Ana Roa
29 de diciembre de 2016
A lo largo de los últimos años la educación emocional se ha convertido en la gran protagonista de charlas, libros, planes educativos, y rompecabezas familiares. La definición de este tipo de educación está ligada de forma irremediable a la de inteligencia emocional, ya que para que una persona sea emocionalmente sana es preciso que aprenda a canalizar y a manifestar las emociones. Sobre la importancia de esa gestión de las emociones y de su influencia en la formación de la personalidad del niño, habla a menudo Ana Roa –pedagoga, psicóloga infantil, y experta en educación, autora de El yo infantil y sus circunstancias (Editorial Pasión por los libros, 2015) y Vive la vida (Editorial Pasión por los libros, 2014)– a los padres que asisten a sus charlas y talleres. Ellos, los padres, son los mejores receptores de esa información ya que, como explica Ana, “tienen una oportunidad excelente de educar en emociones a los hijos”, empezando por la gestión e identificación de sus propias emociones porque, como Albert Einstein decía: "educar con el ejemplo no debería ser una manera de educar, sino la única".
Como experta en educación infantil, ¿qué papel dirías que juegan las emociones en la educación y el aprendizaje?
Un papel importantísimo. Cuando las pautas básicas válidas para la expresión del afecto no se desarrollan, los pequeños quedan atrapados en su mundo emocional. Los niños necesitan unas bases mínimas para sentirse seguros y confiados en sí mismos; una adecuada educación que fomente su inteligencia emocional les permitirá canalizar esas emociones en estado puro, reelaborarlas, y mostrarlas a los demás.
Los niños necesitan unas bases mínimas para sentirse seguros y confiados en sí mismos
¿Y qué es eso de inteligencia emocional que no dejamos de leerlo aquí y allá?
Hay una definición muy buena de Salovey y Mayer (1990) que dice que la inteligencia emocional es “la capacidad para supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, de discriminar entre ellos, y de usar esta información para la orientación de la acción y el pensamiento propios”. Cuando educamos no solamente podemos trabajar con los conocimientos, se hace imprescindible el tratamiento de la emoción para completar el proceso global de aprendizaje.
De emociones precisamente hablas en 'El yo infantil y sus circunstancias'. ¿Qué te llevó a escribir el libro?
Soy una apasionada de la educación emocional y se trata de una obra prioritariamente “de emociones”, y porque nuestro desarrollo emocional está rodeado de “circunstancias”. Cuando nacemos el autoconcepto y la autoestima no están formados, se van forjando con las experiencias de nuestra vida y con las impresiones que vamos recibiendo de las personas que nos rodean y de las situaciones que experimentamos. Este libro es atemporal, igual que también lo es mi primer libro ¡Vive la Vida!, porque los replanteamientos siempre están presentes en cada uno de nosotros y se acrecientan a medida que vamos avanzando en edad. Las competencias emocionales son pilares en la educación. Además, diría respecto a la sociedad que estamos ante una profunda crisis de valores en muchos ámbitos. El ser humano está por encima de las cosas materiales y del dinero, y parece que esto ha quedado olvidado. La empatía debería ser el motor de las relaciones humanas.
El ser humano está por encima de las cosas materiales y del dinero. La empatía debería ser el motor de las relaciones humanas
¿Valoramos los adultos el mundo emocional de los niños?
Creo que poco a poco estamos valorando cada vez con mayor intensidad la importancia de la emoción, y este hecho se ve cada vez más reflejado en la educación de nuestros hijos en el hogar familiar y en el colegio. Cada día estamos más concienciados de la necesidad de introducir contenidos de educación de inteligencia emocional en la educación de los niños.
¿En qué consiste la educación emocional?
Las emociones constituyen uno de los pilares fundamentales del ser humano, pues determinan el comportamiento y la capacidad de aprendizaje. Una adecuada educación emocional propicia el bienestar, la salud de la persona, y previene las dificultades en el desarrollo madurativo, afianzando la formación de una personalidad estable. Tomar conciencia de los sentimientos facilitará el equilibrio interno y la relación con los demás; expresar y controlar las emociones es un objetivo educativo básico para favorecer el propio proceso de desarrollo. Educar emocionalmente significa validar las emociones, empatizar con los demás, ayudar a identificar y a nombrar lo que se está sintiendo, poner límites, enseñar formas aceptables de expresión y de relación con los demás, quererse y aceptarse a uno mismo, respetar a los demás, y proponer estrategias para resolver problemas.
Las emociones determinan el comportamiento y la capacidad de aprendizaje. Una adecuada educación emocional propicia el bienestar y salud de la persona, y previene las dificultades en el desarrollo madurativo, afianzando la formación de una personalidad estable
La autoestima infantil, clave en la educación emocional
Hablas de “aceptarse a uno mismo”. ¿Cómo definirías lo que es una buena autoestima?
Una buena autoestima será aquella que se caracterice por una valoración positiva de nosotros mismos. Significa aceptar unas características determinadas, tanto antropológicas como psicológicas, respetando otros modelos. Como actitud, es la forma habitual de pensar, amar, sentir y comportarse consigo mismos; es la disposición permanente para enfrentarnos con nosotros mismos, y el sistema fundamental por el cual ordenamos nuestras experiencias. La autoestima conforma nuestra personalidad, la sustenta, y le otorga un sentido. Se genera como resultado de la historia de cada persona.
¿Por qué es importante el correcto desarrollo de la autoestima durante la infancia?
Desde pequeños vamos recogiendo experiencias de nuestro entorno, de las personas que nos rodean, de sus mensajes, de las calificaciones hacia nosotros… Por tanto, no es innata, sino que es es el resultado de una larga secuencia de acciones y sentimientos que se van sucediendo en el transcurso de nuestros días. Es la dueña de nuestros actos, porque sabe cómo somos y no podemos engañarla. Afortunadamente, hoy en día existe una consideración de la autoestima que no se contemplaba hace algunos años. Sabemos por la Neurociencia que los procesos emocionales y cognitivos son inseparables, y esto contribuye a revalorizar el concepto de autoestima y a tenerla muy en cuenta en la infancia.
La autoestima no es innata, sino que es el resultado de una larga secuencia de acciones y sentimientos que se van sucediendo en el transcurso de nuestros días
En general, ¿dirías que actualmente los niños gozan de una autoestima saludable, o nos queda mucho por hacer a padres y educadores al respecto?
Aún queda por hacer… No obstante, vamos mejorando. Poner en práctica nociones de educación emocional no solo enriquece a los alumnos, sino también a las familias y a los docentes, en cuanto a su crecimiento profesional y personal, genera comunicación, empatía, e ilusiones compartidas basadas en el diálogo y en el respeto. Algunas de las labores de la familia actual y de la escuela consisten en inculcar valores que permitan a los niños sentirse más felices con ellos mismos y con los otros, proponer alternativas que cooperen en el desarrollo de la identidad, de la conciencia emocional, la regulación emocional y, por supuesto, de la autoestima.
¿Cuáles serían las consecuencias de la falta de autoestima para un niño?
Un niño con baja autoestima desprecia sus aptitudes, tiene miedo a relacionarse, muestra pocas iniciativas, tiene miedo a los nuevos retos, tiene miedo a asumir responsabilidades, se muestra dependiente de aquellas personas que considera superiores, tiene poca tolerancia a la frustración, se pone a la defensiva fácilmente, y muestra estrechez de emociones y sentimientos. Además, la baja autoestima aumenta el riesgo de ser víctima de acoso escolar, porque el niño posee escasos recursos o habilidades para reaccionar ante situaciones comprometidas. Además, será un niño poco sociable, sensible y frágil, por lo que es propenso a convertirse en esclavo del grupo. Acata las normas que le imponen los más fuertes por miedo, vergüenza, o conformismo.
La baja autoestima aumenta el riesgo de ser víctima de acoso escolar, porque el niño posee escasos recursos o habilidades para reaccionar ante situaciones comprometidas
Profesores y padres, aliados en la gestión de las emociones
¿Es necesario un cambio de rol del profesor para lograr trabajar las emociones de los niños desde el aula?
Sin duda el modelo de las clases magistrales está agotado. Actualmente el coaching educativo puede contribuir a la mejora de la motivación del alumnado, y a la reducción del fracaso escolar. Ofrece una metodología basada en objetivos, en la que el profesor-coach acompaña al alumno, para que a través de la formulación de las preguntas adecuadas, pueda adquirir la conciencia necesaria para cuestionar sus creencias limitantes, y posicionarse en un estado emocional positivo que le enfoque hacia su objetivo.
¿De qué herramientas y recursos disponen los docentes para abordar la educación emocional?
Desde la perspectiva del docente, el coaching educativo aporta una mirada diferente, con menos juicios, más respeto, tolerancia y valoración de los demás (alumnos y otros compañeros). Igualmente, posibilita el desarrollo de competencias, como la escucha activa y la comunicación, con las que el profesor puede motivar a los alumnos para conseguir sus objetivos
Entiendo que si esto se hace en el aula, el apoyo de la familia debería estar encaminado hacia el mismo objetivo. ¿Cómo pueden los padres desde casa continuar esa línea educativa para que no haya disonancia?
Siguiendo un modelo democrático en la educación de sus hijos. En este modelo los padres son consejeros y entrenadores de sus hijos. La autoridad está fundamentada en el diálogo, las necesidades de todos los miembros de la familia se consideran importantes, padres e hijos son sujetos activos y responsables de su propio proceso educativo. Los padres en este modelo: se hacen cargo de sí mismos y de la familia, ofrecen una estructura organizada sin renunciar a la flexibilidad y a la libertad personal, dejan escoger a sus hijos entre opciones apropiadas a su edad, alientan a sus hijos a participar en la realización de proyectos y en la toma de decisiones (aunque siempre fijando ciertas reglas), y son respetuosos y respetados, aman y son amados, confían en sí mismos y en sus hijos, y se muestran sensibles a sus necesidades. Los hijos, por su parte: respetan las reglas, son disciplinados y responsables, competentes e independientes, comprenden las relaciones causa-efecto y se sienten valiosos, importantes, seguros, y merecedores de su propio respeto.
En el modelo democrático de educación, la autoridad está fundamentada en el diálogo, las necesidades de todos los miembros de la familia se consideran importantes, y padres e hijos son sujetos activos y responsables de su propio proceso educativo
Por último, ¿qué consejos les darías a unos padres preocupados por la educación de sus hijos que se interesen por la educación emocional?
La familia constituye el entorno ideal para potenciar la educación emocional. Los padres tenemos una oportunidad excelente de educar en emociones a nuestros hijos y a nosotros mismos, y así formar una buena relación emocional con ellos. Para ello, es fundamental que aprendamos nosotros como padres en primer lugar cómo gestionar e identificar las emociones, y poder así transmitírselas a nuestros hijos como modelos de comportamiento que somos para ellos. Para un buen desarrollo de la autoestima del niño en el núcleo familiar conviene recordar que el niño debe sentirse un miembro importante dentro de su familia por la forma en que se le escucha, se le consulta, se le responsabiliza, y se valoran sus opiniones y aportaciones; que debe percibir una comunicación fluida y profunda con sus padres, no sólo porque le escuchan, sino también porque comparten con él sus experiencias como adultos, su vida pasada y sus expectativas; y que necesita estar orgulloso de su familia para sentirse seguro.