Ángel Peralbo

Psicólogo y autor del libro "De niñas a malotas"
Psicólogo especializado en terapia familiar, Ángel Peralbo acaba de publicar su último libro, 'De niñas a malotas', para ayudar a los padres con hijas adolescentes a entenderlas y apoyarlas en esta difícil etapa de su vida.
Entrevista: Ángel Peralbo, psicólogo y autor del libro "De niñas a malotas"

El psicólogo Ángel Peralbo ha escrito un libro de autoayuda para padres con hijas adolescentes.

"Aunque parezca existir igualdad con los chicos, las chicas de ahora muestran sometimiento y falta de capacidad para expresarse autónomamente"

19 de septiembre de 2013

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las adolescentes europeas son más propensas a sufrir trastornos psicológicos que los varones; de hecho, a partir de los 13 años la incidencia de depresión y ansiedad es dos veces mayor entre las chicas, y también son más bajas sus puntuaciones en autoestima. Tal vez por ello, Ángel Peralbo, psicólogo clínico especializado en niños y adolescentes, y autor de Educar sin ira o El adolescente indomable (ambos de La Esfera de los Libros), haya pensado que es el momento de publicar su último trabajo, De niñas a malotas (La Esfera de los libros, 2013), un libro de autoayuda para padres con hijas adolescentes, en el que se abordan los principales problemas a los que se enfrentan las chicas hoy en día justo antes de empezar una etapa tan complicada.

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De niñas a malotas

El libro se titula De niñas a malotas, ¿qué quieres decir exactamente? ¿Y por qué un libro dedicado en exclusiva a ellas?

El título trata de expresar con un lenguaje adolescente lo que suele ocurrir en un momento evolutivo tan especial de la vida de las hijas: “el paso de la niñez a la preadolescencia”. Etapa especial por tres razones: porque el cambio resulta más abrupto que en otras etapas de la vida, que son más planas y lineales; porque suele desconcertar a las propias niñas, que pasan a verse mayores casi de la noche a la mañana; y porque los padres, muchas veces, no se pueden creer que su princesita esté despuntando de esa manera tan notoria.

La mayor proporción de chicas a partir de la preadolescencia que asisten a terapia psicológica, el hecho de que manifiesten mayores problemas de carácter emocional, como los trastornos de ansiedad o depresión, y el hecho de que esté involucrada su autoestima, una de las cuestiones fundamentales en el equilibrio de una persona a lo largo de toda su vida, me lleva a orientar a los padres en el abordaje de cuestiones que, por experiencia, suelen afectarles principalmente a ellas.

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La preadolescencia se ha adelantado a los 9-10 y este fenómeno afecta especialmente a las niñas, que ahora, también se desarrollan antes. ¿Esta realidad ha llegado para quedarse? ¿Y como lo viven y les afecta en su presente y el futuro?

Si en la educación de las niñas sigue predominando un estilo precoz de supervaloración de la imagen, de exaltación de modelos quizá más indicados para edades más avanzadas, junto con una capacidad de decisión y pretendido manejo de sus cosas muy por encima de sus posibilidades reales, estamos saltando de la inocencia infantil a la atrevida adolescencia. Y todo ello teniendo en cuenta que este fenómeno les viene grande respecto a su proceso de madurez, que en absoluto se ha adelantado.

La adolescencia y los años previos suponen una gran oportunidad para que los padres se centren en potenciar la autoestima de sus hijos

La principal repercusión es que se produce un choque entre sus posibilidades reales de entendimiento, preparación y madurez, y lo que está a su alcance, todo un mundo de oportunidades de ocio, tanto del ‘casero’: redes sociales, acceso a páginas de Internet para adultos, comunicación fuera de su ámbito conocido, etcétera; como fuera de casa, fiestas con alcohol, práctica de sexo… En definitiva, ciertas actividades de riesgo que antes se presentaban a edades más tardías, donde al menos el nivel de madurez para tomar decisiones importantes estaba algo más adquirido.

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Descríbeme, por favor, el patrón de chica adolescente en la España actual, con sus virtudes y defectos y los nuevos riesgos a los que está expuesta.

Chica que evolutívamente aún no es adolescente aunque lo parece, tanto por su aspecto físico, como por su forma de vestir, de hablar y de relacionarse con los demás, especialmente con sus iguales. Muy posiblemente lleva ya bastante tiempo oyendo la frase de: “está totalmente adolescente” y se ha identificado fácilmente con ella, de tal forma que parece que lo realza incluso.

Maduran antes que los chicos, siguen siendo algo más estudiosas y aplicadas y, al mismo tiempo, cada vez se parecen más a los chicos en el porcentaje de las que fuman tabaco, beben alcohol o consumen cannabis. Las estadísticas así lo muestran.

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Pero se da una gran paradoja: aunque pareciera existir una cierta igualdad con los chicos, en su relación con ellos se estaría produciendo una desigualdad clara, en la que ellas muchas veces muestran cierto sometimiento y cierta falta de capacidad para expresarse autónomamente.

¿Qué tópicos sobre las adolescentes convendría desterrar de una vez por todas?

Lo que en realidad deberíamos atender es a todas esas estadísticas que nos dicen que están alcanzando a los chicos en ciertas conductas de riesgo como las señaladas, y que se alejan mucho del estereotipo de chica modosita, que no ha roto un plato y que no presenta problemas de conducta más allá de chiquilladas, aunque también están aumentando las dificultades respecto a su comportamiento dentro y fuera de casa.

Las adolescentes actuales tienden a parecerse más a los modelos típicamente masculinos en consumo y conductas de riesgo

Quizá esos tópicos llevaron a generar unas expectativas que a la postre se han demostrado erróneas, y que lejos de facilitar que las chicas sean autónomas, responsables, con capacidad para decidir por ellas mismas, se han dejado llevar por modelos de consumo y de experimentación que tampoco les son propios.

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Autoestima en la adolescencia

En tu libro aparece con mucha frecuencia la palabra “autoestima”, ¿ahí es dónde empieza y acaba todo?

Ahí es donde deberíamos centrarnos, puesto que se considera el motor del equilibrio de la persona, algo con lo que cargamos de por vida y que va a mediar nuestra experiencia subjetiva por siempre. La autoestima es la que nos permitirá salir airosos, psicológicamente hablando, cuando nos enfrentemos a adversidades de la vida, decisiones difíciles, relaciones de pareja, amistades, laborales, etcétera. En definitiva, será un resorte que amortiguará aquellas cuestiones que nos amenacen o tambaleen nuestra existencia.

Pero, por desgracia, nos pasamos años de nuestra vida invirtiendo en otros aspectos, como una fantástica formación, una amplitud de posibilidades futuras, aspectos muchas veces meramente superficiales... en vez de crear, mantener y reforzar una buena autoestima, que permita que la persona aprenda a sentirse satisfecha consigo misma, sin depender de cosas o modelos externos, y sin buscar siempre una referencia fuera de sí misma.

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La adolescencia y los años previos suponen una gran oportunidad para que los padres se centren en potenciar la autoestima de sus hijos. Además de una satisfacción, será la mejor herencia que les puedan dejar.

¿El feminismo está pasado de moda entre las adolescentes? ¿Cómo explicas que las chicas estén volviendo a modelos de comportamiento que las relegan a un segundo plano con respecto a los chicos, sobre todo en el terreno de las relaciones amorosas?

Resulta paradójico que, por un lado, tienden a parecerse más a los modelos típicamente masculinos en consumo y conductas de riesgo pero, por otro, manteniendo, por ejemplo, una relación de segunda con ellos, quizá más propia de tiempos pasados y en ningún caso previsible, antes todo lo contrario, teniendo en cuenta la cantidad de reflexiones y planes que durante muchos años han pretendido desterrar estos comportamientos.

En primer lugar existe una cierta confusión por parte de las chicas. Indudablemente, desde pequeñas están sometidas a unos modelos femeninos que siguen siendo los mismos que hace años, en cuanto a imagen, moda, etcétera. Han podido cambiar las formas, pero no el fondo.

En segundo lugar, se echa en falta que durante estos años la educación no se haya centrado en aspectos importantes como su inteligencia emocional, su autoestima, el desarrollo de su capacidad para tomar decisiones por sí mismas, o su responsabilidad dentro de la familia.

En tercer lugar, hay que plantearse cómo se siguen viviendo las relaciones en casa, es decir, tanto el estilo educativo de los padres, que puede facilitar que los hijos sean autónomos o todo lo contrario, dependientes; o el estilo de relación de pareja de los padres, que muchas veces sigue reflejando una tendencia a la desigualdad.

También están sometidas a mucha presión con respecto a su imagen, otra fuente inagotable de conflictos y sufrimientos…

En este caso podría decirse que confluyen, por un lado, una tendencia en los medios, accesibles cada vez a una edad más temprana, a exhibir modelos huecos, es decir, modelos que en realidad venden formas poco realistas, pero muy apetecibles visualmente; y, por otro, un visto bueno en casa también demasiado temprano y que facilita un aprendizaje rápido y duradero, a través del cual muchos críos y crías acaban absolutamente (des) centrados en estos asuntos.

Es importante no enredarse en discusiones inútiles, que producen desgaste en los padres y más sensación de conflicto en las hijas

Una vez más saltan las alarmas que indican la importancia que tendría mejorar la imagen interna, la no necesidad de constante aprobación externa, sino la satisfacción con los aspectos y características de cada uno, como persona individual y que tiene unos encantos, muchas veces escondidos tras capas de maquillaje o modas variopintas. Si bien es cierto que los adolescentes necesitan ciertos rasgos de identificación con sus iguales, también lo es el hecho de que comienzan a hacerlo desde peques, cuando aún no están en proceso de identificación personal, y lo hacen hasta mucho después, cuando ya deberían de haberlo conseguido.

Firmeza y afecto: claves para tratar con una adolescente

Redes sociales y chicas adolescentes, origen asimismo de infinitos problemas. ¿Tienen la madurez suficiente para usarlas? ¿Qué pautas recomendarías seguir en este tema?

La madurez se adquiere poco a poco y siempre que se den aspectos básicos, como el momento evolutivo y las oportunidades para ello. Al igual que el desarrollo del pensamiento abstracto o un determinado nivel de comprensión alto y adecuado, requieren de una edad necesaria para ser adquiridos, la madurez para poder acceder a ciertos inventos accesibles para los críos hoy en día, necesitará su momento. Y lo cierto es que una vez más podemos decir que nos vamos anticipando y ciertas herramientas les vienen grandes, tanto a los menores, como frecuentemente a los padres.

En el uso de las nuevas tecnologías y, particularmente, las redes sociales, están implicados ciertos procesos de comunicación, de expresión, de manejo de las intenciones del interlocutor, de manejo de los propios sentimientos y los que ellos pueden provocar, que exceden la preparación de muchos menores.

Para los padres es importante:

  • Ayudarles a elegir las redes sociales propias para su edad, tipo de comunicación, contenidos, edades de los interlocutores, etcétera.
  • No permitir el acceso temprano a redes abiertas en las que desconozcamos a los interlocutores, sino centrarse en las que congregan a los amigos.
  • Ejercer un control temprano a través del cual los adultos guíen a los menores y se aseguren de un correcto manejo de la herramienta.
  • Ir progresivamente dejando ese control según vayan los menores demostrando un buen uso de las redes sociales.
  • Asegurarse de que no están todo el tiempo conectados, lo que les impediría centrarse en otras actividades, quizá menos atractivas pero sin duda más importantes, como las relacionadas con sus obligaciones de casa o estudio, pero también otros tipos de ocio necesario, como salir a jugar con las amistades o juegos movidos y al aire libre.
  • Estar al tanto de los posibles problemas que puedan surgir, dado que son muchos los menores que a través de las redes experimentan problemas con sus amigos u otras personas, del tipo de acoso, desprestigio, o discusiones interminables que viven con mucha intensidad.

Como padres, ¿es posible mantener una buena relación, o al menos, normalizada, con una hija adolescente? ¿Cómo se logra?

Es posible en todos los casos y lo primero que hay que plantearse es la capacidad de acompañar el proceso de cambio de los adolescentes, con un cambio por ellos mismos (los padres). Quizá haya que poner en revisión los planteamientos básicos sobre los que se apoyaba la relación con las hijas: cómo se dirigían a ellas, para qué tipo de cuestiones, qué esperaban de aquellas, etcétera, y empezar a desarrollar una relación más acorde con lo que la adolescente espera y, sobre todo, con lo que necesita. Y hay dos cuestiones básicas: firmeza, porque es cuando más se desorientan, y afecto, porque es cuando más lo necesitan.

Hay que intentar proporcionarles comprensión, aunque no se esté totalmente de acuerdo con sus opiniones, pero será una forma de que se sientan comprendidas y respetadas y, además, reforzará su autoestima. Tampoco se les evitará escuchar la opinión contraria, pero será necesario ser menos directos que cuando son peques, con el fin de no crear un rechazo que puede abrir las puertas a la incomunicación.

En el uso de las redes sociales están implicados ciertos procesos de comunicación, de manejo de las intenciones del interlocutor y de los propios sentimientos, que exceden la preparación de muchos menores

Será importante no entrar en su mundo de respuestas negativas de frustración y enfado, tratando de no enredarse en discusiones inútiles, que muchas veces lo que producen es desgaste en los padres y más sensación de conflicto en las hijas.

Permanecer al lado aunque un paso atrás respecto a la posición de antes. Querer seguir estando en primera línea les genera a las adolescentes la sensación de tener constantemente encima a los padres, dirigiéndolas permanentemente o preguntando a cada momento.

Y finalmente, entendiendo la adolescencia como una etapa pasajera que, a pesar de las preocupaciones por lo riesgos propios de la edad, de las discrepancias que abundan, o de los cambios bruscos que se producen, acaba en normalidad absoluta, por lo que sería impropio que se rompiera el afecto y el cariño, la seguridad y la confianza y, sobre todo, los lazos familiares que deberían de estar por encima de cualquier adversidad.

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