Dr. Jesús Garrido
26 de mayo de 2016
El Dr. Jesús Garrido, un profesional de la pediatría, creador de MiPediatraOnLine.com, un blog de divulgación de la salud infantil dirigido a los padres y madres, acaba de publicar su libro Crianza respetuosa (Oberon 2016), en el que hace un repaso a los dos primeros años de vida del niño, aclarando las principales dudas que les pueden surgir a los padres (alimentación, sueño, afecciones más frecuentes…) para que disfruten de la crianza de sus hijos de la forma más natural posible. Porque, como afirma el Dr. Garrido, “lo más importante es que sean conscientes de que en esto, como en cualquier otra área de la vida, no van a ser perfectos, ni falta que hace, porque nadie ha tenido un padre y una madre perfectos y todos estamos aquí”. Según este experto, lo fundamental es que los progenitores cubran las necesidades del niño, pero velando también por sus propias necesidades, que son legítimas, por lo que “no deben poner al niño como único centro de la crianza en forma de sacrificarlo todo por él porque, si lo sacrificas todo por él, ¿qué le das? Y añade que “en una familia, o todos están bien, o todos están mal, y el bienestar de una familia no puede basarse en el sacrificio constante de uno de sus miembros, o de ambos padres, sino que hay que buscar un equilibrio y ser muy flexible”.
Generalmente, en cuanto alguien decide tener un hijo suele comenzar a leer o a ver programas y vídeos sobre embarazo y crianza, ¿crees que es conveniente informarse tanto, o se puede perder un poco de naturalidad?
Es conveniente hacerlo, pero también hay que tener claro que no todo es congruente y que tiene que haber un filtro; siempre hay que seleccionar. Es un poco inevitable querer tener mucha información, pero al final acabamos seleccionando, o viendo qué es lo que nos encaja mejor a nosotros. Y todos los que generamos contenidos de este tipo también tenemos que saber que hay gente a la que un enfoque le encaja mejor que otro.
Y también es cierto que se puede perder algo de naturalidad, y yo por ejemplo cuando se habla de algunos temas como estimulación precoz en bebés sanos considero que es un error, porque un bebé sano que no tiene ningún problema específico no necesita ningún tipo de estimulación precoz, y lo que debemos hacer es disfrutar un rato con él. Además, una de las cosas que creo que hay que diferenciar es lo que pensamos que vamos a hacer antes de que nazca el niño, y lo que vemos que es posible hacer cuando ya está aquí, porque el problema fundamental con el que se encuentran los padres al principio es de intendencia, ya que un bebé necesita muchísima atención, y el tiempo que podemos sacar de ese día a día para poder dedicarlo a otras cosas que no sean cubrir sus necesidades básicas es muy poco. Hay que ser realistas, y que aprenda a leer pronto, por ejemplo, con dos años, no es tan importante como la formación afectiva y disfrutar de él con más naturalidad. Depende también del planteamiento de cada padre; para algunos a lo mejor tener un hijo supone sacarle el mayor rendimiento posible, mientras que otra gente se plantea que tener un hijo es una responsabilidad, sí, pero que lo importante que van a aportarle a ese niño es transmitirle lo que son ellos mismos, y no tienen que dejar de ser padres para transformarse en coach financieros. Y una de las cosas en las que se centra el libro es precisamente que no hablo de crianza con apego, sino de crianza respetuosa. Yo apoyo la crianza con apego y entiendo lo que es la crianza natural, pero creo que nos estamos pasando un poquito porque estamos encorsetando el día a día de los padres y de los niños y generando un sentimiento de culpa, y lo que tenemos que entender es que las circunstancias de cada familia son muy diferentes, y los objetivos que debemos tener con un niño es que se críe de la forma más sana posible, no que consiga leer a los dos años, o que maneje un ábaco con 18 meses.
¿Qué consejo les darías a unos padres primerizos para que disfruten de la crianza de su hijo sin obsesionarse con la idea de si lo estarán haciendo bien o mal?
Creo que todos los padres se tienen que formar, porque no nos han enseñado a ser padres, y aunque parezca que cualquiera sepa cómo se hace, cuando te encuentras en la situación real estás ‘más perdido que un pulpo en un garaje’. ¿Qué es lo que pasa cuando buscas información? Pues que el filtro que hay que aplicar es preguntarse si cuando empiezas a leer algo te sientes cada vez más agobiado y más culpable, o si te libera y te tranquiliza. Porque si me libera y me tranquiliza es que me está proporcionando información útil, me está permitiendo que entienda mejor lo que le pasa a mi hijo y que, por tanto, no me agobie. Si lo que estoy leyendo me genera sentimientos de culpa o me hace sentir que todo lo puedo hacer mal, y que esta puede ser la mayor catástrofe en la historia de la humanidad, debo dejar de leerlo, porque lo que va a conseguir es hacerme daño a mí y a mi hijo. Este filtro es importante, porque incluso aunque no busques información te llueven los consejos, y en cuanto nace el niño todo el mundo sabe cómo se cría y quiere decirte cómo tienes que hacer las cosas. Y debemos desarrollar también una actitud muy crítica; yo suelo decir que hace falta el ‘canal de supervivencia de los padres novatos’, que consiste en un conducto que pasa de oreja a oreja de forma directa sin dejar ningún poso, salvo que el consejo vaya acompañado de una explicación que te parezca razonable. Y creo que ese es el filtro fundamental. Si alguien te dice esto es así porque sí, o porque yo tengo muchísima experiencia y punto…, tienes que desecharlo, y al que tiene la deferencia de darte un consejo pedirle que por lo menos te explique el porqué de forma concreta, porque si no lo hace se debe a que la mayoría de las veces no existe una razón que justifique sus argumentos, y el consejo se basa en mitos, perjuicios, costumbres, cosas que ha oído y que sobredimensiona cuando las recuerda… Suele producirse un bombardeo constante de este tipo, y en el medio se encuentran los padres con su hijo, que necesitan tener criterios claros a los que poder atenerse, pero siempre con explicaciones comprensibles, que no pueden ser evidencias científicas; no me vale que me diga que en el 99,9 por ciento de los niños esto es lo mejor, sino que me explique la razón, para que yo entienda por qué hacer otra cosa a mi hijo le perjudicaría y hacer esto le va a beneficiar, y si no es capaz de explicármelo no me sirve.
Hay que desarrollar una actitud muy crítica; yo suelo decir que hace falta el ‘canal de supervivencia de los padres novatos’, que consiste en un conducto que pasa de oreja a oreja sin dejar ningún poso, salvo que el consejo vaya acompañado de una explicación razonable. Y creo que ese es el filtro fundamental.
Dices que cada niño es diferente y tiene sus propios mecanismos para adaptarse a los cambios, que son los que hay que apoyar en el seno de la familia. Cuando hay más de un hijo, ¿eso significa que hay que criar y educar a cada uno de ellos de acuerdo a sus peculiaridades?
Es que no hay otra forma de hacerlo. Yo tengo la experiencia de haberme criado en una familia de siete hermanos, ¿y crees que mis padres trataron igual al primero que al último? Imposible, entre otras cosas, porque mis padres fueron evolucionando como padres, y el tiempo que tenían para dedicarle, por ejemplo, al primer hijo, no era el mismo que tenían para dedicarle al séptimo, y además ya había otras personas implicadas porque los hermanos mayores colaboraban en el cuidado de los más pequeños. Es imposible que haya dos crianzas exactamente iguales, y pretender que hay una única forma de criar a un niño es generar una ansiedad injustificada, porque gracias a que existe esa variabilidad todos somos diferentes, pero esto es positivo, porque permite que nos adaptemos a circunstancias cambiantes; si todos estuviéramos troquelados con exactamente la misma forma de ser no sobreviviríamos, porque estamos viviendo en un mundo que cambia. Precisamente esa variabilidad y esa capacidad de adaptarse es lo que nos permite la supervivencia, y eso no es algo negativo, sino positivo.
Es imposible que haya dos crianzas exactamente iguales, y pretender que hay una única forma de criar a un niño es generar una ansiedad injustificada, porque gracias a esa variabilidad todos somos diferentes, lo que permite que nos adaptemos a circunstancias cambiantes y nos ayuda a sobrevivir
Y el hecho de pertenecer a una familia numerosa, ¿te ha influido para elegir tu profesión y para tener una visión más amplia sobre la crianza?
Para elegir la profesión en parte, por ejemplo, siendo el tercero de siete hermanos yo disfruté mucho de mis hermanos menores. Y cuando unos padres vienen a la consulta y los niños empiezan a liarla un poco y ellos se ponen nerviosos, les digo ‘pero si me he criado con seis hermanos, ¿tú crees que me va a poner nervioso a mí el niño? Tendría que moverse mucho…’ Claro que influye, y en la forma de criarse, sobre todo porque cuando tienes muy pocos modelos con los que comparar a veces sí que es mucho más rígido, pero en mi caso hay tantos modelos de conducta diferentes… Y cuando hacemos una reunión familiar me encuentro con que las posturas de mis hermanos en política, o en cualquier otro tema del que quieras hablar, son totalmente contrarias. Esto hace que te des cuenta de que los extremos nunca son la solución, que siempre hay maneras de pensar diferentes, y que además muchas veces son amoldables las unas a las otras y permiten la convivencia sin necesidad de radicalizarse.
El cólico del lactante es una entelequia
Dedicas un apartado al temido ‘cólico del lactante’, y aseguras que no existe como tal, ¿por qué crees entonces que se produce este llanto inconsolable?
La definición científica del cólico del lactante es la regla de Wessel, que dice que se produce en el caso de niños menores de tres meses que lloran más de tres horas al día, más de tres días por semana, sin estar enfermos. Y eso no existe como tal, no dice absolutamente nada; es una regla nemotécnica para residentes de pediatría, pero cuando definimos una enfermedad tenemos que decir cuáles son las causas, cuáles son los síntomas, cómo evoluciona, cuál es el tratamiento en función de cuál es la causa… ¿Es verdad que el cólico solo aparece hasta los tres meses? No. ¿Es verdad que lloran tres horas al día? Pues el hecho de que el bebé llore 2 horas y 45 minutos o tres horas y media, y dos días una semana y otra cuatro, no significa que no tenga cólico. Se trata de reglas nemotécnicas que se han convertido en un ‘cajón de sastre’, donde se mete a los pacientes cuando no tenemos una explicación mejor, así que yo llegué a la conclusión de que lo que me habían enseñado sobre el cólico del lactante no me servía y empecé a investigar y a plantearme simplificarlo. El niño llora mucho, mucho más que la mayoría de los niños, ¿por qué? Y al final las únicas razones por las que puede llorar un bebé son: a) porque tenga dolor, y b) porque tenga una necesidad que no se está cubriendo de forma adecuada. Y existen determinados cuadros que pueden tener los niños en las primeras fases de adaptación, como una intolerancia a la lactosa, un pseudo estreñimiento del lactante, el reflujo gastroesofágico, ciertas formas de ser de los niños que puedan tener un poco más marcadas, como bebés de alta demanda… Y también se pueden producir ciertos fallos en la forma en que suplimos sus necesidades, por ejemplo, pautas rígidas de alimentación que no se adapten a las necesidades del niño, no proporcionarle los estímulos que necesita…, y me he dado cuenta de que al final son un grupo muy limitado de causas que te encuentras en todos los niños con cólico agrupadas, de dos en dos, de tres en tres, en algunos niños cinco o seis causas, pero siempre hay motivos para que el niño llore. Y lo que ocurre si tratas todas las causas que tiene ese niño para llorar es que el paciente mejora, y no tres meses después, sino que mejora en una o dos semanas.
El niño llora mucho, mucho más que la mayoría de los niños, ¿por qué? Las únicas razones por las que puede llorar un bebé son: a) porque tenga dolor, y b) porque tenga una necesidad que no se está cubriendo de forma adecuada
¿Y cómo se comprueba qué es lo que le pasa, sobre todo si se juntan varias causas?
Se trata de tener claro cuáles son las causas más frecuentes por las que esto puede ocurrir, y saber identificarlas y tratarlas. Yo por ejemplo cuando veo a un niño con cólico del lactante -y esta mañana he visto a varios-, tengo una sistematización de las preguntas que debo hacer a los padres porque conozco los cuadros que con más frecuencia aparecen en estos casos, y que son los que he mencionado. La causa más frecuente, por ejemplo, es una pauta de alimentación rígida que hace que el niño coma con ansiedad y se llene de gases y le duela la tripa. ¿Qué le pregunto a los padres? Cada cuánto tiempo le están dando las tomas, si come con ansiedad, y cuál es el tiempo máximo que le dejan sin comer. La segunda causa frecuente es el reflujo gastroesofágico, que no aparece cuando el niño nace, sino a lo largo de las primeras semanas de vida cuando empieza a producir ácido en su estómago paulatinamente y produce más ácido de la cuenta. Y en esos niños lo que notamos es que interrumpen las tomas arqueando la espalda, que es algo que antes no hacía, y cuando lo tumban llora y al incorporarlo se calla, y además hace muecas de asco porque le viene el reflujo hacia arriba. También tiene la lengua blanca, y una tosecilla como si hubiera algo que le irrita la garganta. Esas son las características del reflujo. Los niños con alergia a las proteínas de la leche de vaca pueden tener dermatitis atópica, y molestias de barriga que van aumentando a lo largo del día, conforme van alimentándose y tomando más cantidad de leche. La intolerancia a la lactosa provoca muchos gases, la caca está verdosa, el culito irritado… Y si es estreñimiento del lactante, el niño cuando nació hacía caquita regularmente, y de repente empiezan a pasar los días sin hacer y con la barriga cada vez más hinchada y con molestias, y le cuesta trabajo relajar el ano; al principio no tenía fuerza, y va cogiendo fuerza y llega un momento en que le cuesta hacer y va empujando, y la presión puede hacer que le duela la barriga. Estas cosas se pueden combinar entre sí, y además se pueden potenciar, de forma que si un bebé tiene alergia a las proteínas de la leche de vaca, eso puede empeorar el reflujo, porque la irritación que las proteínas de la leche de vaca le están produciendo hace que tenga un nivel de estrés superior que aumenta la producción de ácidos en el estómago. Todas estas cosas son identificables, pero hay que saber qué es lo que estamos buscando.
¿Y todos estos trastornos se pueden tratar en bebés tan pequeñitos?
Todas son tratables, incluido el reflujo. Esta mañana he visto tres pacientes, que gracias al tratamiento, y en menos de una semana, la impresión de los padres es que su hijo ha cambiado totalmente, que era un niño que sufría y ahora es un cascabel. Y además eso es importante porque un niño con reflujo que no se trata interrumpe las tomas porque le duele, y si esa situación se mantiene en el tiempo y no se trata, el niño va a tener una mala relación con la comida y con el sueño, que se puede mantener durante años. Hay soluciones para el cólico que se basan en tranquilizar al bebé, quitarle el dolor, y punto. Y eso no me vale, porque estamos perdiendo la oportunidad de conocer mejor a nuestro hijo, y dejando de abordar unos problemas que son reales, y que si no se tratan pueden tener una repercusión importante en el bienestar del niño durante los próximos meses y a largo plazo. Por eso es clave establecer un diagnóstico diferencial en vez de quedarnos con que es una entelequia que se llama cólico del lactante. Me refiero a que al final el cólico del lactante no existe, es una entelequia que hemos inventado y que no responde a ningún cuadro real. Un niño con cólico tiene una o varias patologías, porque el niño que llora tres horas diarias y tres días por semana o está enfermo, o tiene una necesidad que no hemos cubierto bien. Y otro ejemplo es el niño al que los padres se niegan a dar estímulos porque les dicen que lo están mal acostumbrando si lo cogen en brazos, y cosas por el estilo. Lo que tenemos que hacer es no conformarnos con la etiqueta de cólico del lactante y escarbar un poquito para descubrir cuáles son las causas. Y, si las tratamos, tiene solución, y además eso nos permite conocer mucho mejor a nuestro hijo y diagnosticar de forma precoz unos problemas que hay que tratar porque en caso contrario tienen repercusión a largo plazo.
Es clave establecer un diagnóstico diferencial y descubrir cuáles son las causas del cólico del lactante, porque si las tratamos tiene solución, y en caso contrario puede tener repercusión a largo plazo
¿Y en algunos casos la causa del cólico también puede solucionarse sin un tratamiento?
Hay reflujos que sí ceden de forma espontánea, e incluso hay cólicos del lactante que mejoran porque se deben a una alergia leve a las proteínas de la leche de vaca, y si el bebé continúa tomando esta leche con el tiempo se vuelve tolerante. Y con el reflujo y el estreñimiento sucede lo mismo, que se producen en una fase de adaptación inicial, que es transitoria, en la que el niño está experimentando cambios muy rápidos, por lo que si no se trata, en algunos casos sí acaba mejorando, pero ya le ha podido dejar al niño una impronta, como decía antes, que implique el rechazo de la alimentación o el rechazo de la posición de tumbado. Por eso es importante que diagnostiquemos esos trastornos y así le podemos poner solución antes, sobre todo porque el cólico tiene otra implicación bastante importante, y es que a la mayoría de los padres les produce la sensación de que son incompetentes en el cuidado de su bebé. De hecho, alguna de las explicaciones que se suelen dar es que ‘es porque tú te pones muy nervioso y le transmites los nervios al niño’; y eso es una patochada que te hace sentir que como padre eres un incompetente, y te resta seguridad. Y encima es mentira. Lo que está fallando ahí no son los nervios de la madre o del padre, sino la capacidad de diagnóstico del profesional que te dice eso.
Sueño y alimentación del bebé
En el libro dedicas varios capítulos al sueño del bebé. ¿Qué pautas se deben seguir para acostumbrar al niño a dormir solo sin disgustos ni traumas?
El tema del sueño es uno de los campos de batalla. Tenemos por un lado a Carlos González y a Rosa Jové defendiendo que el colecho es la opción, sin más; y luego tenemos en el otro extremo a Eduard Estivill diciendo que eso es una barbaridad, y que lo que tiene que hacer el niño es aprender a dormir. A mí me hace gracia porque me pregunto por qué somos tan extremistas, y no nos damos cuenta de que el bebé es un ser adaptativo, que tiene una primera fase en la que todos –del primero al último– hacen colecho, porque no se trata de dónde se queda una vez que está dormido, sino de dónde se duerme, y todos se duermen en contacto directo con sus padres mientras están siendo alimentados, porque al principio tienen dos necesidades básicas: comer y dormir. Y hasta que no acaba de comer, no se duerme, pero en cuanto acaba de comer se ha dormido, y por eso todos empiezan haciendo colecho, y todos acaban durmiendo solos; más tarde o más temprano, todos lo hacen, con lo cual lo único de lo que podemos hablar es cuál es el momento en el que podemos hacer esa transición, y si esperamos a que se produzca de forma espontánea, o intentamos que se produzca antes de lo que lo haría el niño por sí solo.
¿Y eso de qué depende? Pues depende de una cosa muy simple, de que todos descansemos, y si toda la familia descansa, no hay que hacer nada pero, ¿qué sucede si no descansamos todos?, pues que tenemos que buscar una alternativa. Porque el niño no es un ser vivo que se encuentra solo en el Universo, sino que está conviviendo con nosotros, y si nosotros no descansamos adecuadamente, ¿qué versión le estamos ofreciendo al niño de sus padres? Una versión, como yo digo, de ‘zombi cabreado’. Si esa versión se puede mejorar sin que al niño le suponga una alteración importante, claro que tenemos que buscar una solución. El problema es que cuando la alternativa que se le plantea a los padres es ‘esto se arregla dejando llorar al niño en la cuna, primero cinco minutos, diez minutos, 15, media hora, o una hora’, la mayoría de los padres no están dispuestos a seguirlo. Y yo ahí me río un poco del método Estivill porque, aunque sea un método de los años 50, ¿de verdad no le has podido echar más imaginación y la única forma de que un niño aprenda a dormir solo es dejarlo llorar? Vamos a reconocer que es cierto, que funciona. Sea por agotamiento, o por sustracción, o por lo que sea, el resultado es que aparece un mecanismo que no existía en el cerebro del niño, que es la capacidad de pasar de estar despierto a estar dormido él solo en su cuna. Y a partir de ahí puede utilizarlo.
Funcionar, funciona; ahora, ¿puedo conseguir eso mismo sin dejar a mi bebé llorar en la cuna con lo que eso supone para mi hijo y para mí? Claro que sí. ¿Cómo se puede conseguir? Lo primero es eliminar las peleas para dormirse. El niño no se tiene que dormir a la hora que yo quiera, sino cuando tiene sueño; si yo me llevo a mi hijo a la habitación y me tiro una hora agitando al niño en brazos para que se duerma, es que lo estoy haciendo mal, porque lo que el niño está demostrando cuando no se duerme es que necesita más estímulos, ¿y no es más razonable que lo tengas una hora en el salón jugando, y cuando de verdad esté agotado te lo lleves al dormitorio, que tirarte a oscuras en el dormitorio una hora bailando al niño para que se duerma? Sobre todo porque así estás haciendo que el niño asocie el dormitorio con un sitio donde no va a dormir, sino a pelearse contigo. Así que el primer paso es evitar estas luchas.
Para conseguir que el bebé aprenda a dormirse solo lo primero es eliminar las peleas; el niño no se tiene que dormir a la hora que yo quiera, sino cuando tiene sueño
Segundo paso, yo puedo conseguir que el niño aprenda a dormir solo sin dejarlo llorar pero, si lo consigo, el ritual de sueño dependiente que él tenía no desaparece, sino que retiene dos, el nuevo, y el que tenían antes, y va a escoger, por eso es importante que esté en su propio dormitorio. Y en tercer lugar, y para conseguir el cambio, lo que tengo que hacer, si por ejemplo le das el pecho, hacerlo en la habitación del bebé, y cuando el niño tenga sueño de verdad, lo pones al pecho hasta que veas que está a punto de quedarse dormido pero todavía no ha cogido el sueño del todo, y en ese momento pruebas a echarlo en la cuna. La primera vez que lo intentas el niño no se va a dormir, sino que va a abrir los ojos como platos. Y en este punto es donde cambia con respecto al método Estivill, que dice que lo dejes llorar en la cuna. No, no lo dejes llorar en absoluto, porque si lo haces el pequeño se va a activar y va a pasar un mal rato, y tú vas a pasar un mal rato también. Así que si no se queda tranquilo en la cuna, tienes que volver a cogerlo y ponerlo al pecho e intentar que vuelva a tranquilizarse, y cuando veas que está a punto de quedarse dormido le echas de nuevo en la cuna, y así una vez, y otra, y otra, hasta que consigues que se duerma. Cuando lo logras lo que has hecho es abrir un circuito en su cerebro que le permite pasar de estar despierto a estar dormido él solo en la cuna, y a partir de ahí cuando se despierte por la noche ya es capaz de volver a dormirse solo, y empezará a coger esa vía alternativa. Esta solución le funciona a montones de padres. No le hemos dejado llorar, pero tampoco somos un par de zombies cabreados que están pasando una noche tras otra sin descansar.
Cuando hablas sobre la alimentación del bebé insistes en que no se le obligue a seguir comiendo cuando no quiere más. Para despejar dudas sobre este tema de una vez por todas: si un niño está sano, ¿eso significa que come lo necesario aunque a sus padres les parezca poco?
Pues claro. ¿Cómo es posible que un niño esté activo y sin parar y que pensemos que está comiendo poco? ¿De dónde saca la energía? En los países desarrollados no vemos niños que se mueran de inanición, lo que vemos fundamentalmente son niños que no comen en el momento que los padres querrían, la cantidad que los padres querrían, y el tipo de alimentos que los padres querrían. Y la mayoría de las veces el problema no es del niño, porque ¿cómo decide un padre o una madre la cantidad que le pone en el plato a su hijo? Con el método científico que consiste en ‘hasta que yo creo que es bastante’. Las cantidades, además, son absurdas desde el primer día, porque ¿qué cantidad necesita para alimentarse adecuadamente un ser vivo? Pues depende de las condiciones en que se desarrolle ese ser vivo en concreto, y puede haber dos niños que coman exáctamente la misma cantidad, y que uno de ellos gaste mucha más energía o absorba peor los nutrientes; eso varía. E incluso pueden variar las circunstancias del mismo individuo, que hoy pueden ser de una manera, y mañana de otra.
Generamos una mala relación de los niños con la comida porque nos empeñamos en que coman unas cantidades que no son las que necesitan. Y, además, para conseguir que coman esa cantidad, alteramos la variedad y les damos aquello que sabemos que les gusta más
Y nosotros no somos capaces de calcular todos esos factores que influyen en la cantidad que un niño necesita en cada momento, pero los niños vienen con una calculadora en su cerebro que lo integra todo, y lo resume en una instrucción tan simple como ‘tengo hambre’ / ‘ya no tengo hambre’. Y mientras no tengamos una demostración de que esa calculadora que trae el niño de serie no está funcionando, o tengamos una forma mejor que esa de conocer sus necesidades, no podemos llevarle la contraria, porque estamos generando problemas imaginarios.
Entonces, ¿hay que hacer caso al niño, y no insistir si no quiere comer más?
Exactamente. ¿Qué puede ocurrir, que ha comido poco? Pues lo que puede pasar es que dentro de media hora quiera comer más, y ya está. El problema fundamental, como decía antes, es que en primer lugar generamos una mala relación de los niños con la comida porque nos empeñamos en que coman unas cantidades que no son las que ellos necesitan. Y, segundo, que para conseguir que coman esa cantidad, lo que hacemos es alterar la variedad, y empezamos a darle aquello que sabemos que al niño le gusta más, o aquello que sabemos que engorda más porque nos preocupa el peso que tiene. Y acabamos teniendo una mala calidad en la dieta, con una variedad que es escasa, y además distorsionando la relación del niño con la comida y haciendo que se transforme en una moneda de cambio que le sirve para conseguir ciertas cosas, una forma de hacer chantaje, mientras que la comida solamente tiene que ser la forma en la que conseguimos una dieta equilibrada.
¿Qué opinas de los movimientos anti-vacuna, y por qué crees que han proliferado después de tantos años en los que se ha demostrado su efectividad y capacidad para salvar vidas?
Creo que las instituciones sanitarias tienen una política de comunicación penosa. Voy a poner un ejemplo: vacuna de Bexsero (la de la meningitis B), pues la política de vacunas en este país se puede resumir en lo que ha pasado en los últimos meses con este fármaco. El 1 de octubre de 2015 el Ministerio de Sanidad emitió un comunicado informando de que se iba a poner a la venta la vacuna de Bexsero contra la bacteria que produce la meningitis B, y sobre la que había mucha polémica sobre si se ponía o no se ponía en venta. El mismo día que anuncian esto dicen que se va a poner también en el calendario vacunal Varivax, una vacuna que habían retirado cuatro años antes, ¿y de qué explicación va acompañado ese cambio tan radical? De ninguna. ¿Cuál es el resultado? Esta vacuna se puso a la venta en octubre de 2015, estamos a finales de mayo de 2016 y sigue habiendo carencias porque no informaron ni siquiera a la empresa productora, y tarda en producirse nueve meses, por lo que aunque esa empresa al día siguiente comenzara la producción que surtiera al mercado español, hasta nueve meses después no va a haber vacunas suficientes para suplir la demanda. ¿Por qué hicieron eso? Porque faltaba un mes para las elecciones, y había mucha gente que estaba criticando el que no se pudiera vacunar de una enfermedad que era potencialmente mortal aunque fuera muy poco frecuente. Eso es una política que evidentemente es discutible en las formas, y al ser discutible en las formas hay mucha gente en la que se crean reticencias y sospechas sobre posibles intereses más allá de la salud de los niños. Cuando además hay gente que directamente va en contra de las vacunas, por prejuicios, o porque es su forma de ser antisistema, les facilitan las armas. Lo que tienes que hacer si quieres defender de verdad el sistema de vacunación y las ventajas de las vacunas, que son evidentes porque es uno de los pilares en los que se ha basado la reducción de la mortalidad infantil, es mejorar la política de comunicación, porque o se mejora, o se está dando un hueco a que aparezcan comunicaciones diferentes, que por lo menos explican las cosas, aunque luego en el fondo si eres profesional te des cuenta de que no tiene base, pero se están molestando en dar explicaciones.
Para defender de verdad el sistema de vacunación y las ventajas de las vacunas, que son evidentes porque es uno de los pilares en los que se ha basado la reducción de la mortalidad infantil, hay que mejorar la política de comunicación de las autoridades sanitarias
Con respecto al uso de fármacos, decir que los niños pueden utilizar tantas medicaciones como un abuelo de 80 años con varias patologías no está justificado, pero el extremo contrario tampoco. Es decir, el extremo de dejar a un niño con dolor creciente por no darle una medicina que le puede calmar porque el dolor que tiene no le va a matar, no es grave, y se le va a acabar quitando solo, no justifica que el niño pase una mala noche, porque los medicamentos no solo sirven para curar, también sirven para aliviar, y hay que encontrar un equilibrio. El problema es que la gente se va a los extremos. El equilibrio es que hay motivos por los cuales no deberían de usarse en ciertas condiciones, y otros por los que sí deben de usarse en otras condiciones.