Alicia Banderas
9 de marzo de 2021
La psicología infantil y juvenil ha sido el eje central de gran parte de la carrera de Alicia Banderas como psicóloga y divulgadora en medios de comunicación como TVE o la Cadena SER, y sus tres primeros libros (Niños sobreestimulados, Pequeños tiranos y Niños Felices) estuvieron dedicados a la comprensión de determinados comportamientos que tienen lugar durante la primera infancia. En su último libro, sin embargo, Banderas pone el foco de atención en la adolescencia y en las guerras familiares que en esta etapa provoca el uso de las pantallas. La psicóloga propone en ‘Habla con ellos de pantallas y redes sociales’ (Lungwerg) cambiar esa guerra fría por diálogo. Un diálogo que, en su opinión, parte de un esfuerzo exigible a los adultos: comprender a los adolescentes para entender así el porqué de ciertos comportamientos y el poder de atracción que ejercen pantallas y medios sociales sobre ellos. “Tenemos que saber que la adolescencia es una etapa del desarrollo en la que los niños quieren separarse de los padres para tener su propio grupo de referencia y socializarse. Es algo evolutivo y que se tiene que dar. Si la red favorece el estar conectado con amigos 365 días las 24 horas, si les permite poder expresarse con libertad con sus iguales, ¿cómo no van a querer eso los adolescentes?”, reflexiona. Esta realidad, advierte no obstante, no exime a los padres de su responsabilidad de dar ejemplo y educar a sus hijos en un correcto uso de los medios digitales.
Tu libro ‘Habla con ellos de pantallas y redes sociales’ está muy enfocado a padres con hijos adolescentes a cargo. Y lo primero que haces es sacar a la palestra todas esas frases hechas con connotaciones negativas con las que nos dirigimos a la adolescencia. ¿Por qué miramos esta etapa de la vida siempre desde ese sesgo negativo?
Porque nos asusta mucho. El adolescente es tremendamente creativo, es arriesgado, es innovador y, a veces, desafiante. Pero si la sociedad avanza es en parte gracias a los adolescentes, que nos ponen a los adultos en nuevas tesituras. Por eso siempre da la sensación de que los padres vamos un poco por detrás, por eso a veces no sabemos manejarlos y nos asustan. Y cuando algo nos asusta tendemos a ponerle una connotación negativa en vez de verlo como lo que es: una vivencia apasionante que nos puede aportar muchas cosas y que nos da la posibilidad de acompañar a los cerebros en construcción de nuestros hijos, pese a las emociones encontradas que provoca esta etapa y aunque nos pongan en tesituras complicadas.
Si la sociedad avanza es en parte gracias a los adolescentes, que nos ponen a los adultos en nuevas tesituras
Es hora de quitar las etiquetas a la adolescencia y de aprovechar lo mucho bueno que tiene.
Justo ese “aprovechar lo bueno” me viene como anillo al dedo para la siguiente pregunta: ¿qué nos perdemos de los adolescentes y de la adolescencia mirándola con esa negatividad y esa superioridad moral?
Primero nos perdemos ver a nuestro hijo o hija de manera completa, y con ello nos perdemos la riqueza que nos puede aportar y la posibilidad de establecer una comunicación positiva que nos podría dar mucha felicidad y aprendizajes. Al final proyectamos nuestros miedos e inseguridades en ellos; mucho de lo que hacen nos conecta con cosas de nuestro pasado y, como digo, acabamos por perdernos a nuestros hijos, no les miramos para saber cómo son, qué sienten, qué piensan, qué talentos tienen, etcétera, etcétera.
Cualquiera diría que los adultos y padres de hoy no hemos sido también adolescentes. ¿Tendemos a olvidar esa etapa de la vida o a quedarnos únicamente con unos recuerdos muy superficiales?
Yo creo que sesgamos. Nos quedamos con aquellos recuerdos en los que asumimos más riesgos de los necesarios y entonces los proyectamos en nuestros hijos. Y también desconectamos de esa parte positiva que tiene la adolescencia de descubrir el mundo. Si los padres dedicásemos dos minutos a recordar cómo éramos en nuestra adolescencia, eso nos pondría en otra tesitura para poder abordar la educación con nuestros hijos y nos sería mucho más fácil empatizar con ellos.
Claves para entender mejor a los adolescentes
En tu libro comentas que es importante entender al adolescente para comprender su estrecha relación con las pantallas.
Efectivamente. Nosotros, por ejemplo, no podemos gritar a nuestro hijo: “¡Es que estás todo el día conectado!” o “¡si se te diesen igual los estudios que hacer amigos!”. Tenemos que saber que la adolescencia es una etapa del desarrollo en la que los niños quieren separarse de los padres para tener su propio grupo de referencia y socializarse. Es algo evolutivo y que se tiene que dar. Si la red favorece el estar conectado 365 días las 24 horas, si les permite poder expresarse con libertad con sus iguales, ¿cómo no van a querer eso los adolescentes? También lo querríamos nosotros. La única cuestión es que, como eso entraña un riesgo, nosotros les tenemos que educar para que no caigan en peligros.
Si los padres dedicásemos dos minutos a recordar cómo éramos en nuestra adolescencia nos sería mucho más fácil empatizar con nuestros hijos adolescentes
Dicho esto, añadiré que el riesgo también es una herramienta educativa y pedagógica muy importante. Si les prohibimos todo, no les estamos ayudando a que generen mecanismos para que cuando estén en riesgo, que lo estarán, sepan manejarse. En ese sentido, de la misma forma en que los educamos en afectividad o en sexualidad, tenemos que educarles en el uso seguro y responsable de las pantallas y las redes sociales.
Y luego en la adolescencia hay otra cosa: se movilizan muchas emociones, por lo que muchas veces estar en una red social o jugar a un videojuego les ayuda a amortiguar esas emociones, lo que no quiere decir que no puedan caer en la tentación de pasar horas y horas enganchados. Es decir, tenemos que entender que ellos quieran estar pegados a las pantallas, pero a la vez tenemos que ayudarles para que hagan un uso responsable. Al final, navegar en la red es como hacer una travesía en alta mar: puedes tener avistamientos preciosos, relacionarte con gente maravillosa…, pero ese viaje no está exento de peligros e infortunios.
Explicas que las pantallas, internet y las redes sociales, tienen un grado de atracción muy grande para los adolescentes y, al respecto, comentas la importancia de explicarles el porqué de esa atracción. Entender ese porqué, ¿puede ayudarles a mejorar el uso que hacen de las pantallas?
Claro. Tienen que entender que cuando usamos una pantalla se activa en el cerebro la dopamina, un neurotransmisor del bienestar y del placer, y eso hace que nos atraigan tanto. Cuando algo nos gusta, nuestro cerebro ya lo anticipa y nos hace ir a por ese objeto que despierta nuestro placer. Hay una parte de las pantallas que es atractiva, y eso lo sabemos, pero lo más importante de todo es que la dopamina no puede gobernar sobre nosotros, sino que debe ser nuestro propio autocontrol el que se imponga. Y el autocontrol se entrena. Por eso es importante que los niños y niñas crezcan ya con ese entrenamiento hecho, porque si queremos que lo entrenen a los 14 años ya vamos tarde.
Navegar en la red es como hacer una travesía en alta mar: puedes tener avistamientos preciosos y relacionarte con gente maravillosa, pero ese viaje no está exento de peligros e infortunios
Es decir, cuando nuestros hijos empiezan a querer ver la tele en la etapa infantil, nosotros tenemos que elegir el contenido y no dejarles ante la pantalla como si fuese una niñera, promoviendo espacios cortos de exposición para que no enlacen un vídeo o capítulo tras otro hasta el infinito. Ese es un paso importante para que luego, en la adolescencia, sepan hacer un uso más responsable de las pantallas. Entiendo que esto, para nosotros los padres, es un reto. Pero claro, la tarea de educar siempre ha sido un reto.
La pregunta anterior me lleva al título de tu libro, porque se trata de entender al adolescente, pero también de hablar con ellos. ¿Tendemos a hablar, conversar y comunicarnos poco con los hijos adolescentes?
Sí, desde luego. En esa necesidad que ellos tienen de estar más tiempo con sus iguales, para probarse, para autoexplorar el mundo, para construir su identidad, muchas veces los padres tendemos a pensar que no nos necesitan. Y vaya que sí nos necesitan. Lo que pasa es que esa necesidad es diferente a como era cuando tenían dos, o seis años.
El autocontrol se entrena. Por eso es importante que los niños y niñas crezcan ya con ese entrenamiento hecho, porque si queremos que lo entrenen a los 14 años ya vamos tarde
Es muy importante la comunicación, leerles las emociones, abrir vías de comunicación para que te cuenten. Es muy sano que ellos descarguen todo lo que están sintiendo, que es mucho. Llevada esta reflexión al ámbito de las pantallas, te diría que solo si conversas con tu hijo le puedes enseñar a tener un pensamiento crítico, que yo creo que va a ser una de las competencias fundamentales del futuro.
Consejos sobre las redes sociales para padres de adolescentes
Entiendo que como padres poco podemos hacer para poner freno a ese poder de atracción. Tú hablas sobre el valor del ejemplo. Padres mirando el móvil mientras sus hijos les hablan, subiendo fotos de sus hijos a las redes… Y luego queremos que ellos cumplan unas reglas y no estén enganchados.
Es que les decimos que hagan un uso responsable cuando ni siquiera nosotros lo hacemos. Por eso también este libro no está enfocado desde la culpabilidad, sino que busca hacer asumir a los lectores que todos podemos caer en pequeños o grandes riesgos, y que de esos errores aprendemos. Pero sí, desde el mismo embarazo hay madres y padres que ya suben fotos de las ecografías, que luego exponen a sus hijos constantemente en las redes sin ni siquiera pedirles permiso, etcétera.
Es muy importante la comunicación con los hijos adolescentes, leerles las emociones. Es muy sano que ellos descarguen todo lo que están sintiendo, que es mucho
En este libro destaco la importancia de pedir permiso a los hijos, porque luego ellos van a tener una reputación digital. Si cada vez que subimos una imagen les pedimos permiso, nuestros hijos aprenderán también a hacerlo cuando tengan su móvil y vayan a subir fotos de otras personas. Ese ejemplo es fundamental.
Y otro tanto pasa cuando estás jugando con tu hijo y de repente paras el juego para hacerte una foto con él y subirla a Instagram. ¿Qué le están enseñando con eso? Que es más importante publicar lo que estás viviendo, que sentirlo. Y no, hay que enseñarles que para nuestras huellas de memoria emocional es más importante sentir y vivir las cosas que compartirlas en redes. Con eso también les estaremos enseñando que, en ese afán por exhibirse, por hacerse selfis y por publicar imágenes hay una fina línea que separa lo íntimo y lo público; una fina línea que en las redes sociales ha quedado muy diluida y que es un riesgo en una época como la adolescencia, tan marcada por el narcisismo.
En el libro también aparece la clásica pregunta: ¿le compro un móvil? Dices que es una cuestión que tiene que ser muy meditada. ¿Cuándo podemos considerar que nuestro hijo está preparado para tener su propio dispositivo?
Habitualmente el móvil suele llegar en el salto de la educación primaria a la secundaria, pero yo no creo que dependa tanto de la edad como de la madurez que muestre el niño, de su personalidad. Mi recomendación, llegado el caso, es que en principio también les demos un teléfono que no sea necesariamente el último modelo, que ni siquiera tenga datos, ni mucho menos redes sociales, porque con 12 años no las necesitan. Nos van a decir que sus amigos sí las tienen, pero no es verdad que todos las tengan. Y si alguno las tiene, tú como padre debes decidir cómo quieres educar a tu hijo.
Si cada vez que subimos una imagen de nuestros hijos a las redes sociales les pedimos permiso, ellos aprenderán a hacerlo cuando tengan su móvil y vayan a subir fotos de otras personas
Dicho esto, es importante que los padres puedan entrenar a los hijos con un móvil usado, explicarles cómo funciona, qué pueden publicar, dónde pueden entrar. Hacerles ver que cuando uno envía un mensaje no debe esperar la respuesta del otro inmediatamente; que lo que la gente expone en redes sociales tiene un sesgo y no suele ser la realidad 100%, sino solo los momentos más felices y gratificantes. Es decir, hay que ayudarles a desarrollar el pensamiento crítico, enseñarles sin prohibir, sin decirles que todo es malísimo, sino contándoles con neutralidad los pros y los contras.
Supongo que el paso de comprar un móvil debería llevar una conversación previa y alcanzar una especie de pacto familiar para el correcto uso del mismo.
Es muy probable que antes de tener su primer móvil nuestros hijos ya hayan tenido un contacto con el ordenador, con la tableta, con una videoconsola. Si ese contacto previo ya lo hemos hecho bajo un pacto sobre las horas de uso semanales o diarias, ya hemos impuesto cierto autocontrol y cierta autorregulación a nuestros hijos. Esto es fundamental, tanto para un uso correcto en cuanto a tiempo, como en lo referente al acceso a determinados contenidos. Al final no hay mejor herramienta que la autorregulación, porque todos sabemos que las apps de control parental se las saltan con facilidad.
Con un buen acompañamiento, información sobre riesgos y un pacto sobre los tiempos de conexión, los padres estarán creando una muy buena protección ante los riesgos del uso de las pantallas
Y luego hay que valorar el uso de las redes sociales, a qué juegos o videojuegos pueden jugar, interesarse por las apps y juegos que les interesan y compartirlas con ellos, porque va a ser la mejor forma de chequear lo que hacen. Con ese acompañamiento, esa información sobre riesgos y ese pacto sobre los tiempos de conexión, los padres estarán creando una muy buena protección ante los riesgos del uso de las pantallas. Eso les va a dar tranquilidad a ellos y los niños lo van a disfrutar mejor, porque no van a tener al papá ogro encima.