María Berrozpe Martínez
24 de junio de 2022
El sueño infantil nos preocupa. Y muchas veces esa preocupación no tiene otro origen que lo desconectados que estamos de nuestras necesidades más humanas. Porque dormir, algo tan biológico, entra en permanente conflicto con nuestra cultura y con la forma en la que nos organizamos. Sobre esto lleva décadas investigando María Berrozpe Martínez, doctora en ciencias biológicas y cofundadora del Centro de estudios del sueño infantil (CESI), quien acaba de publicar La ciencia del sueño infantil (Oberon), un libro en el que recorre cómo es el sueño de los niños y niñas para poder acompañarlos y que la familia pueda disfrutar de una convivencia feliz. “Saber qué esperar te ayuda a no tener expectativas irreales y a no pensar que tu hijo es el problema”, dice Berrozpe. Hablamos con ella de colecho, ciencia y hábitos para preparar el descanso.
Dice Rafaela López en el prólogo lo curioso que le resulta ver cómo persisten los problemas a los que se enfrentó ella hace casi dos décadas, cuando empezó a estudiar el sueño infantil. ¿Seguimos sin saber cómo es el sueño en la infancia?
El problema de la ciencia del sueño infantil es que el conocimiento se ha generado estudiando al bebé y al niño durmiendo en unas condiciones culturales determinadas, las de los países occidentales industrializados (que son los que generan la mayor parte del conocimiento científico y a los que pertenecen la gran mayoría de revistas y organizadores de congresos, donde se valida esta ciencia). Y precisamente estas condiciones entran en grave conflicto con el que sería el hábitat natural del sueño de la infancia, especialmente en el caso de los bebés.
Dicho de otra manera: nuestra sociedad impuso el sueño en solitario de los bebés y niños, o al menos el sueño lejos de su madre, por motivos meramente culturales. Cuando se desarrolló la ciencia del sueño infantil, a mediados del siglo pasado, el bebé tomado como modelo dormía solo y era básicamente alimentado con leche de fórmula. Y este bebé no duerme igual que el bebé durmiendo en sus condiciones naturales como mamífero primate que es: en contacto estrecho con el cuerpo de su madre y alimentado con lactancia materna a demanda.
Nuestra sociedad impuso el sueño en solitario de los bebés y niños, o al menos el sueño lejos de su madre, por motivos meramente culturales
El resultado de este fenómeno fue que la pediatría del sueño normalizó el sueño del bebé durmiendo solo, y asumió que era el sueño saludable, y hasta que antropólogos y biólogos no reclamaron ser escuchados y formar parte de la ciencia del sueño infantil, no fueron conscientes de que estaban estudiando un “artefacto cultural”.
Así, como gran parte de la ciencia del sueño infantil se ha realizado, y se sigue realizando, en estas condiciones, todavía tenemos pocas evidencias de cómo es el sueño saludable del bebé. Afortunadamente, cada vez más grupos estudian el sueño de la infancia en su hábitat natural –junto a su madre y con lactancia materna– por lo que por fin empezamos a saber cómo es el sueño saludable de nuestros hijos.
¿Saber qué esperar del sueño de los bebés y de los niños deja de convertirlo en un problema?
Saber qué esperar te ayuda a no tener expectativas irreales y a no pensar que tu hijo es el problema. Porque el problema no es el bebé o el niño, sino una sociedad que les exige ir más allá de su capacidad para adaptarse saludablemente a una exigencia socio-cultural. Nuestra sociedad espera que los bebés duerman solos a partir de los seis meses de vida, pero eso es una exigencia excesiva para un número muy importante de bebés.
Saber qué esperar te ayuda a no tener expectativas irreales y a no pensar que tu hijo es el problema
Todos lo conseguirán antes o después, sin necesidad de forzar nada, pero esperar que todos lo consigan automáticamente a los seis meses genera un enorme estrés en muchos bebés y sus familias. Por el contrario, saber que dormir con tu bebé es perfectamente sano y natural, y que el bebé reclame tu compañía durante el sueño también es perfectamente saludable, natural y normal, evita que te sientas obligada a sacar a tu hijo de tu cama siguiendo unas directrices externas, en contra de tu voluntad o la de tu hijo.
¿Y en cuanto al sueño de los adolescentes?
Los adolescentes sufren un retraso fisiológico y natural de su ritmo circadiano que hace que muchos jóvenes tengan verdaderos problemas para adaptarse a los horarios sociales (educativos o laborales). En ocasiones optimizar los hábitos del sueño (nada de pantallas al menos dos horas antes de ir a dormir, cenas ligeras, luces suaves y poca actividad física al anochecer, etcétera) es suficiente para que el adolescente consiga un buen sueño a pesar de todo.
Pero otras veces, con los jóvenes que se encuentran en el extremo de la curva (los muy “búhos”) esta adaptación es casi imposible sin intervención médica. Y, de nuevo, es importante dejar de culpar al chico y ser conscientes de que el problema es una sociedad con muy malos hábitos normalizados (luces nocturnas, TV, pantallas…) y muy exigente en cuanto a horarios.
Cómo es el sueño de los niños y cuánto necesitan dormir
¿Qué debemos saber las familias sobre el sueño de nuestros hijos e hijas?
Que todos los niños y niñas sanos acaban adaptándose a las exigencias culturales y sociales, pero necesitan su tiempo y cada uno tiene su ritmo. Si en algo se ponen de acuerdo los investigadores es en la enorme variabilidad que existe entre los niños respecto a cuánto, cuándo y cómo duermen.
Afirmas que la forma en la que nuestra cultura considera que deben dormir los bebés y niños no es la más conveniente para ellos. ¿Qué esperamos de su sueño?
Esperamos que duerman solos, pero esto va en contra de los instintos más profundos de cualquier cría primate. Los bebés y los niños necesitan (no es un capricho) dormir cerquita de su madre o, en su defecto, de su figura de apego principal o un cuidador amoroso de confianza. El sueño en solitario se estableció y normalizó por prejuicios y determinantes culturales, muchos de ellos ya obsoletos. Hoy en día no tiene ningún sentido seguir dándole la importancia y el protagonismo que un sector todavía importante de la pediatría y la psicología del sueño le da.
El problema no es el bebé, el niño o el adolescente, sino una sociedad que les exige ir más allá de su capacidad para adaptarse saludablemente a una exigencia socio-cultural
Dormir solo no es ningún “hito” del desarrollo que los niños tengan que alcanzar obligatoriamente. Hay culturas en las que nunca se duerme solo, y no por eso no duermen bien o saludablemente. De todas formas, todos los niños sanos acabarán aceptando esta exigencia cultural. De hecho, a ciertas edades, ya no es que la acepten, es que la exigen…
Otra exigencia absurda es que “duerman del tirón toda la noche”. Nadie duerme “del tirón”. Todos nos despertamos. Lo normal es despertarse porque nuestro sueño está diseñado para seguir monitoreando el ambiente lo más posible, para garantizar la supervivencia en un momento tan vulnerable. Así que cuando nos sentimos cómodos y seguros, nos volvemos a dormir después de estos cortos despertares sin más problemas.
Si los bebés y niños están cerca de su madre o cuidadores, en la mayoría de los despertares se volverán a dormir muy tranquilos. El problema es cuando tratamos de que duerman solos toda la noche demasiado pronto. Entonces, al sentirse desamparados, se desvelan y reclaman a su madre, tal y como les ordena su instinto. Si nadie acude a estos reclamos, evidentemente llegará un momento en que se rinden y dejan de reclamar. Pero se duermen en un estado de estrés y ansiedad. Y eso no es nada bueno, ni para su sueño, ni para su desarrollo en general.
La pregunta del millón es: ¿cuánto necesitan dormir nuestros hijos?
Cómo ya he dicho antes, hay una enorme variabilidad entre niños, hasta el punto de que la Academia americana de medicina del sueño no da recomendaciones antes de los cuatro meses. A partir de los cuatro meses dan las siguientes (última actualización del año 2016):
Otras instituciones de salud tienen otros intervalos, aunque son por el estilo. Pero esto hay que tomárselo como una guía no normativa. Habrá niños fuera de estos intervalos que estarán durmiendo perfectamente. Lo más importante para saber si un niño duerme bien es observarlo durante la vigilia y estudiar su salud general. Si él está despierto, contento, activo, su desarrollo cognitivo y físico va bien…. Entonces no hay que preocuparse, todo va bien.
Dormir solo no es ningún “hito” del desarrollo que los niños tengan que alcanzar obligatoriamente
Por el contrario, un niño puede estar durmiendo unas horas dentro del rango que corresponde a su edad y no estar durmiendo bien, algo que se manifestará durante la vigilia (mal humor, adormecimiento, cansancio, lentitud en el aprendizaje, problemas de comportamiento, falta de concentración…).
Hablas de cronotipos básicos: vespertinos, matutinos e indeterminados. ¿Podrías explicar en qué consisten?
Los vespertinos o búhos necesitan acostarse a una hora tardía porque el sueño no les llega antes. A los matutinos, o alondras, por el contrario, les entra el sueño prontito, en cuanto cae el sol. Los indeterminados están entre los dos extremos. Todo depende de cuándo tenemos nuestro pico de melatonina, una hormona que sigue un ritmo circadiano: empieza a aumentar al anochecer, con la disminución de la luz, tiene su máximo a medianoche, y disminuye hacia la mañana.
En ocasiones optimizar los hábitos del sueño es suficiente para que el adolescente consiga un buen sueño a pesar de todo
El máximo de melatonina en el cronotipo “alondra” puede estar hacia las doce de la noche, por lo que necesitan comenzar a dormir hacia las 10 como tarde. En los “búhos”, por el contrario, pueden tener un máximo de melatonina tan tardío como las seis de la mañana, por lo que no les entrará el sueño antes de las tres, pero luego necesitan estar hasta las 11 en la cama. Y en medio de estos extremos está el 50% de la población, con el cronotipo indeterminado, con un máximo de melatonina hacia las tres de la mañana, por lo que duermen entre las 12 horas y las ocho, más o menos.
Colecho: por qué es beneficioso para tu bebé
El colecho está muy presente en el libro. ¿Por qué es no solo seguro, sino recomendable, dormir con nuestros hijos?
Porque somos mamíferos placentarios y primates. Además, somos una especie porteadora, de las que llevan a las crías siempre en contacto porque la madre es fuente, no solo de alimentación con la leche materna, sino también de regulación fisiológica (temperatura, ritmo cardiaco, respiración, etcétera).
Un niño puede estar durmiendo unas horas dentro del rango que corresponde a su edad y no estar durmiendo bien
Esta es nuestra biología, y si bien los humanos tenemos las dimensiones psico y social que también determinan nuestro comportamiento, no podemos construirlas obviando el papel de lo que somos a nivel meramente biológico. Si no respetamos nuestra realidad biológica el resultado es el desarrollo de una patología, física o emocional.
¿Qué decir a quienes piensan que el colecho es una moda?
Que el colecho es el comportamiento mayoritario en la historia de la humanidad, tanto en el tiempo, como entre las culturas, y que la excepción es el sueño en solitario impuesto en nuestra cultura en concreto. También es el comportamiento normal en todos los primates. Así que si algo debe de ser calificado como “moda” es el sueño en solitario, no el colecho.
¿Por qué dirías que ha sido tradicionalmente atacado por profesionales de la pediatría?
Porque cuando desarrollamos la tecnología necesaria para estudiar el sueño, se estudió el del bebé durmiendo en solitario y siendo alimentado por biberón, que era la norma impuesta por determinantes culturales. Eran los tiempos, además, del positivismo científico, en los que hombres que nunca habían criado bebés decidían cómo se tenía que hacer en nombre de una ciencia de bajísima calidad, llena de sesgos y prejuicios.
Las sociedades que más respetaban la relación física y emocional entre la madre y el bebé y más afectuosas eran con su infancia, más pacíficas y sanas eran
El poder de decisión sobre la crianza de los hijos se desplazó de las madres a los “expertos”, pero estos expertos se basaban en una ciencia sesgada, endeble, que hoy en día nadie tomaría en serio. Sobre ella empezó a generarse cada vez más conocimiento, pero el problema fue que el diseño de los estudios y la interpretación de los resultados siguieron sufriendo del sesgo cultural que ya tambaleaba sus cimientos.
Fueron disciplinas como la antropología y la biología evolutiva las que con sus aportaciones enderezaron esos cimientos tambaleantes, dando la oportunidad a los expertos de comenzar a diseñar estudios con un abordaje multidisciplinar mucho más rico e independiente del sesgo cultural de la sociedad que genera el conocimiento.
¿Cuáles son los mitos más extendidos en torno al sueño en compañía?
Se dice que no es seguro, pero lo cierto es que esta duda solo se mantiene los primeros tres meses de vida del bebé, y se ha demostrado que en el contexto de la madre que amamanta a su bebé durmiendo juntos, el colecho puede practicarse con total seguridad siguiendo unas sencillas normas. Se dice que afecta al desarrollo de los niños, cuando lo cierto es que sí, afecta, pero de manera positiva, no negativa, sobre todo si el colecho se hace por voluntad y de buena gana.
El colecho es el comportamiento mayoritario en la historia de la humanidad, tanto en el tiempo, como entre las culturas, y la excepción es el sueño en solitario impuesto en nuestra cultura en concreto
También los hay que temen que afecte a la vida matrimonial, cuando lo cierto es que tener hijos ya es un gran cambio que cualquier pareja madura y sólida debería ser perfectamente capaz de superar. Si la pareja se derrumba, desde luego no va a ser por el colecho. Solo se trata de tener un poco de imaginación para encontrar momentos y lugares para la intimidad de pareja cuando la cama matrimonial se ha convertido en cama familiar. Y también la madurez necesaria para asumir que en ese momento en concreto las necesidades de la descendencia son las que son, y son los menores los más vulnerables de la ecuación, y nosotros los responsables de cubrir esas necesidades.
¿Qué efectos tiene el colecho sobre las madres y los padres?
Las madres nos sincronizamos mejor y somos más sensibles a nuestras criaturas. Además, facilita muchísimo la lactancia materna y dormimos mucho mejor. Y a los padres se ha demostrado que les baja los niveles de testosterona, lo que se interpreta como una preparación de la fisiología del padre para optimizar el ser un “cuidador” de su descendencia.
Consejos para mejorar el sueño de padres e hijos
¿Qué efectos tienen sobre la infancia las normas sociales, culturales y hasta económicas que nos separan de los bebés demasiado pronto?
El efecto de una carencia primal, una necesidad de amor, afecto y cuerpo materno que arrastramos de por vida y se manifiesta en esta sociedad consumista, inmadura, desconectada de la naturaleza y de su naturaleza, deprimida, ansiosa, violenta, dependiente de satisfacciones instantáneas.
¿Es el respeto del continuum entre madre y bebé la solución a todas nuestras enfermedades sociales? No lo sé, pero ya Prescott demostró que las sociedades que más respetaban la relación física y emocional entre la madre y el bebé y más afectuosas eran con su infancia, más pacíficas y sanas eran.
¿Qué recomendaciones le darías a una familia que esté preocupada por el sueño infantil?
Que mejoren sus hábitos de higiene del sueño a nivel familiar (no solo el niño). Cenas ligeras dos horas antes de acostarse, luces tenues, y nada de pantallas. Actividades tranquilas y agradables (baños, masajes, cuentos, música tranquila, meditación…) antes de ir a dormir. Por el día todo lo posible en el exterior recibiendo la luz natural del sol (aunque te protejas la piel y los ojos, solo con estar en el exterior ya es un beneficio enorme). Si es posible, que les despierte también la luz natural por la mañana.
Que no tengan miedo al colecho y que, si se deciden por practicarlo, optimicen las condiciones de seguridad y comodidad. Con los bebés más pequeños, si no se sienten seguros, servirá una cuna adosada a la cama por el lado de la madre, para que ambos se tengan acceso fácilmente y sin necesidad de despertarse del todo. Para bebés más grandes y niños, poner dos camas grandes juntas, aunque la habitación no quede demasiado bonita y haya que sacar mobiliario superfluo. Priorizar el dormir bien sobre todo lo demás (estética, prejuicios culturales, etcétera).
Al final, aunque parece que no, la infancia de nuestro hijo es muy corta y pasa muy, muy rápido. Así que mi recomendación más importante es que no pierdas el tiempo “sufriéndola” ni haciéndole sufrir a tu hijo para ajustarle a normas que no tienen ningún sentido para él. Empieza a disfrutar de cada minuto en su compañía desde ya. En unos años salen volando de nuestra cama por decisión propia y, en unos años más, los verás salir por la puerta…. Y ya no hay marcha atrás.