Fernando Alberca

Licenciado en filosofía y letras y experto en educación, autor de 'Tú también puedes ser Einstein'
Este experto en educación dedica su nuevo libro a los adultos, y nos propone ejercicios prácticos para aprender a reconocer y aprovechar los talentos que tenemos, y a usar mejor los dos hemisferios del cerebro.
Fernando Alberca, autor de ‘Tú también puedes ser Einstein’

Fernando Alberca, autor de ‘Tú también puedes ser Einstein’

“La escuela elimina la creatividad del ser humano, sobre todo en infantil y primaria; es lo que Pablo Picasso intuía cuando decía que de pequeños todos los niños son artistas, mientras que solo algunos llegan a ser artistas de mayores”

11 de diciembre de 2015

Fernando Alberca, licenciado en filosofía y letras, profesor de 2º y 4º de ESO y de 1º y 2º de magisterio en la Universidad de Córdoba, y orientador en un centro de educación primaria y secundaria, acaba de publicar Tú también puedes ser Einstein (Editorial Planeta, 2015) un libro dirigido esta vez a los adultos que, según su autor, pretende ser un manual que nos ayude a vivir en este siglo XXI, aprendiendo a reconocer y a aprovechar los talentos que todos tenemos –“que siempre son muchos más de los que sospechábamos”– y, sobre todo, a utilizar mejor los dos hemisferios del cerebro, el izquierdo y el derecho. El libro, explica Fernando, propone numerosos ejemplos y ejercicios prácticos para conseguirlo, y para saber qué hacer cuando te bloqueas o cuando te vienes abajo, cómo subir tu autoestima

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Portada 'Tú también puedes ser Einstein'

Eres también autor de ‘Todos los niños pueden ser Einstein’, pero un niño se está desarrollando todavía, y tiene tiempo y margen para equivocarse. ¿No es demasiado optimista el título de tu nuevo libro?

En realidad la inteligencia no deja de crecer, sobre todo si se estimula. El cociente intelectual con el que uno nace suele mantenerse más o menos estable, pero lo importante es qué hacemos con él a lo largo de nuestra vida. Uno puede nacer más o menos listo pero el que aprenda más cosas, aunque su cociente intelectual sea menor, es el que se convierte en más inteligente, porque la inteligencia es la capacidad de resolver problemas –que suele ser la definición clásica–, pero también es aprender cosas nuevas. La inteligencia conlleva, por tanto, experiencia, y cuando tienes más experiencia aumentan tus posibilidades de ser más inteligente, de aprender cosas, y de ser más selectivo y eliminar de tu foco de atención lo que te interesa menos. Al final, la inteligencia es un instrumento para ser feliz, y si la definimos como la capacidad de resolver problemas, el más inteligente será aquél que resuelva los problemas más importantes, como ser feliz, estar a gusto con tus seres queridos, tener éxito profesional… En definitiva, la inteligencia es un medio para conseguir tus objetivos.

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¿Y cuál es el criterio que debemos utilizar para seleccionar lo importante?

En el siglo XXI tenemos que convencernos, por fin, de que no somos ni de ciencias ni de letras; esto ya no existe, y no es que no sirvamos para algo, sino que no hemos adquirido seguridad en eso. La lógica matemática en el cerebro de alguien que cree que se le dan mal las matemáticas está perfectamente, lo que ocurre es que no ha tenido experiencias confortables en las matemáticas, y el resultado es que ha ido viendo que no es su punto fuerte y se ha ido apoyando en otros puntos, y cuando tiene que elegir estudiar una carrera o desempeñar una labor profesional, selecciona en función de su experiencia, pero eso no quiere decir que sea inútil en otro tipo de actividades, sino que no las ha desarrollado como debiera o como podría haberlo hecho. El cerebro humano es completo, a nadie le falta medio cerebro. Estamos perfectamente preparados, es una cuestión también de ejercicio. Por ejemplo a mí, que no sé tocar el piano, me sorprende enormemente que haya seres humanos como Mozart, me cuesta trabajo creer que alguien como él sea tan humano como yo; pero sin llegar a un personaje como Mozart, ante cualquier estudiante de 5º de piano ya te puedes plantear la cuestión de hasta donde puede llegar el cerebro humano. Cuando es algo que nunca hemos hecho nos parece un mundo imposible, pero no lo es; es más, yo podría empezar ahora a tocar el piano.

Uno puede nacer más o menos listo pero el que aprenda más cosas, aunque su cociente intelectual sea menor, es el que se convierte en más inteligente, porque la inteligencia es la capacidad de resolver problemas –que suele ser la definición clásica–, pero también es aprender cosas nuevas

Sí, pero una cosa es tocar el piano, y otra ser un genio…

Después de investigarla mucho –durante al menos 10 años–, yo creo que la genialidad es ser completo. Llamamos a Albert Einstein fracasado hasta los 10-15 años, le llamamos genio a partir de una edad, y yo creo que la genialidad de Albert Einstein, según describe él todo el proceso, es que utilizaba la imaginación para resolver problemas del hemisferio izquierdo, que eran los científicos y matemáticos. La imaginación está en el derecho, por lo que él era muy completo. Todos los grandes genios, como Isaac Newton o Steve Jobs, son personas que unen los dos hemisferios. Por lo tanto, genialidad es ser completo.

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¿Y se puede aprender a utilizar los dos hemisferios del cerebro?

Sí, eso se educa perfectamente. De hecho, hay ejercicios que unen los dos hemisferios, aunque en realidad están unidos y no podemos separarlos, lo que ocurre es que nos equivocamos en el siglo XX –que es el siglo del cerebro porque se invirtió muchísimo, sobre todo en Estados Unidos, en el conocimiento del cerebro–, y nos han enseñado una visión neurológica y demasiado física y médica del cerebro, pero el cerebro no funciona exactamente así. Culturalmente nos hemos volcado hacia el hemisferio izquierdo, y de hecho la escuela, en general, está únicamente centrada en dicho hemisferio, y si alguien se pone muy creativo suspende. Si a un alumno le preguntan las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y responde ‘el sufrimiento de las madres’, le suspenden, porque lo que quieren que explique son los límites de las fronteras. Sin embargo, el sufrimiento de las madres, o de la gente en general, es una consecuencia que todavía estamos viviendo en nuestro días: el odio, el miedo…, esto es lo que han generado acontecimientos históricos como la Segunda Guerra Mundial o fenómenos como el nazismo, pero eso no se admite en la escuela, que está basada en el hemisferio izquierdo. En una clase con 25 alumnos habrá aproximadamente 10 en los que predomine el hemisferio derecho, y estos tienen mucho más difícil conseguir un sobresaliente. La escuela está provocando que las personas pierdan la creatividad, está eliminando la creatividad del ser humano, sobre todo en infantil y primaria; es lo que Pablo Picasso intuía cuando decía que de pequeños todos los niños son artistas, mientras que solo algunos llegan a ser artistas de mayores.

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Ya en 1978 decía un psicólogo inglés que el profesor tenía que saber cuáles de sus alumnos eran de hemisferio izquierdo y cuáles de hemisferio derecho porque tenía que ser capaz de hablar para todos. En la práctica hay niños que se bloquean por esto, a pesar de ser inteligentísimos. No estamos hablando de un defecto o una carencia. En el mundo laboral se requiere más uso del hemisferio derecho que del izquierdo, porque lo que se pide es que el individuo sepa trabajar en grupo, que sea empático, que no tenga grandes complejos –ni se crea superior ni se venga abajo–, que sea imaginativo, intuitivo, que tenga capacidad de síntesis, que aproveche el tiempo pero tenga grandes ideales…; y el hemisferio izquierdo, que es la atención, la memoria…, lo dejamos para la escuela y para la universidad. Ahí se produce una falta de sintonía, y como el mundo es cada vez más emocional y la escuela sigue centrándose en el hemisferio izquierdo, el fracaso escolar aumenta y los contenidos bajan.

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¿Qué hay que hacer entonces para que la escuela sea un apoyo al desarrollo de la inteligencia y no una traba?

Para empezar, humanizarla; habría que llenarla de hemisferio derecho, enseñar a los profesores cómo empatizar con los alumnos, cómo sacar lo mejor que tienen en su hemisferio derecho, cómo hablarles también con el hemisferio derecho, que es el que entiende mejor el alumno porque se conecta mejor con él, primero personalmente, y luego con la asignatura que esté impartiendo ese profesor. El ser humano es ahora muy parecido a como ha sido siempre, y algo que ya ocurría antes, pero ahora todavía más, es que el profesor te influye, y cada vez se depende más afectivamente del profesor para saber si vas a estudiar esa asignatura o si merece la pena esforzarte. Rescatar a un alumno con malas notas es muy fácil si el profesor sabe enganchar, si sabe darle esperanza y decirle cuáles son los pasos que tiene que dar, algo que sí es de hemisferio izquierdo, porque tampoco es que yo proponga pasarse ahora totalmente al derecho, sino que hay que ser completos y ver el cerebro como una unidad. Y hay un montón de ejercicios que ayudan a esa unión: recitar poesía, bailar, cantar en voz alta…, mezclan ambos hemisferios, la repetición y la memoria unidas a la expresión de los sentimientos y a la creatividad. El ser humano para resolver los problemas graves tiene que mezclar ambos hemisferios, y lo hacemos, pero es necesario mejorarlo.

Recitar poesía, bailar, cantar en voz alta…, mezclan ambos hemisferios del cerebro; la repetición y la memoria, unidas a la expresión de los sentimientos y a la creatividad

Motivación y autoestima para ‘comerse’ el mundo

La motivación es clave también para los adultos. ¿Cómo podemos motivarnos y aprender a aprovechar mejor los dos hemisferios del cerebro?

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La motivación siempre tiene que contar con algún otro, no podemos motivarnos solos, y esto es lo que hace que vivamos en sociedad. Yo creo que no existe la motivación interna, que siempre es externa aunque después la interiorices. Nadie estudia cuando es un niño porque sí, sino por la cara que después pone su madre, o por la reacción del profesor, o por lo que opinen los demás…, y esto va dejando una huella en el adulto. En el libro intento explicar que tenemos confundidos conceptos como fracaso y éxito, y que los problemas están pegaditos siempre a la felicidad, que problemas y felicidad se necesitan, que tener fracasos no afecta a nuestro éxito ni a nuestra felicidad verdaderos, y que cualquier fracaso exterior es el principio interior de un éxito. Por ejemplo, cuando a Steve Jobs lo echan de Apple es cuando puede crear Pixar, y sin ese pequeño fracaso no hubiera conseguido ese otro gran éxito. Todos los grandes talentos de la humanidad han tenido un momento en el que se sentían solos e incomprendidos, no tenían nada que perder, y se pusieron a crear. Así que primero hay que dimensionar los fracasos y el éxito, conocernos mejor a nosotros mismos, y aprender cómo podemos mejorar nuestra relación con los demás, porque uno se siente mucho más valioso cuando trata mejor a la gente. Y solemos hacer lo contrario, ‘como no me tratan bien, yo no les trato bien’, y al final estás creando un complejo y un hábito asocial, y cada vez estás más solo, no disfrutas, no eres feliz, y dejas de sentirte valioso. Y es que era al revés, tú tenías que haber conectado con la gente, y haber puesto a los demás a tu misma altura en vez de por debajo. También tenemos que cambiar de órbita e ir a la órbita de la felicidad.

Si tratamos muy bien a la gente, la gente nos trata mejor a nosotros. Cuando un compañero de facultad que me acompañó a comprar bombones me dijo ‘si tuviera una novia tan cariñosa, también le regalaría bombones’, yo le contesté ‘no te enteras de nada; primero se regalan bombones, y luego es cariñosa

El libro tenía que ser muy práctico porque si yo vendo que el ser humano tiene que intentar ser completo, tengo que ofrecer teoría y práctica, y por eso está lleno de ejercicios para sabe qué hacer cuando te bloqueas, qué hacer cuando te vienes abajo, cómo puedes subir tu autoestima…, y hay un montón de ejemplos que explican cómo hacerlo. Y debemos encargarnos de subir la autoestima de la gente que tenemos a nuestro alrededor y la nuestra propia. Tenemos que saber que si nosotros tratamos muy bien a la gente, la gente nos trata mejor a nosotros, y esto es un hecho que yo aprendí ya de adolescente, y cuando un compañero de facultad que me acompañó a comprar bombones para mi novia me dijo ‘si tuviera una novia tan cariñosa, también le regalaría bombones’, yo le contesté ‘no te enteras de nada; primero se regalan bombones, y luego es cariñosa’. Y esto funciona así: tú tratas bien a la gente, y te das cuenta de que la gente es buena. Y cuando alguien te cae mal tú te acercas porque tienes que descubrir qué es lo que no estás viendo. Cuando somos pesimistas es porque nos falta información. La realidad siempre es optimista.

Pero hay mucha gente que ha perdido su trabajo y su casa con la crisis, y sobre todo en el caso de las personas de mediana edad y con hijos a su cargo puede ser muy difícil remontar. ¿Cómo les convencerías de que se puede empezar de nuevo?

La desgracia humana no deja de ser traumática, y aunque yo diga que la felicidad está siempre unida a los problemas, los problemas son verdaderos, y duelen, y angustian, y dan miedo al ser humano que no sabe cómo va a salir de ellos; esto es así, y no hablo de problemas dulcificados, sino que a veces son verdaderas tragedias, a las que incluso en algunos casos no se les ve posibilidad de solución. Sin embargo, es una constante en el ser humano que si analizamos cada circunstancia individualmente, en el trauma, la tragedia o la crisis, siempre hay una oportunidad de inicio de algo distinto, que provoca que quizás al remover todos los cimientos, se pongan en marcha recursos que nunca se han utilizado antes. Esto es una constante de la humanidad a lo largo de la historia, y hay ejemplos en los que ves cómo una persona mejoró su vida justo cuando le iba fatal y se dio cuenta de que no podía seguir así. Esto no quiere decir que de pronto se vayan a solucionar los problemas, pero teniendo las mismas dificultades hay gente que ha conseguido ser feliz, y gente que no. La felicidad no tiene tanto que ver con las circunstancias, y en las mismas circunstancias hay gente muy feliz y gente muy desgraciada. Tengo el ejemplo de una señora a la que le tengo mucho cariño, y a la que conocí un día que estaba dando una conferencia a la que ella entró porque hacía frío y no tenía dinero para pagar la calefacción en casa. Era madre soltera y tenía una hija con la que se llevaba estupendamente, y me dijo ‘yo si tuviera dinero sería completamente feliz’; y ese mismo día recibí a un empresario conocido que se llevaba muy mal con toda la familia y me dijo ‘si no tuviera dinero, yo sería feliz’. Lo que habría que hacer es tener una visión más audaz por parte de los que tienen dinero para saber que hay gente a la que solo le falta lo que a ellos les sobra. Si miramos a los demás, todo se equilibra: un país y otro, una organización y otra…, si nos miramos menos el ombligo somos más felices. En el fondo es mucho más fácil salir de los problemas de lo que realmente pensamos.

Afirmas que todos tenemos al menos 35 puntos fuertes, pero que cuando le has pedido a alguna persona que los describiera, la mayoría duda y le cuesta encontrarlos. ¿Es falta de autoestima, o es que no nos conocemos a nosotros mismos?

Las dos cosas. Tenemos baja autoestima porque no nos conocemos, pero es verdad que los españoles, en general, tenemos muy baja autoestima; hasta los políticos, si hiciéramos un análisis, también tendrían baja autoestima, o deberían tenerla (risas). Estamos viviendo una época de baja autoestima, y cuando uno va más engreído por la vida también es porque tiene baja autoestima, porque el complejo de inferioridad siempre se demostró siendo gallito, hablando mucho, gritando… Y necesitaríamos ser capaces de llegar a 35 puntos fuertes con facilidad. Lo que no puede ser es que cuando hable de mí mismo diga que soy un desastre, que realmente no me reconozco ningún talento, y por eso no me pongo en acción, y no desarrollo esos talentos. Y es necesario que uno parta de 35 puntos al menos, que vea dónde los tiene y cómo los ha conseguido, cómo los lleva a la práctica en el presente. Y si queremos subir la autoestima de alguien, hay que hacer una lista con 35 puntos fuertes que tenga esa persona, y decirle dónde los tiene y lo importante que es eso para el futuro –no solo para el presente–, y lo mucho que nos gusta que un amigo nuestro tenga esas virtudes. Y esa persona subirá un escalón en su autoestima. Ahora no estamos subiéndonos la autoestima unos a otros porque no nos queremos. La gente que se quiere no tiene problemas de felicidad ni de autoestima; y a cualquier persona feliz le pueden tratar mal en un momento determinado o en un ámbito determinado, pero cuando llega a su casa se refugia porque le quieren, y ahí es donde está la felicidad.

Hay que pasar a la acción en vez de quejarse; hay que ‘comerse’ el mundo, pero darse cuenta de que cualquier mundo se come cucharadita a cucharadita, no de golpe

¿Cuáles son en tu opinión los peores hábitos que un adulto debe corregir para conseguir sus objetivos?

Los defectos son inevitables, pero se pueden mitigar o compensar de alguna manera; lo importante no son nuestros defectos o los de las personas de nuestro alrededor, sino cómo intentamos compensarlos con cosas buenas, porque a todo el mundo le conmueve que alguien se esfuerce para intentar hacerlo mejor, y también sabemos que un complejo se contrarresta con personalidad. Respondiendo a tu pregunta, lo primero es evitar sentir y no hacer. No basta con desear que pasen las cosas, hay que dar los pasos precisos para que empiecen a pasar, y aunque esto no siempre está en nuestra mano, muchas veces sí lo está. Y tenemos que preguntarnos qué podríamos hacer nosotros para provocar tener un poquito más de suerte, o para llevarnos mejor con nuestra pareja, nuestro hijos, nuestro jefe o nuestros compañeros de trabajo. Necesitamos ver que no es cuestión de desear que pase algo y esperar a la suerte, sino que hay que provocar esa suerte. Lo segundo es saber qué recursos tenemos, y aquí entra en juego el hábito de conocer nuestros puntos fuertes, y ser capaces de reflexionar sobre cuál es la realidad que queremos y cómo nos gustaría ser de verdad, o qué tipo de persona consigue ese objetivo que nosotros deseamos, y qué pasos hay que dar para ello. Y uno busca, investiga, pregunta, lee libros, observa a su alrededor, para comprender cuáles son los pasos que dan las personas que sí han logrado lo que deseamos; en el fondo se trata de observar bien la realidad. Y en tercer lugar siendo muy optimista. El optimismo se educa, no es tan genético como parece. Hay que ser optimista en general, y si tengo un problema, una de dos, o el tiempo lo soluciona, o tengo que investigar cómo resolverlo, porque hoy en día es más fácil conectar con quien sabe solucionarlo, y hay que moverse un poco más en lugar de esperar. Resumiendo, una buena relación con los demás, introducirse en la órbita de la felicidad y ver en qué consiste (yo le dedico a esto un capítulo entero del libro), y pasar a la acción en vez de limitarnos a quejarnos. Hay que comerse el mundo, pero darse cuenta de que cualquier mundo se come cucharadita a cucharadita, no de golpe.

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