Mar Romera

Maestra, pedagoga y presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci (APFRATO), autora de ‘Educar sin recetas’
La maestra y pedagoga Mar Romera recoge en Educar sin recetas algunas reflexiones para inspirar a familias y educadores en la educación de los niños y niñas. Hablamos con ella sobre la experiencia de criar a los hijos.
Mar Romera, pedagoga
“Educar a un hijo es coger carretera de montaña y no una autopista. Es utilizar cámara de fotos con carrete, y no una cámara digital que dispara fotos sin ton ni son”

25 de agosto de 2022

Para Mar Romera, maestra, pedagoga y presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci (APFRATO), tener hijos e hijas supone asumir que no vamos a encontrar una receta mágica que nos acompañe en su crianza y educación, sino que deberemos ir cocinando las que mejor se adapten a nuestra familia, a nuestros hijos y a nosotros mismos. Acaba de publicar Educar sin recetas (Ediciones destino), un libro con el que quiere transmitir lo maravilloso que es vivir la aventura de la maternidad y la paternidad, siempre y cuando aceptemos su complejidad, siempre desde la generosidad y el amor. “Es una historia de amor y de entrega desde la generosidad del amor. El verdadero amor es generoso, es respetar al otro, es permitir al otro encontrar su mejor versión, es dejar ir cuando se debe”, dice en esta entrevista.

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A lo largo del libro vas dejando, como migas de pan, pequeñas leyendas e historias. ¿Por qué dirías que son útiles en la vida real?

Portada "Educar sin recetas"

Yo creo que la gran dificultad del ser humano para aprender es poder adaptarnos a las realidades de cada persona. Y, por otra parte, no podemos olvidar que la gran capacidad que tenemos es el poder de la imaginación. Esto es lo que nos hace realmente diferentes de otros seres vivos.

Cuando escuchamos una leyenda, un cuento, se dan dos circunstancias: por un lado, cada persona tiene la oportunidad de interpretarla según sus necesidades y sus vivencias. Por otro, como al cerebro humano le encantan estas historias y tenemos la capacidad de imaginar, nos sirve para interpretar cosas complejas de forma más sencilla. Por eso, creo que utilizar el recurso de las historias tiene gran validez para poder entender las emociones, la educación, de forma sencilla.

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Muchas veces hasta tener a nuestros hijos no entramos en contacto con el mundo de los bebés y de la infancia. Cada vez hay menos niños a nuestro alrededor, y cada vez más solos. ¿Sabemos lo que supone tener hijos hoy?

No, creo que en realidad nunca lo hemos sabido. La cuestión es que hoy se nos ha vendido una sociedad de bienestar en la que impera el “hago lo que quiero cuando quiero” y esto choca frontalmente con la maternidad y la paternidad. Tener hijos es asumir que se deben detener cosas que antes hacíamos, es aceptar un cambio vital radical, y no estamos muchas veces dispuestos a esto. O no somos siempre conscientes de ello.

Tener hijos es asumir que se deben detener cosas que antes hacíamos, es aceptar un cambio vital radical, y no estamos muchas veces dispuestos a esto

Luego ocurre también que cabe preguntarnos si está el mundo para traer hijos. Hoy en el telediario he visto incendios, he visto la guerra, he visto lo disparada que está la inflación, la cola de los comedores sociales… La situación de incertidumbre es enorme. Así que en nuestro cerebro convive la contradicción de dos emociones: el miedo y el placer. Si yo quiero mantener un estado de placer basado en hacer siempre lo que deseo, no me interesan los hijos. Si además convivo con una situación de miedo y de incertidumbre, ¿puedo traer hijos al mundo?

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Y cuando decides que sí, que vas a tener hijos, ¿a qué referentes consideras fundamental acudir para entender la crianza y la educación?

Antes me preguntabas sobre las leyendas e historias. Creo que tirar de la filosofía, de la ciencia, de la cultura global, es esencial, en general, para todos los aspectos de la vida. En el caso de la educación de los hijos creo que nuestros mayores referentes o guías deben ser el sentido común, la coherencia con nuestros propios valores y el amor.

Estamos creando comunidades a partir de determinadas marcas o determinados influencers y estamos perdiendo la capacidad de hacer comunidad con quienes tenemos alrededor

¿Se puede criar sin una tribu?

Creo que no. Esta es una de las grandes debilidades de los modelos educativos en Occidente. Es cierto que tenemos, en general, una buena calidad de vida, una buena escuela pública, una sanidad maravillosa, pero no tenemos comunidad. Contar con la tribu, percibir que a nuestros vecinos les importan nuestros hijos, que les importamos nosotros, y a su vez sentir que somos útiles para ellos, hace comunidad. Lo que pasa es que estamos creando comunidades a partir de determinadas marcas o determinados influencers y estamos perdiendo la capacidad de hacer comunidad con quienes tenemos alrededor.

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Errores y aciertos en la crianza de los hijos

“Existen muy pocos errores con demasiado amor”, escribes. ¿Es la maternidad y la paternidad una historia de amor y enamoramiento?

Es una historia de amor y de entrega desde la generosidad del amor. El verdadero amor es generoso, es respetar al otro, es permitir al otro encontrar su mejor versión, es dejar ir cuando se debe.

En el nombre del amor también se cometen barbaridades…

Es que entonces eso no es amor. Cuando en nombre del amor se maltrata, eso no podemos decir que es amor.

¿Podemos hablar de errores y de aciertos en la crianza de los hijos?

Por supuesto. La cuestión es qué errores se cometen, qué grado de gravedad tienen esos errores. Yo me he equivocado muchísimas veces con mis hijas y creo que no pasa nada si se reconoce y se pide perdón. Tenemos el derecho a equivocarnos.

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Siempre vemos la culpa como algo negativo, pero también es positiva: cuando sentimos culpa podemos pensar en la reparación, en hacerlo mejor. La culpa nos impulsa a ser mejores y solucionar nuestros errores.

“Encontrar el equilibrio entre la ambición personal de cada madre y cada padre (nuestra vida, profesión, gustos, hobbies, viajes por hacer, logros por conquistar...) y lo que merecen nuestros hijos e hijas es la clave de la calma”, escribes.

La cuestión yo creo que es ubicarnos en un autoconcepto real y tener una vida con objetivos. No se trata de que tengamos que conseguir esos objetivos, de llegar a una meta, pero sí que vivamos el camino. Si estamos frustradas por lo que no hemos alcanzado en la vida y eso lo volcamos en nuestros hijos, estaremos manteniendo esa frustración.

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¿Qué dirías que necesitan los hijos y las hijas de sus adultos de referencia?

Necesitan modelos y necesitan nuestra mirada. Necesitan que los adultos quitemos los ojos de las pantallas, esto que pasa hoy en día es una barbaridad. ¿Cuántas veces nos hablan los hijos y nos les estamos mirando? También necesitan normas y límites amorosos.

Aunque compartimos un mapa genético con nuestros hijos, y nuestros hijos entre ellos, el contexto es distinto, la personalidad es distinta…

Educar a un hijo es coger carretera de montaña y no una autopista. Es utilizar cámara de fotos con carrete, y no una cámara digital que dispara fotos sin ton ni son.

Adaptar la educación a la personalidad de cada niño

Mencionas las diferencias que se dan entre hermanos criados en la misma casa, con las mismas normas, el mismo ambiente. Pones de ejemplo la tortilla de patatas: no hay dos iguales pero la de nuestra madre siempre es la mejor. ¿Se nos olvida a menudo que son dos personas distintas?

Se nos olvida muchas veces, sin duda. Aunque compartimos un mapa genético con nuestros hijos, y nuestros hijos entre ellos, el contexto es distinto, la personalidad es distinta… Vuelve a la tortilla de patatas: los huevos son los mismos, las patatas son las mismas, pero el proceso de cocinado hace que una tortilla sea muy distinta de otra: la sartén que usamos, el tipo de fuego, el nivel de calor que le damos… Cada peque es único, irrepetible y no copiable.

Dos hermanos no necesitan lo mismo pero tienen que sentir que son tratados igual

Cuando tenemos varios hijos, ¿sabemos adaptar la educación según sus necesidades y personalidad?

Dos hermanos no necesitan lo mismo pero tienen que sentir que son tratados igual. Yo tengo dos hijas. Una es rubia, la otra morena; la una tiene los ojos oscuros, la otra los tiene claros; una es más de literatura, la otra más de matemáticas; a la una le gusta el pescado, a la otra no le gusta. No podemos establecer normas a la carta, es imposible, pero sí deben sentirse respetadas. Que ambas sientan que son tratadas en igualdad de condiciones.

Por último: ¿qué te gustaría transmitir como mensaje final de este planteamiento que haces de ‘Educar sin recetas’?

Tener un hijo, tener una hija, es una aventura maravillosa. Desde ahí, desde esa idea, yo invito a que vivamos esta aventura sin un mapa rígido. El mapa de la crianza cambia, muta, y debemos aceptar eso. El mundo necesita niños y niñas y necesitamos aprender a disfrutar de ellos y de ellas sin preocuparnos continuamente por lo que ocurrirá mañana. Necesitamos educar sin mapas y sin recetas.

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