Pedro García Aguado y Francisco Castaño Mena
31 de marzo de 2016
Pedro García Aguado, coach de los programas Hermano Mayor y El Campamento (Cuatro Televisión) y Francisco Castaño Mena, profesor de Educación Secundaria, y tutor durante siete años en el proyecto del Aula Oberta, en el que se atiende a alumnos desmotivados, con baja autoestima o problemas de conducta, acaban de publicar su segundo libro Aprender a educar II (Grijalbo, 2016), en el que ofrecen a los padres claves para que enseñen a sus hijos, desde muy pequeños, valores y normas que les ayuden a desarrollarse como personas y a prevenir problemas de conducta. Aunque ambos insisten en que siempre es mejor prevenir que intervenir, también afirman que “si el menor no padece un trastorno psicológico, y los padres hacen lo que les decimos y tienen paciencia, los hijos cambian, y el problema se soluciona”.
Este nuevo libro, ¿está basado en vuestras experiencias personales con los jóvenes y familias que tratáis?
FCM: son problemas que nos hemos encontrado en consulta; son doce casos con un rango de edades y de situaciones diferentes, pero que se repiten, no un caso excepcional. Y lo hemos hecho un poco con la intención de que los padres vean cómo y por qué se llegó a esa situación, qué condujo a ese comportamiento, y comprendan que si hacen una determinada cosa, les puede ocurrir lo mismo. Hemos recogido las problemáticas por las que con más asiduidad nos consultan: bullying, que el crío tiene envidia a su hermano, que tiene un problema de consumo de sustancias, que no valora lo que le dan, sobreprotección…, son las cosas que nos encontramos normalmente en la consulta.
¿A partir de qué edad del niño es más frecuente que los padres consulten?
FCM: cada vez antes, ahora ya empezamos en un rango de edad de seis años, pero el problema es que piden ayuda cuando están desesperados. Por ejemplo, el niño de seis años que vino a través de un conocido mío. Y recuerdo una conversación cuando llamaron, y la madre me dijo con estas palabras: ‘es que cuando hacemos algo que no le gusta, nos castiga’. Y yo le dije, ‘ven corriendo, porque tienes un problema’. Y es que el niño les había cogido la medida.
PGA: fíjate con solo seis años; pero me acuerdo de un muchacho que salió en un programa de Cuatro (Javi de Jaén) –en la segunda o tercera temporada, creo– que castigaba a los padres. Este ya tenía 21 años y era un chaval que empezaría también desde pequeñito, porque desde pequeñitos empiezan ya a tiranizar a los padres. La gente tiene que saber que estos problemas empiezan en la infancia, y es en la infancia cuando los padres, con las estrategias que les proporcionamos, pueden empezar a cambiar esa situación, o a prevenir que no vaya a más. Pero eso de ‘es cosa de niños’, ‘fíjate qué gracioso’…, quitarle importancia a las conductas inadecuadas es muy perjudicial para el desarrollo de los menores.
Sin embargo muchos padres afirman que su hijo cambió al llegar a la adolescencia, que fue entonces cuando comenzó a comportarse mal.
PGA: no, eso no es así; el mal comportamiento se ha ido gestando en la infancia, lo que ocurre es que los padres cuando ven que los desastres se manifiestan en la adolescencia o juventud, es cuando se desesperan; y es que mientras una pataleta en un niño pequeño puede no pasar de que se tire al suelo, con 16 años te empieza a retar y a romper una puerta porque no le das lo que te ha pedido. Mientras era pequeño tú no te has dado cuenta, pero se ha salido siempre con la suya.
La gente tiene que saber que los problemas empiezan en la infancia, y es en la infancia cuando los padres, con las estrategias que les proporcionamos, pueden empezar a cambiar esa situación, o a prevenir que no vaya a más
FCM: a veces de pequeños también emplean la fuerza física, lo que ocurre es que una rabieta de un niño de tres años la controlas. En la adolescencia, además, hay una rebeldía natural. Es una etapa ‘divertida’ (entre comillas) para los padres, pero cuando tú no has ido llevando a tus hijos por unos cauces correctos durante la infancia, la eclosión es más importante y desequilibrada al llegar a la adolescencia. Pero insistimos en que el problema viene desde abajo; salvo que haya una psicopatología, que nosotros calculamos que puede ser el caso del 1%, el problema es educativo.
Tengo la sensación de que los padres prefieren que les digan que su hijo está enfermo, que tiene hiperactividad o un trastorno negativista desafiante, etcétera, a que tiene un problema de carácter o se han equivocado en la educación…
PGA: sí, prefieren que lo etiqueten. Pero a los padres también les decimos que no vayan a la palabra culpa. Es decir, ¿cuando nació tu hijo te dijeron cómo había que hacerlo? No, ¿verdad? Lo has hecho como has creído que era lo mejor para él. ¿Qué resultado has obtenido? ¿No es el que esperabas? Pues vamos a cambiar la forma de hacerlo, pero no te culpes. No lo has hecho a posta, tú le has dado todo, le has sobreprotegido, o has pensado que cambiaría, porque era tu forma de querer a tu hijo, y de no invadirle, y simplemente te has equivocado, pero no es culpa de nadie.
A los padres les decimos que no vayan a la palabra culpa, porque lo han hecho como han creído que era lo mejor para su hijo, y si el resultado no es el que esperaban, vamos a cambiar la forma de hacerlo, pero no te culpes
¿Qué deberían tener muy claro los padres a la hora de enfrentarse a la educación de sus hijos?
PGA: cuando tienes hijos, el mantra que tenemos Francisco y yo es ‘¿qué es educar?’, es favorecer en lo máximo posible que nuestros hijos sean independientes el día de mañana. Si tú ya desde pequeñito no estás fomentando que se pueda valer por sí mismo, independientemente del carácter que tenga, te llega a los 22 años con esta situación. Y como padre piensas ‘cuándo falte yo, éste no va a saber valerse por sí mismo’. Ya hay algo que de inicio no te has planteado, y que es el objetivo. Muchos padres parten de problemas de personalidad propios que luego proyectan en el hijo, y dicen, ‘es que mira cómo me ha salido’. Y tu hijo ha salido con unos ciertos rasgos de personalidad que se pueden moldear y modelar con educación, pero para eso hay que estar pendiente. Y la sobreprotección se da muchas veces por egoísmo de padre; aunque parezca que la sobreprotección significa que me preocupo mucho por mis hijos, en el fondo es comodidad.
En el libro afirmáis que la educación en la sociedad actual viene marcada por la sobreprotección paterna, y que más que educar a los pequeños, les damos rienda suelta para que hagan lo que quieran. ¿A qué atribuís vosotros esta forma de comportarse de los padres en la actualidad, tan diferente de la que han tenido hasta hace 25 años?
FCM: yo pienso que es la sociedad, que en la sociedad ha habido un cambio, ha evolucionado. Antes lo importante, o lo que se quería de un hijo, es que tenía que obedecer, tener respeto, y unos valores inculcados. Ahora estas cosas han cambiado, y los padres no le dan importancia a un mal comportamiento en la mesa, o a que no dejen pasar a una persona mayor…; esto que parecen tonterías se han ido olvidando, y la prioridad es que mi niño no sufra. Yo me acuerdo de mi abuela que siempre le decía a mi madre ‘déjalo que tiene el melico atao, déjalo que llore’ (el melico es el ombligo), es decir, que no le va a pasar nada, que ya ha nacido y se ha desprendido de la madre, y tiene que tirar para delante. Creo que el problema ha venido también de una corriente educativa de manual psicopedagógico de los niños, que no se traumaticen, que todo lo han de entender…, y creo que nos hemos ido de un extremo al otro. Además, si a los niños les pones normas, ellos se sienten seguros. Tenemos también casos de niños a los que como solo les hacen caso cuando se portan mal, aprenden a tener esos malos comportamientos para llamar la atención de sus padres. Con respecto a la incorporación de la mujer al trabajo, al trabajar ambos progenitores, y llegar a casa cansados, prefieren que el crío esté tranquilo, lo que pasa es que hemos de comprender que los padres no tenemos derechos; lo siento, pero es así. Y cuando digo que no tenemos derechos me refiero a que tenemos una responsabilidad: yo no puedo traer un hijo al mundo y luego desentenderme.
PGA: yo creo que también ha habido una generación de padres que al parecer debieron sufrir mucho, que han tenido una educación muy autoritaria, de la de aquellos tiempos, y están todos traumatizados, y han dicho ‘yo no quiero para mi hijo eso’, y se han ido al otro extremo, no se han quedado en el medio. Y, ojo, porque el otro extremo es una trampa; es más fácil decirle a todo que sí a tu hijo, pero esto es una negligencia brutal; no te tienes que pelear con tu hijo porque le dices que sí a todo y tienes que estar pendiente lo justo, sobre todo ahora con las tablets, que le das el dispositivo y lo tienes entretenido y contento. El problema estriba en la creencia de algunos padres, desde hace aproximadamente 20 años a esta parte, de que hay que cambiar la forma de educar porque a nosotros nos trataron muy mal… Nos hemos hecho vagos como padres; y las madres que se han incorporado al mercado laboral, las pobres, en vez de sentirse orgullosas, se sienten culpables. Y a la hora de educar se dicen ‘ostras, es que no estoy con mi hijo, qué mala madre soy, cuando llego cómo le voy a regañar encima, cómo le voy a poner normas’, y se meten también en la trampa de decir ‘venga hijo, no sufras, que ya mama como tiene que trabajar te hace sufrir mucho’. Y eso es otra mentira. Mamá no está dejándote de lado, mamá está currando para que tú puedas tener la play, las zapatillas que te gustan…’. Y eso hay que decírselo a las madres y a las mujeres, que no deben sentirse culpables porque están haciendo algo maravilloso por sus hijos, lo que ocurre es que cuando llegan a casa y pasan 30 minutos con sus hijos, que sean 30 minutos de calidad, y aunque haya que regañar un poco, se dedique otro rato a jugar.
En cuestión de educación hay que ir todos a una
En general los padres no piensan que su hijo ha podido portarse mal o cometer una equivocación, sino que culpan al profesor, otro compañero…
PGA: sí, y si eso está ocurriendo desde hace aproximadamente 25 años, yo diría que en la actualidad se ha agudizado todavía más. Ahora te encuentras con padres que llevan al niño y te exigen que tienes que darle tal cosa, que a tal hora necesita no sé qué, que debes tener cuidado con…, hasta intentan fijar el menú exacto para su hijo. Ha habido mucha irresponsabilidad en esto; tengo un hijo, y luego que me lo eduquen en el cole, o los abuelos, y encima critico al abuelo y al cole por no hacerlo exactamente como yo deseo.
FCM: en la educación todos hemos de ir a una, y no pedir a los demás –como en este caso de los abuelos– que lo eduquen ellos, pero como yo quiero que lo eduquen. Yo soy profesor y pienso que ningún profesor hace nada por hacer mal a un chaval, el 99,99% de maestros y maestras intentan hacer lo mejor que saben, pueden, y quieren para el bienestar de sus alumnos, y aunque nos equivoquemos, cuando haces algo que crees que es lo mejor para tu alumno, y viene su padre y te quita la autoridad, es un desastre. Yo cuando llegaba a casa de pequeño y decía ‘mama en el cole me han castigado’, mi madre me contestaba ‘pues algo habrás hecho’, jamás en mi vida me dijo mi madre, ‘ya voy a hablar yo con el profe’.
Fracaso escolar no es igual a no tener capacidades. Yo he trabajado con chicos que se comportaban mal que eran mucho más inteligentes que otros que sacaban buenas notas. El problema no es la inteligencia o la capacidad, sino el interés
Ahora hay unos 25 niños máximo por aula, y se dice que son demasiados, y en parte a eso se atribuye el fracaso escolar, pero cuando yo iba al colegio éramos casi el doble, ¿los niños de hoy tienen necesidades especiales que no teníamos antes?
FCM: en la actualidad, sobre todo con las nuevas tecnologías y la cantidad de estímulos que tienen los niños y niñas, creo que les cuesta un poco más prestar atención. Cuando nosotros íbamos al colegio no había tantas cosas con las que distraerse. Y los niños también tienen que tener curiosidad, necesitan aprender cosas. Tú ibas al colegio de pequeño y el que te daba el conocimiento era el profesor, tú no sabías nada en casa. Y eso le daba autoridad al profesor. Había muy poca tele, solo dos canales…, y creo que el sistema educativo también está muy obsoleto; no podemos estar enseñando como se enseñaba antes. E independientemente de que ahora en algunos sitios los libros sean en formato digital, es lo mismo: explicar y ofrecer los conocimientos como antes, y quizás esto no sea lo adecuado hoy en día. Esto no está reñido con lo que es para mí lo más importante, y es que se tienen que esforzar para aprender. No quiero decir, por lo tanto, que no haya que estudiar; los alumnos han de trabajar, han de aprender…, aunque no sé cómo, si lo supiera estaría diseñando un nuevo sistema educativo, pero pienso que hay que hacerlo de otra forma. Lo que quiero decir es que el esfuerzo es necesario, pero hoy en día los chavales saben un montón de lo que les interesa. Y lo que les cuentan en el cole a veces para ellos no tienen ningún interés porque ya están enriquecidos con otros temas, por eso es más complicado. Fracaso escolar no es igual a no tener capacidades. Yo he trabajado con chicos que se comportaban mal que eran mucho más inteligentes que otros que sacaban buenas notas. El problema no es la inteligencia o la capacidad, sino el interés.
PGA: el secreto está en conseguir que tengan motivación para aprender; no para sacar un diez, sino para aprender. En el ámbito en el que ellos se mueven ahora, como dice Francisco, consultan Internet, y luego cuestionan al profesor, pero cuestionan solo con el titular, porque no han profundizado en el contenido de lo que están leyendo. Se podrían hacer aulas donde se debatiesen muchos temas, pero siempre habrá algo que les tienes que inculcar, materias que necesitan aprender sí o sí, aunque es cierto que cuando algo les interesa se vuelcan y pueden encontrar la información donde quieran.
En Finlandia hay un clima que invita al estudio y a la reflexión, es una sociedad totalmente diferente, muy de estar en casa, hace mucho frío, hay pocas horas de luz, los sábados los padres tienen el hábito de ir a la biblioteca con los niños…, yo creo que no se puede extrapolar el sistema, porque aquí no funcionaría
Finlandia ha ocupado varias veces el primer puesto del Informe PISA, que evalúa las competencias de los alumnos europeos, ¿cuál creéis vosotros que es su secreto?
FCM: en Finlandia no haya playa (risas); hay un clima que invita al estudio y a la reflexión. Hay cosas, hay matices, que quizá se podrían implementar aquí, pero creo que es una sociedad totalmente diferente. Es muy de estar en casa, hace mucho frío, hay pocas horas de luz, los sábados los padres tienen un hábito que van a la biblioteca con los niños…, que yo no digo que sea la panacea, pero es diferente, entonces, claro, la cultura de allí es diferente a la de aquí, la forma de pensar…, yo creo que no se puede extrapolar el sistema, porque aquí no funcionaría.
PGA: yo tampoco he visto la tele en Finlandia, pero estoy seguro de que los modelos educativos que transmite la televisión no son los de aquí. La televisión en España te transmite unos modelos absolutamente erróneos y, sin embargo, muy aceptados por los jóvenes. Yo una vez traté a una chica en el programa del campamento, y cuando le pregunté cómo quería ser o quién era su ídolo –y lo digo con todo el respeto hacia ella porque ha elegido esa forma de vida–, me contestó que quería ser como Belén Esteban. Y posiblemente habría que preguntarle ¿qué significa para ti ser Belén Esteban? Y ese es el error, que ellos piensan que ser Belén Esteban es ponerse en la tele a despotricar de todo y ganar mucho dinero por ello, y tener muchos seguidores. Y ahí está el error, porque Belén Esteban nos puede gustar más o menos, pero es una persona que estará como siete u ocho horas en televisión preparando el programa; es decir, que hay una labor detrás, que independientemente de que como modelo nos pueda gustar más o menos, si tú lo trasladas al nivel de un trabajador, es una persona que se gana la vida con su trabajo; pero eso no es lo que ven los chicos. Lo que quieren es popularidad y dinero fácil. Ese es el modelo educativo que estamos trasladando; seguramente si se lo trasladas a un niño finlandés le da error en la cabeza. O los modelos de éxito. Por ejemplo, en Estados Unidos, el modelo de éxito puede ser ‘he fracasado, me he levantado, vuelvo a intentarlo…’, y al final te preguntan cuántas veces has fracasado en tu vida para darte un trabajo, mientras que si aquí te preguntan cuántas veces has fracasado y dices una, lo más probable es que ya no te consideren válido, al contrario que allí.
El último caso del libro, el del joven de 22 años encerrado en su habitación, me ha puesto los pelos de punta porque conozco una situación familiar muy similar a la que describís. En el caso que planteáis los padres no parecen muy dispuestos a colaborar pero, si lo hicieran, ¿sería posible reinsertar a ese joven en la sociedad y que llevara una vida normal?
PGA: en primer lugar hay que ponerse en la piel de los padres, que sienten miedo, y se mueven por el miedo. Pero si los padres entienden lo que hay que hacer y tienen el valor suficiente para hacerlo, se puede, aunque hay que evitar el conflicto. Aunque es mayor de edad, como no parece que pueda valerle por sí mismo, el juez le pondrá una asignación mínima para cubrir sus necesidades, en razón de los ingresos de los padres. Así, tu hijo ya ve que la cosa va en serio. Nosotros huimos mucho del conflicto, y traerle a la policía de primeras es violento, pero hay otras fórmulas, porque si está en casa la comida se la hacen sus padres, la ropa se la lavan sus padres, la conexión a Internet la pagan sus padres…, y se pueden poner límites, por ejemplo, que solo disponga de Internet dos horas al día. Y, poquito a poco, te voy diciendo que esto no es como tú te piensas. Y si al final no puedes, tienes que recurrir a la policía, y ponerlo fuera de casa.
FCM: a mí me gustaría decir que todos los casos son recuperables si no hay patología médica. Cuando se trata de un problema educativo, y en este caso lo es, hay que ir a la raíz del problema. A veces dicen ‘es que tengo tres hijos, los he educado a todos igual, y mira cómo me ha salido éste’, pero cada uno tiene una personalidad diferente. Y aunque nazcan con unas características concretas, que sean más retadores o desafiantes, los padres tienen que esforzarse más o hacerlo de otra manera, pero lo que no pueden permitir es que les venza. Yo diría que todos los casos, salvo patología (que eso lo tendrá que valorar un médico), son recuperables, pero en este caso concreto, los padres han de poner mucho de su parte. Primero, denunciar. Por eso nuestro proyecto no se llama aprender a portarse bien y va dirigido a los chicos, sino que se llama aprender a educar y está indicado para padres. Y hay que conocer también a los padres, y saber si son capaces. Y los padres de Hugo –el caso que exponemos en el libro– no se veían capaces, y no querían pasar por ese trago.
Y cuando se producen conflictos entre padres e hijos, o solo con uno de los hijos, ¿es necesario que toda la familia acuda junta a terapia?
FCM: claro, tiene que venir toda la familia, y no solamente el niño con problemas de conducta, porque a la hora de hacer terapia nuestro trabajo consiste en trabajar con toda la familia. El niño es el que tiene un problema funcional, está claro que está triste, está enfadado…, pero si trabajas solo con el niño y le dices lo que tiene que hacer, pero en casa siguen haciendo lo mismo los padres, no funciona. Yo al niño le puedo decir ‘no tienes que gritar a tus padres, no tienes que enfadarte, tienes que portarte bien…’. Y si el niño va convencido y por el camino se encuentra con un colega que le dice que el sábado tienen un plan para ir a la discoteca, y llega a casa y le dice a la madre ‘oye, que el sábado voy a la discoteca’, y ella le contesta ‘no, que el sábado teníamos que ir a ver a los abuelos’. En aquel momento él no piensa ‘me ha dicho Francisco que no me enfade con mis padres, ni les grite’, sino que pilla un rebote y estalla. Por eso, hemos de trabajar con los padres para explicarles cómo deben decirle que va a ir a casa de los abuelos, y qué pasa si no quiere ir, etcétera. Y sobre todo nos centramos en cómo han de hacerlo los padres para que el niño haga caso, y para que nunca haya conflicto, que es de lo que se trata. Por eso trabajamos sobre la acción que produce o provoca el conflicto, la exaltación violenta, y eso nos permite tenerlos controlados.
PGA: hay que anticiparse al conflicto, y esto se hace dándole información a tu hijo. En nuestro proyecto la pata de la intervención existe, y de ahí los casos, pero nació con el objetivo de prevenir y de evitar la mayoría de los trastornos. Y hay que preguntar a los padres cómo han abordado el problema, cómo se lo dijeron. Cuando los padres nos hacen caso se soluciona el problema.