. Yo soy un obsesionado de la seguridad y de la gestión del control, por eso en mi equipo, después de tantos años dedicados a esto, con cientos de expediciones, cien personas en el rodaje, e incluso cuando hemos hecho los programas con aspirantes, nunca se le ha roto una uña a nadie; no puedo decir que haya habido un accidente y hayamos tenido que hospitalizar a alguien. Creo que gestionamos muy bien la aventura.

Yo he llegado al límite de lo que se podía hacer y, a partir de ahí, mi prioridad es salir de esa situación, y lo que hago es decir voy a focalizar toda mi energía en que tengo que salir de aquí, y voy a ser optimista

Hay que mantener siempre un equilibrio. Yo he llegado al límite de lo que se podía hacer y, a partir de ahí, mi prioridad es salir de esa situación, y lo que hago es decir ‘voy a focalizar toda mi energía en que tengo que salir de aquí, y voy a ser optimista’. Además sé que si cuando estás al límite empiezas a decir ‘la hemos preparado’, ‘no teníamos que haber venido’, ‘ya lo decía yo’, los típicos tópicos, la aventura acaba en desastre. Pero como digas ‘no pasa nada’, ‘de aquí salimos’, y lo adereces con una sonrisa, contagias a los que están a tu alrededor, y todos empezamos a pensar en positivo.

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¿Pueden ser adictivos el riesgo y la aventura?

Es adictiva la adrenalina, porque la adrenalina, al final, es una reacción química como lo es el amor; somos un lío de endorfinas y de hormonas, y debemos aprender a controlar ese derroche de hormonas que hay dentro de nuestro cuerpo. Porque si me dedico a tirarme todos los días desde una ventana que está en un quinto piso a una cama elástica, un día no acertaré porque me tiro tantas veces que es como el refrán que dice ‘tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe’; es decir, tienes que saber hasta dónde puedes llegar y dónde tienes el límite, y gestionar ese límite tuyo y no dejarte llevar más. Al final los que hacemos cosas extraordinarias que poca gente puede hacer, lo hacemos porque somos vanidosos, con mayúsculas, y nos gusta que nos digan ‘mira lo que hace este tío’, ‘lo ha vuelto a hacer’, ‘el más difícil todavía’, ‘doble voltereta mortal’… Yo admito que soy vanidoso, como lo son casi todos los deportistas de élite. Todos tenemos una parte de vanidad que es la que hace que seamos diferentes, y hay que gestionar la vanidad. Saber aceptarla, pero no sobrepasarla, porque entonces entramos en ese término peligroso que nos puede llevar a la muerte o al exceso.

Hay que saber aceptar la vanidad, pero no sobrepasarla, porque entonces entramos en ese término peligroso que nos puede llevar a la muerte o al exceso

Cómo perder el miedo a los cambios

Dices en tu libro que todo tiene su duración, y que también la tienen los proyectos humanos, ¿significa eso que debemos cambiar de proyecto varias veces a lo largo de la vida?

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En mi caso, vivir una vida igual durante más de cinco años me aburría, y entonces siempre decidía cambiarla, porque cuando me aburro o dejo de ser plenamente feliz, inmediatamente procuro un cambio, y por eso mi vida hasta ahora ha estado llena de cambios, y ese proceso de cambiar la vida me lo tomo muy en serio.

Creo que en la vida hay que tener siempre, como mínimo, un plan. Cuando uno tiene un plan todo transcurre más despacio, la vida es más intensa, y cada minuto disfrutas mucho más

Creo que en la vida hay que tener siempre, como mínimo, un plan. Cuando uno tiene un plan todo transcurre más despacio, la vida es más intensa, y cada minuto disfrutas mucho más, porque procesar ese plan, prepararlo y, algún día, tal vez conseguirlo, hace que cada momento de tu vida seas mucho más feliz. Yo tengo tres: un plan a corto plazo, otro a medio, y otro a largo plazo, para no aburrirme. Porque mientras que no venga nadie del otro lado y nos diga que hay más vidas, tengo que intentar sacar el máximo rendimiento a la que tengo, e intentar ser feliz cada minuto de mi vida.

La superación es una constante en tu vida pero, ¿en algún momento te has rendido ante unas circunstancias que no creías posible superar?

Hay muchos momentos en los que a pesar de mantener una actitud positiva ante la vida pensamos ‘esto no va a ser posible’. A mí solamente me ocurre cuando estamos expuestos a un peligro de tal nivel que nos encontramos frente a una barrera que en el equipo nos hemos marcado, una línea que sabemos que nunca hemos de traspasar porque entraríamos en el terreno de ‘cualquier cosa puede pasar’. Hemos hecho cosas increíbles, como llevar a gente que nunca había escalado al Everest, y hemos estado en lugares en los que parece imposible que hayamos ido 60 o 70 personas del equipo de rodaje y no se haya producido ningún accidente. Pero eso es porque tenemos mucha cabeza, cuidamos mucho la seguridad, y conocemos esa línea que nunca hemos de traspasar, y que nos marca el miedo. No hay que tener pánico, porque entonces las cosas van a ir a peor, pero hay que saber tener miedo y gestionarlo. A veces hemos llegado a un punto y ya no se puede más, porque físicamente sería un grave error y tendría consecuencias dramáticas continuar, por lo que algunos objetivos no hemos podido conseguirlos. Aun así, el espíritu es el mismo, y es que cualquier cosa en la vida que te propongas se puede hacer. En ocasiones en menor intensidad de la que tú crees, o estimas que te gustaría, pero cualquier cosa en la vida la podemos hacer.

No todo el mundo puede o quiere ser un aventurero pero ¿qué podemos hacer para cambiar nuestra vida ‘corriente’ si no nos gusta?

Yo he nacido en un lugar bastante convencional y humilde, y en el libro cuento mi vida llena de trucos que he ido empleando para verdaderamente dar un cambio a la vida cuando las cosas no funcionan. Para dar ese cambio me encierro en mi casa y me aíslo, cojo un papel, lo divido por la mitad, y escribo cosas que van a ser buenas del cambio de vida y cosas que van a ser malas del cambio de vida. Al final, voy a hacer la suma y a ver qué es lo que me compensa: si quedarme como estoy, o dar ese cambio, y siempre consigo dar el cambio. Y como lo he pensado, meditado y analizado muy bien, ya no me arrepiento nunca. Y además le pongo fecha, y así me obligo a mí mismo a cumplirla. Podemos hacer cualquier cambio en nuestra vida, si no radical, al menos sutil, pero siempre podemos hacer cambios.

Por ejemplo, ahora estamos atravesando un momento muy malo de la economía española y europea, pero hay otros países donde esto no ocurre, y no hay que tener miedo a salir de la ‘burbuja de confort’ y decir ‘voy a buscarme la vida ahí fuera’, ‘tengo la oportunidad de conocer otras culturas, conocer otra gente, hacerme amigos diferentes, aprender…, puedo ser muy feliz en ese lugar al que vaya, y además un día regresar con todo ese conocimiento y ese bagaje acumulado, y volver a empezar cuando la situación económica sea mejor en mi país’. No hay que tener miedo a dar esos cambios.

¿Por qué crees que a veces nos cuesta tanto ser felices?

No soy científico y supongo que también habrá algo de bioquímica de por medio en la actitud de cada uno, en nuestra personalidad, y que influirá mucho en nuestro estado de ánimo. Lo que sí puedo decir es que aunque hayamos nacido con predisposición a ser más taciturno, o más solitario, o más extrovertido, todo tiene matices, y lo importante es encontrar el interruptor que los active.

Creo que lo fundamental es percatarse lo más rápido posible de que no eres feliz, y buscar las causas de por qué no lo eres. Muchas veces hay condicionantes alrededor de una persona, familiares, personales…, que no se pueden cambiar. Pero si no puedes moverte, y esto es lo que te ha tocado, tienes que intentar hacerte tu pequeño mundo para encontrar la felicidad. Para mí, por ejemplo, es inspirador el caso de mi madre, porque ella tenía hambre de conocimiento y no tuvo esa oportunidad. Se casó muy joven y tuvo tres niños, y ya tenía su vida condicionada por una familia y diez horas de trabajo al día. Pero siempre la vi sonriente. Y un día le pregunté por qué siempre se estaba riendo y ella me dijo ‘porque he aprendido a ser feliz en un metro cuadrado’. Y me quedé con ese concepto, porque la felicidad puede estar en pequeños detalles, en un mundo pequeñito, y cada uno tiene su mundo donde puede ser tremendamente feliz y ha de buscar esa felicidad. Lo que es absurdo es que si eres infeliz y sabes las causas te mantengas en esa línea. En algún momento tienes que hacer una ruptura.

Un día le pregunté a mi madre por qué siempre se estaba riendo y ella me dijo ‘porque he aprendido a ser feliz en un metro cuadrado’. Y me quedé con ese concepto, porque la felicidad puede estar en pequeños detalles, y cada uno tiene su mundo donde puede ser tremendamente feliz

Hay una cosa que me han enseñado los serpas, los budistas, y es que en ocasiones queremos tener tantas cosas, o quizá nos taladran con tanta información, que eso nos condena. Sé de amigos y conocidos que se han metido en una hipoteca del piso, pagos del coche, los muebles… y cuando creen que ya tienen todo lo que querían tener, al cabo de unos años cambian de casa, de coche, etcétera, y te vas metiendo en una bola de créditos y de asuntos económicos que suponen una condena de por vida que te va a obligar a trabajar en el mismo sitio siempre, y a esforzarte cada vez más, y al final te encuentras en un lío que no te deja vivir la vida que quieres vivir. Los budistas dicen que la infelicidad reside principalmente en los apegos –como lo llaman ellos–, en esa cantidad de cosas que se pegan a nosotros, y que luego ya no podemos quitarnos de encima y nos complican la vida.

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