Los folatos desempeñan un papel fundamental en la vertiginosa multiplicación de células que se produce en la fase precoz de la gestación y sirven para la formación de tejidos y órganos del embrión. O, dicho de otra forma, sin la cantidad adecuada de ácido fólico, la capacidad de división celular se reduce y el feto no crece como debería o sufre graves malformaciones, como los defectos del tubo neural (DTN), que es el tubo longitudinal situado a lo largo del eje central del embrión en fase de desarrollo precoz, que da origen al encéfalo, la médula espinal y otros tejidos nerviosos del sistema nervioso central.
La malformación más común es la espina bífida, que se caracteriza porque uno o varios arcos vertebrales no se han fusionado correctamente y la médula espinal queda sin protección ósea en ese lugar. El resultado es una discapacidad irreversible y permanente. Además de a una predisposición genética, el 95% de los casos de DTN se debe a un déficit de folatos en la madre en los momentos previos o inmediatamente posteriores a producirse el embarazo.
Sin la cantidad adecuada de folatos, la capacidad de división celular se reduce y el feto no crece como debería o sufre graves malformaciones
Una dieta normal suele contener unos 200 microgramos diarios de esta vitamina, cuando una mujer embarazada necesita por lo menos 400, de ahí la necesidad de ingerir un suplemento de ácido fólico –que es la única forma de folato con indicación para la prevención de defectos del tubo neural aprobada como medicamento por ser el único folato que ha demostrado su eficacia para disminuir este tipo de alteraciones– hasta, al menos, la duodécima semana de gestación.
De hecho, si todas las mujeres en edad fértil consumieran esa cantidad al menos tres meses antes de quedar embarazadas y durante el primer trimestre del embarazo, podrían reducir hasta en un 70% la probabilidad de que su hijo naciera con espina bífida, según la Federación Española de Asociaciones de Espina Bífida e Hidrocefalia (FEHBI).