Laura Caorsi
30 de julio de 2024
Hacer la compra es un acto cotidiano, pero también un ritual. La primera elección que hacemos: la cesta o el carro. Llevamos nuestras propias bolsas de rafia en una mano, la lista de la compra en la otra. Después, pasillos repletos de productos con promesas tramposas. La industria alimentaria sabe que no solo buscamos satisfacer nuestras necesidades alimentarias, sino que, en este acto rutinario, también nos dejamos llevar por la presentación de los productos. Los envases, con un diseño y textos perfectos, captan nuestra atención y condicionan nuestras decisiones. “Es difícil sortear las trampas, con independencia de la formación que tengamos. Nadie nos enseña, de manera general, a leer las etiquetas, a discernir entre información y publicidad, a detectar e interpretar los datos de valor ni a saltarnos el ruido del marketing”, nos dice Laura Caorsi, periodista y editora especializada en alimentación, nutrición y salud. Ella quiere ayudarnos a sortear los cantos de sirena y para ello no solo nos da información, sino que nos enseña a interpretar las etiquetas de los estantes del súper para no dejarnos engañar por una apariencia atractiva que no refleja la calidad real de lo que consumimos. ¿Su arma? ‘Comida fantástica. Manual de urgencia para aprender a leer los envases alimentarios’ (Vergara), un libro escrito de forma exquisita y rigurosa con el que nos ayuda a entender mejor la mecánica del marketing alimentario para que podamos tomar elecciones más conscientes con respecto a lo que comemos. Y esto es importante porque si bien la comida envasada tiene un papel cada vez más importante en los supermercados y en nuestras vidas, debido al rapidísimo discurrir de los días, no podemos olvidar que esto no va asociado a una mejor alimentación. “Nuestro estado general de salud depende de varios factores, y uno de los más importantes es nuestra dieta habitual”, nos recuerda. Aprendamos a navegar en un mar de etiquetas para alcanzar una dieta más saludable.
Dices que la dieta no es la única responsable, pero tiene un enorme peso en que muchas personas pasaremos más del 20% de nuestra vida enfermas…
Así es. Nuestro estado general de salud depende de varios factores, y uno de los más importantes es nuestra dieta habitual. Hay muchas patologías cuya prevalencia ha aumentado en las últimas décadas debido, en gran medida, a la manera en que comemos. Problemas cardiovasculares, hipertensión, obesidad, diabetes tipo 2, hipercolesterolemia… La mala alimentación es uno de los principales factores de riesgo de sufrir estas enfermedades.
Y la mala alimentación también depende de lo que ponemos sobre la cinta de la caja del supermercado. “Hacer la compra en el supermercado es una actividad cotidiana que está llena de trampas”, escribes. ¿Cuáles son algunas de esas trampas?
Podríamos hacer una lista larga, pero vayamos al corazón del asunto: la principal trampa es la asimetría brutal que existe entre quienes elaboran los mensajes de los envases y quienes los leemos. Mientras nosotros vamos a la compra con prisas, cansados y sin conocimientos sobre etiquetado, procesos tecnológicos o legislación, quienes diseñan los envases disponen del tiempo y del conocimiento suficientes para preparar unos textos y unas imágenes que, en algunos casos, incluso logran presentar los productos como algo completamente distinto a lo que son en realidad.
¿Podemos no caer en ellas sin tener una gran formación?
Es difícil sortear las trampas, con independencia de la formación que tengamos. Nadie nos enseña, de manera general, a leer las etiquetas, a discernir entre información y publicidad, a detectar e interpretar los datos de valor ni a saltarnos el ruido del marketing.
Si quieres algo que no te mienta, comprueba que sus ingredientes cumplan con los reclamos destacados en el frontal
Tampoco se insiste lo suficiente en lo importante que es aprender a hacer todo esto con cierta agilidad. Necesitamos competencias específicas al alcance de toda la ciudadanía.
Con la dificultad actual para reconocer alimentos entre tanta oferta, ¿qué productos deberíamos evitar después de darle la vuelta al envase y leer las etiquetas?
Depende de lo que vayas buscando. Si quieres algo saludable, huye de los ultraprocesados; si quieres algo que tenga cierta calidad, cerciórate de que los primeros ingredientes de la lista sean interesantes desde el punto de vista gastronómico o nutricional; si quieres algo que no te mienta, comprueba que sus ingredientes cumplan con los reclamos destacados en el frontal.
El uso de apps para leer etiquetas es un indicativo clarísimo de la falta de herramientas y de nuestra indefensión ante la complejidad
Los criterios de elección son muy personales, pero, en todos los casos, requieren conocer los datos. Sin información, las decisiones se convierten en apuestas.
Es sorprendente el ejemplo que pones en el libro de los ingredientes reales de unas gyozas, con una información muy enrevesada que pone muy difícil saber de qué están hechas realmente…
Y, sin embargo, esa lista de ingredientes es correcta, está completa y cumple con la legislación. Formalmente es impecable. Justo por eso, ayuda a ver la enorme complejidad a la que nos enfrentamos los consumidores a diario. Esas gyozas me hicieron reflexionar mucho sobre cómo se presenta la información y a preguntarme si realmente se presenta teniendo en cuenta a los destinatarios. Se insiste mucho en la idea de que la gente no lee, no se interesa o no tiene comprensión lectora, pero habría que analizar a qué tipo de complejidades se enfrenta.
Con tanta confusión en las etiquetas de los alimentos, ¿qué opinas de las aplicaciones para leer etiquetas? ¿Son recomendables y efectivas para ayudar a los consumidores a tomar decisiones informadas?
Estas aplicaciones, más allá de sus características particulares, son un síntoma evidente de que algo funciona mal, porque los envases ya ofrecen la información que buscamos. Se supone que el etiquetado es el principal medio de comunicación entre los productores y el consumidor, que se creó para nosotros y que debe permitirnos conocer mejor el alimento. El uso de estas apps es un indicativo clarísimo de la falta de herramientas y de nuestra indefensión ante la complejidad.
Un paso importantísimo sería regular las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables que vemos en tantos envases
Necesidad de un cambio en la legislación del etiquetado
“La comida fantástica existe gracias a la creatividad de los publicistas y la credulidad de los consumidores, pero solo es posible porque la legislación alimentaria es como es”, escribes. ¿Qué cambio sería imprescindible en la legislación alimentaria como primer paso para mejorar esta situación?
Más que incentivar a producir alimentos saludables, lo que puede hacer la legislación es inhibir la fabricación de fantasía
Un paso importantísimo sería regular las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables que vemos en tantos envases. Desde que se aprobó el reglamento 1924/2006, los mensajes como “rico en hierro”, “fuente de omega 3” o “ayuda a tus defensas” tienen que cumplir ciertos requisitos legales para poder utilizarse. El problema es que todavía no se ha terminado de discriminar qué tipo de productos pueden llevar esos mensajes y cuáles no. Y esto debería haberse hecho hace más de 15 años, en enero de 2009. El resultado de esta demora es lo que vemos hoy: un montón de productos malsanos que presumen de minerales, vitaminas o efectos beneficiosos para nuestro organismo.
¿Qué papel deberían jugar las autoridades sanitarias en la implementación y supervisión de una legislación alimentaria más protectora del consumidor?
Uno más activo y comprometido, a la altura del problema que tenemos. En España existe un Plan Nacional de Control Oficial de la Cadena Alimentaria, que coordina el Estado a través de la AESAN, pero son las comunidades autónomas quienes tienen las competencias para inspeccionar los incumplimientos. Por otra parte, hay estrategias publicitarias que bordean la legalidad, pero técnicamente no la incumplen. Habría que repensar los límites de la legislación y estudiar cómo se puede mejorar para hacer frente a todo lo que se desarrolla en esa zona gris. Y este cambio se hace en Europa.
¿De qué manera podría la legislación alimentaria incentivar a los fabricantes a producir alimentos más saludables y sostenibles?
Esta es una buena pregunta para los expertos en derecho y legislación alimentaria. Yo no lo soy, pero creo que, más que incentivar a producir alimentos saludables, lo que puede hacer la legislación es inhibir la fabricación de fantasía. La motivación, en todo caso, vendrá de parte del mercado y los consumidores. Nuestras preferencias son palanca de cambio. Tenemos un enorme poder con las elecciones que hacemos.
Dime tu código postal y te diré cómo comes
Dices: “El consumo de alimentos y bebidas está condicionado por el poder adquisitivo y las circunstancias vitales”. ¿Qué trabas se encuentran las personas con menor poder adquisitivo para acceder a una alimentación saludable?
Muchas. El poder adquisitivo condiciona dónde vivimos, el tipo de ocio al que accedemos, el tipo de comercios que vemos con más frecuencia y las opciones reales de compra. Pero, además de la falta de dinero, está la falta de tiempo, el agotamiento, la precariedad laboral.
El poder adquisitivo condiciona dónde vivimos, el tipo de ocio al que accedemos, el tipo de comercios que vemos con más frecuencia y las opciones reales de compra
Más allá del coste económico de los alimentos, comer saludable y variado implica tener tiempo para planificar los menús, preparar la comida y saber cocinar. Hay que tener la energía suficiente para hacerlo día tras día, incluso después de haber tenido una jornada laboral machacante en la otra punta de la ciudad. Hacer esto exige tener una determinación descomunal, sobre todo cuando recibes permanentemente un bombardeo publicitario de productos malsanos, prácticos, baratos y novedosos que se asocian al premio, el relax o la felicidad. Una persona con bajos recursos sufre mucho más el desgaste y la fricción del entorno, porque su entorno es mucho más hostil y porque está mucho más expuesta.
¿Qué papel juega la disponibilidad limitada de alimentos frescos y saludables en áreas de bajos ingresos en las decisiones alimentarias de las personas?
Uno muy relevante. El paisaje que vemos con frecuencia nos dibuja un modelo de normalidad, nos da unas opciones concretas. Si en tu paisaje habitual faltan alimentos frescos, saludables, asequibles y prácticos, difícilmente van a ser tu primera opción.
Si en tu paisaje habitual faltan alimentos frescos, saludables, asequibles y prácticos, difícilmente van a ser tu primera opción.
No se trata solo de tener una frutería en el barrio, sino de que la presencia y la oferta de esa frutería no puede hacer frente a la avalancha de productos malsanos. Tampoco puede contrarrestar la publicidad de ultraprocesados, porque están sobrerrepresentados, ni el sabor de esos productos, que están diseñados para gustar y que tienen unos sabores y texturas mucho más potentes que un kiwi o unas acelgas.
Hablamos recurrentemente de “más mercado, menos supermercado”, pero lo cierto es que nos están quedando pocos mercados a los que acudir…
Yo diría “ve al supermercado bien informado”. En los súper hay muchas cosas que merecen la pena. La industria alimentaria elabora productos que están muy bien desde el punto de vista nutricional, que son asequibles y que, además, nos facilitan la vida. El mercado de abastos es fenomenal para quienes pueden permitírselo, pero no todo el mundo tiene el tiempo, las habilidades o el gusto por cocinar a partir de básicos. Se puede comer de manera saludable haciendo la compra solo en el supermercado.
Los avances tecnológicos y en seguridad alimentaria no parecen ir de la mano con una mejor alimentación… ¿O sí?
Se puede comer de manera saludable haciendo la compra solo en el supermercado
Sí y no. Por un lado, hay más oferta de productos malsanos y poco interesantes desde el punto de vista nutricional. Pero, por otro, hay avances interesantísimos, productos sanos listos para consumir y soluciones innovadoras a problemas complejos, como la conservación de alimentos, la optimización de cultivos o la búsqueda de nuevas fuentes de proteínas.