María José Garrido

Antropóloga experta en Etnopediatría y Antropología de la Maternidad y la Infancia
La etnopediatría estudia la relación entre los modelos de crianza y la salud y el desarrollo infantil. María José Garrido, experta en esta ciencia, nos explica cómo criar a nuestros hijos con valores que les hagan más felices.
María José Garrido
“En Occidente, forzamos la independencia de los bebés y la soledad cuando lo que necesitan es contacto estrecho”

4 de enero de 2018

Cómo criamos a nuestros hijos dice mucho de nosotros como sociedad y, por supuesto, también influye en ellos a todos los niveles, tanto físicos como emocionales. Esto es lo que nos dice la etnopediatría, una disciplina científica nacida en los años 90 de la mano de Carol Worthman, directora del Laboratorio de Biología Humana Comparada del Departamento de Antropología de la Universidad de Emory (Atlanta, Estados Unidos). María José Garrido, doctora en Antropología especializada en esta ciencia, plantea en su libro Etnopediatría: infancia, biología y cultura(Editorial OB STARE), cómo es posible que los niños de Occidente, aparentemente con mayores recursos que los que viven en otras partes del planeta, sean menos felices y tengan más “trastornos y enfermedades, como déficit de atención e hiperactividad, ansiedad y estrés, depresión o autismo, que no existen en otras culturas”. La experta aboga por una revisión y un replanteamiento de nuestros valores lejos del individualismo, la competitividad o la independencia porque, dice, “es demasiado valioso lo que está en juego: nada menos que nuestro futuro”.

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Vivir con el trastorno límite de la personalidad

Tu libro se titula 'Etnopediatría: Infancia, biología y cultura'. Cuéntanos qué estudia la etnopediatría y qué nos dice de nuestra sociedad actual.

La etnopediatría es una ciencia que surgió en los años 90 para estudiar las diferentes maneras de criar en distintas culturas y sus consecuencias: cómo afecta al desarrollo, la salud y la enfermedad de los niños –y también de los adultos– en esas sociedades. La etnopediatría combina la biología, la psicología y la antropología para analizar de forma global la maternidad y la infancia en distintas partes del mundo, desde el embarazo, el parto, la alimentación y lactancia, hasta el sueño infantil y el contacto físico.

La conclusión de los etnopediatras es que en nuestra sociedad no respetamos la biología infantil. Los bebés nacen muy inmaduros, debido al gran tamaño de nuestro cerebro y a la bipedestación. Esta gran vulnerabilidad y dependencia de nuestra especie requiere la proximidad de un adulto a lo largo de nuestra infancia, que es más larga que la de otras especies. En Occidente, sin embargo, forzamos la independencia de los bebés y la soledad cuando lo que necesitan es contacto estrecho. Las consecuencias de transmitir a los niños nuestra forma de vida se traduce en un aumento exponencial de trastornos y enfermedades como déficit de atención e hiperactividad, ansiedad y estrés, depresión o autismo, que no existen en otras culturas. Incluso el grado de violencia de una sociedad está directamente relacionado con el contacto físico durante la infancia.

¿Hasta qué punto es importante encontrar el equilibrio entre las necesidades de los niños y la respuesta de los padres?

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Hasta el punto de que si no satisfacemos las necesidades biológicas y emocionales de los niños, su desarrollo se ve afectado, su capacidad de aprendizaje, su gestión de emociones y agresividad, así como una mayor predisposición a desarrollar trastornos y enfermedades. De hecho, las necesidades infantiles son las mismas en todas partes del mundo. Y han sido idénticas desde hace cien mil años.

Los bebés no pueden adaptarse a nuestra sociedad, porque sus necesidades biológicas y emocionales han sido seleccionadas por la evolución

Al nacer necesitamos contacto físico y atención continua y, después, al crecer, respeto a las necesidades físicas y psicológicas de autonomía. Sin embargo, nosotros lo hacemos todo al revés: obligamos a la independencia cuando más dependientes son por razones biológicas, e impedimos la autonomía cuando los niños necesitan explorar el mundo y alejarse de nosotros. La biología de los bebés no ha cambiado, mientras que la cultura ha sufrido muchas modificaciones. El problema es que los bebés no pueden adaptarse a nuestra sociedad, porque están genéticamente programados, puesto que sus necesidades biológicas y emocionales han sido seleccionadas por la evolución, ya que han favorecido la supervivencia.

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¿Hemos convertido en patológicas fases naturales como el embarazo o el parto, o incluso aspectos como el desarrollo normal del sueño infantil?

Así es. Procesos del ciclo vital, como el embarazo, el nacimiento o el sueño infantil son considerados patológicos y, por tanto, medicalizables. Sin embargo, son fases naturales. De hecho, no existe ninguna sociedad con mayor índice de problemas de sueño en la infancia, porque sólo en la nuestra creemos que lo mejor es que duerman solos. En otros lugares, como en Japón, los niños duermen en compañía de su familia, como forma de integrarlos en la sociedad, fomentando así, de forma inconsciente, la importancia del grupo en lugar del individuo.

Detrás de todo esto subyacen los valores que cada sociedad transmite a través de la crianza. Al igual que las normas de crianza muestran la estructura de una sociedad, a través de los modelos etnoparentales, las culturas transfieren lo que consideran primordial, que en nuestro caso es la propiedad privada, el individualismo, o la competitividad.

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El modelo de crianza en el siglo XXI

¿Tan complicada resulta la crianza en el siglo XXI?

Lo complicado es criar en la sociedad artificial que hemos creado. La crianza es tan sencilla como lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad. Los niños únicamente necesitan la presencia de su figura de apego, preferentemente su madre, que es la que ha conocido durante nueve meses. El problema no es la maternidad, el problema es conciliar un trabajo de 8 o 10 horas con las necesidades del bebé, con la lactancia materna, que debe ser a demanda y cada poco tiempo para evitar hipoglucemia y favorecer el vínculo, tan importante para el correcto desarrollo emocional, cognitivo e inmunológico del niño.

En Reino Unido se está incentivando económicamente la duración de la lactancia materna, porque se ha comprobado que ahorra mucho dinero

La sociedad es la responsable de apoyar que las familias puedan criar saludablemente. No puede recaer, como hasta ahora, en el sacrificio laboral y económico de las madres. Es una cuestión de salud pública lo que está en juego. Recientemente, en Reino Unido se está incentivando económicamente la duración de la lactancia materna, porque se ha comprobado que ahorra mucho dinero: en fármacos, en necesidad de guarderías, en absentismo de los padres para llevarlos al pediatra, o en gasto sanitario, pero por encima de todo, porque es la mejor forma de prevención de futuras enfermedades, trastornos e inadaptaciones.

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En el libro incides en que nuestro modelo de crianza constituye una confrontación con la biología. ¿Cómo hemos llegado a esto y por qué cuesta tanto verlo?

Hemos llegado a esto como resultado de la mercantilización de la infancia, por un lado, ya que la maternidad y la crianza se han convertido en un negocio que deja mucho dinero. Nuestra cultura nos enseña que necesitamos múltiples artefactos para criar, cuando en realidad lo único que hace falta es que estemos junto a nuestros hijos. Esta situación también es fruto de la importancia del control en nuestra cultura. De controlar todo lo referente a los niños como forma de garantizar que todo esté bien, lo que está en oposición con la confianza que requiere amamantar o portear. Los bebés vienen preparados genéticamente para saber cuánto, cuándo y cómo comer, dormir, estar.

Nuestra cultura nos enseña que necesitamos múltiples artefactos para criar, cuando en realidad lo único que hace falta es que estemos junto a nuestros hijos

Otro factor es que nuestra cultura ha privilegiado lo racional sobre lo emocional. La razón sobre el instinto, y todo lo relacionado con la maternidad, como hecho biológico que es, es mucho más instintivo que cognitivo y, por tanto, imposible de controlar sin alterarlo. De aquí parte también el desequilibrio.

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El apego
Una crianza respetuosa y responsable requiere que estemos presentes y disponibles, y dediquemos tiempo a conocer a nuestros hijos.

Por último, el feminismo de la igualdad nos hizo creer que lo que realmente nos hace libres es tener un trabajo remunerado, y que la esclavitud era tener hijos, trasladando así el modelo masculino patriarcal a todos los ámbitos de la vida. Cuando en realidad lo que necesitamos las mujeres es poder ser libres de elegir ser madres o no. La infancia de nuestros hijos, por otro lado, es un tiempo corto e irrepetible que no espera a nadie, mientras que el trabajo sí puede esperar. Siempre y cuando la sociedad proteja a las madres económicamente y en el ámbito laboral impidiendo que haya represalias o que no puedan acceder a promociones laborales cuando se incorporan después de la baja maternal.

¿Es importante que desmitifiquemos creencias culturales tales como no cogerles en brazos, fomentar la independencia, o dormir separados de los hijos? ¿Tienen aún mucho peso los grandes mitos que giran en torno a la crianza?

Los mitos de la crianza convencional de los últimos cien años siguen teniendo un peso enorme. Obedecen a la necesidad que surgió, tras la revolución industrial de disponer de mano de obra femenina e infantil. Mientras llegaban a los 7 años para poder comenzar a trabajar, había que tener a los niños en algún sitio. Se tenían que acostumbrar a la lactancia artificial, a no cogerlos en brazos y a que durmieran solos, porque sus madres trabajaban jornadas de más de 15 horas.

La infancia de nuestros hijos es un tiempo corto e irrepetible que no espera a nadie, mientras que el trabajo sí puede esperar

En la actualidad esta situación ha cambiado y la tendencia es respetar los procesos naturales y las necesidades infantiles pero, aunque sean otros los protocolos, es difícil cambiar la inercia de una manera de hacer y de entender la infancia. Algunas de estas pautas siguen siendo las recomendaciones oficiales en pediatría, a pesar de la evidencia científica en contra. Se sigue recomendando dejar a los niños despiertos en su cuna, o ignorarlos si están llorando. El llanto es una forma de comunicación que requiere una respuesta. Ningún niño llora por fastidiar o sin razón. Obviarlo es algo cruel y negativo para su salud, por la gran cantidad de cortisol, debido al estrés, que segrega el cerebro.

¿Puede ser la crianza de los hijos una forma de lucha política para lograr una sociedad más sana?

Sin duda. La maternidad es política. La crianza infantil es política porque encierra el germen de la sociedad futura, porque constituye la base de la salud y la enfermedad de niños que serán adultos, y porque conforma los cimientos de las relaciones humanas que sustentarán la sociedad, condicionando su grado de violencia, de respeto a otras realidades, o la capacidad de tomar decisiones basadas en la aceptación de la diversidad humana. La infancia simboliza y encarna la supervivencia de cada sociedad. La mejor forma de invertir en salud es la prevención en la fase de la vida más determinante: la infancia.

El apego, cómo crear un vínculo sano con el bebé

Dedicas uno de los capítulos del libro al apego, y explicas lo importante que es el establecimiento de un “apego seguro” para la presente y futura salud del niño. ¿Cómo se construye ese apego seguro?

El apego es el armazón sobre el que construimos el mundo. De él depende cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo entendemos el mundo y las relaciones humanas. Los primeros años miramos la realidad a través de los ojos de nuestra madre. Si esa base inicial resulta estable y segura, el edificio de nuestra vida será robusto. Si los cimientos son inestables, el resto lo será aún más, según vaya creciendo la construcción. El apego se construye con presencia, con tiempo, con disponibilidad, sin prisa, queriendo aprender y conocer a nuestro hijo, con mucho contacto físico, aceptando las necesidades del bebé. Supone un aprendizaje vivencial basado en el respeto y la humildad de reaprender.

El vínculo es necesario y previene muchos problemas de gestión de emociones, de agresividad y de aprendizaje en el futuro

La naturaleza favorece la impronta, al segregar oxitocina y hacernos sentir enamoramiento; pero a querer y a criar hay que aprender. Hay que confiar en los niños, y en nosotros mismos, y buscar razones que expliquen cuando no entendemos. Adaptarnos a las necesidades del bebé. El vínculo es, como todas las cosas esenciales, algo invisible que se conforma muy despacio, en miles de gestos y detalles diarios. La vinculación es necesaria y previene muchos problemas de gestión de emociones, de agresividad y de aprendizaje en el futuro.

El apego
El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres o cuidadores y que le confiere la seguridad emocional fundamental para un buen desarrollo de su personalidad.

Pero, además del insustituible conocimiento experiencial, también necesitamos saber cómo son y se comportan los niños para ajustar las expectativas sobre la maternidad antes de convertirnos en madres.

¿Qué factores influyen en el establecimiento del apego entre padres e hijos?

Nuestra forma de vida está muy alejada de lo que necesitamos. El estrés, la ansiedad y la prisa, habituales en las grandes ciudades, son incompatibles con lo que necesita un recién nacido. Madre y bebé necesitan conocerse y sentirse. La falta de confianza en la capacidad de ser padres también dificulta el establecimiento del vínculo, así como el desconocimiento del desarrollo infantil. Desconocimiento de lo que es normal en un niño, de expectativas adecuadas a la realidad, de respetar la forma de ser de nuestros hijos, su autonomía, sus decisiones, y no forzar que sean como queramos o hagan lo que queremos, o lo que la sociedad nos hace creer que deben hacer.

¿Es posible criar con apego (seguro) en una sociedad como la nuestra acostumbrada a derivar y privatizar los cuidados?

Es difícil, pero se puede criar con apego seguro. Muchas madres han sentido una revolución de sus convicciones sobre crianza al nacer sus hijos porque, por mucho que queramos acorazar el instinto, la biología es poderosa y, con la maternidad, emerge con toda su fuerza. De hecho, desde hace más de 10 años existe un movimiento de crianza respetuosa que ha divulgado conocimiento científico actualizado sobre maternidad e infancia, sobre epigenética, neurobiología y antropología de la infancia. Y han dado forma a una red de maternidad organizada para apoyar a las madres con una misma visión de la crianza infantil.

La crisis de valores que también afecta a los niños

Los niños de Occidente tienen aparentemente “todo” lo necesario para ser los más felices del planeta. Sin embargo, leemos que son los niños menos sanos y menos felices en comparación con otras sociedades con un menor desarrollo a todos los niveles. ¿Qué está fallando?

Que llenamos de cosas materiales nuestra ausencia. Que no entendemos la importancia de los primeros años como factor de prevención de salud. Que no renunciamos a continuar con una vida basada en el consumismo voraz que nos impide disfrutar de lo que sentimos. Que vivimos anestesiados de nuestras emociones y de nuestras propias necesidades como seres sociales. Seguimos concediendo más importancia a pensar que a sentir. Obligamos a los niños a tener jornadas escolares y extraescolares larguísimas, jornadas que superan la jornada laboral legal en cualquier país europeo. El precio es alto. Y lo estamos pagando. Los datos resultan apabullantes: el diagnóstico de espectro autista ha aumentado un 78% en Estados Unidos en los últimos diez años, se ha producido un aumento del consumo de fármacos en España para TDAH –un 145% en niñas, y 81,3% en niños–, el 8% de los niños y el 20% de los adolescentes sufren ansiedad y estrés, se ha incrementado el índice de depresión en edades cada vez más tempranas, así como el suicidio entre los 10 y los 14 años. La infancia y la adolescencia son etapas tan importantes que es donde comienza el 70% de las enfermedades mentales.

¿Qué valores estamos enseñado a nuestros hijos?

Estamos enseñando que sólo importa uno mismo, el éxito individual a costa de lo que sea. Estamos negando la necesidad, como animales sociales, de empatía y de solidaridad, de pertenecer a un grupo. Curiosamente, los grupos humanos más exitosos se han basado en la reciprocidad y la colaboración más que en la confrontación. También les mostramos una única manera de ser y de pensar, una uniformidad que está en contra de la condición humana, del respeto a la diversidad, y de la propia realidad.

Conocer otras maneras de vivir en otros lugares del mundo permite que relativicemos nuestro concepto de lo normal o lo adecuado

Conocer otras maneras de vivir en otros lugares del mundo permite que relativicemos nuestro concepto de lo normal o lo adecuado. Hay muchas formas de vivir y nos enseñan a distanciarnos de nuestra limitada visión. Necesitamos abrir el zoom y ver el mundo en perspectiva. Es demasiado valioso lo que está en juego: nada menos que nuestro futuro.

¿Cómo podemos acabar con esta crisis de valores? ¿Realmente podemos hacer algo a nivel individual para solucionarlo?

Ya se está haciendo. Estamos viviendo un momento de replanteamiento de la vida en este planeta, de búsqueda de energías renovables que nos permitan respetar la diversidad de plantas y animales que nuestro sistema de vida está arrasando. Hay que educar con el ejemplo para transmitir valores día a día, a través de pequeños gestos domésticos, como el reciclaje o el ahorro energético, que fomenten la consciencia por el problema que ha ocasionado nuestro sistema económico. Sólo siendo conscientes podemos evitar que sigamos reproduciendo un modelo tan injusto en el futuro, y que lo hagan nuestros hijos y nietos. La educación constituye la vía de transmisión de nuevos valores que la sociedad debe adoptar.  

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