Javier Urra
22 de noviembre de 2018
Los pequeños dictadores no nacen, se hacen, advierte Javier Urra, que añade que la sobreprotección es una de las principales causas por las que esto sucede, y que esta forma de criar a los hijos tiene consecuencias tan graves como el acoso escolar o la violencia de género, entre otras. Y así lo explica en su nuevo libro Déjale crecer (o tu hijo en vez de un árbol fuerte será un bonsái) (La esfera de los libros, 2018), donde este conocido psicólogo de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y de los Juzgados de Menores de Madrid, que actualmente preside la Comisión Rectora del programa recURRA GINSO para padres e hijos en conflicto y la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (SEVIFIP), ofrece pautas para que los padres eduquen a sus hijos con amor, pero estableciendo límites porque, afirma, “Sobreproteger no es educar”, y los niños y adolescentes tienen derecho a ser sancionados, y a que se les permita cometer sus propios errores y se les proporcionen las herramientas necesarias para que se conviertan en seres independientes y capaces de tolerar la frustración. En definitiva, que deben poder caerse para experimentar lo que supone levantarse.
La cita que aparece al principio de tu nuevo libro: “Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros”, que es de Marco Tulio Cicerón, define también nuestra sociedad actual. ¿Tan poco ha cambiado el ser humano en estos cientos de años?
El ser humano evoluciona; es un animal trascendente, con capacidad para reír, para llorar…, y que ha evolucionado bastante en lo tecnológico, y mucho menos en lo emocional. Si uno estudia el cerebro, comprueba que la amígdala nos influye mucho, y es del paleolítico, mientras que los lóbulos frontales, que afectan a la capacidad para la empatía, las neuronas espejo, etcétera, tienen un desarrollo muy ulterior. Por lo tanto, yo creo que sí, que el ser humano evoluciona, es cooperativo, es social, pero le lleva mucho tiempo. Y en el caso de los libros se repite una dinámica y es que todos queremos escribir, pero muy poca gente quiere leer.
Este es un libro muy fluido porque he escrito como pienso y como hablo; no es un texto rebuscado, ni de citas, sino que refleja mi experiencia de 32 años en la fiscalía, la de los años que he pasado como Defensor del menor, y la de ahora como presidente de esta comisión para padres e hijos en conflicto, a lo que se añade la suerte de estar a veces invitado por el Congreso de los Diputados o el Senado por el tema del acoso escolar o de la violencia de género, o alcohol y menores… Todo eso es lo que he querido reflejar en el libro: vistos los problemas que tenemos, averigüemos por qué se producen. Y una de las causas es la sobreprotección.
Lo que sí parece haber cambiado es el concepto de paternidad y maternidad que tienen muchas personas en la actualidad en los países desarrollados. ¿Por qué crees que los padres son ahora tan sobreprotectores?
En España, por ejemplo, las circunstancias han cambiado. Los padres son más mayores, el número de hijos es escasísimo –junto con Italia somos los dos países con menos natalidad de Europa; se considera casi una tarea ser padre, como una oposición difícil de ganar; se busca que los hijos sean magníficos y que no sufran en la vida… Y todo eso en el marco de una sociedad un tanto estresante, del aquí y el ahora, y de querer manejar el ser muy buen padre, muy buena madre, muy buena pareja, y al mismo tiempo desear vivir tu propia vida, porque aunque se tengan los hijos con mayor edad se sigue siendo muy joven en comparación con la esperanza de vida.
En una sociedad un tanto estresante, del aquí y el ahora, se busca que los hijos sean magníficos y que no sufran en la vida
Ese cúmulo de factores sumado a ciertas ideas erróneas que se han transmitido como que decir 'no’ a un niño lo puede traumar, y a unos estilos familiares muy variados: familias tradicionales, monoparentales, homosexuales, reconstituidas, adoptivas, procesos de separación de los padres …, en una sociedad que no es de la austeridad, que no tiene el criterio de ahorrar para el futuro… ha convertido en una prioridad que “los niños estén bien”, pero de forma que en ese “estar bien” a la gente se le ha olvidado que la familia no puede ser una democracia, que hay que ser maduro, y que a veces hay que sancionar a los hijos, pero porque se les quiere.
También hay cosas que no se les pueden imputar a los padres, sino que son de índole social, por ejemplo, el término autoridad, ya sea del profesorado, ya sea de las fuerzas de seguridad, se ha diluido bastante, con lo cual, si a eso le añadimos las nuevas tecnologías, que también educan –o maleducan– como lo hace la televisión, como lo hace el profesorado, o como lo hacen los padres, todo ese cómputo de situaciones ha hecho que tengamos un modelo de niños a veces muy sobreprotegidos, sin duda.
Pero, ¿de dónde viene la leyenda urbana que advierte de que no hay que decirles ‘no’ a los niños porque se podrían traumatizar?
No lo sé, porque yo tengo 61 años, llevo toda la vida en esto, he trabajado con la Fiscalía, he leído muchísimos libros sobre educación y psicología infantil, y no he oído nunca a ningún profesional que dijera eso y, sin embargo, la gente asegura que se ha dicho. Hombre, es mejor decir ‘sí’ y motivar, pero ni tu pareja te aplaude porque te comportes bien, ni tus compañeros de trabajo te aplauden porque realices tu trabajo…, las cosas se hacen porque es un deber, es un desarrollo moral del ser humano hacer cosas para ser un buen ciudadano.
Es aconsejable mandar a los niños de corta edad a campamentos, para que sepan lo que es el esfuerzo, la austeridad, compartir…, no como teoría, sino como práctica
Y decir ‘no’ es esencial; yo lo aprendí en la Fiscalía porque ha habido bastantes chicos que me han dicho “yo creo que no les importo nada a mis padres” y cuando les he preguntado por qué han contestado “porque haga lo que haga, no me dicen nada”. Y es que un niño necesita a un adulto que le apoye, que le dé seguridad, que le dé amor, y que le ponga límites, porque si no se neurotiza, y esto es una realidad esencial; es decir, los adultos somos como las paredes en las que la hiedra se apoya para crecer, pero también las necesita para chocar.
El problema que veo es que hay algunos padres que son muy inmaduros, y si eres inmaduro y no quieres asumir responsabilidades, tenemos un problema. Y luego está el tema de la culpabilidad, no ser culpable, sino tener una percepción de culpabilidad, creo que muy errónea, en el sentido de “trabajo mucho, tengo que ir a muchos sitios, y no me da tiempo a todo, y entonces tampoco voy a entrar en batallas con mis hijos”.
En España, además, tenemos unos horarios absolutamente anormales, en donde los jóvenes de 14 años salen a divertirse a las 12 de la noche, y eso también diluye la autoritas de los padres, y si el padre cuando tenía 20 años estaba puesto de porros o ahora consume cocaína y va de putas, es muy difícil que tenga fuerza moral para decirle al hijo “haz lo que no ves”.
Si usted sobreprotege a un niño y lo antepone a usted, a su pareja, a los abuelos y al resto de la sociedad, al final se convertirá en un boomerang muy problemático
Es como una sociedad con grandes dosis de corrupción, en la que es necesario esforzarse por conseguir un puesto de trabajo para ganar 1.000 € y no tener ninguna garantía laboral, ni posibilidad de adquirir una vivienda, y teniendo en cuenta que el 75% de las parejas se van a separar… En esas circunstancias es muy difícil motivar a los chicos en el esfuerzo y, sin embargo, hay que hacerlo.
Y para eso existen vacunas o antídotos, como mandar a los niños de corta edad a campamentos, para que con siete años sepan lo que es el esfuerzo, la austeridad, compartir…, no como teoría, sino como práctica. O llevar a niños con nueve años a ver a la abuela que tiene alzhéimer, o a hospitales a ver a otros niños muy enfermos, para que sepan que eso es parte de la vida, y que por lo tanto el “quiero, exijo, y además demando estas zapatillas” es un tema absolutamente irrelevante.
Los riesgos de sobreproteger a los hijos
Dicen los expertos que ni la genética ni los factores ambientales determinan nuestra forma de ser y de comportarnos, sino que son el producto de la interacción de ambos aspectos. ¿Cómo influye la sobreprotección en la formación de la personalidad?
El ser humano une tres aspectos: el temperamento, que se hereda y al igual que la altura o el color de ojos es inamovible. El carácter que, como decía Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias”, por lo que si se modifican las circunstancias en algo puedes modificar tu yo. Y luego está la personalidad, en la que influyen la educación, la madurez, la voluntad que generes… Esa mezcla, más la subjetividad humana, más la familia, los amigos, las parejas, las proyecciones en la vida…, todo ese conjunto de herencia, circunstancias, socialización y características de la personalidad es lo que te posiciona ante distintas situaciones. Y no es lo mismo tener hermanos que no tenerlos, ni ser el primero o el cuarto de una familia.
La sobreprotección tiene trascendencia y repercusiones graves como el acoso escolar o la violencia de género, entre otras
Allport, que era un psicólogo bastante espabilado, decía que con el mismo fuego que haces un huevo duro, derrites la mantequilla. Por lo tanto, es verdad que la misma medida no tiene la misma respuesta, y eso es lo bonito del ser humano, y en psicología trabajamos sabiendo que cada persona tiene sus circunstancias, y que hay aspectos que favorecen ser más asertivo, tener más capacidad crítica, asumir responsabilidades, y hay otros que no.
Ahora bien, todas las personas tendemos a evitar responsabilizarnos y a regirnos por la ley del mínimo esfuerzo en muchas ocasiones. Y si eso te lo facilitan en el propio hogar, si los padres se convierten en equívocos abogados de los hijos, por ejemplo, porque un profesor les llama la atención y entonces se vuelven contra el profesor, etcétera, entonces tenemos un verdadero problema. Y he visto casos dramáticos en los que había un vídeo en el que se veía al chaval tirando botellas a la policía, y los padres decían “yo no creo que sea él”, es decir, que son capaces de negar la evidencia. Y ese joven de 15 o 16 años tiene derecho a ser sancionado, y a saber que nuestra conducta tiene un límite, y que eso es vivir en sociedad.
Los padres quieren lo mejor para sus hijos, y el deseo de evitarles cualquier sufrimiento alimenta la sobreprotección, pero si conocieran las consecuencias de esta forma de actuar, seguramente rectificarían. ¿Cuáles son los principales problemas que pueden tener los niños criados por padres sobreprotectores?
Me caen muy bien los niños y los jóvenes, y por eso afirmo que la sobreprotección crea muchos problemas. Por ejemplo, cuando he estado en el Pacto contra la violencia de género, he comprobado que si un chico se acostumbra a que se le diga ‘sí’ a todo, el día que su pareja le diga ‘no’, o “te voy a dejar” (porque conocí a otra persona, porque he dejado de quererte, o por la razón que fuere), no lo va a aceptar. Además, si no fortalecemos a los chavales, también va a haber chavales muy blanditos que van a sufrir acoso escolar y no van a tener asertividad, o habilidad social para reunirse con otros chicos y saber defenderse.
El índice de suicidio juvenil en España, que es un país en el que hay muy pocos suicidios comparado con otros países, está aumentando mucho, y mi hipótesis es que hay chicos que le piden a la vida más de lo que la vida puede dar. Y tú puedes tener un amigo y un día ese amigo deja de llamarte, y es difícil saber qué pasó, pero eso es parte de la vida, o que se mueran tus padres en un accidente, o que vayan al paro…, y si todo eso no lo preparas, tenemos jóvenes que son como el cristal: duros, pero frágiles.
Los niños y jóvenes tienen derecho a ser sancionados, y a saber que nuestra conducta tiene un límite, y que eso es vivir en sociedad
Actualmente presido un grupo en el que somos 108 profesionales entre educadores, psiquiatras, psicólogos, etcétera, y el centro que tenemos compartido con el Ministerio de Sanidad, que está en Brea del Tajo y tiene 96 plazas, está lleno. Son chicos de toda España, de 15, 16 y 17 años, a los que les han concedido todo desde muy pequeños y se han convertido en pequeños dictadores, tiránicos, pero que quieren querer a sus padres y que sus padres les quieran a ellos.
En este libro mantengo el criterio de El pequeño dictador, cuando los padres son las víctimas, que escribí en el año 2006, y del que se vendieron 300.000 ejemplares, lo cual es prueba inequívoca de que tenemos problemas en la sociedad en este área.
¿Existe un perfil de padre sobreprotector, o cualquier persona se puede convertir en uno, independientemente de cómo haya sido educado o de sus experiencias previas?
No, yo creo que la mayoría de los padres saben que tiene que haber desde dulzura a seriedad. Venimos de una sociedad muy dictatorial, tanto en el sistema de estado de España como en los colegios. Yo estudié en un colegio en el que había bofetadas, y eso es impensable hoy, pero lo que ocurre es que ahora tenemos profesores que tienen miedo, no a los alumnos, sino a los padres de esos alumnos.
Y hemos girado tanto la balanza que el desequilibrio también es grande, aunque creo que no se da igual en las grandes ciudades que en la zona rural. En las grandes ciudades se vive con el aquí y ahora, mientras que en un pueblo la gente cultiva peras, y luego una tormenta las estropea, y tampoco se puede acelerar su maduración, llevan un tiempo y un proceso. Por eso los que están más en contacto con la naturaleza saben que no todo depende de uno mismo, y que la idea que se está inculcando a muchos niños de una sociedad parque temático, un poco Disney, no tiene nada que ver con la realidad de la vida.
El papel de los profesores y los abuelos en la educación del niño
Como dices, los profesores a menudo son desautorizados por los padres, que no toleran que se corrija a sus hijos. ¿Se puede hacer algo en la escuela en esas circunstancias para ayudar a los niños que no son educados en casa?
Yo creo que sí, y que tienen además una obligación de compensar un poco esos errores y esas pautas, y mucho lo tienen que hacer las propias asociaciones de madres y padres, porque que todo el mundo gire alrededor de ciertos niños es muy problemático también para el resto de los alumnos y para la marcha de la clase. Lo que ocurre es que ¿hasta dónde alcanza esa labor compensatoria? Creo que en el libro lo explico, y que es muy importante que la gente sepa lo perjudicial que puede llegar a ser la sobreprotección.
Es como cuando los oncólogos advierten de que el 85% de los casos de cáncer de pulmón se deben al tabaco, y luego la gente podrá seguir fumando, o no, esa es su decisión, pero al menos saben a lo que se exponen. Y la sobreprotección sí tiene trascendencia y repercusiones graves como el acoso escolar o la violencia de género, entre otras. Y los padres harán lo que crean que deben hacer, pero sabiendo lo que está mal, porque si usted sobreprotege a un niño y lo antepone a usted, a su pareja, a los abuelos y al resto de la sociedad, al final se convertirá en un boomerang muy problemático, también contra usted.
Y con respecto a la educación infantil, la idea del Gobierno de que los niños puedan pasar de curso aunque hayan suspendido alguna asignatura me parece un craso error. E incluso podría tener un fondo oculto, aunque no lo pueda demostrar, y que es decir en Europa que tenemos menos absentismo escolar y menos fracaso escolar del que realmente tenemos. Pero a los chicos lo que hay que transmitirles es que en la vida hay que esforzarse.
En la sociedad actual hay muchos abuelos que han criado a sus nietos. ¿Crees que ellos han influido también en esta sobreprotección?
Yo creo que los abuelos por edad, porque les queda menos por vivir, porque tienen más tiempo, porque están más serenos…, quieren que el nieto sea muy feliz y dedicarle el tiempo que a lo mejor no tuvieron para sus hijos, y eso está bien, sin embargo, aunque los abuelos eran tradicionalmente los que malcriaban a los nietos, hay muchos abuelos que, por el contrario, no entienden qué le pasa a ese niño que se sube por los sofás y les tira media casa.
El índice de suicidio juvenil en España está aumentando mucho, y mi hipótesis es que hay chicos que le piden a la vida más de lo que la vida puede dar
Es decir, que los propios abuelos hay veces que están asustados, y se preguntan por qué la familia se sienta a comer una paella y todo tiene que girar alrededor del niño, y si el niño no quiere paella entonces le dan un helado, cuando lo que habría que hacer es actuar con serenidad y con criterio y, uno, si no quieres paella, pues te quedas aquí sentadito, y dos, no has comido, y no pasa nada, ya cenarás.
Y lo que pretendo con el libro es ayudar a que los padres tengan criterio, porque la gente quiere educar, pero sin saber. Y si alguien quiere saber tiene que leer y tiene que estudiar, y luego cada uno en su propio entorno le dará el formato que le resulte más adecuado.
¿Y qué consejos les darías a unos padres primerizos para que eduquen bien a su hijo y, sobre todo, qué les dirías que no hicieran bajo ningún concepto?
Lo primero que les diría es que lean este o cualquier otro libro escrito por profesionales que hayan visto muchos casos y hablen desde la evidencia científica, no como una opinión, sino basándose en datos y conocimiento. Lo segundo, que lo hablen en pareja, igual que lo harían si se fueran a comprar un coche. Ponerse de acuerdo en cómo lo van a hacer, en qué tipo de educación le quieren dar a su hijo –religiosa, un colegio concertado, un colegio estatal–, en qué papel le van a dar a los abuelos, cómo van a manejarse cuando discrepen en la forma de educar a sus hijos, o cuáles son sus prioridades (quiero trabajar, pero también quiero salir a tomar una cerveza con mis amigos, y además el fin de semana me gusta ir a jugar al golf…), porque ser padre también exige unos tiempos, no solo de calidad, sino de cantidad.
Y hay que tener en cuenta todos esos factores y, sobre todo, no darse por vencido, y no decir “es que yo educo a mi hijo, pero como luego la sociedad maleduca…”. La sociedad somos todos y, según como se eduque, el futuro es uno, u otro. La sociedad es lo mismo para todos, y sin embargo hay personas corruptas y otras que no seremos corruptos jamás. Eso de que todo tiene un precio…, será para otros, porque a mí no se me puede comprar con nada, y si alguien me ofreciera algo lo denunciaría públicamente.
Hay que saber discriminar lo que está bien y lo que está mal, y hay que ser una persona creíble y coherente, y así tus hijos aprenderán que a veces te equivocas, que lo haces mal, que eres una persona normal, que no eres superman, pero que tienes un criterio y un saber estar en la vida.