Ana Mera Albarracín

Farmacéutica del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona y especialista en nutrición y obesidad infantil
La obesidad infantil es un problema que se está agravando en España. Ana Mera, farmacéutica y especialista en nutrición, analiza sus implicaciones y nos explica las mejores formas de combatirla partiendo de la educación nutricional de las familias.
Ana Mera Albarracín, farmacéutica
“Nuestros pequeños consumen más del doble de azúcares añadidos de lo que recomienda la OMS, siendo las principales fuentes las galletas, el cacao en polvo y los yogures azucarados”

26 de septiembre de 2024

Los farmacéuticos, como prescriptores de cercanía, pulsan el estado de salud de la población día a día, de tú a tú. Ana Mera Albarracín lleva muchos años como consejera en este ámbito y, además, se ha especializado en nutrición y dietética, por lo que conoce perfectamente el problema concreto de la obesidad infantil. Manejando datos tan alarmantes como que nuestro país es uno de los que registra mayores porcentajes de sobrepeso y obesidad de Europa, pretende que los progenitores abran los ojos ante una realidad que, en la mayoría de los casos, no es correctamente percibida ni, por tanto, abordada.  Muchos factores influyen, pero, evidentemente, la alimentación es uno de los principales. ¿Estamos prestando atención a la dieta diaria de nuestros hijos? La familia es un pilar fundamental, pero “esta obesidad infantil comúnmente se debe a malos hábitos aprendidos en casa. Probablemente muchos adultos han perdido estos aspectos básicos de salud y de alimentación, dejándose llevar por las prisas del día a día”, sostiene la experta, que nos ofrece consejos para prevenir y combatir este problema de salud.

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La obesidad infantil sigue aumentando y España es uno de los países de la UE con las cifras más altas. Como experta nutricionista, ¿considera que el principal problema está en la alimentación de los niños? ¿Qué estamos haciendo mal?

Así es, junto con Grecia e Italia, España presenta los datos más graves de toda Europa, con prevalencias de sobrepeso y obesidad infantil cercanas al 40%. Es fundamental reconocer que la obesidad tiene un origen complejo y multicausal en el que intervienen factores biológicos, psicosociales, comunitarios y ambientales.

Por eso, responder con precisión a la pregunta de qué causa esta obesidad infantil, se nos complica. Podemos relacionarlo con los malos hábitos de alimentación a nivel familiar, como el bajo consumo de frutas y hortalizas, el alto consumo de grasas saturadas y azúcares, y también la falta de actividad física y el excesivo uso de pantallas.

Una forma de combatir la obesidad es implementar unos buenos hábitos en los primeros 2 años de vida. Esto supone promocionar la lactancia materna hasta los 6 meses y alargarla hasta el año si es posible

Si nos centramos en el consumo de azúcar, en estudios llevados a cabo en nuestro país se concluye que nuestros pequeños consumen más del doble de azúcares añadidos de lo que recomienda la OMS, siendo las principales fuentes las galletas, el cacao en polvo y los yogures azucarados. Es decir, alimentos que suelen formar parte de la dieta habitual de los niños y de cuyo alto aporte de azúcar no son muy conscientes los padres. Esto me hace pensar… ¿Sabemos lo que comen nuestros hijos?

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Los derivados lácteos, junto con los yogures bebibles o las leches fermentadas, son consumidos por el 27% de la población infantil a diario. En el polo opuesto están las bebidas refrescantes, que tan sólo las consumen un 1% de los niños a diario. Por tanto, creo que es esencial que revisemos la dieta de los niños, teniendo en cuenta tanto la composición nutricional, como otro elemento que es crítico, la frecuencia de consumo de todos los alimentos (sólidos y líquidos).

Desayunos y meriendas que contribuyen al sobrepeso en los niños

La educación nutricional es fundamental desde los primeros años de vida, como usted dice, enseñando qué alimentos se deben consumir, pero también poniendo el foco en con qué frecuencia hacerlo. Parece ser que donde cometemos más errores es en los desayunos y las meriendas, ¿está de acuerdo?

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Efectivamente, una forma de combatir la obesidad es implementar unos buenos hábitos en los primeros 2 años de vida. Esto supone promocionar la lactancia materna hasta los 6 meses y alargarla hasta el año si es posible. Es imprescindible, además, la correcta implementación de una alimentación complementaria variada y saludable a partir de los 6 meses. Si en estos 2 primeros años tanto el niño como su entorno llevan a cabo unos buenos hábitos, es muy probable que se mantengan para el resto de su vida.

Los padres nos enfocamos más en la comida y en la cena, pero no tanto en el desayuno o la merienda. Un reciente estudio de la UOC señala que solo el 22% de los niños catalanes entre 3 y 12 años consumen meriendas saludables; un 78% lo hacen con exceso de bollería, galletas, etcétera. Así, en estas dos comidas del día es donde ofrecemos opciones más azucaradas o llenas de carbohidratos, ya que suelen ser más rápidas de preparar o más fáciles de llevar a la puerta del colegio.

Es esencial que revisemos la dieta de los niños teniendo en cuenta tanto la composición nutricional, como la frecuencia de consumo de todos los alimentos (sólidos y líquidos)

Si damos a un niño unos cereales muy azucarados para desayunar no sólo afectará en su dieta, sino también en su rendimiento académico, ya que estará más irritado durante la mañana. En cambio, con desayunos donde ofrecemos proteínas y grasas saludables, como por ejemplo una tortilla francesa con pan con tomate y aceite, estarán mucho más estables a nivel emocional.

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Son muy importantes los hábitos del día a día, pero ¿qué pasa con las vacaciones, las fiestas, los cumpleaños…? Ahí es donde se suelen dar a los niños más productos azucarados y poco saludables.

Podemos aprovechar las vacaciones para compartir más tiempo con nuestros hijos y acompañarlos en sus hábitos saludables. La base de una alimentación sana no es la prohibición de alimentos. De hecho, sabemos que la restricción puede ser contraproducente, nos genera ansiedad, estrés, depresión… Si, por ejemplo, a tu hijo le gustan mucho los helados, ofrécele uno sin remordimientos, pero que esto sea una excepción y no se tome como norma general.

Insisto en que el principal problema está en el menú diario, en los alimentos poco saludables de todos los días; en la frecuencia de consumo. No en el hecho de que un niño se tome un helado en sus vacaciones, una porción de tarta en una fiesta de cumpleaños, o un refresco en una celebración familiar.

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Educación nutricional para modificar los malos hábitos 

El Estudio ALADINO 2019 muestra que el 88,6% de los padres de niños con sobrepeso perciben erróneamente el peso de sus hijos como normal. ¿Por qué “subestimamos” la importancia de la obesidad en nuestros niños? ¿Cómo podemos concienciar a las familias de lo crucial que es detectar los principales errores y cambiar los malos hábitos diarios?

En efecto, lamentablemente, los padres no estamos lo suficientemente concienciados. Seguramente esto tiene que ver con la normalización de la obesidad. Deberíamos alarmarnos, pero, en cambio, nos hemos acostumbrado a esta situación. Y mucho de esto tiene que ver con la familia, ya que esta obesidad infantil comúnmente se debe a malos hábitos aprendidos en casa.

Si, por ejemplo, a tu hijo le gustan mucho los helados, ofrécele uno sin remordimientos, pero que esto sea una excepción y no se tome como norma general

Probablemente, muchos adultos han perdido estos aspectos básicos de salud y de alimentación, dejándose llevar por las prisas del día a día. Hemos de tomar conciencia y hacerlo ya. Desde la familia, con los consejos de los profesionales sanitarios y también con el apoyo de los centros escolares, los niños tienen que aprender a comer.

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Precisamente ahora con la vuelta al cole ¿qué papel desempeña el comedor escolar en el fenómeno de la obesidad infantil?

Nuestros peques pasan muchas horas al día en el colegio. Por este motivo, la importancia de una alimentación saludable en las escuelas causa un impacto directo en la salud y bienestar de nuestros niños, y se utiliza como herramienta para combatir la obesidad infantil.

Así, el comedor escolar debe ser un lugar donde cada día los niños adquieran unos hábitos alimentarios saludables y conozcan las normas para una alimentación sana para toda su vida. De hecho, hay regulación autonómica al respecto que cuida de las comidas que los niños y niñas hacen en los colegios para garantizar que sean saludables.

¿Qué otros factores de riesgo o malos hábitos se pueden y deben modificar para evitar este sobrepeso de nuestros niños?

Deberíamos tomar el lema de: “Menos pantallas y más parque”. Los niños menores de 5 años deben pasar menos tiempo sentados mirando pantallas o en su carrito de paseo. Tenemos que recuperar que los niños vuelvan a jugar de forma activa. Y, por supuesto, garantizar las horas de sueño adecuadas, algo que también se nos olvida en muchas ocasiones y predispone a la obesidad.

Si damos a un niño unos cereales muy azucarados para desayunar no sólo afectará en su dieta, sino también en su rendimiento académico, ya que estará más irritado durante la mañana

Si nos encontramos con un niño que ya tiene sobrepeso, ¿cómo hay que reconducir su alimentación? ¿Hay que prohibir alimentos o eliminarlos radicalmente de su dieta? ¿Solo reducirlos? ¿Es conveniente ponerle a dieta?

Como hemos dicho, reconocer el problema es lo primero para abordar la obesidad infantil. A partir de ahí hay que ponerse en manos de un equipo multidisciplinar que incluya a dietistas-nutricionistas. En esta primera fase se analizan los hábitos de vida, anamnesis (edad de inicio, antecedentes familiares), examen físico (evaluación de la tensión arterial, alteraciones cutáneas…), Índice de Masa Corporal (IMC), composición corporal….

Una vez evaluado el estado nutricional y valorado el riesgo asociado al exceso de peso, toca tomar decisiones para frenar ese aumento de peso corporal. En casos asociados a factores de riesgo, se puede también considerar la opción de la pérdida de peso.

Es importante no culpabilizar a la familia o al niño, ni reprenderlos por comer tal o cual alimento, ni planificar dietas restrictivas, o que se utilice a los alimentos como premio o castigo. El abordaje implica comprometer a toda la familia para mejorar el entorno alimentario de todos sus miembros, así como promover estilos de vida activos y reducir el sedentarismo.

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