¿Será niño o niña? Es una de las primeras preguntas que nos hacemos en cuanto sabemos que seremos papás. Te explicamos cuándo y cómo saberlo, si es posible elegir el sexo del bebé y si de verdad nos da tan igual.
Periodista especializada en bienestar, embarazo e infancia
Actualizado: 5 de septiembre de 2022
¿Será niño o niña? Es una de las primeras preguntas que nos hacemos en cuanto nos enteramos de que vamos a ser padres. Te explicamos cuándo y cómo saberlo, si es posible elegir su sexo… y si de verdad nos da tan igual.
Pocos padres esperan ya, como antaño, a la sorpresa de última hora. La mayoría prefiere conocer de antemano, gracias a las ecografías, el sexo del bebé que espera, sobre todo en el primer embarazo. Esto responde a una cuestión práctica –buscar un nombre, comprar la ropa adecuada, elegir el color de la habitación–, pero también a que, de alguna forma, resulta más fácil imaginarnos al futuro bebé –y cómo será nuestra vida con él– si sabemos de antemano si es niño o niña.
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Justamente ése es el argumento esgrimido por aquellos que no desean conocer el sexo de su hijo: al no saberlo, no tienen ninguna idea preconcebida de cómo será ni tampoco lo estereotipan antes de nacer. Y es que hoy en día, con los embarazos controlados al milímetro, ignorar el sexo del bebé puede suponer el único resquicio de misterio de todo el embarazo.
Los padres prefieren niñas
Ante la pregunta sobre qué les gustaría más, casi todos los futuros padres responden que les da igual. Pero, según una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CIS), los españoles nos inclinamos más por el sexo femenino. Basándose en un estudio de fecundidad en España, los investigadores se dieron cuenta de que las hijas únicas abundaban más que los hijos únicos, es decir, que las parejas se deciden en mayor número a ir a por el segundo –y lograr la deseada parejita- cuando primero han tenido un varón.
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Los expertos opinan que la razón de esta preferencia hay que buscarla en el tipo de retorno que esperamos de los hijos. Antiguamente, éste era de tipo económico, de ahí que primara el varón, como ocurre todavía de hecho en muchos países como la India. Ahora que tenemos los hijos muy tarde, que invertimos tanto en ellos, esperamos un retorno de tipo más afectivo; pensamos que las niñas van a ser más capaces de satisfacernos como padres, y que se van a ocupar más de nosotros cuando seamos mayores.
Además, muchos padres creen erróneamente que el sexo del bebé delimita determinadas conductas de la infancia, como que los niños son más brutos e independientes y las niñas, más tranquilas, listas y cariñosas. Parecería, en resumen, que educar a una niña es más fácil que a un niño, cuando no se trata más que de prejuicios sexistas con poca base real.