Albert Alegre

Experto en inteligencia emocional y autor de 'Cómo desarrollar la inteligencia emocional de los niños'
La familia, nos explica el psicólogo Albert Alegre, debe ser un equipo donde padres e hijos se respeten y cooperen para desarrollar su inteligencia emocional, una capacidad fundamental para lograr bienestar y felicidad.
Albert Alegre, experto en psicología evolutiva
"Si nuestros hijos desarrollan su inteligencia emocional estarán mejor preparados para tomar decisiones que les permitirán gozar de una vida plena y exitosa"

19 de julio de 2018

La inteligencia emocional es fundamental en el desarrollo de los niños y les permitirá afrontar mejor los retos que se encontrarán a lo largo de su vida porque, como explica Albert Alegre, experto en Psicología Evolutiva y en inteligencia emocional, “sabemos que las emociones son reacciones a información relevante para nosotros, y si las ignoramos tenemos muchas posibilidades de tomar decisiones erróneas, que nos traerán más problemas”.

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Durante más de 15 años, Alegre –que también es licenciado en Ciencias de la Educación y en Ciencias Empresariales, y Doctor en Desarrollo Humano–, ha formado a decenas de padres y madres en las mejores estrategias para desarrollar la inteligencia emocional de sus hijos, y ha observado que hay dos tipos de familias predominantes: aquellas en las que las emociones de los hijos se ignoran, y aquellas en las que se priorizan por encima de todo. Ninguno de los extremos es bueno, porque, según el experto, en uno “los hijos aprenden a ignorar sus emociones”, mientras que en el otro “aprenden a ignorar las emociones de los demás”.

Para enseñar a los padres a encontrar el punto medio, que pasa por la cooperación y por entender la familia como un equipo en el que todos deben respetar y ser respetados por igual, acaba de presentar Cómo desarrollar la inteligencia emocional de los niños (Ediciones Pirámide, 2018), un compendio de estrategias y consejos dirigidos a los progenitores para que ayuden a sus hijos a desarrollar una inteligencia que, en su opinión, les resultará clave para alcanzar un mayor bienestar y felicidad y lograr sus objetivos.

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Inteligencia emocional

La inteligencia emocional es una de esas expresiones que se usan continuamente, y uno no sabe si correctamente, o no. ¿Qué es exactamente la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es la capacidad de procesar la información de tipo emocional que hay en casi todas las situaciones humanas, y de utilizar esa información de forma positiva para nuestro desarrollo personal.

Eso incluye la capacidad de utilizar esa información para entender nuestros propios deseos, objetivos, motivaciones y emociones, para entender los deseos, objetivos, motivaciones y emociones de los demás, para controlar nuestras reacciones emocionales y conductuales, para establecer relaciones interpersonales positivas y productivas, y para mejorar personalmente, ganando autoconfianza y motivación.

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Teniendo en cuenta tu definición, ¿por qué, como padres, es importante que ayudemos a nuestros hijos a desarrollar esa inteligencia?

En el pasado se creía que las personas tomaban decisiones acertadas cuando se dejaban llevar por el raciocinio, ignorando las emociones, de forma objetiva y desapasionada. Sin embargo, hoy sabemos que las emociones son reacciones a información que es relevante para nosotros, y que, si las ignoramos, tenemos muchas posibilidades de tomar decisiones erróneas, que en vez de ayudarnos nos traerán más problemas.

Si ignoramos las emociones tenemos muchas posibilidades de tomar decisiones erróneas, que en vez de ayudarnos nos traerán más problemas

Si nuestros hijos desarrollan su inteligencia emocional estarán mejor preparados para tomar a lo largo de su vida las decisiones que les permitirán gozar de una vida plena y exitosa en los objetivos que se tracen.

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En los procesos de selección laboral se buscan candidatos con características a las que antes no se les daba tanta importancia. ¿Crees que la inteligencia emocional va a ser uno de los requisitos más demandados y valorados laboralmente en un futuro próximo?

Sin lugar a dudas. Hoy en día las empresas son conscientes de que los problemas que más perjudican su competitividad son los de relación entre las personas que trabajan juntas. Hoy no se puede ser competitivo sin un auténtico trabajo en equipo, y las personas que no han desarrollado su inteligencia emocional, no saben colaborar, escuchar a otros, respetar las ideas de los demás, expresar y defender sus ideas de forma respetuosa y al mismo tiempo firme, y no saben solucionar los inevitables conflictos de forma constructiva.

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La cooperación convierte a la familia en el mejor equipo

Entre esos aspectos valorados en todos los ámbitos destacas el de la cooperación, al que dedicas un capítulo de tu libro. ¿Por qué tiene tanta importancia la cooperación para el desarrollo de la inteligencia emocional?

La maestría en cualquier habilidad humana se consigue con una combinación de aprendizaje teórico y práctica diaria. La cooperación requiere de la práctica continua de todas las habilidades emocionales, en múltiples interacciones que se producen cada día. Para cooperar hay que conocerse a uno mismo (saber lo que queremos, deseamos, nos preocupa, o nos asusta), hay que entender las emociones de los demás, hay que regular la conducta para no decir cosas que molestarán a otros o crearán problemas innecesarios, hay que desarrollar relaciones positivas con los demás, y esa práctica diaria de la cooperación enriquece nuestra autoconfianza y nuestra motivación para perseguir objetivos ambiciosos.

Una empresa no puede ser competitiva sin un auténtico trabajo en equipo, y las personas que no han desarrollado su inteligencia emocional no saben colaborar

Por tanto, la cooperación es un instrumento que nos permite practicar la inteligencia emocional continuamente. A mayor práctica, mayor desarrollo de esas habilidades.

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¿Cómo podemos desde casa fomentar esa cualidad en nuestros hijos?

Yo propongo cinco medidas. En primer lugar, asegurarse de establecer una conexión afectiva fuerte entre padres e hijos o hijas. No basta con quererse, hace falta saber cómo conectar y alimentar esa conexión a diario.

La cooperación es un instrumento que nos permite practicar la inteligencia emocional continuamente

Segundo: hay que entender la familia como un equipo. La cooperación requiere que todos los miembros de la familia nos escuchemos los unos a los otros, busquemos formas de maximizar la felicidad de todos y alcanzar, en la medida de lo posible, los objetivos de cada uno de sus miembros.

En tercer lugar, es importante aprender a comunicar de forma positiva. Las personas no nos damos cuenta de hasta qué punto las cosas que decimos hieren a otras personas, les asustan y les limitan. La crítica que ejercemos continuamente en el seno de la familia (reñimos a los hijos porque se portan mal, porque no estudian, porque no son como nos gustaría que fueran…) hace que los hijos pierdan confianza en sí mismos, y motivación para intentar cosas nuevas, simplemente para evitar las burlas y críticas de otros miembros de la familia.

En cuarto lugar te diría que hay que utilizar una disciplina que contribuya al sentimiento de equipo y de cooperación en vez de destruirlo. Eso quiere decir que hemos de olvidarnos de los gritos, las amenazas y las bofetadas, y aprender formas de comunicación de nuestras demandas y de motivación efectivas.

Inteligencia emocional
Es importante aprender a comunicar de forma positiva para que los niños ganen confianza en sí mismos.

Y, por último, cuando todas estas técnicas fallen y nos encontremos metidos en un conflicto con los hijos necesitamos dominar unas técnicas de resolución del conflicto constructivas. Cuando aprendemos a utilizar las cinco estrategias, la cooperación entre los miembros de la familia se convierte en algo natural que enriquece la inteligencia emocional de sus miembros cada día.

El libro está dirigido especialmente a padres, por lo que la familia, entendida como equipo, tiene una importancia capital en él. ¿Hasta qué punto es importante que la familia sea un equipo para que nuestros hijos puedan desarrollar la inteligencia emocional?

Hay demasiadas familias que se guían por los deseos y objetivos de los padres, y en los que las emociones de los hijos e hijas se ignoran. Por otro lado, cada día en mayor medida nos encontramos el caso contrario: familias en las que los deseos y objetivos de los hijos e hijas se priorizan, y los padres se sacrifican en todo momento por hacerlos felices. Ninguno de los dos extremos es bueno. En el primer caso, los hijos aprenden a ignorar sus emociones, y en el segundo aprenden a ignorar las emociones de los demás.

La crítica que ejercemos continuamente en el seno de la familia hace que los hijos pierdan confianza en sí mismos y motivación para intentar cosas nuevas

Los deseos y objetivos de cada miembro de la familia son igualmente importantes y debemos trabajar unidos para que todos los consigamos en proporciones semejantes. Si no lo hacemos así, los hijos no aprenden a cooperar, lo que quiere decir que no aprenden a escuchar y a entender las emociones de los demás miembros de la familia; no aprenden a autorregular sus emociones (a serenarse cuando se enfadan, a mostrarse firmes en defensa de sus ideas, a expresar su tristeza, frustración o excitación de forma respetuosa para los demás); no desarrollan sus destrezas sociales, y no extraen de esa capacidad de cooperar la confianza en uno mismo, ni la motivación que proviene de sentir que uno tiene una red de apoyo.

Inteligencia emocional para padres e hijos

Los padres de hoy seguimos sin tener una inteligencia emocional muy trabajada, incluso en la introducción del libro dices que entre los empleados de cualquier empresa se dan las mismas actitudes que se pueden ver en una clase de infantil. ¿Se puede ayudar a un hijo a desarrollar la inteligencia emocional si antes no la hemos fortalecido nosotros como adultos?

Lo bueno de la cooperación es que al mismo tiempo que nuestros hijos practican y desarrollan su inteligencia emocional, también nosotros la practicamos y desarrollamos. A medida que cooperamos, utilizando las técnicas que explico en el libro, los padres también aprendemos a conectar con las emociones propias y las de los hijos, aprendemos a escuchar, a regular nuestras emociones, a relacionarnos de forma positiva con ellos (y con la pareja), a resolver los conflictos constructivamente, a hablar de una forma positiva que no dañe sino que, por el contrario, favorezca la cooperación; y fruto de los acuerdos y éxitos que vamos obteniendo con los hijos aumenta nuestra confianza en nosotros mismos, y nuestra motivación para seguir cooperando más.

Los deseos y objetivos de cada miembro de la familia son igualmente importantes y debemos trabajar unidos para que todos los consigamos en proporciones semejantes

Es decir, cuánto más cooperamos, más desarrollamos no sólo la inteligencia emocional de nuestros hijos, sino también la nuestra.

Para fomentar el sentido de la familia como equipo recomiendas llevar a cabo reuniones familiares. ¿Qué pueden aportar estas reuniones a la inteligencia emocional de los participantes?

En una reunión familiar cada miembro tiene que expresar sus ideas y sus deseos u objetivos (quiero ir a la playa, quiero apuntarme al equipo de básquet del colegio, etcétera), tiene que escuchar y entender los objetivos, deseos, puntos de vista y emociones de los otros miembros de la familia, tiene que dialogar con otros sin lanzarse los trastos a la cabeza, tiene que buscar acuerdos… Y de todo ello extrae, cuando las reuniones se hacen bien, un sentimiento de éxito, de contar con un equipo de gente que te apoya, a la que tú apoyas también, y que sirve de red de protección. Y, por tanto, extrae también una gran confianza en uno mismo y una motivación para seguir intentando y haciendo cosas.
 

¿Qué consejos darías para que estas reuniones tengan éxito y no acaben en una conversación insustancial o, peor aún, en una pelea de gallos?

Yo daría dos consejos. En primer lugar, establecer unas normas claras que no acepten la mala educación (gritos, burlas, insultos) y que establezcan que cada persona tiene un turno para hablar en el que debe ser escuchado, y otro para escuchar a los demás.

Lo bueno de la cooperación es que al mismo tiempo que nuestros hijos practican y desarrollan su inteligencia emocional, también nosotros la practicamos y desarrollamos

Y, en segundo lugar, tomar los acuerdos, siempre que sea posible, por consenso, buscando la solución que maximiza los deseos de todos los miembros. Si los acuerdos que se toman dejan a todo el mundo razonablemente satisfecho y con la sensación de que son justos, se refuerza el sentimiento de equipo y el deseo de cooperación.

Aprender a escuchar… y a hablar

Dices en el libro una cosa muy interesante y muy cierta. Cuando nuestra pareja o un amigo, por ejemplo, nos cuentan alguna frustración, una opinión, sus sentimientos, o que están hartos de su jefe, tendemos a escucharlos y a empatizar, y tratamos de comprenderles. Sin embargo, cuando lo hacen nuestros hijos reaccionamos riñéndoles, dándoles consejos no pedidos, quitando importancia a lo que dicen, o dándoles la razón como a los locos. ¿Por qué son erróneas estas estrategias?

Porque las personas –y nuestros hijos son, antes que nada, personas– necesitamos ser escuchadas sin ser juzgadas. Y porque un consejo no solicitado es siempre un consejo mal acogido.

La escucha activa consiste en mostrar comprensión por los sentimientos que expresan nuestros hijos, pero sin juzgarlos ni aprovechar la ocasión para dar lecciones

Cuando explicamos que tenemos una frustración, normalmente ya sabemos lo que deberíamos hacer en esa situación. Simplemente, la emoción es demasiado fuerte en ese momento y necesitamos un tiempo para procesarla y después poder actuar. Manifestar nuestra frustración a otra persona nos permite procesar ese sentimiento y, poco a poco, recuperar fuerzas, pero si la otra persona empieza a decirnos si tenemos razón o no, y lo que deberíamos hacer, interrumpe el proceso y genera más frustración, lo que hace más difícil regularnos y poder actuar de forma positiva. Y eso ocurre, generalmente, aunque el consejo sea bueno.

En tu caso recomiendas la escucha activa, que es algo que no practicamos mucho. ¿En qué consiste esta estrategia y qué puede aportar al desarrollo de la inteligencia emocional de nuestros hijos?

La escucha activa consiste precisamente en contestar a nuestros hijos cuando nos explican sus problemas o emociones de forma empática, mostrando comprensión por los sentimientos que expresan, pero sin juzgarlos, sin aportar soluciones, y sin intentar aprovechar la ocasión para ofrecer lecciones.

Las mediaciones permiten que padres e hijos puedan resolver sus diferencias más importantes de una forma constructiva que les permita llegar a soluciones justas

Cada vez que nuestros hijos o hijas nos explican algo y nosotros aprovechamos para darles nuestra leccioncita reducimos su deseo de comunicarse con nosotros. No es de extrañar, por tanto, que tantos padres se quejen de que llegada la adolescencia los hijos se han vuelto como tumbas que no explican ni comparten nada de su vida.

Igual de importante que aprender a escuchar es aprender a dirigirnos a nuestros hijos, a comunicarnos con ellos. ¿Qué debemos tener en cuenta en ese sentido como padres para que nuestros mensajes sean efectivos?

Es importante tener en cuenta que en ocasiones es imprescindible que digamos a nuestros hijos que han hecho algo mal, o lo que deben hacer, o lo que no deben hacer. Pero debemos aprender a hacerlo, a comunicarnos con ellos, de una forma que no destruya la conexión afectiva que hemos creado, ni la autoestima del hijo o hija, ni hiera el orgullo, o transmita un mensaje de rechazo. Se trata de dar el mensaje en una forma en que el hijo o hija pueda pensar “lo siento, me he equivocado, ahora mismo lo corrijo”, en vez de que piense “qué pesado es mi padre (o mi madre). Siempre con la misma monserga. No hay quien lo aguante”.

En este sentido de aprender a escuchar y hablar, por cierto, dedicas un capítulo amplísimo del libro a la mediación. ¿Por qué es tan importante la mediación como herramienta para desarrollar la inteligencia emocional?

En las relaciones humanas el conflicto es inevitable, y probablemente necesario, pero si no sabemos resolverlo constructivamente va enrareciendo las relaciones entre las personas, que pueden acabar completamente enemistadas. Todos conocemos casos de padres que no se hablan con sus hijos, o de hermanos que hace años que ni se ven porque no se aguantan. Las mediaciones permiten que padres, madres, hijos, e hijas, puedan resolver sus diferencias más importantes de una forma constructiva que les permita llegar a soluciones justas para todo el mundo; y que ese mismo proceso ayude a acercar a los contendientes en vez de enemistarlos.

En la mediación es preciso utilizar todas las dimensiones de la inteligencia emocional (conocer las propias emociones, entender las emociones de los demás, regular las emociones, relacionarse positivamente, y desarrollar nuestra autoconfianza), por lo que es un instrumento óptimo para desarrollar la inteligencia emocional de los hijos e hijas.

Respecto a la mediación: ¿qué consejos darías a unos padres? ¿Cuándo es necesario poner en marcha un proceso de mediación, y qué aspectos son importantes para que tenga éxito?

La mediación debe producirse cada vez que dos miembros de la familia se enfadan. En el momento en que uno de ellos siente que el otro no le está respetando, incumple las normas acordadas en la reunión familiar, abusa de su posición, o pone sus intereses por encima de los del equipo, debe pedir una mediación (si no ha conseguido solucionar el problema primero hablando con la otra persona).

Lo más importante que deben recordar los padres es que la mediación es un proceso pautado de resolución del conflicto, en el que básicamente las personas se turnan para explicar el problema desde su punto de vista, y después buscan y encuentran una solución. Hay sólo cuatro normas sagradas. La primera, que la persona que habla no puede insultar, amenazar, gritar o perder el respeto a la persona que escucha. La segunda, que la persona que escucha tiene obligación de escuchar sin interrumpir, hacer aspavientos, o gestos que indiquen que no desea escuchar; es decir, de forma respetuosa. La tercera, que cuando las personas en conflicto lo consideren oportuno, o en su defecto cuando el mediador lo considere oportuno, debe buscarse de forma colaborativa una solución al problema. Y, la cuarta, que el mediador no toma partido, sólo se asegura de que las partes dialogan y respetan las normas de la mediación.

Si el mediador hace bien su papel, los miembros de la familia enfrentados llegarán a una solución mutuamente acordada, se reconciliarán, y se aproximarán afectivamente, reforzando el vínculo afectivo entre ellos, en vez de creando el germen para una enemistad futura, que con el tiempo y la acumulación de conflictos mal resueltos puede acabar siendo crónica.

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