Montse Doménech
15 de marzo de 2013
Los padres a veces no encuentran el momento apropiado para abordar el tema de la sexualidad con sus hijos; siempre les parece demasiado pronto, lo van postergando…, y al final resulta que cuando se deciden es posible que el niño ya tenga demasiada información, aunque muchas veces no sepa cómo manejarla. Montse Doménech, licenciada en Pedagogía y Psicología Infantil por la Universidad de Barcelona, y especialista en atención psicopedagógica a niños, adolescentes y jóvenes, acaba de publicar ‘Los niños no vienen de París’, un libro que pretende acompañar a los padres en la aventura de la educación sexual, ayudándoles a convertirse en la mejor fuente de información fiable sobre el sexo a la que sus hijos puedan recurrir para resolver todas sus dudas sin complejos ni prejuicios.
El libro, gracias a su lenguaje fresco y coloquial, también es una lectura apropiada para adolescentes, y su autora afirma que “es como el escudo de los padres vergonzosos, porque se lo pueden dar a su hijo si no se atreven a abordar el tema directamente”.
Hablemos de sexo… con el niño
¿A partir de qué edad conviene hablar de sexo con los niños? ¿Hay que esperar siempre a que manifiesten alguna duda o hagan alguna pregunta al respecto, o es mejor tomar la iniciativa?
Antes de los siete años mejor no precipitarnos, no llenarles la cabeza de conceptos que a lo mejor no podrán asimilar, porque aún están en una etapa muy simbólica. A partir de los siete u ocho años, cuando ya empiezan a razonar, es bueno darles la información completa con pelos y señales, preguntándonos siempre primero ¿mi hijo está preparado para entenderlo?, porque todos los padres sabemos en qué momento nuestro hijo ya es capaz de comprender estas cosas, o si todavía está en las nubes o jugando con muñequitos. Cada niño es distinto, pero cuando vemos que empiezan a hacer preguntas o a reírse con según qué comentarios ya hay que darles una información clara.
Cada niño es distinto, pero cuando vemos que empiezan a hacer preguntas o a reírse con según qué comentarios ya hay que darles una información clara
Algunos incluso a los cuatro o cinco años ya saben muchas cosas por la televisión, por los hermanos mayores…, y los padres se lo pueden explicar con un dibujo. También puede ocurrir que a los siete u ocho años el niño que sepa que para que nazca un bebé el papá tiene que penetrar a la mamá con el pene, le produzca un asco horroroso, y entonces es cuando se deben introducir los sentimientos, el enamoramiento, la emoción…, y explicarle que primero empiezas dándole la mano, que luego la besas, y todo esto te va produciendo ganas de estar más cerca de aquella persona, hasta que llega un momento que tu cuerpo te pide tener ese tipo de relación; siempre que lo asociamos con las emociones, con los sentimiento y el amor, a los niños les parece más bonito.
O sea, que al principio, lo ideal sería relacionar el sexo con los sentimientos en el marco de la pareja…
Exactamente. Si te enamoras, tienes ganas de hacer el amor; si no estás enamorado, no lo pasas tan bien. Cuando sea mayor, ya podrá elegir qué tipo de relación quiere tener.
¿Cuáles son los errores más comunes de los padres al hablar de sexo con sus hijos, o el error es precisamente no hablar de ello?
El error es no hablar, pero el otro error más frecuente es que cuando ven que el niño empieza a estar interesado por el sexo muchas veces le callan la boca y le dicen: ‘ya tendrás tiempo de saber todo esto, no digas marranadas, no hables de cosas feas…, o sea, concebir que el sexo tiene connotaciones negativas, y hacerle creer a su hijo que es feo, y que hasta que no sea muy mayor no tiene que hacerlo, porque entonces éste va con pánico y piensa ‘mira la que me espera’. Y es muy bueno que los padres digan ‘no, no, el sexo es de las cosas más bonitas que hay en el mundo’. Y si además lo asocian con los sentimientos y el enamoramiento, todavía mejor.
¿Hablar de sexo con los hijos puede impulsarles a querer experimentar el sexo antes de tiempo?
Al revés, cuanto más conocimiento tienen sobre el sexo, más comprenden que se trata de algo muy importante. Si reciben la información por parte de los amigos, que les dicen: ‘yo ya lo he hecho, yo ya lo he probado, he visto cómo se hace…’, entonces se encuentran tan ansiosos que se ‘tiran de cabeza a la piscina’. Por eso es muy importante que los padres les ofrezcan una información lo más amplia posible, porque así pueden reflexionar y decidir si lo quieren hacer o no, si quieren esperar a estar enamorados o prefieren hacerlo con el primero que se les ponga por delante… Pero les tenemos que dar herramientas para que ellos tengan su propio criterio.
¿Es positivo que los padres hablen a los hijos de sus propias experiencias en temas sexuales y sentimentales?
Esto es demasiado personal, y es bueno comunicar a los hijos que las relaciones íntimas se las tienen que guardar para ellos; es su parcela más personal, a la que no puede acceder nadie. A no ser que lo quieran ventilar por exhibicionismo, o por morbo, porque quieran provocar a un amigo… Pero, en principio, hay que transmitirles que deben reservar este espacio como una cosa muy suya.
Es bueno comunicar a los hijos que las relaciones íntimas se las tienen que guardar para ellos; es su parcela más personal, a la que no puede acceder nadie
Aunque sí que pueden contar ‘mamá estoy enamorada, y he empezado a salir con un chico y hemos empezado a tener relaciones’, pero decir ‘fuimos a un hotel, y lo hicimos así, y entonces él me dijo tal cosa…’ Esto no, porque es un espacio que deben tener muy reservado.
Educación sexual
¿Se debe ofrecer a los niños educación sexual en el colegio, o es mejor tratar esos temas en casa?
Sí, se debería. Porque incluso entre ellos, entre los compañeros, hay tertulia, se hacen más preguntas, y se pueden resolver más dudas. En la clase, los compañeros hacen un poco de piña y se desinhiben más a la hora de hacer preguntas personales. Ahora bien, una cosa es la información que debe dar la escuela a nivel académico -cómo es el aparato reproductor, cómo es la función reproductiva, etcétera-, y otra la parte emocional, de experiencia personal, que la deben abordar más los padres.
Además, hay padres con la moral muy estricta y anticuada, que no quieren que en el colegio se impliquen tanto en la educación sexual. Incluso se ha producido el caso de padres que han denunciado al colegio por darles demasiada información a sus hijos, o por ir de colonias y dormir niños y niñas juntos.
Cuando sale a la luz el caso de algún pederasta que lleva años abusando de niños en su entorno, muchas veces los padres de los afectados no se habían dado cuenta de nada ¿cómo se puede detectar que un niño está sufriendo abusos sexuales?
Yo he tratado a muchos niños que han sufrido abusos sexuales, muchas veces por algún familiar, y casi siempre los padres se dan cuenta porque notan que está más nervioso de la cuenta, que está como esquivo, que no tiene ganas de hablar demasiado con ellos, que se tapa mucho cuando se viste… Esos son los signos más evidentes, y a veces hay que ir preguntando y tratando de compincharse con los pequeños para que al final lo cuenten, porque suelen tener mucho miedo y, cuando se trata de alguien cercano, también es frecuente que sientan la necesidad de guardar el secreto.
¿Y cómo se puede abordar este tema con ellos para que sepan reconocer una situación de posible abuso, para que se den cuenta de que la actitud del abusador no es ‘normal’?
Tenemos que prevenir a los niños de todos los riesgos que no conocen. Solemos decirles que no vayan solos a un sitio porque no saben lo que se pueden encontrar por la calle, o que no crucen porque puede venir una moto a toda pastilla y atropellarles…, pero hay otras muchas situaciones que prevenir y que no les explicamos porque todavía no están maduros para comprender lo que es la realidad de la vida; en ese caso lo que sí les podemos pedir es que no hablen con desconocidos, que no acepten un caramelo de alguien que no conozcan… Intentar convertirlos en personas, no malpensadas, pero sí muy prudentes.
Con la adolescencia hemos topado
Si a los 14 o 15 años tu hijo todavía no ha hecho ninguna pregunta ni comentario sobre sexo, ¿es conveniente que los padres saquen el tema?
Sí, deberían sacar el tema y decirle: ‘mira, no nos hablas porque seguramente te da vergüenza, a nosotros también nos da –porque los padres tienen que reconocer que también les da mucha vergüenza hablar de esto–, pero vamos a hablar para ver qué sabes tú, vamos a informarte. Si lo quieres escuchar, bien, y si no, más adelante, pero nosotros te lo vamos a contar’.
En la adolescencia muchos niños quieren fragmentar la relación con los padres, y les dicen ‘no te me enrolles, no me digas tonterías, déjame…’, pero en el fondo desean esta información, así que les puedes decir ‘mira, yo te lo cuento para que estés bien informado de todo, porque seguramente ahora, o más adelante, te gustará alguien y querrás tener relaciones y tener seguridad’. Por todo eso, es bueno abordarlo.
Incluso hay padres que se han encontrado a su hijo de doce años mirando páginas pornográficas en Internet, y me han preguntado si eso es normal. Y sí, casi todos los niños tienen la curiosidad de ver qué va a salir en Internet si teclean sexo en el buscador, o culo, y se van animando entre ellos para mirar este tipo de cosas. Por eso los padres deberíamos siempre adelantarnos un poquito.
¿Siguen circulando muchas ‘leyendas urbanas’ sobre sexo entre la población adolescente?
Cada vez menos, porque los medios, la televisión, las películas, ya son tan explícitas, que los niños ya ven muy claro que no puede ser así. Pero quedan muchos abuelos, sobre todo, que todavía les cuentan cosas como que no se besen porque les pueden transmitir una enfermedad, por ejemplo. Si vas preguntando ¿cómo aprendiste tú?, todo el mundo te contestará de forma diferente. Unos que solo con el abrazo muy intenso ya te quedas embarazada, otros que por bañarte en la piscina… Aunque también hay que entender estas historias como excusas que se buscan algunos que piensan ‘a ver si cuela’, y dicen ‘me he quedado embarazada, y seguro que fue en la piscina, o en un baño público’.
¿Por qué la mayoría de los padres tienen tanto miedo a la adolescencia? ¿Es la etapa más difícil en la educación de un hijo?
Sí, sobre todo ahora, porque los adolescentes actuales tienen la información de los adultos con una madurez de niños. No saben manejar esta información, y creen que ya pueden salir hasta las seis de la mañana, beber todo el alcohol del mundo y tener relaciones porque ellos controlan. Como se piensan que son tan mayores, no aceptan los consejos de los padres, y es entonces cuando sale la rebeldía y el enfrentamiento con frases del tipo ‘tú a mí no me mandas’, ‘no me rayes’, ‘no me cuentes historias’, ‘yo ya lo sé’, y se produce una ruptura, una fractura tremenda. En el momento en el que los padres empiezan a estar en contra de los adolescentes y se ponen a su nivel, ya la hemos liado, es la guerra. Lo que tenemos que hacer es actuar como si no pasara nada, pero decirle ‘no, tú no sales hoy hasta las seis, a las doce en casa’. Y el niño viene a las doce en punto. Cuando tienes seguridad, cuando sabes transmitir con tranquilidad, los adolescentes te hacen caso pero, si pueden, buscan la grieta para meterte por allí la trola.
Los adolescentes actuales tienen la información de los adultos con una madurez de niños
Sin embargo, a mí es la etapa que más me gusta. Yo aparento una seriedad absoluta, pero por dentro pienso que son tremendos y me río mucho con ellos. Me piden que no le cuente nada sus padres, y como tengo secreto profesional, no les puedo dar la misma información que ellos me dan a mí, así que a los padres les digo cosas como ‘ir con cuidado con esto, porque este niño tiene tendencia a probar sustancias, tendríais que vigilarle un poco más…’, pero sin revelar lo que me han contado.
¿Y contigo como profesional hablan más que con sus padres?
Sí, es impresionante, me lo cuentan todo. Incluso tengo que decirles ‘esto, guárdatelo’. Tienen mucha necesidad de hablar, y de una persona experta que les dé un poco de equilibrio, porque aunque se dan cuenta que van lanzados al precipicio, no aceptan el consejo de los padres, y menos de un hermano mayor. Pero cuando una persona neutral interviene es diferente. Yo siempre les digo, ‘mira, esto es lo que se llama espacio terapéutico, y todo lo que hablemos aquí queda entre tú y yo. Si tú quieres luego podemos comentarlo con tus padres, o no, lo que prefieras. Pero con todo lo que tú me digas y lo que yo te diga, vamos a ver si podemos reconducir esta situación, que seguro que tú lo estás pasando fatal, y no hay ninguna necesidad’.
¿Tu libro entonces sería conveniente que también se lo leyeran los niños a partir de cierta edad?
Sí, yo creo que a partir de los once o doce años se lo podrían leer tranquilamente, porque el lenguaje es muy fresco. A un adolescente le puedes decir que se lo lea porque le puede ayudar. Incluso los padres se pueden compinchar con sus hijos y decir ‘yo también me lo he leído, y a mí también me ha ayudado a aclarar cosas, así que léetelo tú’. Además, siempre digo que este libro es como el escudo de los padres vergonzosos, porque se lo pueden dar a su hijo si no se atreven a abordar el tema directamente.
Siempre digo que este libro es como el escudo de los padres vergonzosos, porque se lo pueden dar a su hijo si no se atreven a abordar el tema directamente
Ten en cuenta que la primera reacción de los niños cuando les cuentas cómo se produce el acoplamiento, es decir ‘hala, qué asco, ¿y se le escapa el pis?’ Entonces se lo tienes que explicar con todos los detalles. Pero eso es algo que a todos nos ha pasado, que no nos imaginamos a nuestros padres haciendo el amor.