Primeros síntomas del embarazo: cómo saber si estás embarazada
Actualizado: 17 de junio de 2024
La concepción se produce en el momento de la ovulación que, cuando el ciclo menstrual de la mujer es regular, ocurre 14 días después del inicio de la regla. Esto quiere decir que cuando la regla no aparece lo normal es que la mujer ya lleve dos semanas embarazada.
Durante la primera semana, el óvulo fecundado ha viajado por la trompa de Falopio hacia el útero, donde se implanta. El organismo incrementa los niveles de la hormona gonadotropina coriónica humana (hCG) (que estimula la maduración del óvulo y lo mantiene hasta que la placenta está lista para alimentar al feto), de estrógenos, y de progesterona (que prepara al útero para recibir al óvulo y a las mamas para la lactancia).
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Esta explosión hormonal tiene consecuencias que, en algunos casos, como el aumento del tamaño y la sensibilidad de los pechos, suelen ser evidentes. La gonadotropina, también conocida como hormona del embarazo, está relacionada, además, con las náuseas, otro síntoma que puede hacer sospechar precozmente del inicio de la gestación. Si todavía tienes dudas, te explicamos al detalle cuáles son los primeros síntomas indicativos del embarazo: aumento de pecho, cansancio, náuseas, ganas de orinar, retraso en la menstruación, antojos, cambios de humor…
Síntomas que pueden indicar que estás embarazada
Veamos más al detalle los primeros síntomas indicativos del embarazo:
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Retraso de la menstruación
Para todas aquellas que no han tenido síntomas, o los han relacionado con las típicas molestias premenstruales, la ausencia de la regla, es decir, no tener su periodo menstrual en la fecha esperada, es uno de los primeros y más evidentes signos de embarazo para las mujeres con ciclos regulares. El embarazo impide que el útero expulse su revestimiento, lo que normalmente ocurriría durante tu período. Un retraso de más de una semana es una señal más clara y justifica la realización de una prueba de embarazo casera para poder confirmarlo, o bien acudas al médico para comprobarlo cuanto antes. Sin embargo, diversos factores pueden influir en la duración de tu ciclo menstrual, y un retraso no siempre significa embarazo, e incluso es importante que sepas que algunas mujeres siguen teniendo sangrados regulares, similares a la regla, durante algunos meses estando embarazadas, por lo que si tienes síntomas de embarazo (sensibilidad en los senos, fatiga o náuseas), o los sangrados son anormales, debes consultarlo igualmente con tu médico. Si la prueba de embarazo es negativa y tu menstruación no llega después de otra semana, o si experimentas retrasos frecuentes, consulta a tu médico para descartar otras causas subyacentes.
¿Cuántos días de retraso son un signo de embarazo?
Para una mujer con un ciclo menstrual regular de 28 días, un retraso menstrual de uno o dos días no es inusual. Los ciclos pueden variar entre 21 y 35 días en mujeres adultas, y entre 21 y 45 días en adolescentes. Un retraso se considera significativo si tu ciclo normalmente es regular y experimentas una ausencia de menstruación por más de 7 días. Por tanto:
- Entre 1-7 días de retraso: puede ser normal, especialmente si tienes ciclos irregulares. Sin embargo, si tienes ciclos regulares y estás retrasada por más de 5-7 días, puede ser un indicativo temprano de embarazo.
- Más de 7 días de retraso: si tu ciclo es normalmente regular y tienes más de una semana de retraso, es recomendable realizar una prueba de embarazo.
Cuándo no es un signo de embarazo
Un retraso menstrual no siempre indica embarazo. Existen diversas razones por las cuales una mujer puede tener un retraso: incluyendo el estrés físico o emocional; un aumento o pérdida significativa de peso puede influir en tu ciclo; la actividad física excesiva puede causar irregularidades menstruales; condiciones como el síndrome de ovario poliquístico (SOP) pueden causar retrasos; enfermedades agudas o crónicas; cambios en tu rutina diaria, especialmente al viajar; el uso o interrupción de métodos anticonceptivos hormonales; en mujeres mayores, los cambios perimenopáusicos también pueden causar irregularidades
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Aumento del pecho y mayor sensibilidad
La hinchazón de los senos suele ocurrir desde el principio, en cuanto el óvulo se implanta en el útero, y antes de que el retraso de la menstruación despierte sospechas, es decir, como una o dos semanas después de la concepción, aproximadamente en la tercera o cuarta semana de embarazo. En este momento, es posible que todavía no sepas que estás embarazada.No es que en la primera semana de embarazo necesites una talla más de sujetador, pero notarás los pechos más llenos, como con más volumen, y además estarán más sensibles de lo habitual. Este aumento de volumen es debido a la retención de líquidos y al aumento del flujo sanguíneo hacia los tejidos mamarios. Algunas mujeres describen este dolor como punzante o ardiente. La sensibilidad suele ser más notable en los pezones y la areola (el área alrededor del pezón), que puede oscurecerse y aumentar de tamaño. También puedes notar que las venas en los senos se vuelven más visibles. A medida que pasan los días, esto se intensifica, los sientes más pesados y algo doloridos.
Sin embargo, esto también les ocurre a muchas mujeres durante el síndrome premenstrual –para diferenciarlo, la sensibilidad relacionada con el embarazo tiende a durar más tiempo y no desaparece después de unos días, como suele ocurrir con los síntomas premenstruales–, o incluso durante la ovulación, y la diferencia resultará más evidente a partir de la tercera semana de embarazo, cuando la menstruación lleva una semana de retraso. La culpa, en este caso, es de las hormonas (progesterona, estrógenos, prolactina), que intervienen en la preparación de los pechos para la función de amamantar. Algunas mujeres pueden notar pequeños bultos alrededor de la areola, conocidos como glándulas de Montgomery, que se vuelven más prominentes. Estas glándulas secretan una sustancia lubricante que protege los pezones durante la lactancia. La sensibilidad y la hinchazón en los senos suelen ser más intensas durante el primer trimestre, pero pueden continuar a lo largo del embarazo a medida que los senos se preparan para la producción de leche. -
Cansancio y somnolencia
Desde los primeros días es muy frecuente sentir más cansancio y ganas de dormir de lo habitual. La fatiga es uno de los primeros y más comunes síntomas del embarazo. Se caracteriza por una sensación abrumadora de cansancio, debilidad o falta de energía que puede aparecer incluso antes de que te des cuenta de que estás embarazada. Este síntoma es especialmente prevalente durante el primer trimestre, aunque puede continuar en menor medida durante todo el embarazo. Si este síntoma se presenta aislado puede pasar desapercibido porque lo achaques a otras circunstancias, como haber dormido poco entre semana por quedarte hasta tarde levantada y luego tener que madrugar para ir al trabajo, que sea verano y el calor excesivo te produzca cansancio, haber realizado algún esfuerzo adicional recientemente… En el embarazo, el organismo empieza a producir más sangre y gasta más energía. El aumento en los niveles de progesterona puede causar somnolencia y fatiga extrema. Esta hormona puede deprimir el sistema nervioso central, lo que te hace sentir más cansada de lo habitual. Además, tu cuerpo está trabajando arduamente para apoyar el crecimiento del bebé, lo que también consume mucha energía. Por último, el volumen de sangre en tu cuerpo aumenta significativamente durante el embarazo para proporcionar suficiente oxígeno y nutrientes al bebé. El corazón tiene que trabajar más para bombear esta sangre extra, lo que puede causar cansancio.
La fatiga puede aparecer tan pronto como una semana después de la concepción. Puedes sentirte cansada todo el tiempo, incluso después de haber dormido bien durante la noche. La sensación de cansancio puede ser constante y no mejorar con el descanso. Las tareas cotidianas, como trabajar, hacer ejercicio o incluso salir de la cama, pueden parecer más difíciles de lo habitual. Puedes sentir la necesidad de dormir más a menudo, incluyendo siestas durante el día. La somnolencia puede ser especialmente pronunciada después de las comidas.
Recuerda que el reposo favorece la recuperación del desgaste que se produce a consecuencia de los grandes cambios metabólicos y hormonales. Por otra parte, mientras descansas no corres ningún riesgo que interfiera con el bienestar del futuro bebé, así que puede considerarse incluso un recurso de la naturaleza para favorecer el desarrollo del embrión.
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Ganas de orinar frecuentes
Durante el embarazo, la hormona gonadotropina coriónica humana (hCG), que se produce poco después de la implantación del óvulo fertilizado, puede aumentar el flujo sanguíneo a la región pélvica y los riñones, lo que lleva a los riñones a procesar más líquidos de lo habitual. Esto provoca una mayor necesidad de orinar. Además, a medida que el útero se agranda, oprime la vejiga, y esto provoca que la mujer sienta la necesidad de hacer pis con mayor frecuencia. La progesterona, una hormona que aumenta significativamente durante el embarazo, puede relajar los músculos del tracto urinario, lo que también puede contribuir a la sensación de tener que orinar con más frecuencia. Esta necesidad puede ser especialmente notable durante la noche, interrumpiendo tu sueño. Además de la frecuencia, puedes experimentar una sensación de urgencia para orinar, donde sientes que debes ir al baño inmediatamente. Y aunque vayas al baño con frecuencia, es posible que solo expulsen pequeñas cantidades de orina cada vez.
Este síntoma a veces aparece muy pronto, cuando no hay ningún otro signo que indique la posibilidad de embarazo. También puedes padecer estreñimiento y distensión abdominal, porque la progesterona influye en la ralentización del tránsito intestinal, con la consiguiente producción de gases y retraso en la evacuación. . -
Antojos y aversiones a ciertos alimentos
Se ha hablado mucho de los famosos antojos de las embarazadas, y la realidad es que existen, y muchas experimentan deseos intensos de consumir ciertos alimentos (pepinillos, helado, chocolate, cítricos…), aunque no todas las mujeres los tengan… Lo mismo se puede decir de ciertas aversiones (al café, al tabaco, al pescado, a ciertos olores…) que experimentan algunas embarazadas antes incluso de saber que lo están. El aumento de estrógeno y progesterona afecta al sentido del olfato y el gusto, lo que puede llevar a antojos y aversiones. Puede que no haya una explicación científica, pero al igual que el cuerpo a veces reclama una ración de azúcar porque el nivel de glucosa en sangre ha bajado, tal vez el organismo de la embarazada le esté avisando de la necesidad de ingerir algún tipo de nutriente o vitamina que contenga el “antojo”, como anhelar alimentos ricos en hierro o calcio. En el caso de las aversiones a alimentos u otras sustancias, puede estar rechazando de manera natural aquello que resulta perjudicial para su nuevo estado.
Los antojos pueden ocurrir en cualquier momento del día y pueden ser persistentes. Es posible que te encuentres pensando constantemente en el alimento que deseas. Los antojos pueden cambiar a lo largo del embarazo. Lo que deseas en el primer trimestre puede ser diferente de lo que anhelas en el segundo o tercer trimestre. Respecto a las aversiones, pueden ser tan fuertes que solo pensar en oler ciertos alimentos puede causarte náuseas o incomodidad. Las aversiones a menudo están relacionadas con olores fuertes o sabores específicos. Los alimentos que solías disfrutar pueden volverse repulsivos. Al igual que los antojos, las aversiones pueden cambiar durante el embarazo. Algunas mujeres pueden desarrollar aversiones a alimentos que luego vuelven a tolerar más adelante en el embarazo.
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Percepción de olores con mayor intensidad
La hipersensibilidad olfativa, también conocida como hiperosmia, es una condición en la que una persona experimenta un sentido del olfato intensificado. Durante el embarazo, muchas mujeres notan que su sentido del olfato se vuelve mucho más agudo, lo que puede llevar a reacciones fuertes ante olores que antes no les molestaban y ahora resulten más desagradables, ya que los perciben con más intensidad. Olores como el café, el tabaco, los perfumes fuertes, ciertos alimentos como frituras, cebolla, ajo, y productos de limpieza como detergentes, así como lugares con olores fuertes como estaciones de gasolina, baños públicos, o áreas con mucho tráfico son comunes desencadenantes.
Este síntoma puede aparecer muy temprano en el embarazo, a veces incluso antes de que se confirme con una prueba de embarazo. Las mujeres que no tienen especialmente desarrollado el sentido del olfato pueden apreciar mejor este síntoma, ya que posiblemente ahora detecten olores que antes les pasaban desapercibidos. El aumento del estrógeno y de la hCG se apunta como una de las principales causas de la hipersensibilidad olfativa, ya que estas hormonas pueden amplificar la percepción de los olores. El aumento del flujo sanguíneo en el cuerpo, incluyendo la región nasal, también puede intensificar la percepción de los olores.
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Náuseas y vómitos
Las temidas náuseas, comúnmente conocidas como "náuseas matutinas" aunque no tienen por qué ser matinales y ueden ocurrir en cualquier momento del día o de la noche, y que a veces desembocan en vómitos, suelen estar relacionadas con el aumento del nivel de la hormona del embarazo, la gonadotropina coriónica humana (hCG). Esta hormona comienza a aumentar alrededor de una semana después de la concepción, cuando el óvulo llega al útero, y su nivel en sangre se duplica cada dos días desde entonces, hasta alcanzar su máxima concentración al final del primer trimestre.
Las náuseas y ascos, que se acentúan frente a ciertos alimentos y olores, pueden aparecer a finales de la tercera semana de embarazo, es decir, en los primeros días de retraso menstrual, así que te ayudarán a confirmar las sospechas. Aunque incómodas, las náuseas suelen ser manejables con cambios en la dieta y el estilo de vida, y tienden a mejorar hacia el final del primer trimestre. Sin embargo, algunas mujeres pueden experimentar náuseas durante todo el embarazo. Su intensidad dependerá de tu sensibilidad frente a la acción de las hormonas y a veces se acompañan de mareos.
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Ligero sangrado vaginal
Se conoce como sangrado de implantación, y no todas las embarazadas lo experimentan. Se produce cuando el óvulo fecundado (blastocisto) invade el revestimiento del útero (endometrio) para anidar en este, y puede causar un pequeño desprendimiento de tejido endometrial, lo que resulta en un leve sangrado, se trata de una pequeña cantidad de sangre que se expulsa generalmente un poco antes de la fecha en la que debería bajar el periodo. Esta sangre es menos espesa que la de la regla, y su color generalmente es rosado con tonos marrones; además, se trata de un flujo siempre ligero, a diferencia de la regla donde el sangrado es leve al principio, después se intensifica, y vuelve a ser escaso al final. A diferencia del sangrado menstrual, el sangrado de implantación no suele tener coágulos, ni suele ir acompañado de síntomas menstruales como calambres severos o cambios de humor. Durante la implantación también puedes sentir dolor en la pelvis.
Este tipo de sangrado es generalmente leve y de corta duración, y ocurre entre 10 a 14 días después de la concepción, aproximadamente al mismo tiempo que esperarías tu período menstrual.
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Cambios en el estado de ánimo
Es muy normal que la mujer embarazada experimente cambios de humor, altibajos emocionales, irritabilidad, ansiedad y una sensibilidad más acusada de lo normal. Puede que le des más importancia a ciertas cosas, que estés más susceptible, que alternes la melancolía con la euforia. Claro que esto a veces también se debe a estímulos externos y no tiene por qué estar relacionado con el embarazo, pero si te encuentras más emotiva de lo habitual podrías estar esperando un bebé. Los cambios en el estado de ánimo pueden ser causados por una combinación de factores hormonales, físicos y emocionales. El aumento de estrógeno y progesterona puede afectar los neurotransmisores en el cerebro, que regulan el estado de ánimo. El cansancio extremo, las náuseas y el malestar físico pueden contribuir a la irritabilidad y afectar negativamente el estado de ánimo.
Puedes experimentar cambios rápidos en el estado de ánimo, pasando de sentirte feliz y emocionada a sentirte triste o irritable en un corto período de tiempo. Como decíamos, la irritabilidad es común, y puedes encontrarte reaccionando de manera más intensa a situaciones que normalmente no te molestarían. Por otro lado, sentimientos de preocupación, nerviosismo o ansiedad sobre el embarazo, el parto o el futuro en general pueden ser frecuentes. E incluso algunas mujeres pueden experimentar episodios de tristeza o llanto sin una razón aparente. Estos sentimientos son normales pero deben ser monitoreados si persisten.
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Creado: 23 de marzo de 2011