Paola Roig

Escritora, divulgadora y psicóloga. Autora de “La crianza imperfecta. Por qué no puedes llegar a todo, y está bien así”.
La maternidad está plagada de exigencias y culpas. La psicóloga Paola Roig nos invita vivirla con más autoconfianza, cuidándonos y eligiendo nuestro propio camino. Aunque haya que hacer renuncias, porque no somos las madres que queremos sino las que podemos.
Paola Roig, autora de La crianza imperfecta
“Las madres y las familias estamos tan solas; la crianza se ha relegado mucho a lo privado. Es muy importante la comunidad, las otras manos y tercerizar la crianza”

21 de abril de 2023

Experta en acompañar a la mujer en la etapa perinatal, la psicóloga Paola Roig (PaoRoig en Instagram), que codirige Pell a Pell, un proyecto desde donde acompaña a madres durante sus embarazos y maternidad, nos trae en “La crianza imperfecta” (Ed. Bruguera), una guía para que confiemos en nosotras mismas, nos cuidemos y elijamos nuestro propio camino durante la maternidad. Para ello es importante reducir las exigencias, renunciar a algunas cosas y liberarse de la culpa. “No somos las madres que queremos sino las que podemos”, subraya la autora, que también coprotagoniza el podcast La vida secreta de las madres.

PUBLICIDAD

Maternar y paternar, sin duda, es difícil. De hecho, dos personas son muy pocas para criar a un niño. Y el sistema tampoco acompaña. En su segundo libro, Paola Roig sigue explorando los caminos de una maternidad que necesita de espacio y confianza; y que aunque debería ser libre, está aún llena de imposiciones y dogmas. Desde la vivencia, nos ofrece la sabia perspectiva de cómo poco es mucho y de lo importante que es abrazarte también cuando te equivocas.


Ahora está más de moda eso de las “malasmadres”, pero tras años de bagaje con la culpa, sigue siendo muy difícil liberarnos de ella y avanzar.  ¿Por qué tanta exigencia con la crianza de un hijo?

Portada "La crianza imperfecta"

Yo creo que las madres hemos sentido la exigencia siempre, pero hoy en día se agrava por el tema de la información y las redes sociales. Para mí es un regalo tener una información a disposición tan rápida sobre evidencia científica, ideas de crianza, tips… Es genial. Pero el reto es aprender a usar esa información.

PUBLICIDAD

Cada vez más me da la sensación de que confundimos teoría con realidad. Una cosa es la teoría, que es como un faro que nos puede iluminar hacia donde nos gustaría ir, pero luego ese camino lo vamos haciendo nosotras y no siempre podemos hacerlo todo a la perfección. No somos robots, no somos madres de libro, somos madres reales. Creo que la exigencia viene un poco por eso, por confundir la información que leemos con la realidad del día a día de cada familia.

Dejar el pañal, comer de todo, aprender muchas cosas cuanto antes, el inicio temprano de la escolarización… ¿Por qué queremos que nuestros hijos “espabilen” tan rápido?

Hay muchos factores. Primero somos una sociedad con mucha prisa todo el rato. De hecho, cuando nos convertimos en madres hay como un mensaje social de “ya está, vuelve a ser la de antes y a producir como antes”. Como que no se permite tampoco en las propias madres experimentar esta transformación profunda que supone la maternidad. Entonces cuando no nos permitimos estos tiempos a nosotras mismas, nos es muy difícil permitírselo a la infancia. Somos como la sociedad de la hipervelocidad, justamente por la inmediatez actual. Nos cuesta mucho la contención, la espera, el sostener y se nos olvida que, aunque todo vaya muy rápido, los procesos siguen llevando el mismo tiempo.  Las etapas de  nuestras criaturas siguen durando lo que necesita cada una de nuestras criaturas. Una semilla de verano no va a salir en invierno. Por más que te empeñes. Lo mismo sucede con nuestras hijas e hijos.

Las madres a veces tomamos la exigencia social como propia; que tu hijo aún no controle los esfínteres a cierta edad, en ocasiones lo tomamos como un fracaso personal. Se nos olvida que hay que poder sostener los ritmos.

Aquí se junta otra cosa que yo creo que es que en esta información que recibimos especialmente por redes o por libros parece que todas tengamos que ser iguales y que todas nuestras criaturas tengan que ser iguales: comer en el mismo momento, andar en el mismo momento… y se nos olvida que cada una de ellas es diferente y tiene un ritmo distinto.

PUBLICIDAD

Además, las madres a veces tomamos la exigencia social como propia; que tu hijo aún no controle los esfínteres a cierta edad, en ocasiones lo tomamos como un fracaso personal. Se nos olvida que hay que poder sostener los ritmos.

Las páginas del libro están llenas de vivencias tuyas y de otros ejemplos que te han contado o has observado en otras familias. ¿En la crianza vale eso de “mal de muchos, consuelo de tontos” para no sentir tanta presión ni frustración?  

Yo normalmente soy fan del refranero popular, pero a esta frase cada vez le veo menos sentido porque lo que  observo no es tanto “mal de muchos, consuelo de tontos”, sino ver que lo que me pasa a mí no solo me pasa a mí. Esto me sirve para sostenerme. Las madres y las familias estamos tan solas, se ha relegado tanto la crianza a lo privado que no vemos mucho a otras familias. Cuando nos pasa algo, pensamos “esto me ha sucedido a mí porque soy una madre horrorosa…” Pero cuando empiezas a compartir con otras familias, te das cuenta que son retos a los que nos enfrentamos todos y es muy enriquecedor ver cómo resuelven los demás. Incorporamos recursos unos de los otros.

“Una semilla de verano no va a salir en invierno, por más que te empeñes. Lo mismo sucede con nuestras hijas e hijos”

Y debemos entender que no hay mejor ni peor, sino distinto. Cada familia tiene sus prioridades en la crianza y cada una tiene sus puntos de interés, sus valores. Todo está en el sentido común, en los puntos medios y el equilibrio.

PUBLICIDAD

La lactancia, y especialmente la lactancia a demanda, es uno de los grandes retos de la maternidad y otra de las fuentes de culpa. ¿Qué es eso de la agitación por amamantamiento?

La agitación por amamantamiento se refiere a que hay mamás que cuando su criatura está amamantando sienten como rechazo. Esto no sucede en todas las madres, ni en todas iguales, ni en el mismo momento;  suele suceder en momentos de estrés alto o cuando la criatura ya empieza a ser mayor, incluso cuando tenemos un bebé mayor y estamos amamantando en tándem.

De alguna manera se había perdido tanto la lactancia materna (nuestra generación es la del biberón) que hemos necesitado hacer mucha divulgación y mucho hincapié en su importancia. Creo que lo necesitábamos, pero otra vez insisto en lo del equilibro y los puntos medios. Es necesario poder reconocer que la lactancia materna es mejor nutricionalmente que la leche de fórmula y todos los beneficios que tiene, pero hay que entender la subjetividad de cada mamá. Si hay una mamá que por lo que sea está sufriendo, se está sintiendo presionada, con mucha culpa… pues tiene que encontrar su camino. Tu calidad como madre no la define qué tipo de alimentación des.

PUBLICIDAD

Explicas en el libro que el juego  “es necesario para el desarrollo intelectual, motor y afectivo del niño (…), es una parte importante de su salud mental y su desarrollo emocional”. Pero a veces no sabemos cómo jugar con nuestros hijos  ¿Cuáles crees que son las pautas principales a la hora de ponernos a ello?

Las pautas son que no hay pautas; jugar es ser espontáneo. Por eso a veces nos cuesta tanto a los adultos. Quizás para empezar, siéntate al lado de tu hijo, observa a qué juega, ve si te invita a jugar y lánzate. A ver qué surge en tu mente, a ver qué sale. Al final el juego es imaginar y dejar correr la fantasía. Sin esperar un resultado concreto, simplemente disfrutar del momento.

“Tu calidad como madre no la define qué tipo de alimentación des”

 A veces también parece que una sola persona tiene que suplir todas las necesidades en cuanto al juego. Pero los niños eligen sus preferencias y para leer un cuento van a buscar a un familiar, para jugar al fútbol a otro y si quieren participar en la cocina, van con otro, por ejemplo. Y qué bonito poder verlo así porque te quita mucho peso: “vale, no he de ser yo la única que juegue a todo con él”.

PUBLICIDAD

Límites y frustraciones en la crianza

¿Es posible no gritar en la crianza? Aseguras que la ternura forma parte de la maternidad pero la ira, también. Entonces, ¿qué hacemos con la rabia que sentimos algunas veces?

Del tema de los gritos me pasaría una hora hablando. Pasa un poco como con lo de la lactancia, todas sabemos que es mejor no gritar en la lactancia y si recordamos nuestra infancia, seguro que nos acordamos de que no era agradable cuando nuestros padres nos gritaban. Pero deberíamos cambiar el “no quiero gritar nunca” por el “quiero gritar lo menos posible”.

Tenemos que analizar a qué se debe esa rabia que sentimos porque normalmente no son nuestros hijos los que nos la despiertan; es lo demás, la acumulación. Intento poner límites y que esto no vuelva a pasar y me disculpo con mi criatura. Parece que no nos podemos equivocar nunca con nuestras criaturas, pero podemos reparar. Y es bonito que ellos vean que mamá se equivoca, pero luego repara, porque ellos también aprenderán a hacerlo.

En cuanto a los límites y las pautas, también conllevan un aprendizaje. ¿Qué claves hay en este sentido? En el libro apuntas que quizás para no caer en la imposición absoluta de antaño, ahora explicamos demasiado las cosas. ¿Cómo gestionar esto? ¿Cómo evitar caer en los castigos y las amenazas?

Es fundamental algo que explico en el libro: la diferencia entre castigo y consecuencia. Un castigo es “te has portado mal, pues te dejo sin videoconsola”; pero al final el castigo no tiene que ver con lo que ha sucedido, entonces tú cambias tu conducta para evitar el castigo, pero no por entender lo que ha pasado. El matiz con la consecuencia es que ésta tiene que ver con lo que ha sucedido: si el niño tira el plato de comida, le explicamos que hasta que no lo recojamos no le vas a servir otro plato. O si ha tardado mucho en recoger los juguetes, va a haber menos tiempo para estar en el parque. Así la criatura empieza a entender que sus acciones tienen consecuencias. Ya no solo va a dejar de hacer las cosas por miedo al castigo, sino porque lo entiende y se hace responsable de sus actos.

¿Qué pasa con la frustración de nuestros hijos? Nos cuesta mucho ver cómo se enfadan, se entristecen o se desesperan ante ciertas situaciones. Pero la crianza respetuosa no es la crianza sin lágrimas, sin malestar, ¿verdad?

A veces confundimos un poco crianza respetuosa con crianza sin lágrimas. La crianza va a comportar en nuestras criaturas, frustración, tristeza, enfado, rabia… Lo que para mí marca lo respetuoso es cómo acompañamos esto. Frente a un malestar yo pongo un límite, pero estoy a su lado y le pongo palabras al enfado que siente. Lo respetuoso es eso y no evitar los malestares, que forman parte de la crianza y de la vida.

“En cuanto a los límites y pautas, hay que diferenciar entre castigo y consecuencia. Los niños no tienen que dejar de hacer las cosas por miedo al castigo, sino porque han entendido que hay una consecuencia y se hacen responsables de sus actos”.

Lo bonito es que si yo acompaño su malestar ahora, se lo valido y le pongo palabras, cuando sea un adulto lo podrá hacer por sí mismo. Esa es la función materna/paterna. Llorar por algo que te resulta frustrante, acompañado por alguien que te quiere, eso es crecimiento. El problema es que esto nos cuesta porque muchos de nosotros no hemos sido acompañados en ese malestar durante nuestra infancia.

La bimaternidad, cuando llega el segundo hijo

Dedicas varias páginas de este libro a la bimaternidad. ¿Las cosas cambian mucho de un primer a un segundo hijo?

Cambia bastante todo. Somos unas madres diferentes con la segunda criatura y al principio esto nos hace sentir muy culpables, pero tiene todo el sentido.  Cuando llega un segundo hijo estás en otro momento de tu vida y vas a ser una madre distinta. Pero ¡qué bien! Además, evidentemente, toda la carga se multiplica.

En realidad toda la vida somos primerizas: por primera vez somos madres de una criatura (o de dos), por primera vez lo seremos de una personita de diez años, por primera vez lo seremos de un adolescente…

En cuanto al niño, hay muchos mensajes de cómo preparar al primer hijo para que no lo pase mal con la llegada del segundo. Pero hay una parte que hay que aceptar: va a haber malestar. La incorporación de un nuevo miembro a la familia conlleva un periodo de adaptación para todos y más para esta criatura a la que todo se le va a tambalear durante un tiempo. Pero no va a estar solo, lo vamos a estar acompañando.

“Llorar por algo que te resulta frustrante, acompañado por alguien que te quiere, eso es crecimiento”

Aquí vuelve a ser importante la comunidad, las otras manos y tercerizar la crianza. Cuando tenemos dos, vemos clarísimo que si no entran más manos, no llegamos. ¡Qué importante son las abuelas, que cuando nace el bebé, al primer hijo le dan una mirada de exclusividad!
Todos nos llenamos la boca de hablar de conciliación, pero la conciliación no acaba de existir. No hemos encontrado la fórmula que sirva. Se habla mucho en política de poner los cuidados en el centro, pero al final estamos en externalizar los cuidados. Por eso acabo el libro con el epílogo titulado “yo sí renuncio”, en el sentido de que es una fantasía tener una jornada de 40 horas y a la vez estar cuidando de nuestras criaturas. Va a haber una renuncia por cualquier lado.

En definitiva, ya sea con uno o con varios hijos, tu apuesta es la de la madre suficientemente buena frente a la madre perfecta. ¿Cómo es esto de que los hijos se benefician de tener padres imperfectos?

Al final la idea es que si somos madres perfectas, ¡qué exigencia para nuestros hijos que tendrán que ser perfectos también todo el rato! Las criaturas se benefician de nuestros errores porque ver a mamá que repara significa que ellas pueden reparar o si ven que su mamá no está contenta todo el rato, ellas igual. Y si hoy mamá no me puede dar un abrazo, aumento mi tolerancia a la frustración un poquito. Al final, que nosotras seamos suficientemente buenas y no nos exijamos tanto ayuda a que nuestras criaturas lo puedan también vivir así en sus propias vidas.

 Sobre todo me doy cuenta con las mamás que trato  de que cuando cometen un error, se quedan con eso como si fuese el todo; nos quedamos con ese grito o ese enfado. Pero hay que hacer un poco de zoom out y ver que somos muchas otras cosas más que esa ausencia o que ese momento de nervios… Hay que poder ver la foto completa.

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD