María Luisa Ferrerós

Psicóloga infantil especializada en neuropsicología y autora de ‘Dame la mano’
Los niños y niñas necesitan de sus padres amor, atención, y que les acepten tal y como son. María Luisa Ferrerós, experta en neuropsicología, explica cómo comunicarnos mejor con nuestros hijos y transmitirles seguridad.
Entrevista a María Luisa Ferrerós, autora de ‘Dame la mano’
“Nuestros hijos tienen que saber que tienen nuestra mano a su disposición. Y para esto debemos aprender a conectar con ellos, que sientan que les queremos tal y como son”

13 de mayo de 2021

No hay una receta mágica para criar y educar a nuestros hijos e hijas. En esto insiste mucho María Luisa Ferrerós, psicóloga infantil especializada en neuropsicología, porque cree que es importante que comprendamos que cada niño y cada niña es diferente, por lo que no siempre lo que funciona para unos, funciona para otros. Acaba de publicar Dame la mano (Cómo conectar con nuestros hijos para que crezcan seguros y felices), de la editorial Planeta, un libro en el que aborda esta cuestión con el objetivo de acompañar a las familias desde una perspectiva de “crianza a la carta”, que se ajuste a las características individuales de los menores porque, como afirma Ferrerós, debemos aceptar a nuestros hijos como son. “No podemos encasillarlos en patrones o roles establecidos, dejemos de poner etiquetas”, dice. También considera que las familias deben dejarse guiar por profesionales para salir a flote en el mar de información en el que caemos cuando nos convertimos en padres y madres.

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Entrevista a María Luisa Ferrerós

Hoy disponemos de mucha información en torno a la crianza y la educación de los hijos e hijas. Habla de “profesionalizar” la paternidad. ¿A qué se refiere con esa profesionalización?

Hablo de profesionalizar en el sentido de buscar opiniones profesionales. Ahora que tenemos más información que nunca se hace necesario también que esa información sea transmitida por parte de las fuentes adecuadas. A veces las familias están perdidas en este caos informativo y de tendencias, y creo que es importante dejarnos guiar por profesionales.

Es importante darnos cuenta de que para ser buenos padres y madres no hay que ser perfectos, sino ponerle todo el amor y la implicación posible

Tengo la sensación de que buscamos constantemente recetas mágicas. Pensamos que lo que ha ido bien a la vecina nos va bien a nosotros, y esto al final no siempre funciona porque cada niño y cada niña es especial y diferente. Incluso dentro de la misma familia hay cosas que van bien con unos hijos, pero no funcionan con otros. Por eso los padres deben guiar a sus hijos en función de la personalidad y de las circunstancias de cada uno. Hay que hacer un traje a medida para cada niño, pero con unas pautas profesionales.

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¿Cómo dejar a un lado las exigencias y lo que pensamos que se espera de nosotros como padres y madres?

Hay mucha presión social para que seamos padres y madres perfectos. Es importante darnos cuenta de que para ser buenos padres y madres no hay que ser perfectos, sino ponerle todo el amor y la implicación posible. Nuestro objetivo debe ser que sean niños queridos, aceptados, que conectemos con ellos, para poder guiarlos en ese crecimiento.

Lo que debemos enseñar a los niños es cómo gestionar su forma de ser, no cambiar su personalidad

Cuando nos obsesionamos con la perfección acabamos teniendo que hacer un check list con “lo que tenemos que hacer”, y nos olvidamos de lo esencial que es dedicarles tiempo y atención. Lo importante no es lo que haces, sino por qué lo haces. Es entonces cuando conectamos con nuestros hijos, cuando lo hacemos de verdad y no “porque toca”.

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¿Se puede criar y educar de forma saludable en un entorno que no lo pone nada fácil? Pienso en la duración de los permisos, las jornadas laborales, la ausencia de red para tantas familias…

Es muy difícil. Y creo que ya es hora de empezar a mirar a los países vecinos en materia de conciliación. Es vergonzoso que la familia no se pueda distribuir el permiso como mejor le convenga. Los permisos de paternidad y maternidad deberían ser de la familia, sea como sea esa familia, y que sus miembros se puedan organizar de la forma que mejor se adapte a sus circunstancias. ¿Por qué lo tienen que decidir otros?

Todos los niños necesitan abrazos, cariño, que estemos con ellos, que les miremos, que les dediquemos tiempo

Deberíamos tomar ya en serio este asunto y trabajar por una conciliación familiar real, con medidas que logren avances reales en materia de conciliación. Podríamos empezar porque en las grandes empresas hubiera guarderías para que las madres pudieran continuar con sus lactancias si así lo desean, o adaptando los horarios a los horarios de los niños. Las familias lo tienen tan difícil en la actualidad que acaban teniendo un único hijo, y muy tarde, y nadie se atreve a tener más. Los niños son nuestro futuro, así que si no nos ponemos manos a la obra no vamos a tener futuro.

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Crianza “a la carta” que respete la personalidad del niño o niña

En su libro propone una “crianza a la carta”. ¿En qué consiste exactamente?

Básicamente en huir de los estereotipos. Estoy atendiendo muchos casos en los que si los hijos no se adaptan a los estereotipos que se esperan, los padres se agobian y se ponen nerviosos. Debemos aceptar a nuestros hijos como son. No podemos encasillarlos en patrones o roles establecidos, dejemos de poner etiquetas. Por ejemplo, socialmente está muy valorado que el niño sea súper sociable. El niño que es tímido desde que es muy pequeño tiene la etiqueta y lo pasa mal. Sienten que es algo horrible cuando en realidad solo es una característica de la personalidad. Incluso puede ser una ventaja. Sin embargo, socialmente está mal visto. Lo que debemos enseñar a los niños es cómo gestionar su forma de ser, no cambiar su personalidad.

Uno de los problemas más habituales en las familias es la comunicación. A veces parece que nos falta un diccionario para entendernos con nuestros hijos

Esto es un poco lo que dices en el libro: “No intentes cambiar a tu hijo, positiviza su forma de ser”. ¿Cómo lo llevamos a la práctica?

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Hay que aceptar que nuestros hijos no son lo que soñábamos que iban a ser. Cuando estamos embarazadas ya estamos idealizando cómo va a ser ese bebé y nos pasamos la vida intentando modelar ese sueño. Así nos perdemos la magia. Tenemos que liberarnos de las expectativas, de las creencias que tenemos, de los ideales, y aceptar la realidad. Hay que partir de cero, sin expectativas, y lanzarnos a descubrir a nuestros hijos, dejarles brillar con las características que él o ella tiene.

Entrevista a María Luisa Ferrerós, autora de ‘Dame la mano’

No todos los niños son iguales pero, ¿todos necesitan las mismas cosas básicas?

Todos los niños necesitan abrazos, cariño, que estemos con ellos, que les miremos, que les dediquemos tiempo. Pero esto no tiene nada que ver con querer que todos seamos iguales. El colegio favorece que todos sean iguales, pero no respeta la individualidad. Nosotros debemos contrarrestar esto.

Los adultos nos olvidamos de que existe el lenguaje verbal, pero también el lenguaje no verbal: mira a los ojos a tu hijo, entiende lo que necesita

Explica también que un niño no es un adulto en miniatura, pero tampoco es un robot. ¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de comunicarnos con él o ella?

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Uno de los problemas más habituales en las familias es la comunicación. A veces parece que nos falta un diccionario para entendernos con nuestros hijos. ¿Por qué pasa esto? Porque el lenguaje es muy complicado. Cuando son pequeños y tienen 3, 4, 5 años, no pueden entender lo matices del leguajes, los mensajes más complejos, las negativas. A veces nos embarcamos en unas peleas de comunicación tremendas por no ajustar nuestro lenguaje a su compresión. Con los adolescentes pasa exactamente lo mismo. Cuando nos dicen “no me toques”, “no te acerques”, ellos quieren transmitirnos todo lo contrario: quieren que les achuchemos, que les acompañemos, que estemos ahí. Los adultos nos olvidamos de que existe el lenguaje verbal, pero también el lenguaje no verbal: mira a los ojos a tu hijo, entiende lo que necesita.

Los padres tienen que ser un equipo frente al hijo. No podemos improvisar, sino que tenemos que ponernos de acuerdo cuando tomamos decisiones con respecto a los hijos

Cómo transmitir seguridad a nuestros hijos

¿Cuál debe ser nuestro papel como padres y madres con respecto a nuestros hijos?

Somos su red de salvamento. Los que estamos siempre ahí, dándoles la mano, para impulsarles hacia arriba. Nuestros hijos tienen que saber que tienen nuestra mano a su disposición. Y para esto debemos aprender a conectar con ellos, parar y prestarles atención, tener claras cuáles son nuestras prioridades, que nuestros hijos sientan que les queremos tal y como son. Que vean que no les comparamos ni les queremos cambiar.

Habla de la importancia de que la pareja no discuta o no se muestre en desacuerdo delante del niño o la niña. ¿No es también una forma de aprendizaje no estar de acuerdo y mostrarlo, llegar a un acuerdo?

Lo que pasa es que cuando discutimos delante de los hijos solemos hacerlo para desacreditarnos el uno al otro. Los padres tienen que ser un equipo frente al hijo. No podemos improvisar, sino que tenemos que ir a la par –ponernos de acuerdo, pactar previamente– cuando tomamos decisiones con respecto a los hijos.

No se trata tanto de tener un problema y buscar ayuda, como de que un profesional nos ayude a ver cosas que a lo mejor desde dentro no somos capaces de ver

Además de ese trabajo en equipo, ¿cómo transmitirles seguridad?

Les transmitimos seguridad cuando confiamos en ellos y les damos responsabilidades. Tenemos que ir dejándoles que vayan ganando autonomía. Cuando se equivocan nunca hay que desacreditarles, sino proponerles que revisen para que por sí mismos puedan rectificar. Para aprender, necesitan ver que se han equivocado y no se tienen que estigmatizar en negativo. Si todo se lo hacemos nosotros, si juzgamos todo lo que hacen, entonces el niño siente que no vale.

Por último, ¿cuándo cree que una familia debe solicitar la ayuda de un profesional?

No se trata tanto de tener un problema y buscar ayuda, como de que alguien externo, que sea profesional, nos ayude a ver cosas que a lo mejor desde dentro no somos capaces de ver. Nosotros somos como una linterna que guía a las familias. A veces ocurre también que un niño no sabe expresar qué le pasa y necesitamos un profesional que sea capaz de detectar si le pasa algo. Hay signos de alerta: cuando un niño cambia su comportamiento, su actitud; que de repente tiene pesadillas; que de repente no come… Estas actitudes deben ser señales de alarma. Acudir a un psicólogo no significa que ya haya que embarcarse en una terapia de dos años, sino que a veces son cosas sencillas de fácil solución.

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