¿Por qué se induce el parto?
Hay diversas justificaciones para inducir un parto:
Enfermedades de la madre
Algunos trastornos que sufre la madre, como la hipertensión (preeclampsia) o la diabetes (especialmente la de tipo I), pueden afectar a la salud del feto o de la propia embarazada si la gestación continúa. También justifican una inducción las patologías renales, cardiacas, pulmonares o hepáticas, algunos tipos de cáncer, las hemorragias y las infecciones en el útero.
Embarazo prolongado
Si la gestación supera las 42 semanas (la edad gestacional se valora con ecografía), ya que el envejecimiento de la placenta puede impedir la correcta nutrición del bebé.
Ruptura prematura de membranas
Cuando se rompe la bolsa de aguas, lo normal es que, en poco tiempo, aparezcan las contracciones y comience la dilatación. Cuando no es así, y el parto no se inicia de forma espontánea, será necesario provocarlo debido al riesgo de infección que corren tanto la madre como el niño. No obstante, se verifica antes que los pulmones del bebé estén suficientemente desarrollados.
Si el tocólogo observa que el líquido está teñido de meconio (nombre que se da a las primeras heces que expulsa el bebé después del nacimiento), será preciso finalizar la gestación porque, además de ser un indicio de que el feto no se encuentra bien (ha defecado dentro del útero), si aspira esta sustancia puede sufrir dificultades respiratorias.
Crecimiento intrauterino retardado (CIR)
El feto deja de crecer a un ritmo normal dentro del útero. Esto indica que se está produciendo alguna alteración que impide la correcta nutrición del pequeño, lo que podría ocasionarle serios problemas de salud, e incluso la muerte dentro del útero.
Razones no médicas
En ocasiones, se decide inducir un parto por otras razones, por ejemplo, cuando una mujer ha tenido otro parto anteriormente y su desarrollo fue muy rápido, o vive lejos del hospital y el médico teme que no llegue a tiempo.
Ver Técnicas para inducir el parto