Miguel Ángel Martínez-González
31 de enero de 2025
En su anterior libro, Salmones, hormonas y pantallas, Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra, ya abordó de forma tangencial y teórica el problema de las pantallas y el uso y abuso de los smartphones y las redes sociales entre niños y adolescentes. Ahora, en las páginas de 12 soluciones para superar los retos de las pantallas (Editorial Planeta), este experto de prestigio internacional se mete de lleno en una problemática que cada vez preocupa más a madres, padres y docentes y ofrece consejos prácticos para hacer frente a un reto mayúsculo, que se está llevando por delante la salud mental de las generaciones que ya han crecido con un teléfono móvil entre sus manos. Aunque cuenta con la posibilidad de ser tildado de exagerado, Martínez-González lo tiene claro: nadie debería tener un teléfono inteligente con conexión a internet antes de los 18 años. “Un chaval que todavía tiene su cerebro en formación no puede competir contra los algoritmos de las redes sociales porque no tiene recursos neurológicos para hacerlo”, afirma.
Abre el libro recreando la imagen de un aula universitaria en la que el profesor y una gran mayoría de estudiantes fuman. Eso pasó. Hoy nos resulta inconcebible. Sin embargo, hoy podríamos recuperar esa imagen, solo que en vez de con cigarros, con smartphones. Y no nos causaría la misma alarma. ¿Por qué?
Porque hace falta perspectiva y hacen falta estudios epidemiológicos. Con el tabaco se hicieron estudios y poco a poco la humanidad se fue convenciendo de que estar todo el día con el cigarro en la boca era una barbaridad. Ahora mismo es otra droga, que en vez de entrar por la boca o por la vena entra por los ojos.
Y desde luego, ciñéndonos al ámbito académico, está más que demostrado que cualquier modo de seguir una clase con un dispositivo digital con conexión a internet es casi imposible porque las posibilidades de distraerse son infinitas. Los smartphones son armas de distracción masiva. Es muy difícil que yo dando una clase compita con las ofertas de Zara, por ejemplo (risas).
El tabaco mató a más de cien millones de personas en el siglo XX. Que los móviles no maten –al menos aparentemente–, ¿hace que veamos menos su peligro?
Está más que demostrado que cualquier modo de seguir una clase con un dispositivo digital con conexión a internet es casi imposible porque las posibilidades de distraerse son infinitas
Hay que decir que tampoco es que se viera que la gente se encendía un cigarro y moría automáticamente. Ahora mismo tenemos unas tasas de suicidio y de enfermedad mental en la gente joven como no habíamos visto nunca. Sobre todo, en las redes sociales, ya hay bastante investigación de que el uso problemático multiplica por tres el riesgo de desarrollar una depresión, de trastornos de ansiedad, la ideación suicida… Todo eso está ya muy constatado.
Y las empresas tecnológicas lo sabían.
Exacto. Las propias empresas que han desarrollado las redes sociales tenían informes internos donde ya sabían lo que pasaba, que hacía sentir peor a las chicas, que producía anorexia, ideación suicida... Y esto recuerda mucho también a lo que pasó con el tabaco, que los primeros que tenían informes internos bien escondidos que demostraban que el tabaco producía cáncer eran las propias empresas tabacaleras.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), ya con 12 años un 72,1% de niños y niñas cuentan con teléfono móvil.
Ya se habla del Efecto Flynn inverso. El Efecto Flynn sostiene en base a estudios que el coeficiente intelectual de los humanos ha ido subiendo década a década. Desde que existen los teléfonos móviles con conexión a internet, sin embargo, se habla del Efecto Flynn inverso. Es decir, que estamos retrocediendo en capacidad intelectual, sobre todo entre la población joven.
Ahora mismo tenemos unas tasas de suicidio y de enfermedad mental en la gente joven como no habíamos visto nunca
Al final, como digo, son armas de distracción masiva: es un exceso de distracción, un exceso de fascinación pasiva ante una pantalla sin involucrar activamente la inteligencia… Y si las neuronas no trabajan, no se generan nuevas conexiones. Si se dan a los niños estos dispositivos en la edad preadolescente y adolescente, que es cuando se están desarrollando un montón de conexiones neuronales, se hace un gran daño a su inteligencia.
Usted propone en el libro retrasar la llegada del smartphone hasta los 18 años. No sé si es una propuesta muy optimista.
Quienes trabajamos en Salud Pública siempre hemos hecho propuestas que han parecido exageradas. Porque, claro, no pensamos en lo que hacen los demás, no tomamos como norma inteligente de conducta hacer lo que hace todo el mundo, sino que lo que proponemos es algo que va a mejorar la salud de la población.
En las redes sociales ya hay bastante investigación de que el uso problemático multiplica por tres el riesgo de desarrollar una depresión, trastornos de ansiedad, ideación suicida…
En el libro de medicina preventiva más importante, que es la Estrategia de la Medicina Preventiva de Geoffrey Rose, el autor pone como ejemplo de esto que le cuento el caso de una tribu de África. En esa tribu, cuando nacía un bebé, el muñón del ombligo lo frotaban con excremento de vaca. ¿Qué pasaba? Que un tercio de los niños moría de tétanos neonatal. Esto es lo que hacía todo el mundo, sí, pero se estaba muriendo un tercio de los niños.
Esta historia tiene fácil aplicación a los móviles.
Exacto. Se ha realizado un macroestudio en los campus universitarios norteamericanos. Hablamos de más de 350 campus y de más de 350.000 estudiantes. Ese estudio ha demostrado que el porcentaje de alumnos con criterios médicos para ser diagnosticados con al menos una enfermedad mental era superior al 60%. Esto es más que un tercio de los recién nacidos de la tribu africana. Así que, sí, quizás me van a tildar de exagerado por decir lo de los 18 años, pero yo tengo que hacer propuestas para mejorar la salud de las personas.
¿Y por qué a los 18 años?
Porque a esa edad los chavales ya tienen más desarrollada la corteza prefrontal, que es lo que nos permite ser nosotros, los dueños de los impulsos instintivos de gratificación inmediata. Antes es más difícil controlarlos. Y porque tener un teléfono inteligente con conexión a internet en la mano supone competir con unos algoritmos de IA que tienen como finalidad no dejarte un minuto libre, engancharte. Y están desarrollados por los mejores psicólogos y desarrolladores del mundo. Así que un chaval que todavía tiene su cerebro en formación no puede competir contra eso porque no tiene recursos neurológicos para hacerlo.
Cómo regular el uso del móvil: ejemplo de los padres y normas
Además de retrasar la llegada del smartphone a los 18 años, ofrece en el libro otros 11 consejos para superar los retos que han puesto las pantallas en nuestras vidas. Uno de ellos es el ejemplo. No sé si los padres de hoy en día somos el mejor ejemplo para nuestros hijos en este sentido…
Que lo haya puesto como el primer consejo no es casualidad. No digo que los padres tengan que ser perfectos, pero sí que se debe notar que combaten por ser ellos los dueños de su vida y no estar siendo esclavos de su teléfono móvil. Es decir, que no se les vea dependientes, sino que se vea que ponen medios para llevar la cuenta del tiempo que lo utilizan, que intenten reducirlo, que no lo utilicen en la mesa mientras se come, que no lo miren cuando hablan con alguien, que no lo usen por la noche…
Desde que existen los smartphones estamos retrocediendo en capacidad intelectual, sobre todo entre la población joven
De todo esto los chavales se dan mucha más cuenta de lo que parece. Son muy observadores. Así que, si no tienes autoridad moral porque no eres ejemplar, lo que les digas a tus hijos les va a entrar por un oído y les va a salir por otro; no va a tener ninguna influencia.
Hay varios consejos que podríamos englobar en uno: limitar a zonas compartidas los dispositivos con conexión a red, establecer un toque de queda digital o poner un parking de móviles y otros dispositivos. ¿Por qué son importantes estas medidas en el entorno doméstico?
Si se da a los niños estos dispositivos en la edad preadolescente y adolescente, que es cuando se están desarrollando un montón de conexiones neuronales, se hace un gran daño a su inteligencia
Es lo que en inglés se dice self-binding, y que podríamos traducir por autocontrol o autocontención. ¿Por qué se ponen barandas en los puentes? Porque se ha visto que se suicida menos gente. Al final son medidas que facilitan casi de manera automática que uno haga bien las cosas y no fiarlo todo a la fuerza de voluntad. Esto en salud pública es básico para adoptar conductas saludables. Como esos coches que no arrancan hasta que no te pones el cinturón de seguridad.
También destaca la importancia de pactar normas muy claras y concretas sobre el uso de estos dispositivos. En su opinión, ¿qué normas no deberían faltar?
En el libro doy muchos ejemplos de normas, pero para mí, por ejemplo, es fundamental pactar que en las comidas familiares nadie use el teléfono móvil. Al final son los momentos de la familia, y ahora mismo en muchas familias solo se cena juntos, así que posiblemente es la única oportunidad al día que tienen muchas familias para conectar y conversar.
Por último, hace referencia a la necesidad de aliarse con otros padres. Es algo que ya se está haciendo en muchos colegios. ¿Aquí toma más importancia si cabe la metáfora del salmón que dio pie a su anterior libro?
Sí, sí. El último capítulo habla precisamente de la revolución de los salmones. Desde que yo publiqué mi anterior libro me han invitado a muchas conferencias, debates, mesas redondas… y he podido ver que hay muchos más salmones de lo que parece, mucha gente que nada a contracorriente.
Es fundamental pactar que en las comidas familiares nadie use el teléfono móvil
En la medida en que haya alianzas, como ha surgido con la asociación ‘Adolescencia libre de móviles’, o todo lo que ha promovido la profesora Ángela Sánchez-Pérez con la recogida de firmas para prohibir los teléfonos móviles antes de los 14 años, podemos ser optimistas. Yo creo que la inmensa mayoría de madres y padres están preocupados por los problemas que están generando los teléfonos móviles, notan que sus hijos han sido como secuestrados.