José Carlos Fuertes Rocañín
27 de enero de 2022
Explican la periodista Lorena García, copresentadora de Espejo Público, y el psiquiatra José Carlos Fuertes, divulgador habitual del programa matinal de Antena 3, que la idea de escribir de forma conjunta, Educar es ser un espejo: una aproximación a la salud mental (Libros Cúpula), surgió durante los peores momentos de la pandemia, durante los meses más duros de confinamiento. La pandemia, precisamente, ha puesto la salud mental en primer término, aunque para el doctor Fuertes su impacto a nivel de la población no está siendo tan elevado como señalan otros compañeros. “Los estudios aún no han dicho nada porque no ha habido tiempo a que lo hagan”, afirma el experto, que considera que en muchos casos se confunde el malestar, el enfado, la irritación, la tristeza o el cabreo con problemas de salud mental. Educar es ser un espejo está concebido como una entrevista de más de 200 páginas que aborda muchos de los problemas de salud mental más habituales en la infancia y la adolescencia y ofrece a padres y madres consejos para prevenirlos y afrontarlos. En todo caso, José Carlos Fuertes lo tiene claro: no hay mayor herramienta de cuidado de la salud mental que la presencia de padres y madres en la vida de sus hijos. “Habría que darle una prioridad elevada a que los padres puedan estar con sus hijos”, asegura.
Escriben en la introducción del libro que muchos ciudadanos, influidos por medios de comunicación y redes sociales, con la idea de proteger la salud mental de sus hijos confunden en su crianza “tolerancia con indiferencia, amistad con compadreo, coherencia con obsesión, rigor con autoritarismo”. Esa confusión, ¿puede conducir a largo plazo a los mismos problemas de salud mental a los que llevan las actitudes que precisamente quieren evitar?
Por supuesto. Y ese es el problema que tenemos, que la falta de competencia en la educación de los padres y madres (porque no les dedicamos tiempo, porque no estamos donde tenemos que estar, porque estamos muy preocupados por ganar dinero y promocionarnos como profesionales), se traduce en problemas muy serios y que en muchos casos son irreversibles.
En esa misma introducción afirman que la educación “es la mejor medicina preventiva para una buena salud mental”. ¿Qué se entiende aquí por educación?
La educación es mostrar el camino a una persona (que dependerá de los criterios de cada familia), animarle y estimularle a que lo siga y ayudarle a sortear todos los problemas emocionales que sabemos que conlleva el desarrollo madurativo de una persona. Por ejemplo, que un adolescente esté crispado y tenga inseguridades, miedos y dudas es absolutamente normal, pero tenemos que ir educándolo, conduciéndolo y motivándolo para que acepte y supere todos esos conflictos.
¿Cuáles diría que deben ser los pilares de esa educación?
Primero estar presente, estar y no delegar en nadie. En segundo lugar, tener una coherencia. Los jóvenes necesitan ejemplos, no consejos. Al final tus hijos van a seguir tu ejemplo, no tus consejos.
No hay que pretender ser amigo de los hijos. Los padres tienen que ser padres y ejercer la autoridad, tienen que mojarse, decir que no cuando toca
Luego en la educación hay que tener otra cosa básica: saber establecer unos límites claros, pactarlos si hace falta, pero lo que no puede ser es que hoy sea blanco y mañana azul, hoy pegar una bronca por algo y mañana alabar lo mismo. Y, por último, nunca pretender ser amigo de los hijos. Los padres tienen que ser padres y ejercer la autoridad, tienen que mojarse, decir que no cuando toca.
Cómo ha afectado la pandemia a la salud mental
Cuentan que la idea de este libro surgió durante los peores momentos de la pandemia, durante los meses más duros de confinamiento. Ese confinamiento y todas las restricciones que han venido después, ¿diría que han afectado de lleno a la salud mental de niños, niñas y adolescentes?
No. O al menos no tanto como se dice. Lo que ha ocurrido es que claro, cuando se reprimen determinados comportamientos que eran habituales (salidas, llegadas, fiestas, botellones, viajes…) eso produce malestar. Pero una cosa es malestar, enfado, irritación, cabreo, y otra cosa son problemas de salud mental. Que a veces se confunden, ¿eh? Pero una cosa es estar deprimido y otra cosa es estar triste. Y sí, hay muchos más jóvenes que ahora van a consulta psicológica, pero no tantos a psiquiátrica. ¿Por qué van más al psicólogo? Pues porque están amargados y cabreados porque no han podido hacer lo que han querido, pero insisto en que eso no es un problema de salud mental. En todo caso es un problema educacional.
La pandemia ha puesto el foco en la salud mental, se habla mucho de ella, pero aún no se ven presupuestos, planes o pautas de actuación
La salud mental de los jóvenes está más o menos igual que antes de la pandemia. Lo que pasa es que ahora hemos reparado en la problemática, igual que en las cifras de suicidio, pero lo cierto es que se suicidan ahora igual que lo hacían antes, hace cinco o seis años. No hay que olvidar que lleva tiempo siendo la segunda causa de muerte entre los 15 y los 25 años. Lo que sí ha hecho la pandemia es poner el foco en la salud mental, pero no es la causa de estos problemas. Eso sí, se ha puesto el foco, se habla mucho, pero no se ven presupuestos, planes o pautas de actuación.
No obstante, aún estamos inmersos en la pandemia y ni siquiera vemos la salida. Hay expertos que dicen que lo peor está por llegar, que la pandemia que viene es la de la salud mental.
Yo creo que la salud mental es un problema grave siempre. Y lo va a seguir siendo. Piensa que el 30% de las personas que van a un médico de familia lo hacen por un problema de salud mental. Es un porcentaje elevadísimo. Pero de ese 30%, los médicos de familia solo derivan a psiquiatría el 5%, con lo cual podemos decir que la salud mental la están tratando los médicos de familia.
Los estudios aún no han dicho nada de las consecuencias para la salud mental de la pandemia porque no ha habido tiempo a que lo hagan
Pero vamos, yo no creo que sea tan terrible lo que viene. Se habla de muchos estudios, pero lo que sucede sobre todo es que la opinión de determinados expertos (médicos, psicólogos) se convierte en una verdad. Pero eso no es así. Los estudios aún no han dicho nada porque no ha habido tiempo a que lo hagan. Y los que hemos hecho algún estudio hemos visto sobre todo temas de burnout, que es lo que les pasa a los médicos pero, ¿los ciudadanos?
¿Y no cree que la situación que viven muchas familias también puede influir? Me refiero a los confinamientos de aula permanentes, a tener que trabajar con hijos en casa, al estrés con el que se viven esas situaciones. ¿Eso no cree que pueda tener consecuencias?
Obviamente. La salud mental de los padres es un elemento clave para la salud mental de los hijos. La genética marca unos criterios generales, pero el entorno (la educación, el ambiente, las normas, las pautas, las actitudes de mi mujer, las mías, mi estado de ánimo, las conversaciones que tengo) influye decisivamente en la salud mental de los hijos. Pero yo no veo que un confinamiento de dos meses sea tan definitivo en la salud mental de nadie. Yo es que veo que ahora los padres están desesperados porque han tenido y tienen que convivir con sus hijos, a los que tanto aman. ¡Están desesperados! “¡No puedo más!”, “¡Esto es inaguantable!”, dicen.
Los jóvenes necesitan ejemplos, no consejos
Conciliación laboral y familiar para pasar más tiempo con los hijos
Ha habido más de un confinamiento. Cada cierre de aula es un confinamiento. Y no creo que los padres se quejen por estar con sus hijos, se quejan por cómo tienen que hacerlo: trabajando a la vez.
Pero ese es otro problema. Mire usted, educar con salud mental requiere cierta exclusividad, ciertas renuncias y esfuerzos. Es que a lo mejor no se puede estar en misa y repicando, a lo mejor es que no se pueden hacer tantas cosas a la vez. “¡Ah, pero es que tenemos que trabajar para sobrevivir!”. Pues mire usted, igual entonces no tendrían que tener hijos.
La salud mental de los padres es un elemento clave para la salud mental de los hijos
Es el suyo un discurso difícil de sostener. Por un lado, parece que la culpa de todo es de los padres. Por otro, según el mismo, solo podrían ser padres las clases altas y adineradas.
Yo lo que digo es que si uno quiere hacer un trabajo de mediana calidad, tiene que dedicar tiempo, formación e información. Cualquier trabajo requiere eso. Para ser padre hay que hacer lo mismo, nada más. Pero claro, queremos trabajar ocho horas, desplazarnos por ciudades como Madrid o Barcelona, y luego queremos que nuestros hijos estén sanos mentalmente cuando llegamos a casa derrotados, cansados, y encima hay que hacer el esfuerzo de educar a un hijo en salud mental. ¿Pero, cómo lo voy a hacer?
Entonces no es culpa de los padres, sino del sistema.
Bueno, hay padres que renuncian a cierta calidad de vida, a unas supuestas necesidades, a eso que llamamos sociedad del bienestar y se dedican a sus hijos. Piden reducciones de jornada, uno de los progenitores no trabaja. Están en lo que hay que estar. La mayoría, sin embargo, como tiene que trabajar tanto, ¿qué hace? Delegar. Las clases altas en niñeras y canguros y el resto, los que pueden, en profesores o abuelos.
Educar con salud mental requiere cierta exclusividad, ciertas renuncias y esfuerzos. A lo mejor no se puede estar en misa y repicando
En todo caso, lo único claro es que una de las situaciones básicas que producen malestar y alteraciones en la salud mental es que los niños y las niñas no estén tiempo con sus padres y que los padres, cuando están con ellos, estén molestos, cansados e irritados.
¿Y cómo cambiamos esto cuando dejar de trabajar no es una opción?
Yo creo que habría que darle una prioridad elevada a que los padres puedan estar con sus hijos, que las empresas medias y grandes sean estimuladas para que tengan esto en cuenta, que se den cuenta de que hay que favorecer y premiar la posibilidad de tener hijos, que es la base de cualquier sociedad. Mientras no hagamos eso, estamos en fuera de juego.
Una buena autoestima ayuda prevenir trastornos mentales
Además de la educación, señalan en el libro otro pilar esencial en la salud mental: la autoestima. ¿Cómo podríamos definirla?
Yo me quiero, me valoro, me acepto y me respeto a pesar de mis limitaciones. Ya está. Nadie es perfecto, todos tenemos problemas, cometemos errores, pero a pesar de eso nos queremos. Pero, ojo, que la autoestima requiere una salud mental previa. Es base y además consecuencia. Una persona deprimida o con un trastorno alimentario, por ejemplo, no tiene autoestima, o la tiene deficientemente desarrollada.
La falta de competencia en la educación de los padres y madres se traduce en problemas muy serios para niños y niñas, que en muchos casos son irreversibles
¿Qué papel juega concretamente la autoestima en la protección de la salud mental?
Es obvio que si yo no me quiero a mí mismo y no me valoro, mal empezamos. Es un papel esencial. Yo no puedo dar aquello que no tengo, no puedo funcionar en la vida con un mínimo de seguridad si no confío en mí, si no me valoro.
Hay que darle una prioridad elevada a que los padres puedan estar con sus hijos
Y ojo, tampoco si no acepto mis limitaciones, que muchas veces la gente se empeña en cambiar, cuando en la mayoría de las ocasiones lo único que se puede hacer es aceptarse y reducir los daños de mis limitaciones.
¿Cómo podemos trabajar los padres la autoestima de nuestros hijos?
Primero no desvalorizando nunca al individuo, sino a la acción. Es decir, un niño no es “tonto” o “malo”, sino que determinadas cosas que hace pueden estar bien o mal. En segundo lugar, no mentir nunca a los hijos. La veracidad de los padres es importantísima. Tercero tolerar sus pequeños problemas (grandes para ellos) e intentar darles respuesta.
Y, por último, insisto en la idea de marcar con el ejemplo que creemos en ellos. Si con nuestra conducta no les demostramos que confiamos y creemos en ellos, ya les podemos decir todo lo que queramos, que caerá en terreno baldío.