Leonardo Trasande
9 de julio de 2020
Tras una dilatada experiencia médica e investigadora, el doctor Leonardo Trasande dirige el Grupo de Trabajo sobre la Carga de Morbilidad de los Disruptores Endocrinos, que reúne a una treintena de prestigiosos científicos de todo el mundo que investigan sobre los efectos de estas sustancias químicas en la salud de las personas y sobre costes que tienen para los sistemas públicos de salud las enfermedades cuya aparición puede vincularse de una u otra forma a la presencia en nuestras vidas de sustancias químicas capaces de provocar una disrupción endocrina en nuestros cuerpos. En su libro Enfermos, Gordos y Pobres, publicado en España por Paidós, Trasande explica que solo el 5% de los más de 1.000 disruptores endocrinos conocidos, algunos de ellos presentes en productos tan corrientes como los envases de plástico, las latas de aluminio, los cosméticos o los tickets de compra, cuestan en Europa más de 163.000 millones de euros al año en enfermedades evitables. “Hoy todavía los médicos no reconocen estas exposiciones a determinadas sustancias químicas como un problema, aunque por suerte la próxima generación estará mucho más informada”, asegura el experto, que compara la necesidad de toma de conciencia social en esta materia con lo que ha ocurrido en el ámbito del cambio climático: “Me gusta decir que vamos una década por detrás del cambio climático en la conciencia social. Y mira qué lejos ha llegado a calar ese problema en nuestra conciencia desde entonces. Eso me da mucha esperanza”.
Me ha sorprendido un dato de la introducción de tu libro ahora que en España estamos inmersos también en plena pandemia de la obesidad y la diabetes. Siempre veo asociadas estas dos enfermedades a una mala alimentación y a una vida sedentaria, pero usted asegura también que la incidencia de estas afecciones está directamente relacionada “con las sustancias químicas presentes en nuestros alimentos, en el medio ambiente y en los productos del hogar y del cuidado personal que utilizamos”. ¿Hasta qué punto llega la implicación de estas sustancias químicas en la pandemia de diabesidad en el mundo?
La mala alimentación y la vida sedentaria están contribuyendo en gran medida a la pandemia de diabesidad en el mundo, pero sabemos por estudios bien controlados en estos aspectos que la exposición a estas sustancias químicas sintéticas aumenta el peso e interrumpe el metabolismo. Sabemos que los productos químicos antiadherentes ralentizan el metabolismo y causan un aumento de peso en personas que han perdido peso con éxito al mantener una dieta saludable. Los bisfenoles que se usan en los enlatados, por ejemplo, hacen que el cuerpo responda con menos eficacia a la insulina.
Puede que un pediatra no dé importancia a que un niño tenga un punto de coeficiente intelectual menos, pero si eso se extiende a toda la población infantil, la economía lo va a notar
Asegura que los científicos llevan desde la Primera Guerra Mundial cuestionando e investigando los efectos negativos de las sustancias químicas sintéticas artificiales en la salud de las personas. Más de un siglo después, y con la evidencia existente, ¿por qué cuesta tanto que se tomen medidas políticas para erradicar el uso de estas sustancias?
Existen barreras científicas y políticas para proteger al público. Anteriormente pensábamos que solo la dosis produce el veneno. Es decir, que sólo una exposición extrema era perjudicial. Ahora somos conscientes de que el tiempo, otras exposiciones y la genética pueden jugar un papel importante y que los efectos pueden ser más altos en los niveles más bajos de exposición. Se necesitaron pruebas convincentes para que los científicos cambiaran de opinión.
Si evitas los ftalatos de los cosméticos tu secreción nasal podría desaparecer en días, y si dejas de comer productos enlatados los niveles de bisfenol A en orina disminuyen
El problema es que existen incentivos económicos sustanciales para que algunas compañías produzcan sus productos de la misma manera que lo hicieron en el pasado. La buena noticia, sin embargo, es que las empresas más nuevas e innovadoras están haciendo lo correcto y desarrollando alternativas más seguras y sostenibles.
¿Diría que esa falta de medidas también se debe en parte a la falta de conciencia social del problema al que nos enfrentamos? ¿Cree que la población tiene poca información al respecto?
Cuando era estudiante de medicina, hace veinticinco años, había muy poca literatura científica. Hoy todavía los médicos no reconocen estas exposiciones a determinadas sustancias químicas como un problema, aunque por suerte la próxima generación estará mucho más informada. Me gusta decir que vamos una década por detrás del cambio climático en la conciencia social. Y mira qué lejos ha llegado a calar ese problema en nuestra conciencia desde entonces. Esto me da mucha esperanza.
Riesgos de las sustancias químicas para la salud humana
Un estudio del Grupo de Trabajo sobre la Carga de Morbilidad de los Disruptores Endocrinos, que usted lidera, estimó que en Europa estas sustancias químicas cuestan en gastos derivados de enfermedades más de 163.000 millones de euros al año. ¡Y sólo estudiaron menos del 5% de las sustancias químicas de disrupción endocrina conocidas! Teniendo esto cuenta, ¿podríamos decir que los disruptores endocrinos son el mayor riesgo para la salud de la población al que se enfrenta nuestra civilización?
No, lo cierto es que el cambio climático sigue siendo el primero. Pero si logramos enfriar nuestro planeta y no abordamos la contaminación, sobre todo la generada por los productos químicos, seguiremos sin poder vivir de manera saludable y sin poder disfrutar de los recursos que tenemos.
Por ejemplificar: ¿Qué riesgos directos implican estos disruptores endocrinos para nuestra salud? ¿Qué enfermedades se desencadenan por los cambios que estos producen en nuestras hormonas?
Conocemos más de 1.000 productos químicos que son disruptores endocrinos. La evidencia es más sólida para cuatro categorías de ellos: los retardantes de llama utilizados en muebles y electrónica; los ftalatos utilizados en productos de cuidado personal, cosméticos y envasado de alimentos; los plaguicidas utilizados en la agricultura; y los bisfenoles, utilizados en revestimientos de latas de aluminio y recibos de papel térmico como los tickets de compra.
Conocemos más de 1.000 productos químicos que son disruptores endocrinos
Debido a la acción de estos disruptores hablamos de un incremento de problemas de obesidad, diabetes, problemas de aprendizaje, autismo, infertilidad e incluso un incremento en la incidencia de ciertos tipos de cáncer, como el testicular o el de ovarios.
Los niños de hoy nacen ya en un mundo en el que estos disruptores endocrinos tienen una presencia muy superior a la que tenían hace 50 o 100 años. ¿Son esos niños los que más pueden verse afectados por los disruptores endocrinos?
Los disruptores endocrinos han provocado un incremento de casos de obesidad, diabetes, problemas de aprendizaje, autismo, infertilidad, e incluso de ciertos tipos de cáncer
Los niños son más vulnerables porque comen más por kilo de peso y, por tanto, están más expuestos. Además, sus sistemas hormonales y órganos están en proceso de crecimiento, por lo que la exposición a estas sustancias químicas puede afectar a su desarrollo y tener efectos que pueden ser permanentes y de por vida.
En ese sentido, usted ha citado antes incluso el efecto que estos disruptores endocrinos tienen sobre el coeficiente intelectual de los niños y su impacto en el incremento de casos diagnosticados de TDAH y autismo. ¿Tan grande es el impacto de estos disruptores en el cerebro?
Puede que un pediatra o una madre no se den cuenta o no den importancia a que un niño tenga un punto de coeficiente intelectual menos, pero si ese punto menos de CI se extiende a toda la población infantil, la economía lo va a notar. Cada punto de coeficiente intelectual vale el 2% de la productividad económica de ese niño. Es decir, casi 18.000 euros. Multiplique ese costo por millones de niños cada año, y verá cómo rápidamente la cifra asciende a miles de millones de euros, una parte muy importante del producto interior bruto.
Cómo actuar para reducir el impacto de los químicos
Ha señalado por su importancia cuatro familias de químicos. Mi sensación es que, de esas cuatro, solo hemos tomado conciencia real de los riesgos de una de ellas, la del bisfenol A. Hoy ya buscamos envases sin bisfenol, aunque no sé si eso es suficiente…
No lo es. Tenemos un largo camino por recorrer. Pero ahora, al menos, ya ves biberones libres de BPA. Es un paso. Y poco a poco se darán más. Bastó un estudio que analizó los productos químicos antiadherentes presentes en cinco envases de alimentos estilo buffet que se vendían en dos grandes cadenas de supermercados de Estados Unidos para que estas tuviesen que cambiar esos envases. El poder del consumidor es muy fuerte.
Los productos químicos antiadherentes ralentizan el metabolismo y causan un aumento de peso en personas que lo han perdido con una dieta saludable
Dice que cuanto más tardemos en actuar, mayor será el peligro y mayores serán los efectos de estos disruptores endocrinos sobre nuestra salud. ¿Qué medidas podemos tomar a nivel personal para reducir el impacto de estas sustancias químicas en nuestras vidas?
Basta con seguir unos consejos muy sencillos y simples que no requieren un doctorado en química. Entre ellos, por ejemplo, evitar el consumo de alimentos enlatados, no calentar en el microondas o lavar en el lavavajillas envases de plástico, comer verduras y vegetales orgánicos, especialmente frondosos, y abrir las ventanas al menos 20 minutos al día para que circule el aire y se ventile la casa. Estas pequeñas medidas son un buen comienzo para poder construir un mundo con menor exposición a disruptores endocrinos.
Los médicos aún no reconocen estas exposiciones a determinadas sustancias químicas como un problema, aunque la próxima generación estará mucho más informada
De llevarlas a cabo, ¿los beneficios en nuestra salud son palpables enseguida?
Hay beneficios a corto, medio y largo plazo. Los estudios nos dicen que muchos de estos químicos dejan el cuerpo en uno o dos días. Si te deshaces de los ftalatos de los cosméticos, por ejemplo, tu secreción nasal podría incluso desaparecer en cuestión de días, y si dejas de comer productos enlatados los niveles de bisfenol A en orina disminuyen rápidamente. Los niveles hormonales se reajustan también en una o dos semanas, y en cuestión de unos meses reduciendo la exposición a estos químicos el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas disminuye considerablemente.