Julio Basulto y Juanjo Cáceres
31 de enero de 2019
El cáncer es una de las primeras causas de muerte a nivel mundial. Sólo en España murieron por esta enfermedad un total de 109.425 personas en 2017, una cifra que nos invita a reflexionar acerca de si es posible reducir el riesgo de padecerla. Pero, ojo, una prevención que, lejos de basarse en alimentos o dietas 'anti cáncer' y pseudoterapias de la más diversa índole, pasa ineludiblemente por adoptar unos mejores hábitos de vida, por evitar el consumo de tabaco y alcohol, y por tener una alimentación saludable. Y así lo cuentan Julio Basulto, dietista-nutricionista, y Juanjo Cáceres, historiador especializado en cuestiones asociadas a la alimentación, el consumo y el deporte, en Dieta y cáncer. Qué puede y qué no puede hacer tu alimentación (Ediciones Martínez Roca), un libro en el que, con rigor y evidencia científica, hacen frente al boom de teorías falsas acerca de los alimentos milagrosos. Y no sólo abordan la prevención, sino que también se centran en cómo actuar al ser diagnosticados, y desmienten un montón de mitos y bulos de salud como, por ejemplo, los relacionados con la leche materna como cura contra el cáncer, un capítulo en el que han contado con la colaboración del pediatra Carlos González. Un libro necesario y veraz, que en tan sólo seis días ha agotado su primera edición, lo que demuestra que el tema de la nutrición y el cáncer nos preocupa, pero también que no nos conformamos con milagros y deseamos conocer la verdad.
Habéis agotado la primera edición del libro en sólo seis días. Menudo subidón…
Juanjo Cáceres: Por un lado creo que esto denota que hacia el cáncer existe una importante preocupación por el conjunto de la sociedad, y también que la gente quiere saber qué papel tienen la dieta o los hábitos alimentarios en la posible aparición o, hipotéticamente, en la evolución de la enfermedad. Desde este punto de vista creo que en general hay una cierta expectación.
¿Por qué diríais que hay que leer 'Dieta y cáncer', y a quién va dirigido?
Julio Basulto. Va dirigido a quien no se preocupa en absoluto de su estilo de vida –para que vea que el estilo de vida sí influye–, a quien se preocupa de su estilo de vida –para que tenga la información correcta–, y a quien se sobre preocupa de su estilo de vida –para que se relaje–. Y yo añadiría, quizás, a quién no va dirigido: no es un libro para quienes crean que van a encontrar en sus páginas una solución mágica o una cura milagrosa para el cáncer.
Necesitamos ensayos que demuestren que existe esa relación causa-efecto, que haya repetición, y que los resultados queden validados a escala poblacional
Y justificáis todo lo que contáis con ni más ni menos que 50 páginas de bibliografía…
JB. Sí, pero aquí creo que hay que explicar una cosa. Odile Fernández en su libro Mis recetas anti cáncer, tiene más de 1.000 citas bibliográficas, lo que demuestra que el hecho de que un libro tenga muchas citas no es garantía de que sea ciencia. Que haya un texto publicado en una revista científica, igual, no significa que per sé tenga validez científica. Hay que investigar, y está bien hacerlo, pero no todas las investigaciones son correctas.
El seguimiento nutricional de un paciente con cáncer es muy importante, pero para preservar su bienestar al máximo. Lo que le va a curar es el tratamiento, no la alimentación
Tú para escalar una montaña tienes que investigar cuál es la ruta correcta, y en algún momento verás a un escalador iniciando una ruta, pero si le haces una foto a ese escalador y dices “esta es la ruta”, te estás equivocando. No basta con ver una foto, tienes que averiguar cuál es la ruta que han seguido los mejores escaladores del mundo para llegar a la cima de la montaña. Con una investigación científica ocurre lo mismo: si tú te quedas con la foto de unas cuantas investigaciones científicas y las extrapolas a un libro, estás confundiendo a la población. Así que el truco para diferenciar entre un libro bueno, y otro malo que tiene una bibliografía extensa, es encontrar un error flagrante. Si lo encuentras, el resto del libro no es fiable.
Pseudoterapias y cáncer
Entre lo que no cura el cáncer, además de las pseudoterapias, destacáis el llamado 'amimefuncionismo'. Qué difícil es luchar contra lo que nos aseguran que a otros les ha funcionado cuando estamos desesperados… ¿Por qué no basta que a alguien le haya funcionado y necesitamos de la ciencia?
JC. Porque una persona no es capaz de interpretar cuáles son los procesos que ocurren en su organismo. Nosotros confiamos en que las medicinas tienen un efecto porque han pasado un procedimiento de validación, y porque se basan en una evidencia científica; y porque, además, esa evidencia científica tiene una repercusión y empíricamente podemos constatar que la gente se cura. Cuando se trata de casos aislados de una persona que establece por su propia cuenta que existe una relación causa-efecto entre un producto o una sustancia y la evolución de su enfermedad, evidentemente esto no tiene ningún tipo de validez ni de credibilidad. Necesitamos ensayos que demuestren que existe esa relación causa-efecto, que haya repetición, y que los resultados queden validados a escala poblacional. Un caso aislado no nos sirve. Una gota no hace océano.
Hay un amplísimo margen de tolerancia hacia todo tipo de propuestas pseudoterapéuticas, e incluso anti científicas
JB. Añadiría que además de criticar el 'amimefuncionismo', criticamos el 'todovalismo'. El hecho de que para muchos “todo vale”, cualquier cosa. Esta palabra la utilizó por primera vez hace ya años Mar Alegre, experta en lactancia, y viene a denunciar que el fin nunca justifica los medios, y todo lo que supone esto.
Si tecleamos en Google las palabras cáncer y alimentación es difícil no encontrarnos con algún artículo que ofrece falsas expectativas con respecto al papel de la dieta en el cáncer. ¿Existen los alimentos y las dietas 'anti cáncer'?
JB. No han existido, no existen, y no existirán. Cuando leamos algo en internet, vayamos siempre a las referencias bibliográficas, analicemos quién ha escrito el texto, qué entidad lo ha publicado… “Apunta con tu dedo a cada cosa y pregunta: «Y esto, ¿de qué?»”, que decía Bertolt Brecht en sus poemas y canciones.
Hay que luchar con más fuerza contra las pseudoterapias, porque si no se genera un ambiente en el que la gente pone a la misma altura tratamientos de eficacia demostrada con falsas terapias peligrosas para la salud
JC. Los alimentos no curan un cáncer. El seguimiento nutricional de un paciente con cáncer es muy importante, pero lo es para preservar su bienestar al máximo. Lo que le va a curar es el tratamiento, y no la alimentación. Es cierto que puede ayudarle a pasar mejor esos meses o ese tiempo en el que esté inmerso en un tratamiento oncológico, pero no estamos hablando de curar, estamos hablando de otra cosa.
¿Se lucha con contundencia contra las dietas y las prácticas fraudulentas en temas de nutrición?
JB. No, no se lucha con contundencia. Ahora se ha trazado un plan desde el gobierno contra las pseudoterapias, y es algo pionero, muy positivo, y hay que aplaudirlo, pero no es suficiente. Hay que luchar con más fuerza, porque si no se genera un ambiente de 'todovalismo' en el que la gente pone a la misma altura tratamientos de eficacia demostrada con falsas terapias peligrosas para la salud. Esto está ocurriendo ahora mismo con el vino: se está generando un ambiente de permisividad del consumo, y quienes defendemos que no hay una cantidad inocua para la salud somos tachados de extremistas. Se genera un ambiente de tolerancia hacia el alcohol, igual que se genera ese ambiente con las terapias alternativas, que pone en riesgo la salud de la población.
JC. Hay un amplísimo margen de tolerancia hacia todo tipo de propuestas pseudoterapéuticas, e incluso anti científicas. Sabemos que hay cosas que son una burla, como el reiki; sabemos que hay sustancias que son completamente inefectivas, como la homeopatía –que se puede comprar además en las farmacias–. Todo esto en el siglo XXI no tiene ningún sentido, y es bastante insoportable a estas alturas.
Una de las grandes preocupaciones del nutricionista en el caso de un paciente oncológico es que no pierda peso, porque la pérdida de peso predice un mayor riesgo de mortalidad
Mencionáis el peligro no sólo de que la gente deje el tratamiento médico por una terapia no demostrada, sino también de los efectos adversos que puede tener sobre dicho tratamiento en el caso de mantener ambos…
JB. Hay interacciones farmacológicas demostradas entre complementos alimenticios o plantas medicinales y el tratamiento oncológico. El médico debería saber siempre si el paciente está tomando alguna sustancia, y el paciente debería ser consciente de que dicha sustancia puede exacerbar los posibles efectos adversos del tratamiento oncológico –como las náuseas, la anorexia, el sabor metálico…–, o que incluso puede disminuir los efectos de la quimioterapia, lo cual es muy grave. Si ese tipo de tratamientos fueran útiles te los estaría dando el oncólogo, así de simple.
JC. Un cáncer sólo puede curarse acudiendo al médico. Es el único que puede analizar el estado de salud del paciente y derivarle al especialista indicado, que será quien establecerá el tratamiento y el itinerario más adecuado que tiene que seguir ese paciente. Ninguna otra persona.
Hay quienes piensan en tratamientos como la homeopatía para paliar los efectos del tratamiento oncológico, y que se deciden a combinarlos, pero lo cierto es que es mejor no hacer este tipo de cosas. Se deben atenuar los efectos del tratamiento de otra manera, porque si no lo que estamos haciendo es engordar un negocio multimillonario que no tiene ningún efecto, y que en algunos casos incluso llega a sustituir el tratamiento médico. Esto es peligroso y es el principal motivo por el que debemos ser muy críticos con la homeopatía; no por lo que hace, que no hace nada, sino por las consecuencias que tiene a nivel poblacional este tipo de conductas.
El botijo del estilo de vida
Dedicáis un capítulo a la prevención, y desde el principio ya advertís que no se pueden eliminar por completo las posibilidades de desarrollar un cáncer, sino disminuir el riesgo de padecerlo. ¿Qué puede hacer nuestra alimentación en este sentido?
JB. Disminuir las posibilidades de padecerlo. Pero, ojo, hay que tener en cuenta que el riesgo disminuye a escala poblacional. A título individual yo no puedo asegurar a nadie que si sigue un buen estilo de vida vaya a librarse de un cáncer. De hecho, el factor que más determina padecer un cáncer se llama edad: a más edad, más posibilidades, porque tus células van mutando. Y precisamente como es una enfermedad que se desarrolla con la edad, lo cierto es que si tú estás durante un año siguiendo un buen estilo de vida, habrás disminuido muy poco las posibilidades de padecer un cáncer, pero si estás 40 años de tu vida manteniendo esos hábitos saludables probablemente habrás reducido mucho tus posibilidades.
Por ejemplo, una mujer que da el pecho, por cada año que amamanta disminuye hasta en un 4% las posibilidades de desarrollar un cáncer de mama, que es uno de los más prevalentes en la población femenina. Súmale no fumar, no beber, no comer alimentos procesados, no automedicarse, moverse…, pues seguramente tendrás muchas menos posibilidades.
Hay interacciones farmacológicas demostradas entre complementos alimenticios o plantas medicinales y el tratamiento oncológico
La mejor metáfora para explica esto es la del botijo: si tú tienes un botijo y lo inclinas, pierdes agua. Si lo llenas por el otro pitorro, pues tendrás más agua. Hay gente que está vaciando mucho su botijo, es decir, que está siguiendo un mal estilo de vida, y no se muere. ¿Por qué? Pues porque seguramente tenía mucha agua en el botijo o, lo que es lo mismo: tenía poco riesgo. Hay gente que inclina muy poco el botijo, o que ni siquiera lo inclina, y muere, ¿por qué? Pues porque no tenía agua, o tenía muy poca. Un botijo no es transparente, no puedes saber qué cantidad de agua tiene dentro, y esto se puede trasladar a que tú no puedes saber cuál es tu riesgo de tener cáncer. Por lo tanto, lo mejor es no inclinarlo mucho.
Precisamente sobre esto, me planteo si un buen estilo de vida disminuye un amplio porcentaje de algunos tipos de cánceres, ¿qué ocurre si nuestros hábitos han sido un desastre durante años? ¿Estamos a tiempo de “beneficiarnos” del cambio de hábitos o no hay nada que hacer para llenar ese botijo del que hablas?
La gente de 60 años que se anima a tener un buen estilo de vida disminuye sus posibilidades de morir con mala salud
JB. Por supuesto. Además, está demostrado científicamente, y así lo contamos en el libro. La gente de 60 años que se anima a tener un buen estilo de vida disminuye sus posibilidades de morir con mala salud, y mejora su calidad de vida. Para mí el mayor motivo que puedes tener para a los 60 años comenzar con un buen estilo de vida si no lo has hecho antes, es poder dar ejemplo. A tus nietos, a tus hijos, a todos los que te rodean.
También habría que plantear que no vamos a morir igual, vamos a morir distinto. Es más probable que alguien que haya llevado durante muchos años un mal estilo de vida fallezca en un hospital en la sección de crónicos, con el sufrimiento propio y del entorno que esto conlleva. Y volvemos al botijo: un botijo cuando lo llenas, por pocas gotas que le metas, el agua aumenta. Llénalo.
Obesidad, calorías y cáncer
Reconocéis en el libro que es difícil hablar de obesidad y cáncer “sin meter la pata” y afirmáis que ha sido uno de los capítulos más complejos, especialmente porque es difícil hablar de obesidad como un factor de riesgo modificable. ¿De qué va a depender que sea o no sea modificable?
JB. De tus hábitos. Al final del capítulo lo decimos: la salud no se mide en kilos, sino en hábitos. Es un factor de riesgo modificable: conviene subir el volumen de ese sonido que vamos a llamar estilo de vida. También hay que señalar que cuando alguien padece obesidad mórbida el estilo de vida no la compensa. Puede ser aconsejable en estos casos hacer una cirugía porque aun siguiendo un buen estilo de vida, existe un mayor riesgo de padecer cáncer y otras enfermedades.
La salud no se mide en kilos, sino en hábitos
¿Cómo es el trabajo de un nutricionista con un paciente oncológico? ¿Es muy diferente a su trabajo con otras personas?
JB. Sí, y aunque siempre se trata de un trabajo personalizado, es diferente. Cuando alguien acude a un nutricionista, la mayoría de las veces es porque quiere perder peso. Ocurre que precisamente una de las grandes preocupaciones del nutricionista en el caso de un paciente oncológico suele ser que no pierda peso, porque la pérdida de peso predice en muchos casos un mayor riesgo de mortalidad. Es conveniente vigilar la ingesta de calorías: adelgazar mucho suele empeorar el pronóstico. Una de cada cinco muertes por cáncer son atribuibles a la anorexia-caquexia; es decir, a la falta de apetito, a la pérdida de peso, a la pérdida de masa muscular. Es muy importante que el paciente no se consuma.
Debemos ser muy críticos con la homeopatía; no por lo que hace, que no hace nada, sino por las consecuencias que tiene a nivel poblacional este tipo de conductas
¿Qué recomendación se puede dar a una persona que acabe de ser diagnosticada de cáncer y quiera saber qué puede hacer su alimentación en el transcurso de su enfermedad?
JB. Sobre todo que huya de las terapias complementarias, alternativas o integrativas, y que haga caso al oncólogo, que está ahí porque ha estudiado para tratar a pacientes con cáncer. La alimentación tiene un papel pequeño cuando ya hay un cáncer. El papel es, sobre todo, hacer frente a los posibles efectos adversos de la enfermedad o del tratamiento.
JC. En función del tipo de tratamiento, y de los posibles efectos que puedan tener esos tratamientos sobre el gusto, el sabor o el aparato digestivo, se recomendarán unas cosas u otras. En el libro recogemos unas cuantas recomendaciones particulares que en cada caso de cáncer se pueden tener en cuenta, porque no es lo mismo un cáncer en los huesos que en el aparato digestivo.