Rosa Jové
1 de febrero de 2018
El debate sobre las fortalezas y las debilidades del actual sistema educativo siempre da para muchas reflexiones. Todas distintas, y todas con la misma validez, porque como asegura Rosa Jové, psicóloga clínica infantil, psicopedagoga, y autora del bestseller ‘Dormir sin lágrimas’, “no se trata de discutir, sino de reflexionar”, porque no hay una verdad absoluta. Ni en la Educación, ni en nada en esta vida, claro. Jové acaba de publicar 'La escuela más feliz' (La esfera de los libros, 2017), un libro con el que desea sumar ideas y reflexiones acerca del que debería ser nuestro objetivo último como sociedad, y como padres y docentes, y que no es otro que hacer de la escuela un lugar al que a los niños les apetezca ir. En definitiva, que la felicidad entre en clase “y con ella las emociones y las ganas de aprender”.
La primera pregunta, teniendo en cuenta el título de tu libro y lo que planteas en él, parece obvia. ¿Necesita la Educación en España una buena reforma?
Sí, sí que la necesitamos porque todavía tenemos muchas cosas que seguimos haciendo igual que hace ya varias décadas. Esto no quiere decir que todo lo antiguo sea malo, para nada; tan sólo creo que nos tenemos que quedar con las cosas buenas, que hay muchas, y reformar y ponernos al día en algunos aspectos que son novedosos. Así que, sí, una reforma no estaría de más.
En 'La escuela más feliz' incides en que “todos tenemos un don”. Y marcas ese concepto como primer cimiento de la construcción de una nueva escuela. ¿Se están desperdiciando hoy gran parte de esos talentos?
Creo que sí. Yo siempre digo que hace muchos años España no era una potencia a nivel mundial en deporte. ¿Y qué hicieron? Fueron a los colegios para ver qué se podía hacer desde la escuela, y hoy por hoy podemos decir que hay disciplinas deportivas en las que somos potencias mundiales.
Lo que se ha hecho ha sido buscar el don que tiene un alumno para que no se pierda. Luego, si ese niño se quiere dedicar a ello, o no, es otra cosa, porque puede que tengamos delante a un Rafa Nadal junior, pero a lo mejor lo que quiere es ser abogado como su padre. Si tiene un don, y al niño le gusta y quiere potenciarlo, adelante, sin duda.
Pero, ¿se puede dedicar un profesor que tiene a lo mejor 20 o 27 niños por clase a encontrar esos “dones”?
Bueno, creo que hay que ser realistas. Una cosa es la dificultad de trabajar todos los dones en una clase masificada, pero otra muy distinta es que el profesor no sea capaz de observar cuáles son todos esos dones que existen y que tiene cada niño. Una cosa es descubrir el don hablando con los niños o con sus compañeros, y otra cosa trabajarlo. Aquí sí puede haber una dificultad, pero en descubrirlo no debería haber ningún problema.
Ideología versus metodología en la escuela
También hablas de dar prioridad a la ideología por encima de la metodología. ¿Nos podrías explicar brevemente en qué consiste este cimiento del cambio que propones?
Muy fácil: una escuela tiene que tener claro qué es lo que quiere conseguir. Si tú quieres que tus alumnos sepan debatir, tengan valores democráticos, sepan dialogar entre ellos…, entonces lo mejor puede que no sea sentarlos de uno en uno, sino en grupos. Pero hay escuelas que lo que hacen es poner a los alumnos sentados en grupo, de cuatro en cuatro, o de cinco en cinco, pero, sin embargo, siguen dando clases magistrales.
Una escuela tiene que tener claro qué es lo que quiere conseguir
Tenemos que tener muy claro qué ideología queremos para nuestra escuela. Si yo quiero que mis alumnos aprendan inglés, lo que no puedo hacer es enseñar francés. Nos encontramos con escuelas que se supone que tienen metodologías avanzadas, pero siguen estancadas en la clase magistral; o, lo que es lo mismo, escuelas que piensan de una manera, pero trabajan de otra. Y esto no tiene sentido.
Otro cimiento es la unión maestros-alumnos-padres-sociedad (todos somos escuela). ¿Crees que hoy en día falta unión de fuerzas, que cada uno rema por su lado? ¿Qué beneficios podría aportar aunar esfuerzos?
Más que de unión, yo hablaría de cooperación entre la familia y la escuela. Evidentemente, los padres y los docentes están unidos porque se saludan cuando llevan al niño, se vuelven a saludar cuando se lo llevan a casa, se ven en las tutorías… Pero hablamos de una necesidad de cooperación, porque cuando los padres se sienten valorados en la escuela, y sienten que se tiene en cuenta su opinión, valoran mucho más ese centro educativo.
Y al revés también ocurre: los profesores conocen más a los padres y esto es beneficioso para todos. También para los niños, que ven esa cooperación entre la escuela y la familia. Todos salen ganando; por eso es muy importante que se entiendan, porque a veces los objetivos de unos y de otros no son los mismos.
Diversas pedagogías para cambiar el sistema educativo
El modelo educativo actual, como has comentado al principio, en muchos casos es el mismo con el que hemos crecido nosotros o nuestros padres. ¿Es suficiente para los retos que se encontrarán los que hoy son estudiantes durante el siglo XXI?
Antiguamente en los pueblos pequeños –bueno, ahora también, pero no tanto– no había bibliotecas públicas, o sólo había una. La única manera de tener conocimiento o cultura procedía de las enseñanzas del maestro. No había enciclopedias, no las teníamos en casa, no teníamos ordenadores…, y la gente de un pueblo no tenía acceso a la cultura, salvo memorizando lo que decía el maestro. Esto ha cambiado; ahora los niños no deberían memorizar. El papel del maestro ya no es el de transmisor de conocimientos, porque eso lo tenemos solo a un click, sino que es el dinamizador del aprendizaje.
Según la UNESCO, el principal objetivo de la enseñanza es trabajar por competencias: aprender a conocer, a ser, a hacer y a convivir
Según la UNESCO, el principal objetivo de la enseñanza es trabajar por competencias; y son cuatro competencias muy sencillas: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer y aprender a convivir. Esta es, según la UNESCO, la labor de las escuelas, y esto las escuelas actuales que están más puestas al día lo hacen perfectamente.
En este sentido, en la última parte del libro das voz a distintas metodologías educativas que han ido cogiendo impulso en los últimos años. ¿Qué está aportando a la educación su cada vez mayor introducción en el sistema educativo?
No son metodologías nuevas, muchas ya se utilizaban hace décadas. La cuestión es que durante mucho tiempo la educación se unificó, y todo era igual. Se ha visto que hay otras fórmulas que funcionan mejor que la clase magistral; algunas son nuevas, pero muchas otras se basan en métodos de enseñanza alternativa que ya han demostrado su buen funcionamiento en el pasado. Tenemos el ejemplo en la pedagogía Montessori, que ahora está viviendo un boom.
Hay otras fórmulas que funcionan mejor que la clase magistral, como por ejemplo la pedagogía Montessori
Hay escuelas que lo que están haciendo es coger lo que más les interesa de cada modelo educativo y adaptarlo a su forma de trabajar. Sin usar una metodología en concreto, trabajan con las cosas que más les interesan, y eso también puede ser una buena idea.
¿Por qué crees que con todos los avances y evidencias que hay ya a nivel de neurociencia cuesta cambiar tanto el sistema tradicional de clase magistral?
Todos tenemos una historia. Es más fácil que cambien las nuevas generaciones que las que ya tenemos una edad. El “es que siempre se ha hecho así”, o “ya tengo una edad, y estoy a punto de jubilarme, no me pidas ahora que cambie”, tiene mucho peso.
Es en cierto modo normal que haya cierto inmovilismo y resistencia frente al cambio, pero es que además creo que puede haber cierto miedo a innovar. Muchos maestros se imaginan la clase hecha un caos y tienen miedo a no saber qué va a pasar si introducen cambios, unido a la pereza que da cambiar cuando ya estás hecho a una metodología que para ti es cómoda, lo que hace que haya profesores que se resistan.
Muchos maestros se imaginan la clase hecha un caos y tienen miedo a no saber qué va a pasar si introducen cambios
Yo soy muy optimista, creo que hay grandes maestros con muchas ganas de hacer cosas, y yo tengo una fe muy grande en ellos, en su preparación, y en las ganas que tienen de trabajar con sus alumnos.
Ideas para aulas felices
¿Cómo podemos estimular en un niño las ganas y el deseo de aprender?
Cada niño es diferente, cada profesor es diferente, y por lo tanto no hay una receta que funcione para todo el mundo pero, en general, yo digo que hay que ver la escuela como una empresa: pon todas las condiciones para que a nivel ambiental la escuela sea un lugar adecuado. Por ejemplo, hace poco visité una clase de un colegio en la que hacía más de treinta grados y no podíamos ni estar. No es normal que no haya aire en las aulas, o que no se arreglen los baños, o que haya esos niveles de ruido en los comedores. Empecemos poniendo las condiciones adecuadas para que los centros educativos sean lugares en los que apetezca estar. Y después continuemos con más cosas: que haya respeto hacia los alumnos, que se trabaje bien, etcétera. Hay muchos frentes abiertos que deben ser tenidos en cuenta.
Empecemos poniendo las condiciones ambientales adecuadas para que los centros educativos sean lugares en los que apetezca estar
Los niños entran cada vez antes al colegio y pasan cada vez más horas en el centro. ¿Se puede hacer de la escuela un lugar feliz con esas dos circunstancias?
Muchos creen que los que han ido a la guardería no lloran cuando pasan al colegio, y esto no es así, los hay que también lloran. Creo que el hecho de que los niños entren con tres años a la escuela es un mal menor. Los padres tienen que ir a trabajar y con alguien hay que dejar a los niños. Antiguamente nos quedábamos con las abuelas, con las madres porque muchas no trabajaban…, pero poco a poco, con la incorporación de la mujer al mundo laboral, se fueron creando guarderías. El paso siguiente fue rebajar la edad de entrada al colegio, que antes era de cinco años. Y esto, que se hizo para resolver una situación concreta, no quiere decir que sea lo mejor para un niño; simplemente fue una solución a una situación; cada padre debe decidir lo que es mejor para su hijo.
¿Qué crees que deberían tener en cuenta los padres a la hora de elegir un colegio para sus hijos para que éste sea un lugar feliz?
Yo creo que una de las cosas que funciona muy bien para elegir escuela, a parte de leerse el ideario, es que vayan a ver el centro. Que vean cómo entran y cómo salen los niños, que hablen con los padres, que pregunten a las familias… Muchas veces en el ideario mienten, y una buena manera de comprobar el verdadero espíritu y ambiente de la escuela es adentrarse en ella para, entonces sí, poder decidir libremente.