Rafa Guerrero

Psicoterapeuta, doctor en Educación y autor de ‘Trauma: niños traumatizados, adultos con problemas’
El psicoterapeuta Rafa Guerrero nos habla sobre los traumas complejos que hacen mella en la salud física y mental de niños y adolescentes y de los que muchas veces cuesta ser consciente, por lo que el trauma acaba siendo una herencia que se traspasa de generación en generación.
Rafa Guerrero, psicoterapeuta, con un cerebro en la mano
“Los traumas que son causados por el hombre (por mi padre, por mi madre o por mi profesor) son mucho más trauma que los que son causados por la naturaleza”

29/08/2024

“Es un libro duro, no es una novela romántica”, afirma con cierto deje de ironía, al otro lado del teléfono, el reconocido psicoterapeuta Rafa Guerrero. Se refiere a su último título, Trauma: niños traumatizados, adultos con problemas (Libros Cúpula), un volumen en el que se desnuda metafóricamente para, a través de su testimonio personal, poner sobre la mesa un tema que se mueve entre la invisibilización y el tabú: el trauma. “Entendemos equivocadamente que trauma es solamente lo que se conoce como trauma simple, en el sentido de que es un único acontecimiento muy fuerte: una violación, un desastre natural, un ataque terrorista, cosas muy gordas”, lamenta Guerrero, que en el libro se centra sobre todo en los traumas menos visibles, los conocidos como traumas complejos, esos que hacen mella en la salud física y mental de niños y adolescentes gota a gota, casi sin hacer ruido, a base de desplantes, desatenciones y abandonos emocionales; y de los que muchas veces cuesta ser consciente, lo que provoca que el trauma acabe siendo una especie de herencia que se traspasa de generación en generación.

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“Somos una sociedad altamente traumatizada, aunque no seamos conscientes de ello”, escribes en el primer capítulo del libro. Es una afirmación muy potente.

Portada "Trauma"

Sí, y siento decirte que es cierto. Estamos verdaderamente traumatizados y el problema es que no somos conscientes de ello, que no conectamos con ese trauma. Y entonces lo que pasa es que no solo somos una sociedad traumatizada, sino que somos una sociedad traumatizante, tendemos a perpetuar el trauma.

Te iba a preguntar qué implicaciones tiene ese no ser conscientes o no querer serlo, pero entiendo que una consecuencia clara es esa perpetuación del trauma en las siguientes generaciones.

Desde luego. Yo creo que la peor consecuencia la vivimos a nivel personal. Cuando alguien está traumatizado y no es consciente, difícilmente le puede poner solución, y la primera consecuencia, por tanto, es para uno a nivel personal. ¿Qué ocurre? Que si luego soy papá o me dedico a la educación porque soy maestro, o trabajo con niños en el día a día, al final esos traumas no resueltos, esas heridas abiertas, acaban saliendo y nos influyen. Es inevitable. Por eso es importante tomar conciencia del trauma y luego sanar esa herida que todos tenemos. Yo el primero.

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¿Y cuánto tiene que ver en ese “no ser conscientes” la invisibilización social que, denuncias, existe alrededor del trauma?

Eso lo dificulta mucho. Yo en consulta, una de las primeras preguntas que hago es si hay algún trauma. Y te puedo decir que el 90% de las respuestas es “no”. ¿Por qué? Porque entendemos que trauma es solamente lo que se conoce como trauma simple, en el sentido de que es un único acontecimiento muy fuerte: una violación, un desastre natural, un ataque terrorista, cosas muy gordas.

Somos una sociedad traumatizada y traumatizante

Pero hay otro tipo de situaciones que también son traumáticas, no me atrevo a decir si más o menos que las anteriores, pero que están invisibilizadas porque consideramos que eso no es motivo de trauma. Es decir, no hacer caso a un niño un día, seguramente no pase nada. Pero no hacerle caso o no atenderle emocionalmente uno y otro día “porque es un llorica”, sin que el padre sea consciente y le ponga remedio, eso al final acaba siendo traumático. Tanto o más que sufrir un desastre natural. Debemos tener en cuenta que los traumas que son causados por el hombre (por mi padre, por mi madre o por mi profesor) son mucho más traumas que los que son causados por la naturaleza.

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Tu trauma, que cuentas en el libro, va mucho en este último sentido.

Eso es. Nos echamos las manos a la cabeza cuando, por ejemplo, un menor es violado.  ¡Y es normal que nos las echemos! Pero luego hay otro tipo de trauma, el trauma complejo, que se da de manera repetida: castigos permanentes, ignorar, chantajear, etcétera. Y eso mina.

La psicología y la psiquiatría contribuyen a la invisibilización del trauma

El trauma simple sería un martillazo en la cabeza, que te rompe el cráneo. Y el trauma complejo una gotita que te está cayendo sobre la cabeza cada segundo y que al final incomoda y perfora el cráneo, pero casi no te das cuenta porque está invisibilizado.

¿Colabora también de alguna manera la psicología y la psiquiatría a esta invisibilización con etiquetas diagnósticas (TDAH, ansiedad, depresión, TCA) que pasan por encima del trauma?

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Me encantaría decirte que no, pero desgraciadamente la respuesta es sí. Nos encontramos con una serie de síntomas como la ansiedad, dificultad para concentrarse, mala memoria, dificultad para relacionarse con la gente, insomnio, atracones de comida… Y con todo eso lo que hacemos desde la psiquiatría y la psicología –y en esto es cómplice el DSM-5– es ubicar estos síntomas en un trastorno concreto.

Le damos mucha importancia a la negligencia física, pero no hablamos de la negligencia emocional, que también tiene sus consecuencias traumáticas

¿Cuál es el problema? Que como no se suele preguntar por trauma, la gente no lo cuenta. Y al final es un círculo vicioso. No preguntamos, la gente no tiene la posibilidad de preguntarse por su trauma, y al final acabamos confundiendo un claro caso de trauma y lo estamos diagnosticando (y tratando, que es lo peor de todo), por ejemplo, como si fuese un TDAH. Y ese es un problema nuestro como profesionales de la salud. Somos muy pocos los que preguntamos por trauma.

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Pienso en una situación como la que están viviendo los niños y niñas de la Franja de Gaza, y uno asume que, si salen vivos, lo harán con un trauma importante. Pero en un contexto como el nuestro, de paz relativa, ¿cuáles son las causas más habituales que se esconden tras el desarrollo de un trauma?

Hay muchas, pero podemos hablar de causas que a la gente incluso le podrían sorprender y decirme que soy un exagerado. Por ejemplo, el abandono emocional, no hacerse cargo de lo que un niño está sintiendo, no validarlo. Si yo no te atiendo emocionalmente y cada vez que lloras lo único que interpreto es que “son cosas de niños sin importancia”, eso es un abandono emocional. Le damos mucha importancia a la negligencia física, pero no hablamos de la negligencia emocional, que también tiene sus consecuencias.

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Otra manera, por ejemplo, es la sobreprotección. Siempre lo digo: hay pocos padres más comprometidos con la educación de sus hijos que los padres sobreprotectores. Ahora, que estén comprometidos no quiere decir que lo estén haciendo bien. ¿Qué ocurre con un papá sobreprotector? Que sobreprotege, que es una forma de maltrato, porque tiene un trauma infantil no resuelto.

Trauma infantil: consecuencias a cualquier edad

¿Qué consecuencias puedes tener en la adolescencia y la edad adulta un trauma infantil no sanado?

La expresión del trauma se puede dar a muchos niveles. Uno de los síntomas estrella del trauma, por ejemplo, es la disociación, la desconexión del cuerpo de las emociones para poder sobrevivir. Y ojo, que viva la disociación, porque es un mecanismo de defensa fantástico que nos permite amortiguar el daño que nos están haciendo. Siempre que hay disociación, ha habido trauma. ¿Qué ocurre? Que cuando vemos a un niño que está disociado, la profesora o el papá interpretan que es que tiene un déficit de atención, así que lo derivan al psiquiatra o al psicólogo y en 10 minutos está diagnosticado como TDAH por una mala interpretación.

Hay pocos padres más comprometidos con la educación de sus hijos que los padres sobreprotectores. Ahora, que estén comprometidos no quiere decir que lo estén haciendo bien. La sobreprotección es una forma de maltrato

Además de esta disociación, podemos hablar de insomnio, terrores nocturnos, pesadillas, trastornos alimentarios, dificultades a la hora de relacionarse, si ha habido abuso sexual también puede que haya dificultades en las relaciones sexuales, pensamientos intrusivos… La variabilidad de síntomas es brutal y lo peor es que esos síntomas persiguen a las personas traumatizadas las 24 horas del día.

El otro día leía un amplio metaanálisis que concluía que el trauma psicológico infantil es un factor de riesgo transdiagnóstico en psiquiatría, ya que multiplica por tres las posibilidades de desarrollar cualquier tipo de trastorno mental (incluidas las adicciones) en la edad adulta. No es cualquier cosa.

Claro, claro. Por eso el médico y escritor Gabor Maté dice que debajo de toda adicción, hay trauma. Y no le falta razón. ¿Qué es lo que hacemos los profesionales de la salud? Diagnosticar en base a los síntomas, pero es que eso no vale, no sirve.

Si le digo al heroinómano que el problema es la heroína, estoy mal enfocado. La heroína es –entre comillas– la solución que esa persona ha encontrado como válvula de escape

Porque si le digo al heroinómano que el problema es la heroína, estoy mal enfocado. Fíjate lo que te voy a decir: la heroína es –entre comillas– la solución que esa persona ha encontrado como válvula de escape, lo más adaptativo que puede poner en marcha con los recursos que tiene.

Otro estudio que me ha sorprendido mucho recientemente, publicado en Nature, en base a un análisis de casi 900 personas mayores de 70 años, concluía que tanto los hombres como las mujeres que informaron haber sufrido eventos traumáticos en la infancia tenían una peor función muscular. Es decir, que el trauma se les metió como “bajo la piel” en la infancia y se manifestaba en la vejez con una peor función muscular. Me resultó fascinante.

Fíjate. Es brutal. Es que al final, si el trauma no se sana, acaba saliendo por cualquier lado. El cuerpo lleva la cuenta. Y tú no eres consciente o no quieres serlo, pero el cuerpo sí que lo sabe, y por eso salen tantos síntomas psicosomáticos: erupciones en la piel, colon irritable, etcétera.

¿Del trauma infantil se sale?

Sí, por supuesto. Pero los ingredientes para hacerlo no son fáciles de conseguir. Por un lado, tienes que ser consciente. Por otro, te tienes que hacer cargo de lo que implica el trauma y querer sanarlo. Y, por último, tienes que ser consciente de que aquello que no se aprendió de una manera sana en la relación o en el vínculo, por ejemplo, con tus padres, se tiene que aprender en otro vínculo seguro. Es decir, que el trauma no se puede sanar recordando yo solo, hay que sanarlo en relación con otra persona (evidentemente no con la misma que te ha causado el trauma, porque esa persona no te puede sanar).

¿Y se puede hacer a cualquier edad?

Sí, claro. Igual que podemos aprender croata a cualquier edad. Ahora, es preferible que lo aprendemos cuanto antes, mejor. ¿Por qué? Por una cuestión de plasticidad cerebral. Pero se puede. Yo he hecho procesos muy bonitos con pacientes de 60 años a los que les ha cambiado la vida. Lo importante es estar dispuesto a pasar por esa sanación, que es dura. Y es que la psicoterapia tiene que doler.

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