Según la siguiente explicación, se podría decir que el padre decide el sexo del bebé. Tanto el espermatozoide como el óvulo contienen cada uno 23 cromosomas, de los cuales uno es el sexual. En el momento de la concepción, la madre proporciona un cromosoma X y el padre un cromosoma X o Y, lo que origina un embrión femenino XX o masculino XY, aunque éstos son inicialmente idénticos: todos tienen una pequeña protuberancia o hinchazón en el área genital llamada tubérculo genital, que empezará a desarrollarse gradualmente en forma de pene y escroto si es niño o en clítoris y labios vaginales si es niña. Tan gradualmente, que resulta complicado pronosticar con seguridad el sexo del bebé en la primera ecografía, que suele realizarse hacia la duodécima semana. Lo más prudente es esperar hasta las 18-20 semanas, momento en que se puede distinguir el sexo en el 90%-95% de los casos, siempre y cuando esté bien colocado.
Y eso que la posibilidad de acertar depende de varios factores: la posición es muy importante, pero también pueden existir ciertos trastornos que despistan, como testículos que no han bajado aún del abdomen a las bolsas, labios vaginales edematizados o aumento del tamaño del clítoris. Los únicos métodos fiables al 100% son la amniocentesis y la biopsia coránica –realizadas para descartar alteraciones cromómicas–, pero, al tratarse de pruebas invasivas que implican riesgos, jamás se recurre a ellas para este fin.
Los más impacientes, sin embargo, cuentan desde hace unos años con una alternativa más rápida para conocer el sexo del bebé: la futura madre puede hacerse un análisis de sangre a partir de la octava semana de gestación que es enviado a un laboratorio, previo desembolso de unos 130 euros. Allí, y mediante técnicas de análisis genético que rastrean el ADN fetal que circula por la sangre de las embarazadas, averiguan si ésta contiene cromosoma Y (el de los niños). Si dicho fragmento no es detectado, será niña. Algo similar ocurre si te realizas un diagnóstico genético prenatal no invasivo –a partir de la décima semana de embarazo–, en el que la muestra de sangre de la madre se analiza en busca de fragmentos de ADN fetal para detectar anormalidades cromósicas en el feto, y que también permite conocer el sexo del futuro bebé gracias a sus cromosomas sexuales. Eso sí, su precio es mayor (oscila entre 450€ y 750€) y su fiabilidad ronda el 99%.
Y por supuesto, para saber si será niño o niña, también podemos recurrir a métodos ancestrales y totalmente naturales, tan extendidos como poco científicos: la forma y colocación de la tripa de la madre, su tipo de antojos, cómo le cambia la cara, el naciente del pelo de la nuca del hijo anterior, la prueba del colgante, la tabla china de concepción...