Lucía Martínez y Aitor Sánchez

Dietistas-nutricionistas del Centro Aleris, expertos en alimentación y autores de '¿Qué le doy de comer?'
Entrevistamos a estos dos conocidos dietistas-nutricionistas y divulgadores, que acaban de publicar ¿Qué le doy de comer?, con consejos para que los padres mejoremos la alimentación de los más pequeños de la casa.
Lucía Martínez y Aitor Sánchez
“Entre comer nada o un producto de bollería industrial, nada es una mejor opción. Es mejor que un niño no meriende a que meriende bollería industrial”

25 de septiembre de 2019

Lucía Martínez y Aitor Sánchez son dos de los dietistas-nutricionistas españoles más reconocidos gracias al trabajo de divulgación que llevan años haciendo desde sus blogs dimequecomes.com y midietacojea.com, respectivamente, así como desde diferentes medios de comunicación. Juntos fundaron el Centro de Nutrición Aleris, y ahora unen sus fuerzas en ¿Qué le doy de comer? Una guía para que los más pequeños de la casa coman de forma saludable (Paidós), un libro en el que se acercan de manera amena, realista y poco dogmática a la alimentación infantil, un tema que no dudan en calificar de “fangoso” por los muchos intereses económicos que hay en liza, por la desinformación existente y porque no resulta fácil dar consejos sobre nutrición de los niños sin que los padres y madres se sientan atacados. Ellos lo intentan en esta guía llena de consejos y recursos prácticos, cuyo objetivo es que los niños coman sano, sí, pero sobre todo que quieran comer sano. Y para ello no hay mayor herramienta que el ejemplo. Y es que, como explica Lucía Martínez, “no puedes pretender que tu hijo beba agua mientras tú te bebes un refresco, o que coma ensalada mientras tú comes unas salchichas”.

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¿Que le doy de comer?

“La alimentación infantil levanta ampollas”. Con esa frase arranca el libro. ¿Por qué levanta tantas ampollas?

Lucía Martínez (LM): Es que es un tema delicado. Cuando hablamos de alimentación infantil en niños tan pequeños siempre nos dirigimos a sus padres y madres, que quieren lo mejor para ellos; así que cuando tú lanzas un mensaje que puede hacerles entender que no lo están haciendo bien, ellos pueden sentirlo como un ataque. Y es que muchas veces es muy difícil que el mensaje no se interprete así. Porque además estos mismos padres y madres están recibiendo informaciones contradictorias por parte de figuras de autoridad como pueden ser el pediatra o las enfermeras del centro de salud. Y a eso hay que unir que a nivel divulgativo la nutrición es un tema que muchas veces se trata de un modo muy cursi, con una estética muy dulcificada, muy enfocado a las mujeres y a las madres. Todo ese cúmulo de circunstancias provoca que a veces el de la alimentación infantil sea un tema fangoso.

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Aitor Sánchez (AS): La nutrición infantil también es un tema peliagudo porque es un gran negocio: todo ser humano del mundo occidentalizado pasa por caja, lo que lo convierte en un campo de batalla con muchísimos intereses creados a su alrededor. Cuando recomendamos alimentos saludables a los niños estamos desplazando a la vez a los menos sanos y eso levanta ampollas, literalmente.

Nosotros fuimos de las primeras generaciones de la abundancia en España. También de las primeras que empezamos a alejarnos de la dieta mediterránea. Pero nuestras madres no tenían la información que tenemos hoy. ¿Por qué aun así caemos los padres y madres con tanta facilidad en la trampa de la comida insana?

LM: Precisamente, en parte, por lo que acaba de comentar Aitor, ya que la información también viene de la industria, que tiene más fuerza que nosotros o que el enfermero o el pediatra del centro de salud que se está rompiendo los cuernos para que los niños coman sano. Una marca grande de alimentación mueve un dedo y te hunde cualquier cosa que hayas hecho metiendo publicidad en la tele, en revistas, en webs… Así que es normal que haya desinformación.

“La industria tiene más fuerza que nosotros o que el enfermero o el pediatra del centro de salud que se está rompiendo los cuernos para que los niños coman sano”

La mega abundancia de productos ha venido acompañada de un gran número de inputs a nivel de marketing que llevan a más confusión y a hacer peores elecciones cuando hemos podido elegir.

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Aprovechando que habéis mencionado a la industria alimentaria quiero hacer hincapié en una reflexión que hacéis en el libro sobre cómo la industria y el marketing nos hacen sentir malas madres y malos padres.

AS: Claro, porque una de las estrategias de marketing que más se utilizan en el ámbito de la alimentación infantil es la del miedo, ya sea indirecto o directo. Hay anuncios más agresivos, que pueden dar a entender que si tu hijo no toma determinado yogur bebido no puede salir a jugar a la calle en invierno sin pillar un resfriado; y a veces hay otros anuncios en los que el miedo es más indirecto o subyace, como esos anuncios en los que dicen que el producto tiene 12 vitaminas, 7 cereales y hierro o que está especialmente pensado para niños. Eso te puede hacer pensar si lo que tú le das en casa a tu hijo tiene tantas buenas propiedades como esos productos. Esa clase de mensajes siembra dudas en las familias y juega con esos miedos de los padres y madres.

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Con la alimentación complementaria hemos topado

Tengo la sensación de que la introducción de la alimentación complementaria es uno de los momentos de más agobio para muchas madres y padres. Que si se atraganta, que si que alimento puedo darle, que si este alimento hasta los 9 meses no… No sé si las recomendaciones y guías que se ofrecen en las consultas de pediatría muchas veces contribuyen a ese agobio.

AS: Completamente. Actualmente es muy común encontrarte recomendaciones de introducción de la alimentación complementaria que son nefastas. Y no solo porque contradicen la evidencia científica, sino porque también contradicen incluso lo que está recomendando el pediatra de la consulta de al lado. Vemos recomendaciones, por ejemplo, de introducir las papillas desde los cuatro meses cuando la OMS no recomienda meter alimentos en la dieta de los niños hasta los seis meses.

“La mega abundancia de productos de alimentación ha venido acompañada de un gran número de inputs a nivel de marketing que llevan a más confusión y a hacer peores elecciones”

También hay pediatras que directamente prescriben desde sus consultas productos con nombre y apellidos, que te dicen qué yogur o qué papilla le tienes que dar a tu hijo. Esto obviamente es muy conflictivo, porque en las consultas de pediatría se están prescribiendo productos que no solo no son los más óptimos para las necesidades nutricionales de los niños, sino que encima son directamente perjudiciales. Es decir, no es que recomienden lo mejor teniendo un conflicto de interés, sino que recomiendan directamente algo perjudicial para el niño, que es todavía más grave.

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Niño comiendo una zanahoria

En los últimos tiempos, no obstante, se ha visto una evolución, en gran medida potenciada por divulgadores como vosotros, de la tradicional papilla al conocido como Baby Led Weaning (BLW) y más recientemente al Baby Led Introduction to Solids (BLISS). Para quienes se pierden ya entre tantas siglas. ¿Qué es el BLW y en qué se diferencia del BLISS?

LM: El  baby-led weaning (BLW) pasa por, en vez de dar a los bebés papillas, como era tradición en las últimas décadas, darle la comida en trozos para que la pueda coger con la mano y llevársela a la boca. Siempre teniendo la precaución de que esa comida tenga una consistencia que el bebé pueda aplastar con su boca, y que no tenga una consistencia o una forma con la que se pueda atragantar. De esta forma los bebés deciden la cantidad que comen, desarrollan mejor la psicomotricidad fina, distinguen mejor los sabores y texturas, etcétera.

“Una de las estrategias de marketing que más se utilizan en el ámbito de la alimentación infantil es la del miedo”

Lo que pasa es que con el BLW había un poco de temor entre algunos padres, que se preguntaban cómo iban a saber así si su bebé comía todo lo que necesitaba, o si iba a cubrir los requerimientos de hierro. Al inicio de la alimentación complementaria, sobre los seis meses, se produce un momento crítico respecto al hierro en los bebés porque se empiezan a terminar las reservas de hierro y es fácil que los peques puedan tener algo de anemia. El BLISS es una evolución del BLW que viene es a acabar con esos miedos siendo más insistentes en dos puntos: por un lado, en la textura de los alimentos, para evitar atragantamientos; y por otro en la incorporación regular de alimentos ricos en hierro en la dieta del bebé.

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Como dietistas-nutricionistas, ¿diríais que el BLW/BLISS es la mejor opción de introducción de la alimentación complementaria?

LM: No hace falta ser tan tajante. Desde luego es una buena opción que ya aparece recomendada incluso por la Asociación Española de Pediatría en los últimos documentos que tiene al respecto. Y es verdad que ofrece ventajas respecto a las papillas, como ya hemos comentado antes, pero esto no quiere decir que las papillas hayan pasado a ser el mal. Hay muchas familias que combinan los dos métodos. A veces porque no les queda otra, porque una de las desventajas del BLW o el BLISS es que requiere dedicar mucho tiempo por parte de los cuidadores y estar mucho más pendientes del bebé. Hay familias que no tienen ese tiempo y que recurren a las papillas porque les resulta mucho más fácil. Esa es una realidad.

“En las consultas de pediatría se están prescribiendo productos que no solo no son los más óptimos para las necesidades nutricionales de los niños, sino que encima son directamente perjudiciales”

Al final cada familia tiene que valorar su realidad y ver qué puede hacer y qué le apetece hacer. Porque hay algunos padres y madres que sufren mucho estrés con el BLW porque piensan que su bebé se va a atragantar. En ese caso es mejor que le den papilla, porque va a ser mejor comer en un entorno alegre y cómodo que optar por el BLW en un entorno de agobio y estrés que al final se transmite al niño.

Niños comiendo ensalada

Como habéis comentado, hay quienes temen que con el BLW/BLISS sus hijos coman menos que si les meten la papilla en la boca a cucharadas. ¿Qué diríais a quienes temen que sus hijos no coman lo suficiente?

LM: Les diríamos en primer lugar que no se preocupen, porque los niños no van a pasar hambre adrede. Si se quedan con hambre, lo van a hacer saber, ya sea llorando o señalando. Por otro lado, les diría que se tranquilicen, porque hoy en día lo que vivimos es justo lo contrario, un exceso de alimentos, y muchas veces tendemos a sobrepasar el sistema de saciedad del bebé y seguir dándole comida cuando ya están llenos. Ese sistema de saciedad es mucho más fácil pasárselo cuando le estamos metiendo papilla en la boca con una cuchara que cuando él mismo se autogestiona. Y además en ese momento de la alimentación complementaria el bebé sigue tomando leche, ya sea materna o de fórmula.

En el único momento en el que debemos preocuparnos es si vemos al niño apático, irascible, con malestar. Eso es síntoma de que pasa algo, pero ahí la solución no es obligarle a comer, sino ir al pediatra para ver cuál es el problema y buscar una solución.

Hacia una alimentación saludable

Habéis titulado vuestro libro “¿Qué le doy de comer?” y yo voy a devolveros esa pregunta. ¿Qué debemos dar de comer a nuestros hijos para que tengan una alimentación saludable?

AS: Fácil. Alimentos sanos. Es más, cerramos el libro con un mensaje contundente: “Al final resulta que los niños y las niñas también podían comer comida”. Y cuando hablamos de comida nos referimos a alimentos sanos.

“Al inicio de la alimentación complementaria se produce un momento crítico respecto al hierro en los bebés porque se empiezan a terminar las reservas de hierro y es fácil que los peques puedan tener algo de anemia”

El problema es que mantener esta buena alimentación no siempre es fácil. Uno lo puede hacer en casa, pero luego están los abuelos, los amigos del colegio, los parques, los dependientes del mercado y sus piruletas… ¿Hay forma de escapar de la comida insana?

AS: Hay forma, pero tampoco recomendamos aislar a los niños de la comida insana. Lo importante es que dentro de todas las variables que estén bajo nuestro control, intentemos dirigir la balanza hacia los alimentos saludables. Es decir, ¿vamos a prohibir al niño que vaya a un cumpleaños donde vaya a haber comida insana? Bueno, pues eso tiene que decidirlo cada familia, pero probablemente tenemos que relativizar y darnos cuenta de que lo importante es la rutina y el control de los contextos que estén a nuestro alcance, porque a lo mejor es más fácil controlar qué le dan los abuelos, con los que pasa tres tardes a la semana, que lo que come en un cumpleaños eventual al que va a ir una vez al mes. En el libro intentamos que las familias se den cuenta de dónde están esas amenazas que sí que pueden representar una distorsión real de la dieta del niño y que no se centren tanto en casos anecdóticos.

“El BLW ofrece ventajas respecto a las papillas, pero esto no quiere decir que las papillas hayan pasado a ser el mal”

LM: Como dice Aitor, no se trata de prohibir a los niños que coman un chupachup que le han dado, porque a un niño pequeño tampoco puedes explicarle que algo tiene mucho azúcar. Cada familia tiene que buscar sus estrategias. Por ejemplo, yo tengo unos amigos que le han dicho a su hijo que los chupachups no se comen hasta que se cumplen seis años, así que el niño o los rechaza o los va guardando para cuando cumpla esa edad. A otros les funcionará otra idea. Y a otros si eso sucede cada dos meses no les importará que sus hijos se coman el chupachup. Todas las estrategias son válidas. Lo importante es que en el día a día y en casa no estén esos alimentos insanos y que los contextos en los que nos los encontremos sean excepcionales y por tanto no tengan una repercusión en la salud del niño.

En esos entornos no es difícil encontrarse con algún padre que te dice aquello de “qué suerte la tuya que tus hijos comen fruta, con la mía no hay manera”, mientras le da una galleta a su hija. ¿Qué le diríais a esos padres? ¿Hay forma de que esos niños coman fruta?

AS: Claro que la hay, porque la prueba es que hay otros niños de su entorno que sí la comen. Lo que sucede muchas veces en la alimentación infantil es que los consejos que se les dan a las familias llegan tarde y para ese momento ya no se puede educar el paladar del niño desde cero, pero sí hay alternativas para avanzar en el día a día. Obviamente lo que no es realista es, si está acostumbrado a ello, quitarle la bollería industrial de un día para otro y darle una zanahoria. Eso es un mal enfoque. Lo que proponemos en el libro es que la mejora sea progresiva. Si tenemos un escenario con una familia que todas las tardes va al parque con bollería, lo ideal sería que la semana siguiente vayan dos días con fruta, elegida por el propio niño, y que poco a poco se vaya avanzando hacia la sustitución total de la comida insana.

“Lo importante es que en el día a día y en casa los niños no tengan a su disposición alimentos insanos y que los contextos en los que nos los encontremos sean excepcionales”

LM: En consulta hay una respuesta clásica de las familias respecto a este tema: “Es que si no le doy galletas no desayuna o merienda nada”. La respuesta es que no desayune o que no meriende. A un niño sano no le va a pasar nada por no desayunar o no merendar. Y entre comer nada o un producto de bollería industrial, nada es una mejor opción. Es mejor que un niño no meriende a que meriende bollería industrial.

Como vosotros decís, el objetivo último no debería ser que nuestros hijos coman sano, que también, sino que quieran comer sano. Para terminar: ¿Qué consejos daríais a los padres para conseguir que sus hijos quieran comer sano?

LM: Lo principal es que desde el inicio la comida que se le ofrezca al niño sea saludable, de forma que comer sano no sea un castigo, sino que lo vea como algo normal. Hay que ofrecer una imagen positiva de la comida saludable, ofreciéndola de forma atractiva y variada. Y también es importante el ejemplo, que vean a los padres y cuidadores comiendo sano, porque tú no puedes pretender que tu hijo beba agua mientras tú te bebes un refresco o que coma ensalada mientras tú comes unas salchichas.

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