Miguel Ángel Martínez-González
2 de febrero de 2023
El prestigioso doctor Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Salud Pública de las Universidades de Granada y de Harvard, ha iniciado una revolución con base científica contra lo que no duda en llamar ‘cultura basura’, una cultura promovida a través de los teléfonos inteligentes por redes sociales, algoritmos y fake news que, en su opinión, está lastrando la salud física y mental de niños, adolescentes y jóvenes. Su “plantar cara” a esa cultura basura arranca con un libro, Salmones, hormonas y pantallas: el disfrute del amor auténtico, visto desde la Salud Pública (Ed. Planeta), al que, dice, ha dedicado un tiempo que no tenía porque sentía la necesidad de acercar a los jóvenes y a madres y padres “una información con evidencia científica solvente para intentar contrarrestar esa manipulación a la que están sometidos”. El amor, la sexualidad y las relaciones afectivas centran gran parte de esa información porque, como afirma Martínez-González, esos son los campos “donde más daño se está haciendo a la gente joven”.
Pornografía, prácticas sexuales de riesgo, aborto, relaciones románticas, virginidad... No se deja ningún tema en el tintero. El otro día leía una entrevista a Julia Otero en la que la periodista comentaba que, como parece que cada día estamos pasando una “ITV de pureza”, mucha gente termina por no manifestar lo que piensa y acaba hablando del sexo de los ángeles. Creo que usted no tiene ese problema.
No, no, yo no hablo del sexo de los ángeles, sino del sexo de los seres humanos (risas). Es verdad que hablo de temas de los que pocos se atreven a hablar, pero yo creo que este libro supone plantear un reto en toda regla a aspectos decisivos de la cultura contemporánea. Hay que plantear ese reto en defensa de la salud pública. Y hay que iniciar un movimiento social fuerte como hemos hecho en otros aspectos de salud pública, como el tabaquismo o la comida basura, por ejemplo, sabiendo que no tenemos los recursos que tienen esas grandes corporaciones que promueven estilos de vida insanos.
Ahora ya no es el tabaco o la comida basura, sino toda una cultura basura que desvirtúa las relaciones románticas y afectivas de lo que es su esencia, y las transforma en algo casi más cercano a la salud veterinaria. Hay que elevar el tono en este aspecto, hay que plantar cara a esta cultura sin complejos. ¿Que este libro va a ser polémico? Sí. ¿Que me van a criticar? Claro. Pero yo sé dónde me meto. Creo que cuando se trabaja con la mejor ciencia disponible y con los datos que la mejor epidemiología ha podido mostrar, se está bien guarnecido ante los ataques que lleguen.
“Un profesor universitario de salud pública no debería ser un agitador político o social, ni dedicarse a dar lecciones de moral. Pero sí tiene el deber de desafiar la cultura cuando se ha tornado tóxica”, escribe precisamente. ¿Cuánto tiene que ver en esta toxicidad la generalización y la supremacía de los teléfonos inteligentes y las redes sociales?
Mucho. Los teléfonos inteligentes ponen de manifiesto la mayor falta de inteligencia de los padres y las madres. Poner en mano de los niños teléfonos inteligentes es, paradójicamente, la mayor afrenta a la inteligencia, el mayor error que se está cometiendo en nuestras sociedades ahora mismo.
Porque estos teléfonos son un canal que permite a los niños, sin estar preparados –sin tener los recursos intelectuales ni de fuerza de voluntad, ni la configuración cerebral suficiente–, entrar en un mundo de cultura basura. Por eso no se pueden dar teléfonos con conexión a internet a los niños. De ninguna manera. Es un error gravísimo por parte de los padres.
Adicción a las tecnologías y 'fake news’: un atentado contra la salud
¿Entiende que es complicado que los padres entiendan esto cuando el mundo actual, valga la redundancia, ya no se entiende sin smartphones?
Sí, pero tampoco se entiende el mundo actual sin coches y no ponemos a los niños de 10, 11 o 12 años a conducir un Ferrari que puede alcanzar los 300 kilómetros por hora. ¡Sería un error! ¿Hasta cuándo esperamos para darles el carné de conducir? Hasta los 18 años. Y además tienen que pasar un examen, ¿verdad?
No ponemos a los niños de 10, 11 o 12 años a conducir un Ferrari que puede alcanzar los 300 kilómetros por hora, pero sí les damos un teléfono inteligente
Ahora mismo están muriendo menos jóvenes en carretera de los que mueren por suicidio. El suicidio es una de las principales causas de muerte de los jóvenes. Y sabemos a ciencia cierta por la mejor epidemiología que muchas de estas muertes están relacionadas con la adicción a las pantallas, a internet y a las redes sociales. Dos y dos son cuatro. Tenemos que actuar con medidas preventivas fuertes.
Comenta en la introducción de su libro que lo ha escrito con la ilusión de poder dirigirse y llegar a la población joven. ¿Está más necesitada que ninguna otra de información fiable en el ámbito de salud esta población?
Sí, y especialmente en lo referente a los temas que trato en este libro, que son los más necesitados de información. Desde el tema de la adicción a pantallas, hasta el tema de la información errónea sobre sexualidad que están recibiendo desde la industria del entretenimiento y otras fuentes.
¿Los algoritmos y las ‘fake news’ están dañando la salud de la población adolescente?
Desde luego las redes sociales están muy bien diseñadas desde el punto de vista de la Inteligencia Artificial y el machine learning para ir atrapando al usuario y tenerle enganchado el máximo tiempo posible. Es un sistema que cuánto más se usa, más aprende de nosotros y mejor sabe engatusarnos para que vayamos picando en todos los anzuelos.
El suicidio es una de las principales causas de muerte de los jóvenes, y sabemos que muchas de estas muertes están relacionadas con la adicción a las pantallas, a internet y a las redes sociales
Y sí, esto es muy peligroso, porque ahora mismo estamos teniendo problemas de salud mental en jóvenes por el exceso de exposición a estos dispositivos, también porque pierden muchas horas de sueño al pasar las noches mirando la pantalla; y también por las hormonas, que no es baladí que estén en el título del libro: la adolescencia es un momento de tormenta hormonal que hace que los jóvenes no estén todavía cerebralmente preparados y protegidos frente a esta manipulación y desinformación a las que les someten los algoritmos.
Las relaciones afectivas y sexuales están en el centro de su libro. Todos los capítulos abordan de una u otra manera ese tema. Hablábamos en la pregunta anterior de algoritmos y ‘fake news’ y diría que este es un campo bastante proclive a la desinformación…
Sí, yo creo que es el campo donde más daño se está haciendo a la gente joven. Así como yo veo que las ideas alrededor de la alimentación y la nutrición, especialmente entre los jóvenes universitarios, han penetrado muy bien y están muy consolidadas, no ocurre lo mismo en este otro ámbito, en el que veo que los jóvenes están muy poco protegidos frente a toda esta distorsión de la realidad que se ofrece a través de fake news, de redes sociales, de canales de información online, de series, de canciones, etcétera.
Al final todo aspecto sexual queda reducido simplemente a lo somático, a lo sexual, y se olvidan todos los demás aspectos de tipo emocional, afectivo, familiar, social, intelectual, de propósito a largo plazo y, sobre todo, de la esencia del amor, esa capacidad para desvivirse por el otro y establecer una relación fuerte y duradera.
Los adolescentes no están todavía cerebralmente preparados y protegidos frente a la manipulación y la desinformación a la que les someten los algoritmos
Los jóvenes están expuestos a unos mensajes que les están haciendo mucho daño, incluso desde el punto de vista más físico de reconformación estructural del cerebro a esas edades. No es simplemente que un cerebro funcione mejor o peor por la exposición a la pornografía, sino que la corteza prefrontal del cerebro se reduce por la repetición de estos estímulos. Esto es ciencia.
Controlar los impulsos para ser más felices
En el primer capítulo del libro hace referencia al conocido como el test del bombón. ¿Podríamos decir que uno de los grandes problemas de nuestra sociedad es la necesidad de gratificaciones inmediatas?
Sí, sí, claramente ese es uno de los aspectos más tóxicos de esta cultura basura. Todo se reduce a gratificaciones instantáneas, no existen los proyectos a largo plazo. Las innovaciones y las aportaciones científicamente más potentes que se están haciendo desde la Universidad de Harvard en ese sentido van por el lado de saber renunciar a un poquito de felicidad inmediata para obtener una mayor felicidad a largo plazo. Esto es algo cada vez más inherente al concepto de salud humana.
¿Cómo puede beneficiar a nuestra salud física y mental el aprender a controlar nuestros impulsos y apetencias?
Nos puede beneficiar mucho. Y no hablaría tanto de controlar, como de saber gestionar adecuadamente, porque no se trata de demonizar, sino de saber administrarlo con inteligencia, que para eso la tenemos.
No es simplemente que un cerebro funcione mejor o peor por la exposición a la pornografía, sino que la corteza prefrontral del cerebro se reduce por la repetición de estos estímulos
Desde luego, los algoritmos de Inteligencia Artificial que tienen las redes son muy potentes para atrapar a la gente y anular su fuerza de voluntad, pero yo sigo creyendo en la libertad del ser humano. Y cuando digo “yo” no me refiero a mí, sino que hay muchas instancias universitarias detrás y veo que hay muchos más profesores en esta misma línea.
Utiliza varias metáforas en el libro que desarrolla a partir de ‘La historia interminable’, de Michael Ende. Una de ellas es la del avance de la ‘Nada’. ¿Qué sería la ‘Nada’ de la novela de Ende en nuestro mundo actual?
La ‘Nada’ es el vacío existencial y la falta de sentido vital que queda cuando uno se ha dejado engatusar por estas gratificaciones instantáneas. Esta ‘Nada’ es lo que se está notando en esos jóvenes que acuden al psiquiatra y que tienen asombrados a los profesionales de la salud mental por los problemas que están viendo. Esa es la nada de la que hablo, que va creciendo y avanzando en la sociedad en base a una cultura basura a la que tenemos que hacer frente.
Las aportaciones científicamente que se están haciendo desde la Universidad de Harvard van por el lado de saber renunciar a un poquito de felicidad inmediata para obtener mayor felicidad a largo plazo
Los protagonistas de ‘Fantasía’ tuvieron la ayuda de Atreyu. ¿Los expertos en salud pública son nuestros particulares Atreyu del siglo XXI?
Lo intentamos. De alguna manera es necesario que tengamos el atrevimiento de lanzarnos y hablar claro, como lo hemos hecho en otras ocasiones. Siempre estamos en inferioridad de condiciones, porque no tenemos los recursos económicos que tienen las grandes corporaciones, pero al final, erre que erre, la gente acaba dándonos la razón, como ha pasado con los espacios libres de humo, por ejemplo. Hay que buscar no obstante un movimiento social amplio, como ha pasado con el movimiento de los fumadores pasivos.
No puedo acabar esta entrevista sin hacer una referencia a los salmones del título. En un mundo en el que, como dice, el ‘borreguismo’ y el seguir la corriente campa a sus anchas en muchos terrenos, ¿son más importantes que nunca los salmones que nadan a contracorriente?
Sí, desde luego. Todo lo que he dicho puede parecer negativo, pero afortunadamente el libro descubre que hay muchos jóvenes y muchas familias que nadan a contracorriente. Parece que están solos, pero no es así. Necesitan apoyo y soporte intelectual, libros como éste que les demuestren que están haciendo lo correcto, que son personas admirables. Ojalá el libro ayude a crear un movimiento de salmones cada vez mayor.