Anabel Gonzalez
30 de junio de 2023
“El miedo no se controla, el miedo nos tiene que acompañar”, repite como un mantra al otro lado del teléfono la psiquiatra Anabel Gonzalez, que recuerda que el miedo es con mucha probabilidad la emoción que más nos ha ayudado a sobrevivir como especie, y a la que precisamente dedica su último libro: ¿Por dónde se sale? Cómo deshacer el miedo, aliviar el malestar psicológico y adquirir un apego seguro (Ed. Planeta), un volumen ameno y divulgativo en el que profundiza en el miedo que nos bloquea y paraliza y para el que, en su opinión, hay una medicina extraordinaria: la seguridad. Pero no la seguridad entendida como certezas y ausencia de incertidumbre, sino la seguridad que ofrece un apego seguro, el saber que “hay alguien por ahí al que puedes volver si te pierdes o te haces daño”. Contra el miedo también nos da otra receta: atreverse a equivocarse. “Todo lo que nos lleva a adquirir más reflexión y más seguridad pasa por equivocarse, por aprender de esos errores”, afirma la Dra. González, experta en EMDR y que trabaja en el Complexo Hospitalario Universitario A Coruña (CHUAC).
No puedo empezar esta entrevista sin preguntarte cómo definirías el miedo.
Uf, qué difícil (risas). Podríamos decir que el miedo es una emoción que es importante para la supervivencia, seguramente la que más nos ha ayudado a sobrevivir como especie. El problema es que luego el miedo se nos puede quedar a vivir dentro y entonces se empieza a convertir en un hándicap, como demuestran todos los problemas de salud mental que estamos viendo.
Solo hace falta mirar a la pandemia, que nos ha activado a todos el miedo, la alerta, y está provocando todo un tsunami de problemas posteriores, en gran medida porque ese miedo ha estado activado demasiado tiempo y ha sido como una especie de miedo sin solución, que nos lleva a veces a situaciones de bloqueo y de parálisis.
En ese sentido, explicas en el libro que una manifestación del miedo es la ansiedad (“el miedo que se queda pegado”, escribes). Las cifras de ansiedad en España no dejan de crecer…
Creo que una parte de esas cifras tienen que ver con lo que comentábamos que hemos vivido en los últimos años. Luego también hay que tener en cuenta que hay muchos mecanismos sociales que empujan hacia la ansiedad: el estilo de vida que llevamos no ayuda mucho a la reflexión.
La pandemia está provocando un tsunami de problemas de salud mental posteriores, en gran medida porque el miedo ha estado activado demasiado tiempo y sin solución
Y muchas cosas que hacemos pensando que nos van a ayudar a solucionar el miedo, ayudan al momento, pero a medio y largo plazo acaban alimentando más al monstruo del miedo. Por ejemplo, el control, la necesidad de controlarlo todo. Al final, mientras puedes controlar las cosas, todo va muy bien, pero en cuanto la vida te trae algo con lo que no contabas (que pasa constantemente) el miedo se dispara y te ves totalmente desamparado, sin recursos.
“Tener miedo” no tiene muy buena fama. Por regla general, queremos hacer y hacernos creer que no tenemos miedo a nada.
Y no sé por qué lo hacemos, porque los niños, que no le tienen miedo a nada, por ejemplo, son un auténtico peligro y los padres tienen que andar todo el tiempo detrás de ellos para que no se hagan daño (risas). El miedo justo y razonable se llama prudencia y no está mal tener un poco.
El miedo justo y razonable se llama prudencia y no está mal tener un poco
De todas formas, yo creo que el problema no es el miedo, sino cuando nos paraliza, porque nos impide reaccionar, porque nos deja sin recursos ante situaciones para las que igual sin miedo sí que tendríamos recursos; y, ojo, a veces quedarse quieto y paralizado está bien, pero cuando ocurre sistemáticamente y nos impide funcionar con normalidad en la vida, entonces es cuando ya se empieza a complicar.
Explicas en la introducción del libro que a veces el miedo es evidente, pero que otras veces se enmascara tras diferentes disfraces (obsesiones, problemas físicos…). ¿Es más difícil ser consciente de ese miedo y ponerle remedio cuando se disfraza y enmascara tras otros problemas?
Sí, sí. El otro día una compañera hablaba de esas personas que lo tienen que tener todo controlado que comentaba antes. En el fondo, esas personas lo que tienen es miedo. Pero con ese miedo no conectan. Y quien habla del control habla de otras manifestaciones.
A veces hay problemas físicos que vienen de situaciones en las que el miedo se quedó bloqueado, no se pudo resolver, y acaba manifestándose a través de problemas digestivos, dolores de cabeza, tensión…
A veces hay problemas físicos que vienen de situaciones en las que el miedo se quedó bloqueado, no se pudo resolver, y al final acaba manifestándose a través de problemas digestivos, dolores de cabeza, tensión… Y no es fácil establecer la conexión, sobre todo si no nos gusta mirarnos hacia dentro, reflexionar sobre cómo nos sentimos.
Cómo se entrena la seguridad que vence al miedo
Te la juegas en el libro haciendo un spoiler en la introducción: “la solución al miedo no es la calma, es la seguridad”, escribes. En un mundo como el actual, en el que parece que no hay certezas ni asideros, tampoco seguridades, ¿estamos condenados al miedo?
El problema es que creo que pensamos que las certezas son la solución, pero para mí las certezas son parte del problema. Cuando estamos en un mundo incierto, intentamos buscar certezas. Y te diría que hoy tenemos demasiadas certezas, que hay mucha gente completamente segura de sus convicciones políticas, de lo que está haciendo a nivel alimentario, etcétera. Nos estamos todos peleando porque todos estamos convencidos de algo, y yo creo que esto no es nada conveniente ni a nivel individual, ni a nivel social. La seguridad es otra cosa.
¿Qué es la seguridad, entonces?
La seguridad nace sobre todo de las relaciones; pero para poder sentirnos seguros en esas relaciones debemos sentir que podemos confiar, que entendemos cómo funcionan, que sabemos cómo resolver los conflictos y las dificultades; y esto es un arte que lleva toda una vida manejar y del que siempre seguimos aprendiendo.
Tú hablas de la seguridad como un sentimiento interno de confianza que nos acompaña siempre, en los buenos y los malos momentos. ¿Se entrena ese sentimiento?
Bueno, de hecho, la seguridad es aprendida. La seguridad nace en la infancia, como explica la teoría de apego. El vínculo que generamos con nuestros cuidadores es uno de los lugares desde los que crece la seguridad. Y cuando vamos creciendo, la seguridad, aunque no la traigamos de casa, la podemos aprender.
Pensamos que las certezas son la solución al miedo, pero para mí las certezas son parte del problema
Hay personas que desarrollan un apego seguro adquirido porque se van atreviendo a confiar, van teniendo relaciones con personas diferentes que les van aportando, van reflexionando y cada vez se van sintiendo más seguros. Tampoco llegamos nunca al 100% de seguridad. Ni falta que hace. Con tener un cierto nivel ya es suficiente.
Ver las equivocaciones como un aprendizaje
El último capítulo del libro es una invitación a volvernos exploradores. ¿Por dónde pasa esa “misión explorador”?
Por equivocarse mucho. Yo suelo decir que hay que equivocarse con premeditación y alevosía (risas). No se aprende a funcionar en las relaciones sin haber metido la pata muchas veces. A ver, uno siempre intenta hacerlo bien, claro, pero hay que asumir que no vas a acertar siempre. No tenemos telepatía, no podemos leer la mente de los demás, así que lo normal es equivocarse.
La seguridad nace sobre todo de las relaciones; pero para poder sentirnos seguros en esas relaciones debemos sentir que podemos confiar
Hace poco leía una noticia que decía que incluso los psicólogos y los policías, que están entrenados para detectar cuándo alguien dice la verdad o no, fallan lo mismo que los estudiantes universitarios. Es decir, no sabemos cuándo alguien dice la verdad y cuándo miente, pero vamos conociendo a la gente, y poco a poco vamos sabiendo si una persona es de fiar o no. Si antes de empezar una relación yo no me atrevo porque no sé si esa persona será de fiar o no, entonces nunca tendremos aprendizajes.
En conclusión, que todo lo que lleva a adquirir más reflexión y más seguridad pasa por equivocarse, por aprender de esos errores.
Me ha gustado mucho la idea de encariñarnos con nuestros errores que desarrollas en el libro. ¿Qué nos puede aportar esto?
Aprender. Es que el aprendizaje se da por ensayo y error. Y realmente se tendría que llamar ensayo y error y error y error y error… Porque tenemos que equivocarnos muchas veces para aprender. Fíjate que, a nivel científico, si hemos descubierto cosas y se han hecho avances ha sido gracias a los errores. Los experimentos científicos salen mal en un mayor porcentaje que bien. Si eliminásemos los errores no habría ciencia y no habríamos llegado a donde hemos llegado.
El aprendizaje se da por ensayo y error. Y realmente se tendría que llamar ensayo y error y error y error y error… Porque tenemos que equivocarnos muchas veces para aprender
Los niños pequeños, si te fijas, saben esto que estoy diciendo perfectamente. ¿Qué hacen? Arman una torre de bloques las veces que haga falta hasta que les sale bien. Y en cuanto tienen la torre medianamente armada, ¿qué hacen? Tirarla al suelo. ¿Para que sus padres la tengan que recoger? ¡No! Porque necesitan volver a equivocarse. Los niños son unos grandes exploradores. Pero para explorar, hace falta tener a alguien por ahí al que sabes que puedes volver si te pierdes o te haces daño. Por eso la relación con los cuidadores es tan importante. Que no tienen que ser padres perfectos, vaya por delante, simplemente tienen que estar ahí.
Si no se ha tenido esa seguridad inicial, igual explorar nos da un poco más de cosa, pero todo se aprende, todo se practica, todo se llega a dominar si nos hemos equivocado el número suficiente de veces.
Para terminar, dices que la indecisión no deja de ser miedo a explorar y equivocarnos. Como sé que los indecisos somos legión, no puedo dejar de preguntarte si se sale de la indecisión.
(Risas) Sí, por supuesto. Yo a las personas que tienen más dificultades para aceptar los errores les recomiendo siempre un ejercicio que es cometer un error friki al día para quitarle hierro. Es decir, ponerse un calcetín diferente, ponerse la ropa interior del revés, llegar dos minutos tarde, que total en España nadie se va a dar cuenta, dejar una cosa colocada fuera de su sitio… Cosas inofensivas. Al final, si con esta práctica empiezas a normalizar lo de cometer errores, luego llega un momento en que los errores un poco más importantes por lo menos ya no son impensables.
Yo a las personas que tienen más dificultades para aceptar los errores les recomiendo siempre un ejercicio que es cometer un error friki al día para quitarle hierro
Y luego también es importante tomar las decisiones pronto. Cuando tenemos todos los elementos necesarios para tomar una decisión a nuestro alcance, hay que tomar esa decisión. Si tardamos más, vamos a seguir teniendo los mismos elementos, solo que estaremos girando en círculo alrededor de ellos y nos pondremos mucho más nerviosos, con lo cual estaremos mucho más bloqueados y pensaremos peor. Es una tortura gratuita.
Y una vez que hemos decidido, ya no vale de nada torturarse si el resultado no es óptimo. A veces se acierta y a veces no se acierta, así que decisión tomada, decisión a la que no hay que darle vueltas.