Elena Crespi

Psicóloga experta en sexología y terapia de pareja, autora de ‘Habla con ellos de sexualidad’
Es necesario hablar de sexo con los hijos con naturalidad, sin prejuicios, y sin forzar las cosas. Elena Crespi, psicóloga experta en sexología, nos ofrece herramientas para conseguirlo, aprovechando las oportunidades del día a día.
Entrevista a Elena Crespi
“El porno no nace con una función educativa, pero la ha acabado teniendo para muchos jóvenes, y de ahí el lío que tienen respecto a cómo es el sexo, o cómo hacer disfrutar a otra persona”

14 de noviembre de 2019

Hablar de sexo con normalidad con sus hijos e hijas sigue constituyendo un reto para muchas familias, por las mochilas educativas que llevamos a cuestas, pero también por la falta de información al respecto. ¿Cuándo empezar a hablar de sexualidad? ¿Por dónde empezar? ¿Hay que esperar a que llegue el día de la 'gran conversación'? Para Elena Crespi, psicóloga especializada en sexología y terapia de pareja y familiar, y autora de Habla con ellos de sexualidad (Lunwerg Editores, 2019), en realidad debemos empezar por nosotros mismos, analizando por qué nos cuesta tratar el tema sin tabúes. Después, la comunicación es fundamental para vivir el sexo de forma saludable, y para poder educar a nuestros hijos e hijas en una sexualidad plena, basada en el respeto mutuo y la asertividad. Porque, como advierte Crespi, la educación sexual no solo es hablar de penetración o de prácticas sexuales de riesgo, y mucho menos es lo que el porno nos ha mostrado durante décadas, sino que empieza en lo emocional, en los estereotipos de género, en una educación libre de sexismo, abusos o imposiciones. También se basa en la confianza y en la comunicación, porque “la mayoría de los adolescentes no saben que pueden contar con sus padres, o no lo sienten así”, lamenta la experta, que nos explica cómo mejorar esa relación.

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Libro: habla con ellos de sexualidad

El formato de 'Habla con ellos de sexualidad' es muy original: la mitad del libro pensado para la familia, la otra mitad para los jóvenes. Aunque adviertes que ambos grupos pueden cotillear “el otro lado”. ¿Por qué un libro así?

La idea surge de manera natural, según avanzaba en los contenidos del libro me di cuenta de que había contenidos que no solo eran para los jóvenes, sino también para las familias. No fue premeditado.

¿Y a partir de qué momento conviene leerlo?

Las familias, cuanto antes, mejor; yo digo que incluso antes de que lleguen los hijos para tomar conciencia de la importancia de una educación no sexista. Para los adolescentes, a partir de 10, 11 o 12 años. Cada familia debe valorar cuándo están preparados sus hijos para afrontar una información más profunda. El libro empieza con lo más emocional, y la parte de sexualidad está más al final, pero es importante para que entiendan que la práctica sexual está integrada en cuestiones como la propia autoestima, el respeto, o el conocimiento de uno mismo o una misma.

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Tabúes y falsas creencias sobre el sexo son retos para padres e hijos

Internet o los amigos son las fuentes más habituales que tienen los jóvenes para informarse sobre sexualidad. ¿Sigue siendo un gran tabú para las familias hablar abiertamente?

Lo primero que hay que aclarar es que cuando hablamos de internet hay que tener en cuenta que es cierto que hay muchas páginas informativas de calidad, pero también hay mucho porno en la red, que no es precisamente una buena fuente de información.

La práctica sexual está integrada en cuestiones como la propia autoestima, el respeto, o el conocimiento de uno mismo o una misma

La labor más informativa deben hacerla las familias. ¿Qué ocurre? Que a las familias aún les sigue imponiendo hablar de sexualidad con los hijos abiertamente. Por eso creo que es importante que lean la parte dirigida a los adolescentes, para que vean que no se trata solo de hablar de sexo, sino que hay otras cuestiones que hay que abordar. Estamos pagando un poco el precio de la educación que hemos recibido: a nosotros no nos han hablado con naturalidad del tema, y por lo tanto nosotros no sabemos hablarlo con naturalidad con nuestros hijos. No tenemos las herramientas para hacerlo.

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¿Cuáles son las preocupaciones más habituales para las familias?

Normalmente hay dos grandes preocupaciones. La primera, que no empiecen muy temprano. A los padres les preocupa a qué edad empiezan a mantener relaciones sexuales sus hijos e hijas, y llama la atención que les preocupan especialmente las hijas. Aquí vemos un sesgo de la educación que hemos recibido muy importante.

El porno es un amplificador de falsas creencias, genera un modelo de sexualidad que no tiene nada que ver con la realidad

Y luego, las consecuencias que esas relaciones puedan tener: embarazo no deseado, enfermedades de transmisión sexual, o que sus hijos e hijas no lo pasen mal desde el punto de vista emocional. Son preocupaciones que están encima de la mesa.

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¿Y para los adolescentes? ¿Cuáles son las dudas o preocupaciones más frecuentes?

Pues también les preocupa mucho el tiempo, pero al revés que a las familias, que no llegue demasiado tarde. También el rendimiento, hacerlo bien, hacer gozar a otra persona… Y aquí sí que bebemos del modelo pornográfico que hemos visto hasta ahora, y que no es otra cosa que 'gimnasia sexual'. El porno no nace con una función educativa, pero la ha acabado teniendo para muchos jóvenes, de ahí el lío que muchos de ellos tienen en cuanto a cómo es el sexo, o cómo hacer disfrutar a la otra persona.

Educación sexual

¿Ha creado el porno una realidad que no existe?

Sí, y no solo para los adolescentes, también para los adultos. Veo en consulta los mismos mitos tanto en unos como en otros. El porno es un amplificador de falsas creencias, genera un modelo de sexualidad que no tiene nada que ver con la realidad, y además solo muestra una puerta de entrada a lo sexual, que es esa parte más salvaje.

La sexualidad no es sólo lo que entendemos por sexo, sino que también se deben tener en cuenta otros condicionantes como la educación machista que recibimos

Sin embargo, hay otras muchas formas de relacionarnos con nuestra pareja a nivel sexo-afectivo: desde la alegría, desde el humor, hasta desde la tristeza. Y no solo estoy hablando de penetración, que es lo que nos vende el porno. Se trata de un tipo de cine que, además, está pensado únicamente para satisfacer el placer masculino, donde las mujeres somos un adorno.

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La educación sexual empieza en casa

¿Consideras que hay que incorporar la educación sexual y afectiva en las aulas mucho antes?

Sí, se tiene que hacer antes, pero aunque esto se haga hay que tener siempre claro que el agente educativo principal somos las familias. Les expliquemos o no cosas sobre sexualidad, ellos ya se están creando un mapa propio de creencias en base a lo que decimos, o no decimos, y hacemos, o no hacemos, en casa.

Entrevista a Elena Crespi

No cabe duda de que el entorno escolar es un agente educativo clave también para incorporar la educación sexual. ¿Qué tenemos ahora? Pues talleres en los institutos que se organizan a partir de 1º de la ESO, y ahí ya vamos tarde. En Cataluña se está haciendo un proyecto piloto con 300 centros públicos que consiste en introducir un programa de educación sexual desde los tres años. Se trata de un programa construido por profesionales muy especializados.

Una niña puede vestirse de rojo, de rosa, de naranja, de azul, de lila…, en cambio los niños no, y aquí es donde está el desequilibrio

Por eso el libro se centra tanto en la idea de que la sexualidad no es solo lo que entendemos por sexo, sino que también se deben tener en cuenta otra serie de condicionantes como la educación machista que recibimos, que hace que nos comportemos a nivel sexual y afectivo de una manera u otra con nuestras parejas.

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¿Hasta qué punto influye una educación sexista en la sexualidad?

Influye mucho. Ya a los bebés, en función de si son niños o niñas, les tratamos de diferente manera. A las niñas las tratamos de una manera más dulce, y a los niños con una actitud más fuerte. Todo eso hace que luego nos comportemos como se supone que debemos comportarnos; en base al rol que se nos ha impuesto.

Si educamos siempre en una base de respeto hacia uno mismo y hacia el otro, más que desde lo sexual explícito, ganamos mucho más

No es que yo tenga nada en contra del rosa o el azul, el problema está en el hecho de que solo puedas vestir de rosa si eres una niña, y que esto sea exclusivo de las niñas. Una niña puede vestirse de rojo, de rosa, de naranja, de azul, de lila…, del color que quiera. En cambio los niños no, y aquí es donde está el desequilibrio: los niños a partir de los tres años dejan de hacer cosas que habían hecho hasta ese momento porque sienten un condicionante de género. Los niños dejan de pintarse las uñas, ya no quieren vestir de cualquier color porque el rosa es de 'niñas'… Hemos puesto en una balanza que lo de los niños es mejor que lo de las niñas.

Si bien en casa puede haber familias concienciadas con esto, no sé hasta qué punto influye el entorno social, escolar, familiar… ¿Se puede luchar contra esto?

Se puede, pero es cierto que no es fácil. Lo que yo recomiendo siempre es que se compren muchos kilos de paciencia, porque todo lo que implique ir en contra de la corriente supone mucho desgaste; todo lo que sea ir en contra de lo preestablecido genera mucha ansiedad. Hay que saber elegir en qué situaciones intervenir, y cómo intervenir para no agotarse. Y hacer mucha pedagogía, eso también, pero solo si nos apetece.

Todo lo que sea ir en contra de lo preestablecido genera mucha ansiedad

¿Y cómo les hace sentir eso a los más pequeños? Lo pregunto porque no sé si ese ir en contra de la corriente también puede ser un desgaste para ellos.

Creo que lo importante es darles herramientas. Te voy a poner un ejemplo que estoy viviendo de cerca. Mi hijo tiene cinco años y lleva el pelo largo. Cuando alguien le dice que se corte el pelo, que el pelo largo es de niñas, me pide que se lo corte. Entonces yo le digo que me parece bien, pero le pregunto por qué se lo quiere cortar. Cuando me dice que es porque alguien le ha dicho eso, le planteo que piense cómo lo quiere llevar. Y siempre termina diciendo lo mismo: largo. Si en algún momento él desea de verdad cortarse el pelo, yo se lo corto. Creo que se trata de observar también cómo le afecta emocionalmente todo, y en base a esto intentar actuar.

Las situaciones cotidianas como herramienta educativa

Dices que es mejor aprovechar las situaciones cotidianas que surgen en el día a día, que esperar a tener un día la 'conversación'. ¿Qué tipo de situaciones serían idóneas?

Desde una escena que sale en la televisión en la que dos personas están dándose un beso, a otra en la que están haciendo algo más. Normalizando, no pasa nada. Siempre hay que responder a sus inquietudes. Tampoco pasa nada si se tocan, pueden hacerlo donde quieran mientras son pequeños. También normalizando el cuerpo: que vean a su familia desnuda; no hay que escandalizarse.

Creo que hay que tener siempre una máxima clara: si educamos siempre en una base de respeto hacia uno mismo y hacia el otro, más que desde lo sexual explícito, ganamos mucho más.

¿Qué recomendaciones les darías a una familia que siente una vergüenza enorme para dar el primer paso hacia una educación sexual saludable?

Lo primero que les diría es que se trabajaran su propia sexualidad, que tiraran por el suelo sus propios tabúes; que entiendan que la sexualidad forma parte de nuestra vida; que no esperen a que su hijo sea adolescente para educar en la sexualidad; y sobre todo que eduquen con mucho amor, mucho cariño, mucho respeto.

Y hay otra cuestión muy importante que las familias deben tatuarse: dejar muy claro que siempre que haya algún problema, que cuando sus hijos les necesiten, ellos les van a apoyar. Que su hijo sepa que puede contar con ellos; y esto hay que decirlo, repetirlo, no darlo por hecho. La mayoría de los adolescentes no saben que pueden contar con sus padres, o no lo sienten así.

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