Semana 17 de embarazo: evolución y síntomas
Actualizado: 4 de octubre de 2022
Durante esta semana 17 de gestación, lo más llamativo es que el aspecto del feto cada vez se parece más al de un recién nacido, aunque su cara todavía no está definida por completo.
Evolución del bebé en la semana 17 de gestación
En la semana 17 de embarazo el feto alcanza un tamaño medio entre 12-16 cm, y un peso aproximado de 100 gramos.
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La posición habitual es semiflexionada, con las manos a la altura de la barbilla y los pies cruzados por debajo de la salida del cordón umbilical.
Durante dos semanas la grasa se ha ido acumulando en el tejido subcutáneo; en este momento la piel es totalmente opaca, aunque le falta un tiempo para madurar. Esta grasa se acumula en el tejido adiposo (encargado de mantener el calor corporal y regular el metabolismo del organismo) durante la gestación y tras el parto.
El lanugo cubre el cuerpo entero del bebé junto con una sustancia grasa denominada vérnix caseoso. El agua constituye un tercio de su cuerpo.
Vérnix caseoso
Sustancia que se adhiere con mayor facilidad a la delicada piel fetal gracias al lanugo y la protege de posibles rozaduras, endurecimiento, agrietamiento y, según algunos investigadores, posee propiedades antibacterianas.
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La actividad que presenta es mayor; pasa ratos dormido y ratos despierto.
Cambios en la mamá en la semana 17 de embarazo
En la futura madre se aprecia el crecimiento del abdomen y la pérdida de cintura. La ropa de embarazada es la adecuada para sentirse más cómoda.
El útero mide entre 4 y 5 cm y su forma es cada vez más ovalada, desplazando hacia arriba las asas intestinales.
Puede aparecer dolor o molestias a nivel abdominal, ya que el útero está unido a la pared pélvica por unos ligamentos denominados ligamentos redondos; éstos se alargan y engruesan con el embarazo a medida que el útero va creciendo lo que provoca el dolor. Se recomienda tumbarse de lado cuando aparezca el dolor; no afecta al bebé.
Debido a los cambios físicos, es habitual que exista algo de torpeza a la hora de caminar; por eso se recomienda zapato cómodo y evitar, por seguridad, el tacón.
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Pueden aparecer molestias de estómago, ardor por la presión ejercida por el útero al aumentar de tamaño.
La actividad hormonal se incrementa en la zona de los pechos, que poco a poco aumentan de tamaño y se preparan para producir leche materna con la que alimentar al bebé tras el parto.
Respecto a las pruebas diagnósticas que se pueden llevar a cabo, entre la semana 15-18 es posible que se realice una prueba denominada amniocentesis.
Amniocentesis: para qué y a quién se hace
La amniocentesis consiste en la extracción del líquido amniótico bajo un control ecográfico por medio de una aguja muy fina que se introduce en el abdomen llegando hasta el interior del útero. Dura unos minutos.
Los especialistas determinarán las células fetales existentes en el líquido amniótico (proceden de descamación de la piel, vías urinarias, etcétera) que se analizan microscópicamente, estudiando el mapa cromosómico y las posibles alteraciones genéticas. La amniocentesis sirve también para la detección de posibles infecciones del feto como toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus, etcétera.
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Esta prueba no se realiza a todas las gestantes, sino que es el especialista el que determinará realizarla, si es necesario. Se aconseja cuando:
- El screening bioquímico da un riesgo de cromosopatías.
- La madre es mayor de 35 años.
- Se han detectado malformaciones en la ecografía.
- Ambos progenitores son portadores sanos de una enfermedad genética.
- Tienen un hijo afectado por una enfermedad genética.
- Es necesario firmar un consentimiento informado antes de realizarse dicha prueba.
En el siguiente enlace encontrarás una información más detallada sobre la preparación necesaria, resultados y complicaciones relativas a la amniocentesis.
Creado: 28 de septiembre de 2010