Javier Urra
23 de febrero de 2017
En su nuevo libro, Primeros auxilios emocionales para niños y adolescentes (Guía para padres) (La Esfera de los Libros, 2017), el psicólogo Javier Urra, que fue el primer Defensor del Menor en España, y en la actualidad preside la Comisión Rectora del programa RecURRA GINSO para padres e hijos en conflicto, y la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (SEVIFIP), propone una serie de medidas, que él denomina “vacunas y antídotos”, para prevenir –y solucionar– graves problemas de conducta en los hijos, y de convivencia, tanto en el seno de la familia, como en las relaciones sociales con los iguales. El acoso escolar y el ciberacoso, y las adicciones a drogas o a las nuevas tecnologías son solo algunos de los aspectos que aborda este ‘manual para padres’ porque, como afirma su autor, “educar es prevenir”, y también enseñar a los menores a desenvolverse en situaciones de riesgo, y a afrontar sus responsabilidades y las consecuencias de sus actos.
En tu nuevo libro hay un subtítulo que dice ‘Guía para padres’. ¿Eso significa que el libro solo está destinado a los padres, o crees que también convendría que lo leyeran los profesores? ¿Y los adolescentes?
La verdad es que está dedicado a los padres y a los profesionales, sean profesores, psicólogos, psiquiatras…; sin embargo, no está específicamente dirigido a los adolescentes, porque además el libro habla de adolescentes, pero también habla de niños, y no se trata de un libro para que lo lean los niños. La idea es ayudar a los padres a comprender los posibles problemas que pueden tener sus hijos, y su objetivo es que los padres y los profesionales conozcan cuáles son las características de la conducta de niños y adolescentes que deben generar una llamada de atención o de alarma, y necesitan de una prevención, y una intervención, antes de que esos problemas se hagan más grandes.
Propones que se utilice la educación a modo de ‘vacuna’, con el objetivo de prevenir posibles problemas. Pero, ¿cuáles consideras que son los principales problemas que afectan a los niños y adolescentes de las sociedades desarrolladas?
Uno es que los niños han perdido la calle; vivimos en una sociedad en la que da mucho miedo que el niño salga a la calle a jugar, y esto es un gran problema porque los niños necesitan jugar, estar con otros niños… Otro problema es la pérdida del contacto con la naturaleza; hay quien habla de trastorno por déficit de naturaleza, y es que los niños tienen que estar en el campo, tienen que saber que somos animales, –racionales, pero animales–, tienen que tener un sentido del esfuerzo, de la belleza natural…, y eso lo alimenta muy bien el contacto con el medioambiente. Tercero, esta es una sociedad muy estresada, que corre demasiado sin saber muy bien a dónde; y con unos adultos que quieren compatibilizar ser padres con ser buenos profesionales y llevar su propia vida, y con familias en la que hay procesos de separación a veces muy mal llevados…
Y, además, soportamos una patología social que hace que la palabra corrupción se escuche muy a menudo, que haya mucho consumo de drogas, que se hable mucho de valores cuando hay gente que no se comporta de forma moral, que no tiene compasión, que no sabe perdonar, ni es capaz de perdonarse… Todo esto hace que el entorno social, aunque va a mejor –la sociedad en general mejora–, presente una serie de problemas que afectan mucho a los niños, y también a los adolescentes, que están en una etapa de cambios, y algunos de ellos atraviesan situaciones muy difíciles como acoso escolar, o están enganchados a la red.
Acoso o violencia entre iguales, de género, y filio-parental
¿Qué propondrías para prevenir y eliminar el bullying?
En el tema del acoso escolar creo que los colegios tienen que reconocer si les sucede, creo que los profesores tienen que educar y, por lo tanto, tienen que supervisar qué acontece, y tienen que tener autoritas y potestas, y creo que hay que educar a los niños para que adquieran habilidades sociales, figuras de referencia, que les permitan librarse de la presión del acoso escolar. Las víctimas requieren atención, pero también requieren formación. Claro que esos niños no son culpables de lo que les sucede, pero debemos averiguar por qué si van a otros colegios o institutos, vuelven a ser víctimas de acoso, y darles herramientas y habilidades para que puedan ganarse a otro grupo y no ser tan fácilmente atacables.
En cuanto a los agresores, tengo la impresión de que muchas veces sus padres son conscientes de que lo son, porque también son muy agresivos y transgresores en el propio hogar, y sin embargo no se implican. Y me parece que hay un punto esencial, que es el grupo de pares, el grupo de chicos que se ponen muchas veces del lado del agresor, en lugar del de la víctima, y lo que hay que buscar es defender a la víctima. Es cierto que la sociedad está sensibilizándose cada vez más con este tema, pero tenemos otro problema muy grave, que es el ciberacoso, ya que ahora el acoso se magnifica porque continúa en la red, y a los adultos se nos olvida cómo se siente un niño cuando todos los suyos se ríen de él, le ridiculizan y se mofan; y hay casos de niños que, visto que los adultos no les resuelven el problema, se quedan sin esperanza y, sin esperanza, han llegado a quitarse la vida.
En el tema del acoso escolar creo que hay cosas que se están haciendo muy mal, por ejemplo, cambiar al niño víctima de colegio o de instituto, porque al que tienen que cambiar de colegio o de instituto, y además tiene que ser seriamente sancionado, es el agresor, no la víctima
También creo que hay cosas que se están haciendo muy mal, por ejemplo, cambiar al niño víctima de colegio o de instituto, porque al que tienen que cambiar de colegio o de instituto, y además tiene que ser seriamente sancionado, es el agresor, no la víctima. Los padres tenemos que estar al lado del niño presuntamente víctima, porque aunque en nuestra sociedad se sobreprotege a los niños, en este caso proteger al agredido está sobradamente justificado, y creo que hay que ir al colegio y hablar con el tutor, y con el orientador, porque es imprescindible que se impliquen los psicólogos y que se implique la dirección del centro. Y cuando el agresor es mayor de 14 años, resulta esencial que participe la fiscalía de menores.
¿Servirían las mismas medidas para evitar la violencia de género entre adolescentes?
Con respecto a la violencia de género entre adolescentes, considero muy grave que el 33% de nuestros adolescentes digan que los celos son una prueba inequívoca de amor, y mi pronóstico es muy malo porque hay muchas niñas a las que les gustan los malotes, y hay un perfil de chaval muy posesivo, muy machista, muy narcisista, al que le importa su ‘yo’, que nadie se ría de él, que nadie le abandone, o que nadie se vaya con los amigos…, por lo tanto, muy posesivo, y confunde amar con poseer. Tú no puedes obligar a alguien a que te quiera, y nadie puede obligarte a que tú le quieras; el amor se basa en la libertad de elección. Y yo creo que habría que trabajar con los niños desde corta edad, con juegos como “el que no sabe lo que siente el otro, pierde”, para potenciar su empatía. Y eso tiene que generar un hábito. Algo que se interiorice de tal manera que se haga sin pensar, porque se ha convertido en un hábito. Pero eso hay que trabajarlo en el día a día, y eso no se está haciendo.
Y quien mata a su pareja o a su ex pareja no lo hace a causa de un trastorno mental transitorio, sino que ya ha avisado y amenazado previamente, y la única forma de evitarlo es educar. Por ejemplo, el caso reciente del hombre que se ha tirado por una ventana del Hospital La Paz, de Madrid, con su bebé en brazos, no lo ha hecho tanto para matar a su hija, sino para matar a la persona que quiso, y a la que hoy odia. Es muy fácil pasar del amor al odio; es como un tubo de pasta dentífrica, que es muy fácil que salga la pasta, pero es muy difícil volver a meterla en ese tubo. Y hay que educar a los niños para que comprendan que un día te vas a frustrar, un día te van a dejar, y que eso te machaca, y te sientes mal, pero debes llorar solo, o hablar con un amigo, y no puedes obligar a nadie a que siga contigo. Y eso, o se aprende desde corta edad, o el pronóstico no es nada bueno.
Vivimos en una sociedad en la que da mucho miedo que el niño salga a la calle a jugar, y esto es un gran problema porque los niños necesitan jugar, estar con otros niños…
Además de la violencia de género, o entre iguales, la violencia filio parental también se ha incrementado significativamente en los últimos años en España. ¿A qué atribuyes este fenómeno?
Yo presido un grupo en el que trabajamos con 96 chicos de toda España que agreden a sus padres. Y este tema es muy extenso, pero te puedo adelantar que se trata de una patología del amor, y que los hijos que agreden a sus padres, aunque suene rarísimo, quieren querer a sus padres, pero han aprendido a ser pequeños dictadores, y eso genera muchísimo dolor, a veces psicológico, a veces emocional, a veces económico. En el cien por cien de los casos agreden a los padres, y en el 50% de los casos agreden a los iguales. El porcentaje de agresores que tenemos, por sexo, es un 70% varones y un 30% mujeres. Y con respecto al estrato socioeconómico, es variado, y hay niveles altos, medios, bajos, y muy bajos. Esta es una sociedad en la que se tienen pocos hijos, y con mucha edad, y en la que los hijos se han convertido en un tesoro y existe la estúpida creencia de que si a un niño le dices no, se trauma, y nadie se atreve a hablar de disciplina. En nuestro centro los chicos no tienen teléfono, no tienen ordenador –salvo para estudiar–, tienen que cumplir normas, y asisten a terapia, y resolvemos el 70% de los casos. Están de media con nosotros, mañana tarde y noche, incluidos sábados y domingos, unos diez meses, y trabajamos con los chicos para formarles, y para que respeten a los demás y se respeten a sí mismos.
Esta es una sociedad en la que se tienen pocos hijos, y con mucha edad, y en la que los hijos se han convertido en un tesoro y existe la estúpida creencia de que si a un niño le dices no, se trauma, y nadie se atreve a hablar de disciplina
Actualmente se tiende a etiquetar como patología cualquier conducta errónea. ¿Qué se debería hacer para identificar mejor los trastornos mentales en los menores?
Una de mis propuestas es aprender a identificar mejor el TDAH, el trastorno de hiperactividad con déficit de atención, que en mi opinión está sobrediagnosticado, y con esto no quiero decir que no haya niños que padezcan TDAH, sino que muchas veces se diagnostica a quien no lo tiene. Y ese etiquetaje del que hablas tiene un poco que ver con la profecía autocumplida; ahora bien, también es verdad que mientras que en la época de Galdós los niños en España no tenían para comer, y no hace mucho hubo que legislar para que los niños de menos de 12 años no trabajasen más de 12 horas, esto ha cambiado radicalmente, y ahora estamos capacitados para dedicar más tiempo y medios para ocuparnos de la salud mental de los menores, y vemos niños con trastorno límite de la personalidad. En España se trabaja bien con la salud y la salud mental, y los profesionales estamos trabajando en la intervención, porque hay chavales que sufren psicopatías y psicosis, y de eso no se hablaba antes, quizá porque no se prestaba la suficiente atención, pero hoy sabemos que existe, y los responsables de psiquiatría de algunos hospitales me han explicado que se están encontrando con una problemática en adolescentes que antes no habían visto.
Enseñar a los niños a adaptarse, y a prevenir las adicciones
¿Cómo valoras la evolución de la educación que se ha producido en los últimos 30 o 40 años, en los que hemos pasado del autoritarismo a un estilo más permisivo y, en algunos casos, sobreprotector?
Mi época de estudiante –yo tengo 59 años– la recuerdo con mucho cariño, pero había cierto miedo a los profesores, había cierto miedo al padre, y hoy los padres hablan mucho más con los hijos, hay mucha confianza, aunque es verdad que también hay profesores que tienen miedo a los padres de los alumnos. Es una sociedad en la que educan los padres, educa la escuela, educan los medios de comunicación… En general, creo que es una sociedad extraordinaria, y que el mundo va mucho mejor, el nivel de vida es superior, las guerras son escasas comparado con la historia de la humanidad… Lo importante es que los padres sepan que ellos son padres, que no son amigos, y que están para educar, y también para disfrutar de los hijos, pero tienen que enseñarles que la vida no es un parque temático, que esto no existe, y que un día los abuelos pueden enfermar, o alguien se va, o hay un desahucio, o te echan del trabajo… Hay que fortalecer a los niños para que no pidan a la vida más de lo que les puede dar.
Estamos en una sociedad en la que queremos que todo funcione bien, y si por ejemplo coges el AVE y se retrasa diez minutos, te devuelven el dinero. Pero la vida no es eso, y hay que llevar a los niños a ver a la abuela que tiene alzhéimer, y enseñarles que si hoy corre el viento, o no corre el viento, eso no es tan importante, y simplemente hay que adaptarse. Y hay que acostumbrar a los niños a la soledad, porque se nace solo, y se muere uno solo. E inculcarles el valor de la música, el esfuerzo, la lectura comprensiva, hablar bien usando la terminología correcta, tratar de mejorarse cada día, la comunicación no verbal, la sonrisa, la cooperación…
La adicción a las nuevas tecnologías es un peligro que acecha a niños y adolescentes, pero en un mundo interconectado parece impensable negarles el acceso a Internet o a Whatssap. ¿Qué recomiendas a los padres para proteger a sus hijos de este problema?
Lo primero, tener sentido común para hacerlo de manera progresiva; segundo, promover otras actividades alternativas, de calle, de teatro, de senderismo…; y tercero, establecer bien los tiempos, porque hay tiempo para jugar, hay tiempo para hablar, tiempo para ducharse…, y evitar que se genere adicción a causa del abuso. El ser humano tiende a hacerse adicto: al trabajo, a la vigorexia, al sexo, al juego… Y para los niños y adolescentes es fácil engancharse a las redes sociales y a Internet. Yo tengo la obligación como padre de saber qué ven mis hijos y con quién se comunican, e igual que voy a entrar en su cuarto, quiera o no quiera, para comprobar que no hay cosas que no sean suyas, o que no encuentro droga, quiero ver qué tipo de páginas frecuenta, y si visita páginas pro anorexia, tendré que llevarle a un especialista. Por cierto, que hay una sentencia muy reciente del Tribunal Supremo que ilustra magníficamente un problema de este tipo, porque se trata de una niña que le dice a su mamá que su hermana está en contacto con un adulto a través de Internet, y la madre se hace pasar por otra persona para localizarle y denunciarle, y en la defensa el abogado alega que, al haber engañado a su cliente haciéndose pasar por otra persona, todas las pruebas están contaminadas; sin embargo, el Tribunal Supremo entiende que la madre no es una persona cualquiera, sino que como madre tiene el derecho y la obligación de salvar a su hija de las intenciones de este depredador y, por lo tanto, ella ha obrado bien, y este señor debe ir a la cárcel.
El ser humano tiende a hacerse adicto: al trabajo, a la vigorexia, al sexo, al juego… Y para los niños y adolescentes es fácil engancharse a las redes sociales y a Internet
El libro también ofrece soluciones para corregir problemas emocionales o de conducta cuando ya están instaurados pero… ¿Cuándo crees que es necesario recurrir a ayuda especializada para solventar una crisis entre padres e hijos?
Cuando la situación se ha enquistado, cuando los adultos no ven solución, cuando el adulto entra en un punto en el que lo vive como una batalla, como un reto. Porque a mí un chico de 15 años no me puede retar, me puede decir cosas que me indignen, me puede amenazar, pero no me reta, porque yo estoy en otro nivel. Cuando eso no es posible, resulta imprescindible la intervención de un profesional que valore objetivamente por qué se viven tan mal las cosas. Ser padre está muy bien, y desde el punto de vista biológico es fácil, pero educar bien es difícil, y si la convivencia se hace imposible, para eso estamos los profesionales. No todo se puede resolver en el ámbito familiar, porque hay cosas que irán a peor si no se abordan a tiempo. Cuando el problema ya se ha instaurado hay que recomponer, pero al principio también hay que prevenir, para evitar las conductas inadecuadas.
¿En tu dilatada experiencia, te has encontrado con adolescentes cuya conducta o adicción ya no fuera posible corregir, o siempre hay esperanza?
Yo creo que con los niños y adolescentes siempre hay esperanza. No creo que la haya en caso de un pederasta, que es reincidente, que no reconoce lo que ha hecho, y que te dice que los niños le seducían; con ese señor yo ya he tirado la toalla, y soy consciente de que va a reincidir, pero con un adolescente creo que está todo por hacer, y que lo importante no es el diagnóstico, sino el pronóstico, y ahí es donde hay que trabajar.